23 de febrero de 2009

Feliz Carnaval de la crisis (22/02/2009)

A Cádiz la pusieron un día a buscar duros antiguos con la piocha y desde entonces no ha parado de escarbar. “Lo que es la miseria”, decía el eternal tanguillo del Tío de la Tiza. Cádiz acumula una crisis sobre otra como un romano sobre un fenicio o un levantazo que sigue a otro levantazo, así que ésta que vivimos coge a la Tacita y a su Carnaval ya viejos, resabiados, resignados, pasotas o entretenidos sólo en sus tirabuzones o en sus bajos, aficiones muy gaditanas. Ninguna crisis puede desplazar a los callejones bucaneros de La Viña, a esa Caleta un poco gondolera, a las puñaladas de los comparsistas, ni siquiera a las caballitas o al chocho de la vecina. A esto, que es así ya por el carácter del gaditano, hay que sumarle además, en los últimos tiempos, la dimensión de negocio que va teniendo el concurso y el abrazo del poder político que otorga premios, ofrece contratos e impulsa egos desde la plazoleta a la fama a través de Canal Sur. “¿Quién va a criticar aquí a los socialistas, a la Junta, a Chaves, estando pendientes de los contratos de la Diputación de Cádiz, o de Sevilla, para hacer giras?”, dice un joven autor, aún lejos de los premios. “Claro que hay todavía agrupaciones sinvergüenzas, pero como mucho llegan a cuartos”, explica, y luego añade, con guasa: “Lo mismo a partir de semifinales algunos se cortan menos porque ya no está el logo de Cajasol en las tablas”.

El único tipo remarcable con referencia inequívoca a la crisis ha sido el de la chirigota Los políticos, que, efectivamente, se quedó en cuartos. Eran paisanos en paro con el mono de Delphi, de Astilleros o de Skol acodados en una barra tras la que habían colgado las fotos de Calvo Sotelo, Suárez, Felipe González, Aznar, Zapatero, Chaves y (a su derecha) Franco, más una cabeza de toro que parecía condecorarlos a todos. Su primer pasodoble en cuartos era toda una declaración de intenciones: “Por el aro no paso yo, eso es para lo señores pelotas de los premios. Yo vengo a rajar, para mandar al carajo a cuatro mangantes y, si hiciera falta, a muchos más”, cantaban. En un cuplé dedicado a los cursillos de prevención de riesgos laborales, decían: “¿Cómo vamos a matarnos si no tenemos trabajo?”. Ya que “en el parlamento grande nos tienen a todos jodíos”, ellos prefieren estar en su “parlamento chico”, el bar, “bebiendo y criticando a este gobierno, al que vendrá y al que hubo, tomando una copita y a Zapatero que le den por culo”. Pero aun ellos se cuidaron mucho de mencionar siquiera a la Junta, dando sus babuchazos muy repartidos y sin nombre, a una casta política abstracta y atemporal. No dejaba de ser una crítica pasota o nihilista, en la que sus directos exabruptos y su estribillo (que era, literalmente, un pedo) los dejaba sólo en majaras enfurecidos.

A otros, la crisis parecía que sólo los empastillaba o los excitaba de masoquismo. La comparsa de Tino Tovar y Ángel Zubiela, Voces, que iba como de un africanismo fosoforito, incluso la llevaba a su estribillo, pero de esta curiosa manera: “Si la crisis los nervios te desata, si te disparata y te desbarata, en los Carnavales, no metas la pata, hazme caso bwana: Hakuna matata”. O sea, traduciendo directamente del swahili: “no hay problemas”. En el popurrí nos aclaraban que “cuando río te enseño cómo hay que tomarse la vida”. Sería una buena sintonía para Canal Sur. Parecían María del Monte con bongos. En esa misma resignación complaciente, en esa feliz rendición a la miseria, parecía instalarse igualmente la comparsa La secta de los Carapapas, dispuestos a “quitarse el hambre comiendo papelillos”. Por ellos, se pueden llevar de Cádiz las industrias y todo lo demás, “menos el Carnaval, que es sagrado”. También el coro Los Cañamaques, segundo premio, recomendaba a los españoles, “ahora que están tan tristes porque no llega para la hipoteca”, que “aprendan de Cai, que está medio muerta y nunca lloró”. “De la crisis me río yo, la ciudad que sonríe es la primera en el ranking de todo lo peor”, decían. ¿Amarga ironía o soberbia del flagelante? Les pega más lo segundo. En el carnaval gaditano siempre ha gustado mucho la estética del perdedor y hacer virtud de esa necesidad de sorberse los mocos de pobre.

