29 de enero de 2007

Somos Zapping 28/01/2007

Bienvenidos. Yo era demasiado joven para el rocanrol, pero fue el primer disco que tuve. En realidad, ni siquiera era disco, sino una cassette naranja que me trajeron de regalo desde Madrid con perfume de movidón y carabanchelería. A mis doce años, aquel Rock & Ríos sonaba como un tren de dinamita y aplausos, y Miguel Ríos, jefe como de una caravana de músicos electricistas o cañoneros, se me hizo ídolo. Ha vuelto Miguel Ríos a la televisión, con la calavera viva de todos los roqueros, refundido con el metal negro de la chupa, y uno agradece el viejo magisterio de los profetas del rock, que ya parecen bibliotecarios, entre tanto niñateo de playa y tanta guitarrita lacia, entre los zapatones canis y los percheros de detective que en 1001 músicas nos sacaban Joaquín Petit, David de María, Las Niñas o el que colgara el abrigo. Buenas noches, bienvenidos (Canal 2 Andalucía) es un programa de concepto ambicioso, arriesgado, que baraja una música más cuidada que en otros espacios con un rato de humor de teatro, otro de oenegé, otro de ciencia, otro de poesía, otro de arte. Todo esto suma una enciclopedia a veces interesante y a veces no tanto, a la que se le pueden criticar ciertos guiños de etnocentrismo (“hijos de Al-Andalus”, nos saludó el roquero) y hasta un poco de propaganda autonómica que se atraviesa. Por ejemplo, para presentar la sección social de José Chamizo, Miguel Ríos se refirió a la “voz que mejor conoce el lado menos opulento y feliz de una comunidad que en los últimos años ha conocido avances sociales importantes”. Ni tanta opulencia ni tanta felicidad, diría yo. Hasta el reportaje elegido, sobre los sin techo, quedaba con aire como neoyorquino, un poco como si aquí la gente o viviera en los parques o fuera rica entre rascacielos, cosa que no ocurre en Andalucía. Fue algo infantil la sección de ciencia, explicando el ADN como en CSI; fue endeblón el humor y fue saludable para la televisión la poesía de Luis García Montero, que últimamente anda muy repetido por Canal Sur haciendo versos del Estatuto más que otra cosa (es un buen poeta y no vamos a pensar que le dan focos para sus poemas de verdad a cambio de los otros poemas que gustan al poder). Aun con estos peros, a los abuelazos del rock & roll, bienvenidos. Los echábamos de menos entre tonadillas, aserejés, raperos y babas de saxofón.

Qué arte. Hay en ver a los famosos en la pista de baile una curiosidad como de verlos en un cuarto de baño muy grande, por eso Mira quién baila agrada a cierto tipo de telespectadores que gustan de sentirse apabullados de culos y resbalones ajenos. Curiosamente, murcianos, aragoneses o extremeños pasan por el programa sin dejar más que su pierna o su lengua fuera, brillantísimas como el suelo, pero en cambio, los andaluces, ay, siempre añaden su flor y provocan la caricia racial del jurado o de la presentadora. Carmen Janeiro se excusó por sus torpes meneos ya que ella viene “del campo”, y provocó que Anne Igartiburu soltara un “¿por qué será que los andaluces tienen tanta gracia?”. El Linterna bailó hip-hop, se crucificó de catetismo al afirmar que él era de Alhaurín de la Torre, “el mejor pueblo del mundo”, y la rubia aplaudió rendida: “qué arte, qué arte, qué arte”. Sí, el arte nos persigue casi tanto como la vergüenza.

Lo mismo. Con lunas en su nombre o con ojos de un animalillo u otro, Quintero hace siempre el mismo programa. Entrevistas nariz con nariz que resultan reveladoras, sentidas o quirúrgicas, más esa insoportable manía de hacer una filosofía de insomne y de quijote, con literatura mala a pesar de la gravedad, que ya cansa por repetida o por posada. Llevó a un andaluz (Banderas) con guri y con tortilla, y a otro (Farruquito) que me sigue pareciendo un niñato aun en sus atormentadas contriciones. Decidí que me aburría.

Muy suyo. Tapabocas de la Junta Electoral a la campaña del referéndum del Estatuto. El lema “muy nuestro” les ha parecido muy suyo y Andy & Lucas y demás van a tener que buscarse otra coletilla, que podría ser “ojú, quillo”, cosa tan andaluza como sus otros empeños salvadores. Pero tampoco importa mucho. Sigue estando la radiotelevisión pública andaluza para hacerles la campaña con toda su trompetería.