La crisis como cilicio, como oportunidad para exhibir nuestras históricas cualidades para el sufrimiento y el conformismo sonrientes, o bien la crisis como mera anécdota, como otro vendaval que nos ha tocado, una crisis con espectadores pero sin culpables. La chirigota Salón de belleza El Tijerita, primer premio, también la llevó a su estribillo: “Crisis, crisis por tos laos, ¿cómo quieres que yo pele si está to el mundo pelao?”. Incluso cantando que “aunque Zapatero diga que la crisis no se nota” ellos han tenido que hacer tintes “con rotuladores Carioca”, el presidente del Gobierno parecía no más que el hombre del tiempo o el pregonero de lo que está pasando. Como mucho, sentaron en sus silla de barbero a los banqueros, adornados de cuernos, para ponerlos de ladrones del pueblo.

Lo del Selu y su chirigota Los enteraos, merece mención especial. Fueron sólo tercer premio, quizá porque no montan ese alboroto y esa vocinglería que gusta a algunos, pero sin duda no hay quien supere en este carnaval su ironía y su inteligencia. Sí, fue pura ironía su presentación, con el enteradillo gadita (genial y total inmersión en el tipo) diciendo que esto ni es crisis ni es nada, comparado con lo que él pasó en el año 40. Eso sí, hay que recordar que mucho más directo fue el Selu en el 94, cuando atravesábamos otra crisis y Los titis de Cai no sólo guaseaban con lo alegre que estaba la calle llenita de gente por no tener trabajo, sino que se atrevían a mandar “a recoger escombros” “a los socialistas con trajecito que miran por encima del hombro”.

Aunque les pese, la dimensión crítica del Carnaval de Cádiz está sobrevalorada. Suele ser facilona, demagógica y poco profunda. Se busca el aplauso fácil y para ello no hay nada mejor que dedicarles pasodobles a los jueces casi asesinos de niñas, a los maltratadores o a los violadores. Antonio Martín, con su comparsa La mare que me parió, consiguió el primer premio llevando a la final coplas a Marta del Castillo y a los banqueros y especuladores frente a los currantes. Otros, como Juan Carlos Aragón, hacían letras a la muerte o a la cama (!). El poder político, sobre todo el poder cercano y efectivo, apenas se toca. Las referencias a Zapatero parecían sólo coletillas y en todo caso, Madrid queda muy lejos. Teófila es un clásico y sabe que tiene que apechugar, pero aparte sus tintes y sus hechuras de alambre, sólo la comparsa Los trasnochadores, especie de vampiros en su perchero (tercer premio), le dedicaron en la final un pasodoble con cierto odio de clase, bastante confuso.

La Junta, desde luego, es tabú. Chaves ha salido dos veces por las glorias de su cabeza (Kike Remolino tenía que coger para él la tijera de tamaño familiar y la comparsa de Antonio Martín decía que para hacerle un trasplante capilar había que coger más pelo el que tiene la Pantoja donde uno se imagina). Una leve referencia le dedicó en el popurrí el coro de Julio Pardo, Cuando yo me pele, primer premio: “Me enteré de que Chaves no se presenta para presidente...”, y contestaban “cuando yo me pele”. Más sinvergüenzas estuvieron en la final los cuarteteros de Esta boca es mía, segundo premio: su suegro está haciendo uno de esos cursillos de formación y desde luego son útiles, porque “ahora puede cagarse en las castas del Chaves en catorce idiomas”. Hubo guasas para Bibiana Aído, pero ni de Solbes ni de Magdalena Álvarez hemos sabido nada. Como mucho, a la Fiona que hacía el Canijo le presentaron en el espejo una foto de la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega y ahí quedó la cosa.

Y sin embargo, letras como “bienvenidos a la fiesta de los pantalones bajados”, o “canta piropos a las puestas de sol y todo te irá mejor”, de la comparsa La imposible fábrica de sueños; o ese tango dedicado a cierta “mafia” por parte del coro de Tino Tovar , Cadilandia, que decía que “en este concurso no hay cojones para criticar”; esos “cobardes que se humillan” a los que se refería la comparsa La factoría... Todo eso, ¿es rebeldía ante un carnaval benevolente con el poder político? Pues no, sólo es lo que llaman metacarnaval: ajustes de cuentas entre autores, pullas al jurado y al Patronato, ombliguismo navajero de sus vanidades, envidias, negocios, camarillas, competiciones y contrapremios. Resulta chocante que la única autocrítica consista en decir precisamente que no hay valor para criticar, pero insistir en no criticar nada. Así, la comparsa de Quiñones, La pensadora gaditana, después de quejarse de que ya no hay valientes, de que “los valientes escribieron en la dictadura”, cantan un pasodoble a una niñita negra adoptada, ya ven, el colmo de la osadía.

El Carnaval de la crisis ha sacado muchos robots, cameos y reuniones de tuppersex. Como siempre, suegras, carajos, tetas y puntazos; coros esdrújulos y cantos vacíos y luneros a sus sombras chinescas y a “la cuna de la libertad”, que cada vez lo parece menos. Pero hubo más Obama, más Letizia y más Falete que Zapatero o Chaves; más peleas casapuerteras de arlequines y horcas para maltratadores que leña a los que nos gobiernan. Ya sea por carácter o por sumisión, la triste apostilla la ponía el coro Cadilandia: “en Cádiz no hay crisis mientras haya Carnaval y Semana Santa”.

Somos Zapping 22/02/2009

Medallas. Debemos de habernos quedado sin grandes poetas, artistas, intelectuales, científicos, economistas, profesores, o es que Andalucía ha acabado abaratada, acuñada con el oro más bajo, más pobre, más latonero. Las Medallas de Andalucía que otorga la Junta cada vez pesan menos, parecen lunares arrancados a nuestros estampados tópicos. En las noticias de Canal Sur se empeñaban en que fueran como nuestros Nobel, esa dignidad académica y un poco marina con su pesantez de anclas en el pecho y alfombras por la cabeza, pero aquí lo que se premia, demasiado a menudo, es otra cosa: divismos de barriada, andalucismos de tapete, vulgaridad con denominación de origen, rancias alcurnias o figurantes que sirven o al menos no estorban al poder. Ahí están enmedallados Los del Río, Lopera, David Bisbal, Isabel Pantoja, Carmen Sevilla, la Duquesa de Alba... Este año le han concedido la Medalla de Andalucía a La Mari, cantante de Chambao, ya saben, la de esa musiquilla de una Andalucía emporrada, la que nos dejaba el ánimo laxo y receptivo para los noticiarios de Canal Sur, la de “déjate llevar por las sensaciones”, todo un leit motiv para esta casta política sesteante y lisérgica. Debemos de estar sin genios, sin pensadores, sin héroes, o es que el oro viejo de esta Andalucía cada vez está más sucio y vale menos.


Marioneta. Buena pareja con La Mari, pues también participa en esa música de organillo de la propaganda juntera, haría Roberto Sánchez Benítez, el tecnopolitano de ojitos de botón. Al teleñeco de las modernizaciones mentirosas y la felicidad gominolera de Andalucía le han dado en Palma del Río (ayuntamiento socialista, claro) un premio de “comunicación”. Creo que ya tiene tantos premios como Los Lunis, con los que suele competir en la misma categoría. El poder trata muy bien a sus marionetas.


Tarantela. Toreros ellos y modelos ellas. Los confundo como a los japoneses. Los Rivera y sus parejas, iguales o intercambiables. Están los programas de la basura y el celestineo muy pendientes de Fran y Cayetano Rivera y de sus presuntas mujeres florero, mujeres como para dejar el estoque, pues los toreros no han cambiado de siglo y supongo que sus modernísimas novias lo tendrán asumido. El otro día, en uno de estos programas, sentí que Andalucía aparecía como una vieja Sicilia, como cuando en El Padrino Michael Corleone busca allí novia. Me acordé de esos rituales con toda la parentela caminando tras el paseo de la parejita, como entre cabras. Sí, fue cuando una de las contertulias tomó como prueba inequívoca de la relación de Fran Rivera con Elisabeth Reyes (me parece, porque ya digo que confundo a esta gente) el que ella acompañara al muchacho en sus ensayos semanasanteros, como una especie de ceremonia del pañuelo. Allí iba la chica, detrás del paso cargado con sacos, en un sitio que supongo deben de tener para las novias (para ellos las mujeres siempre tienen su sito), y Andalucía parecía una rancia tarantela mezcla de machismo, brujería y matanza de pueblo.


Cara. Siguieron el olisqueo de los perros, acompañaron a las lanchas que buscan el cuerpo de Marta del Castillo, hicieron espectáculo y morbo de los corazones encogidos, explotaron la piedad y la rabia. Y luego, los de Andalucía directo se dignificaron de “rigor informativo” y se distanciaron de la basura que había generado el caso en otras televisiones. Menuda cara.