Somos Zapping 21/01/2007

La idiosincrasia de la lechuga. Hay algo que se olvidó en el Estatuto andaluz, algo que no encuentro entre su numismática de civilizaciones y afluentes, entre la albardonería de nuestra cultura. Se les pasó un artículo que fuera más o menos así: “Corresponde a la Comunidad Autónoma la competencia exclusiva en materia de conocimiento, conservación, investigación, formación, promoción y difusión de nuestras formas idiosincrásicas de sexualidad como elementos singulares del patrimonio cultural andaluz”. Hay una idiosincrasia sexual andaluza que consiste en rozones a la sombra de los pinos a lo María del Monte, polvos del camino, desparramamientos en los humedales y otras posturas con los botos puestos, el culo en los poyetes, la medalla enredada y el vino por la espalda. No sé cómo la Junta no ha creado todavía una Agencia de Protección del Polvo Autóctono, monumentalidad de aljibe de nuestra naturaleza caliente. De momento, es la Juani, una chica bastota o botijera con una libido que uno se imagina como de pan de pueblo, la que se encarga de esto ante la falta de interés de la Administración. A la Juani, Jesulín de Ubrique le hizo una vez la lechuga, eso de subirle el traje de gitana hasta la cabeza para aliñársela como la escarola que queda. Ahora, la posturita, digna de toda una flamencología del casquete, ha vuelto a la actualidad a través del dichoso polígrafo. Gracias al programa de Telecinco A tu lado, que Gemma García conduce con su cara de haber sido electrocutada en la peluquería, y a esa maquinita que rasca tan bien los bajos, sabemos que aquel cuadro fue verdad. Bueno, al menos hay bastante probabilidad, porque en Sexto sentido (La Sexta) hemos descubierto a un curioso personaje, un tal M. Ángel Gallardo, criminólogo que parece que se interpreta a sí mismo en Ley y orden, un tipo que es como la sublimación de esos seguratas que hablan en esdrújulo (quería ir de culto y sacó hasta a Otelo y Desdémona en la entrevista), y que duda mucho del cacharrito porque los agentes dobles se entrenan para pasarlo. Como uno no ve a la Juani en plan espía que surgió tras una cepa, creo que podemos afirmar que un nuevo hito cultural andaluz acompañará ya a la museística de lo nuestro. Somos alegres y frescos en la fiesta, en la pena, en la borrachera y en las camas que sacamos a la cuadra o a la huerta. Un día, un verdadero Estatuto que articule bien nuestra esencia lo reflejará y estaremos completos.

Viazé un referente. El Estatuto ha estallado en los medios públicos andaluces, pero eso lo veremos con más detalle a partir de mañana (el zafarrancho se merece columnas especiales). Sin embargo, llevamos un tiempo notando las banderas de nuestros padres y la gloria de nuestros especialísimos perfumes en espacios más o menos embozados por Canal Sur. Ya mencionamos ese programa, Andalucía es su nombre, que versifica o pancartea todo esto, y el viernes alcancé a ver el final de otro, Palabra del sur, que parece que va de mostrarnos los geranios de nuestros decires, acentos y dignidades lingüísticas. No hay nada que pueda llamarse andaluz como idioma, ni siquiera como dialecto o habla, pues hay muchos diferentes por aquí. Pero ya se sabe que, puestos a buscar esencialismos y sustentos culturales a las verdades políticas, la lengua es objetivo principal. Si no la hay, se inventa. Y si no hay unidad, se acentúa la diversidad. El caso es tener un diccionario flotando al sol de la “realidad nacional” como una pandorga. El reportaje que vi incidía en los medios de comunicación como referentes de la lengua y muchos periodistas de la casa hacían rizos con la belleza y la nobleza de todas las modalidades del andaluz. Uno de ellos, Ángel Gámez, se dejó caer con esta cosa tan democrática y ecualizadora: “Yo no creo que la gente se tenga que fijar en los medios de comunicación para hablar, yo creo que la gente tiene que hablar por sí; nosotros deberíamos ser los que nos fijáramos en la gente para hablar nosotros”. Sí, que los periodistas aprendan del Koala. Teh qui' puí, home...