Los días persiguiéndose: Reina del Guadalquivir (19/02/2009)

Una chiquilla le hizo un poema, “Reina del Guadalquivir”, allí en ese altar frente a un ascensor, con vigilia de lápices de colores y velas como cipreses derretidos. Mientras, en los juzgados de Sevilla, el pueblo elevaba patíbulos con extrañas herramientas, quizá las hoces que deja siempre la muerte en las manos. Reina del Guadalquivir, la llamaba la chiquilla, como una emperatriz muerta en su barcaza. A la muerte acuden los pájaros, los hierros, los faroles, las niñas con trenzas de flores y lágrimas. Pero cuidado con la soberbia del dolor, con el lujo del luto, con las misas nacionales, con los juramentos ante los ataúdes. No se puede derrocar a la Justicia volviendo de un entierro, con los ojos mojados de tierra, porque a la venganza le cuesta encontrar ecuanimidad e inocentes. Esto no puede ser la ira de Aquiles de todo un pueblo o habremos sucumbido a la barbarie.

Marta del Castillo, como antes Mari Luz... Estos crímenes son más que asesinatos, son arquetipos que producen reacciones programadas en nosotros. La víctima icono de la inocencia y el monstruo cruel son el bien y el mal puros, ante los que sentimos que debemos afianzar nuestra bondad a la vez que exorcizar nuestra maldad. El mito de la lucha contra el monstruo se escenifica en nosotros, y no es la justicia, sino la propia expiación, lo que se busca. Y esta expiación sólo puede conseguirse cuando hemos manifestado nuestra piedad con grandes alardes de buenismo y luego se ha matado al monstruo, matando también lo que hay de malvado en nosotros. Lo que ocurre es que esta muerte simbólica la quieren hacer efectivo empalamiento. Lo estamos viendo otra vez, al aire funeral de la calle, avivado por campanas y puños. Por eso hay velas y poemas, camisetas y manifestaciones, nudos de horca y crujido de hogueras, lágrimas con las que secretamente nos perdonamos y cólera vengadora con la que nos distanciamos del mal. Esto, aun siendo comprensible, es desmesurado si quiere ir más allá. La familia ya ha solicitado un hueco en las agendas de Zapatero y Rajoy, y de nuevo suenan los grilletes de cadenas perpetuas. Es el clamor del pueblo, dicen. No sé si esperarán que las condenas las decida el barrio por SMS, pero la Justicia no puede funcionar con autos de fe, con teas en las plazas, con circos de leones, según el despliegue de vecinos, medios y policías que mueva un asesinato u otro.

La reina del Guadalquivir, con corona de juncos, con la cabeza de virgen apoyada en la colmena que es el sol en el agua. Alma de paloma escapada, flores nacidas en el pecho, bocado del monstruo, niña dulce tronchada por la maldad. Nuestro dolor, nuestra piedad, nuestra solidaridad, nuestro consuelo, nuestro miedo, seguramente necesitan estas imágenes. Pero no necesitamos la venganza, que no es justicia. El pueblo puede llevar puñales en el corazón como las dolorosas, pero no así la Ley, que no está para repartir la sangre entre sus deudores. El día en que la pasión de las multitudes condene o santifique, algo importantísimo habrá fracasado. Las lágrimas y la rabia tienen su razón y su tiempo, pero la cordura, el sosiego, la Ley, deben tomar su lugar. Algo me dice que olvidarán los poemas y seguirán pidiendo crucifixiones.

Somos Zapping 15/02/2009

Genitalidad. El programa de María del Monte ya parecía transcurrir en un continuo amaestramiento de monos incluso antes de que llegaran esos chistosos con el borricaje de sus cagarrutas, mocos y hueveras. Sólo hay algo que entristezca más que comprobar que su objetivo siempre ha sido ir superando sus niveles de bajeza y zafiedad, y es precisamente darnos cuenta de que en esa bajeza sitúan ellos al andaluz. El caso es que en el Consejo Audiovisual, donde mandan una especie de afiliados a la servilleta dedicados entre comidas a guapear la basura de la radiotelevisión pública, se sometió a consideración ese espulgamiento de macacos que hacen en el programa creyendo contar chistes. La queja venía más que nada por las gráficas y hasta olorosas genitalidades que a tan temprana hora salen de sus bocas o esfínteres. Sin embargo, parece que, después de medir concienzudamente el alcance y la profundidad de las pichas, chochos, enculamientos y caiditas de Roma, el Consejo ha decidido que todo se hace con delicadeza metafórica y que nuestra chiquillería está protegida por sucesivos velos de dobles sentidos y sutiles tropos, aunque a simple vista parezca que los chistosos hacen trancas con el brazo. Pero no, no está la obscenidad en airear los bajos, vieja fijación del puritanismo. Es la indigencia mental, la extirpación de todo rastro inteligencia, el hocicamiento de la estética, lo que hace repulsivos y aciagos a esos chistosos y a su amaestradora. No tanto que salgan pollas sino que su gracia sea la ignorancia, la incultura, la vagancia, el mal gusto, la animalidad, la digestión. Más que nuestros jóvenes se espanten por coitos del butanero, a mí me preocupa que los estupidicen y los acunen en esa satisfacción de cochinera que esta gente representa. De eso seguro que no se va a ocupar el Consejo Audiovisual.