Suma y sigue. Ahora, en Alhaurín el Grande. La peste de la corrupción vuelve a abochornarnos en los noticiarios. ¿Harán algo por fin nuestros legisladores, o esperarán a que el pueblo harto saque las guillotinas a la plaza?

15 de enero de 2007

Somos Zapping 14/01/2007

Armas arrojadizas. Quien quiera hoy guantes blancos y buenas maneras en la mesa, que se aleje de la política. Esto es la guerra desde que por Atocha pasó el Diablo como un armadillo de hierro, fuego y odio. Los muertos de carne trajeron otros tras los pisapapeles del poder y hay juramentos de venganza y aniquilación entre ellos bajo la luna gitana de España, rodaja de sangre. Por eso tuve que sonreír al escuchar en las noticias de la semana dos llamamientos, de Chaves y de Zarrías, a no usar como “arma arrojadiza” tal o cual asuntillo. Cuando la política quiere llegar al hueso del otro, cuando arden los taxis en mañanas de arrebato y se levantan los viejos fusilados para devolver las balas y los dientes arrancados, lo que extraña es que queden adoquines en las plazas y los diputados no lleven estoque en el bastón. Chaves hablaba de la fecha del referéndum del Estatuto, el 18 de febrero, “una fecha que quedará para siempre en el calendario de la autonomía andaluza”, según el verbo apostólico que usa Canal Sur en estos casos, e invitaba a que el resultado “no se convierta en arma arrojadiza entre partidos”. Zarrías, que hacía apostillas de esa conferencia de presidentes autonómicos con aires de museo de cera, tampoco quería que se utilizara como “arma arrojadiza” el agua que se guardan o se tragan las regiones, cuando aquí se están trasvasando hasta lágrimas de viudas. Demasiado tarde. Han volado ataúdes, traiciones, patrias, todos los sellos y esquelas de Franco, todos los gorros frigios de los guillotinados. Lo de menos es que vuelen librillos y botijos. Quien quiera hoy paz y deporte, que se aleje de la política. Cierto, sucio y triste.

Es el sol. Parece que el andaluz con guitarra tiene que acabar siempre como un mexicano en una tapia. Se pone él mismo, o los que lo presentan o entrevistan en televisión, pero llega con la silueta hecha al tópico y acaba estampado en la pared con sus corcheas como moscas. El jerezano David DeMaría es uno de esos cantantes que con una guitarra floja ponen igual de flojas a las niñas del lugar, y eso le hace muy artista. Escribe canciones con letras de carpeta de instituto y compone una música de tristeza en su cuarto después de una pelea con la novia en el vespino, pero debe de ser un valor indiscutible de esta tierra porque hasta lo pusieron a presentar en Canal 2 Andalucía, en esas noches como musicalizadas de porros canis y gatos bajistas. El otro día lo llevaron a Espejo público, el programa mañanero de Antena 3, para halagarlo por la esencia de su provincia, que da tanto músico con pulserita y tanta vocación de cantar en la playa a las muchachas. “Es nuestra cultura”, decía él, que son las cosas que nos hacen quedar como una troupe. “Es el sol”, decía una colaboradora gallega. “Anteponemos la calidad de vida”, remataba el cantante, terminando de acomodar la espalda en la tapia. Pues eso, somos los juglares del amor, somos los cantores de la vida con mendrugo, somos el vino del solitario como en aquel poema de Baudelaire, somos una raza agarrada a las harpas y esto es lo que exportamos como único perfume, lo que dan el sol y la tierra de aquí para que luego se tire en los cojines de la televisión como haría un emperador de la artisticidad. Ahora hemos tenido que soportar un programa nefasto lleno de máscaras y pianos de plástico que intenta que no se vuelva a repetir la enojosa vergüenza que para algunos han supuesto los últimos fracasos en Eurovisión, tan puramente andaluces: Las Ketchup, Son de sol, otras muestras de “nuestra cultura”, el producto más feliz de ese “anteponer la calidad de vida”, seguramente. Pero eso es una antigua estafa, aquí no somos más artistas por parecer vagos ni más cíngaros por bebernos la alegría con el hambre. Aunque David DeMaría parezca debérselo todo a esto.

El sello. El primer plano de unos hematomas igual que el detalle de unos valles de Marte, una cámara movediza detrás de policías como poceros de la madrugada, la satisfacción en el morbo de lo más sucio que encontraban por la calle... Lo supe, antes de ver su nombre. Expreso noche, programa que emite Canal Sur como a la hora del asco, tiene de productor ejecutivo a Paco Lobatón. Su sello, el olor de la carne frita, de la basura meneada, de la infección metida por los ojos, lo delataba.

8 de enero de 2007

Somos Zapping 7/01/2007

Discursos. Parecen siempre señores embarazados, contándonos sus cosas en el saloncito, y suenan igual que colocar la vajilla y encender velas. El Rey y Chaves, en una noche cristianizada de infantitas o en otra en que la calle ya se va preparando como para la fiesta de un transatlántico, hablan redondeces, cantan recitativos y sacuden tapices. Lo del Rey nunca he podido entenderlo. Veo dos posibilidades, a cual peor: o habla en nombre del Estado, lo que veo imposible porque el Estado es una ficción jurídica que no tiene opiniones ni manda crismas; o bien habla por él, y entonces se está sacralizando el parecer de “un particular”, como dice Sabina. Los presidentes autonómicos sí que hablan en el brindis de su propaganda y por eso bajar por la chimenea a hacer el recuento glorioso del año les infla mucho los mofletes. Chaves empezó su discurso con un pésame y continuó como una miss, con la paz en la Tierra y los paseos que le ha dado él a Andalucía por los salones y mapamundis de la ONU para el bien de los pueblos. Luego, siguió con esta nuestra “sociedad que se moderniza a pasos agigantados” y, cómo no, con la varita mágica del Estatuto. Ejemplar fue esa frase que nos decía: “Cuando seamos llamados a las urnas, nadie, por ninguna razón, debería sentirse tentado de negar su apoyo a Andalucía y a sus intereses generales”. Sí, nadie debería sentirse tentado de votar lo que él no quiere, a ver qué es eso de la libertad y de la democracia. Jóvenes en vivero, mujeres dolorosas y viejitos en su cabaña le sirvieron para terminar su pastel en el que se colaron cosas como “formentar (sic) el diálogo”, “remomover (sic) los obstáculos” o, hablando de la juventud, “aportar a Andalucía todo el caudal de iniciativas y capacidad que atesoro (¡sic!)”. Algo como el pavo muerto de todos los años, algo como la abuela en la butaca, algo como hablar de una nieve que no vemos. A mí estos discursos no me dieron ni banda sonora ni hambre ni esperanza.

Campanadas de corrupción. Es el leitmotiv nacional, la inspiración de todos los chistosos, nuestra mayor vergüenza en un cabaret. La corrupción, claro. Para sus gracias de calcetín, Los Morancos eligieron un supuesto Hotel Malaya y, aparte de la mediocridad del intento, sí había en esa Omaíta con maleta playera algo así como el viaje de todo un país desde la inocencia hasta una cárcel con guardia de tebeo que nos resume. En Nochevieja, también Cruz y Raya montaron un musical con la corrupción, en el que las bolsas de basura con dinero pasaban de un sketch a otro con gesto de rugby. Hacían gimnasia y villancicos con las recalificaciones y todos los concejales de las parodias se parecían a alguno de nuestro pueblo. Esa ponchera que es Nochevieja en televisión suele siempre recoger muy gráficamente la sustancia del año y uno recuerda esas fiestas, ahora desenlatadas por Hermida, en las que se cantaba al IVA, en las que el escándalo era la teta embuchada de Sabrina y para reír había que recurrir al tema de una empanadilla. Todo eso parece ahora melancolía, ingenuidad y trapo como los muñecos de Mari Carmen. En estos tiempos, es el trinque urbanístico al ibérico modo lo que nos da las campanadas y pone título no sólo a los especiales del año, sino a toda España. Hará época y se recordará para siempre, como aquel chocho con alitas de Ciciolina.

El vals fino. El concierto de Año Nuevo, otra vez, sacó de sus lagos a los cisnes más empalagosos y de sus coches a las señoras con más collares. El único Strauss que me gusta es Richard y esta otra familia de valses, polcas y loza me lleva con grima hacia los rizos de Sissi. Prefiero el Vals triste de Sibelius y otros que andan por ahí embozados, como en la Sinfonía Fantástica de Berlioz o en la Octava de Dvorak, al pony musical del Danubio azul. Y esto, a pesar de que me lo traiga Zubin Mehta, aunque mi favorito es Harnoncourt. Pero, ay, el vals vienés, esa fantasía de campesinos... Por eso hasta en La buena gente han puesto a parejas de jubilados a bailarlos, sonando, eso sí, a teclado de los de cabra y trompeta. En Canal Sur no saben el término medio entre lo hortera y lo decadente. Antonia Moreno lo expresó muy bien: “Yo siempre he visto el vals como algo tan lejano a mí, tan fino...”. Pues eso, a seguir queriendo ser finos, que vais bien.

Somos Zapping 31/12/2006

Navidad en Canal Sur. La televisión en Navidad acumula sus postizos, extiende sus desiertos, atraviesa sus roscos en la noche, suelta a sus pastores cagones y a sus borrachos encintados. Entran ganas de asesinar a los muñecos de nieve y a los guionistas de Canal Sur, de fumigar a los triunfitos y a los presentadores, de echar la televisión a la chimenea para que arda como el tocón que es. Veo en la Nochebuena de La Nuestra el mismo teatrillo de colegio de siempre, con sus diálogos infames y una gracia de pies en la mesa. Santi Rodríguez pretende ser una novedad, pero sólo es un bigote como con nata entre otras voces de pito y unos chistes que vienen de su chacina mental. Veo a Ismael Beiro disfrazado de botones o de polvorón, veo el baratillo del artisteo, Son de Sol ya con pelusa en los ombligos, el insufrible Arrebato que parece que está allí siempre encalando los platós. Veo a María Jiménez que forma una conga en su programa especial, con una cabeza que se ha puesto ella entre Tina Turner, medusa y helecho; la veo en un belén de chistosos, con peces mariquitas, con lavanderas como aquella señora que presentaba la lejía Tres Sietes, con reyes magos con las babuchas por debajo de la túnica; la veo invitando a Josemi Rodríguez-Sieiro, ese hombre que va como de doctorado en casitas de muñecas, a que nos enseñe a los catetos de por aquí cómo se usan los cubiertos y cómo se come con la boca cerrada. Veo a Paz Padilla en un engendro que han llamado Nos vamos de fiesta, con el decadente Arévalo, convertido ya en desecho de casino, queriendo hacer de tenor; la veo presentar con orgullo a Carmen Janeiro, que canta por primera vez en televisión y lo hace con un playback muy retocado, atiborrado de filtros, envolventes, reverberaciones y voces superpuestas, hasta hacer parecer que su versión de aquel “Bailando” de Alaska llega desde dentro de un fregadero. Esa Navidad de Canal Sur que nos presenta Rosa, eterna niña chica a la que le han dado ahora un cuerpo de guerrera amazona, esa Navidad de momias en serpentinas, borrachera de vieja y pajes con botijo. Y yo apago la televisión, antes de que le contagie al turrón sus sabor a barreduras.

Epopeya. Hay unos guionistas de cámara y unos enciclopedistas de la épica o la miseria andaluza que están elaborando unos muy educativos reportajes desagraviadores y cantores de esta tierra, por cierto, narrados con un bello acento andaluz que no vemos casi nunca en Canal Sur, pero que a veces, cuando pega con la hagiografía o con el llanto, es un buen recurso. La serie se llama Andalucía es su nombre y, según leo en la programación, su objetivo es “reflejar la identidad de los andaluces y su capacidad para construir su realidad social y política”. El escepticismo me hace sonreír porque con la miseria de Andalucía, con el tráfico de sus lágrimas de pan duro, han hecho su trono los políticos de aquí y cuando recurren a la epopeya regional, al 28-F y al guerrillerismo de este pueblo tirando sus alpargatas, suele ser para infiltrar su patronazgo en el asunto, para identificarse con el heroísmo de todas esas églogas, para vendernos el jardín que ellos trajeron después de una travesía del desierto y, finalmente, pedirnos un voto identitario y salvador en honor de los mártires y los romances de nuestra sufrida tierra. El episodio que vi trataba de explicarnos que no somos vagos y en ello insistían muchos políticos e historiadores. Cierto, y uno añadiría que los verdaderos vagos e indolentes de Andalucía han sido los señoritos, los terratenientes, los latifundistas, ésos a los que la Junta todavía concede medallas. Pero, sin embargo, no puedo dejar de ver, en esos tópicos injustos y dolorosos que soportamos, casi el mismo pecado que en los gloriosos esencialismos comuneros y mosaicos que esta serie parece querer trasladar quizá porque ahora (seamos maliciosos) conviene para hacernos guapo y rescatador el nuevo Estatuto. La lucha de esta tierra, que sigue pobre y en barbecho, no ha terminado con el logro de la Autonomía. Más aún, su ensillonado y eternal gobierno sigue teniendo la culpa de un atraso que nos quieren borrar hablando de la Expo y de los invernaderos de Almería en contraposición a un pasado negro y orteguiano. La serie, en fin, parece hecha desde la cima de una montaña a la que no hemos llegado. Aún así, nos la venden. Aún así, la poetizan en Canal Sur, cómo no, los mismos de siempre y para lo mismo de siempre.

Somos Zapping 24/12/2006

Se armó el Belén. Ha querido la casualidad o la ironía que Canal Sur programe en estas fiestas esa película de Paco Martínez Soria que era como una revisión lechera de la Natividad, justo cuando en Mijas hemos estado asistiendo a un ruidoso motín contra los borriquitos, los ríos de celofán y los Jesusitos de hojaldre que nos ha ido avergonzando por los noticiarios nacionales. Yo he defendido muchas veces la laicidad como la única manera de garantizar en un Estado la auténtica libertad de conciencia y la no discriminación ideológica, pero hay unos corsarios de la cosa, unos violadores de portales y unos arremangasantos que parecen empeñados en hacer que esta bella y justa idea parezca la gamberrada que tira los juguetes a los niños y se caga en las pilas del agua bendita. No creo que en un colegio público los símbolos religiosos deban presidir las aulas ni guardar las esquinitas de la moral, pero tirar el trabajo navideño de una clase de religión católica que se limitaba a panificar un poco un rinconcito, me parece esperpéntico y salvaje como quemar los abetos o pinchar los muñecos hinchables de Papá Noel, que también ha salido en la tele algo así por el extranjero. La tolerancia no puede administrarse nunca a través del odio y eso, odio y mala baba, es lo que ha demostrado esa directora que ha podrido la verdadera laicidad haciéndola una pira y un abordaje.

Bendita catetada. No dejamos los belenes, que hacen una guerra de peines y escobas por un sitio y una guerra de aldeanismos por otro. Hay una simpleza tierna y una sentimentalidad ñoña en ciertos apadrinamientos de pueblo que amantillan para sí los símbolos religiosos y en los que Andalucía es campeona hasta el ridículo. Un niño judío se puede llamar Manué, el mismo de adulto puede convertirse en un Cristo gitano, Sevilla puede ser la tierra de María Santísima tan lejos de Palestina y así otros muchos trasplantes de corte cateto que traducen los cielos en la barriada. En Andalucía Directo nos han empachado de belenes, y si en uno la torre más famosa de la ciudad se metía en el nacimiento “como pudiera haber sido en esa época” (en Judea, suponemos), en otro, precisamente en Mijas, se hacía que María y José se casaran en la ermita de allí, lo cual parece que les produce una paleta satisfacción evangélica y una alegría empanada de hacer celestial su vecindario. Ha causado mucha risa la intención que tienen algunos en Polonia de nombrar a Jesucristo rey del país, pero aquí donde los cristos son hinchas de los equipos de fútbol, las vírgenes generalas de la banda, los Jesusitos palmeros o confiteros del lugar y los nacimientos maquetas de la plaza, en esas ridiculeces no nos van a ganar nunca.

Espejo madrileño. Me encuentro de nuevo con la polémica del belén de Mijas, pero esta vez en la televisión autonómica madrileña, lo cual me da la idea para un ejercicio de simetría especular en esta columna. Y es que los males de las televisiones públicas no son un cocido que se inventen Zarrías y Rafael Camacho, sino que Tele Chaves tiene su contrapunto en Tele Espe y eso significa que nos encontramos condenados a la manipulación de la partitocracia estemos donde estemos. A Curry Valenzuela no tengo dificultad en imaginarla con el bigote invertido de Tom Martín Benítez y los informativos son iguales que aquí pero también dados la vuelta. La reforma de la RTVA va a esperar a que les de tiempo de guapear la campaña de las municipales, pero en Telemadrid yo creo que ni se plantean reformas. Todo parece que funciona como Dios manda.

Risa inolvidable. La imagen de tu vida ha sido una bonita pinacoteca de la nostalgia presentada impecable y elegantemente por Jesús Hermida, que por algo es el astronauta de nuestro periodismo, y en la que Andalucía también ha terminado con premio, si se puede llamar premio. Nada menos que en el puesto 29 de las imágenes más votadas quedó la inolvidable secuencia de un Parlamento andaluz en medio de un ataque de risa. Comentaba Carlos Herrera que al menos ese día los parlamentarios habían parecido vivos. Pero ya ven, otra vez somos recordados por el cachondeíto. Para variar.

Somos Zapping 17/12/2006

Pedigüeños. Hay una máquina del dinero que está siempre fuera de Andalucía y parece que nuestra misión es esperar que mande las monedas rodando por una cuesta o que las haga llover de los cielos azafatos de Europa, de la cohesión interterritorial, de la solidaridad regional o de cualquier otro bolsillo altísimo y forastero. Es la economía de la menesterosidad o del tragabolas, que contradice de manera fundamental las sucesivas modernizaciones que nos vende la Junta como si nos manteara con nuestros pobres números. La Andalucía imparable, al máximo, o con sus otras metáforas ferroviarias o velocípedas, se deshace nada más pensar en esta postura de mimo que no perdemos, con la mano extendida y esa pena de que se nos han escapado históricamente todos los globos. Sin embargo, nuestros gobernantes no parecen darse cuenta y todavía nos presentan estos regalos o propinillas del mundo rico como logro, en vez de como fracaso. Con un fondo de viveros floreados, palas excavadoras, generadores eólicos y torres de alta tensión, que es en lo que por lo visto se nos refunde este dinero, el informativo de Canal Sur nos contaba que recibiremos de la Unión Europea más de 12.000 millones de euros, “664 millones más que en el marco comunitario vigente”. Lo mejor es que, a pesar de esto, el consejero de Economía, José Antonio Griñán, nos anunciaba en la noticia, y también en una de esas entrevistas con alfombra y chambelán que hace Canal Sur por las mañanas, que Andalucía “depende cada vez menos de los fondos europeos”. O sea, que si Europa nos da más dinero es porque aquí cada vez hace falta menos. Tendremos que concluir que la Unión Europea anda loca o borracha de billetes o que la Junta se lava con paradojas las vergüenzas del pedigüeño.

El hombre rana. Si la economía de la boca abierta es uno de nuestros signos, otro no menos significativo resulta la economía sumergida, las cajas B, el dinero en los colchones y ese hospicio en el que viven los billetes de 500 euros. Las facturas son literatura, las cuentas una brisca y nada menos que el 21,7% del PIB andaluz de 1980 a 2000 fue negro según un estudio del Consejo Económico y Social de Andalucía. Menos mal que nuestros gobernantes son espabilados y han encontrado la manera de acabar con esta lacra: asustarnos con un hombre rana. El anuncio de la Junta pone a un hombre rana por las calles llevando un paquete con aire de foca, y yo creo que la gente, por no verse asfixiada, acangrejada, arponeada, entubada, lastrada y fea con gafas, va enseguida a darse de alta en todo, a respetar el IVA como al padre, a desenterrar sus billetes sucios y a presentarse contritos en Hacienda a millares. Lo que no son capaces de hacer inspectores, sanciones, leyes, lo hará sin duda ese submarinista que sufre hacia dentro y les dice a los defraudadores que no los van a querer los demás pececitos y que vivir así es muy triste. “Quítate un peso de encima” es el eslogan, que quizá se podría adaptar a otros anuncios para acabar de una vez con corruptos, ladrones y hasta asesinos. Nada mejor que confiar en la buena voluntad de las personas para terminar con el delito y la mangancia. Más le valdría a la administración poner más ganas en pescar a esos hombres rana de la economía sumergida, en vez de gastar el dinero en una publicidad para asustar a los pulpos.

Verdad. No hay palabra más obscena en un político que “verdad”. Y pocas cosas que apesten tanto como un político premiando esa verdad. Quizá, solamente, un periodista recibiendo ese premio. Los políticos no quieren verdad, sino sumisión, peloteo, palmas y églogas a su propaganda. Por eso sus medallas huelen a toalla de bidé. Canal Sur daba la noticia de la entrega de los Premios Andalucía de Periodismo, donde para llegar hay que gustar al poder hasta que te bese en la boca, y Chaves hablaba del “buen periodismo” como “una tarea vinculada directamente a la verdad”. Sí, de ahí que suela haber tantos premiados de la RTVA, que es el mismísimo Ministerio de la Verdad orwelliano. Que Chaves arremeta después contra la prensa incómoda es un halago. Ladran, luego cabalgamos.