Saborear la muerte. Pura indecencia, más que en esos chistes de cagameadas y empomamientos que llegaron luego, sin transición. Sí, el coche de muertos pasaba una y otra vez en la pantalla, por detrás de María del Monte y de los contertulios. El entierro de la última víctima de la violencia machista, allí puesto con enfermizo regodeo en un bucle, llantos y coronas, la muerte en sus jarrones, ese coche fúnebre dando vueltas por detrás de María del Monte, como si fuera un Ibertren, y ella preguntando a un familiar “¿cómo te encuentras?” o “¿te ha vuelto a dar otro pálpito?”. Ese coche de muertos como una catarata de fondo, apareciendo una y otra vez, dejando bien olorosa la muerte para sus antropófagos, y María del Monte como en la carroza de esa muerte, como en el carrito de helados de esa muerte, saboreándola. Luego, continuaron con el caso de Marta del Castillo, con una entrevista a su madre. “La madre de Marta es la que se encuentra más afectada”, rotulaban. “Antonia, te veo un poquito baja de moral hoy”, le decía María del Monte. Después, pusieron una chirigota y, sin más pudor, pasaron a los chistosos. Eso es verdadera indecencia, no mencionar pichas.


Ácido. Un lector me envía un vídeo con una escena pavorosa de Ángel rebelde, esa telenovela que hasta hace poco teníamos aún en la sobremesa porque el Consejo Audiovisual estaba ocupado descascarillando marisco. En ella, una mujer con la cara horriblemente desfigurada por ácido se mira por primera vez en el espejo delante de toda su familia. Pensé que María del Monte le hubiera sacado mucho partido en su programa a algo así. De momento, con esto hacen el prime time de Canal Sur. Hoy hemos aprendido mucho sobre cómo entienden ellos el servicio público.

Los días persiguiéndose: Bigotes (12/02/2009)

Lo que faltaba era un tío con bigotazos. En España, para ser apuñalador o para ser chulángano viste mucho el bigote de encaje, a lo Dumas, el bigote del abuelo, el bigote austrohúngaro o el bigote marbellí, pero un bigote. Con tamaño de habano, con hechuras de caniche, con borlones de emir, con perlas de farlopa, pero un bigote. Aquí no podemos decir que hemos encontrado al canalla, al burlador, al jefe de los mangantes, hasta que no aparece un bigote. Dicen que este país vuelve a hacerse en las monterías, como en aquéllas de Berlanga con coleccionistas de pelos de coño, pero lo que hay en todos los chanchullos hispánicos no es una escopeta sino un bigote. Ha bastado ver las fotos de ese clan de Madrid, con mucho peine para el bigote o para los rizos, para darnos cuenta de la calaña de esta gente. Hay bigotes que sólo pueden estar en comisarías o en puticlubs, en ayuntamientos o en tesorerías, en trascocinas o en narices de plata. Y lo peor es que en el aire de esos bigotes y melenitas de Madrid todos hemos reconocido a muchos otros del pueblo o de la autonomía, muy rozados por concejalías y gerencias, por despachitos y fitures. Se parecen todos en tipito y en el bigote o en las ganas de bigote, van al mismo sastre y a la misma barbería. Esos bigotes que se copian los cocineros y los espadachines también los copian los perfumados por la corrupción política. Son bigotes de relamerse, son bigotes de mojar pan, son bigotes de reírse, son bigotes como braguetas.

No hay suficiente gente honrada para llenar la política, menos aún sus ayudantías y lupanares. Contar billetes con los bigotes no es oficio de una familia ni de un solo partido. Todos caen, todos mojan en esa salsa. O sea que estos bigotazos no tienen ideología. Esa estética obscena de tantos tíos con el mismo bigote ha suplantado a la política o la ha convertido en una excusa para su meneo, en Madrid o aquí. Lo que ocurre es que en Madrid los bigotes parecen de zares, mientras que en Andalucía encontraron un día los de Julián Muñoz y la Pantoja, especie de amor de velcro, y ya no quieren buscar más. No voy a entrar yo en si lo de Madrid es una cacería de tramperos con la mira torcida, aunque desde luego por allí corren magníficas piezas para cobrarse. Pero aquí ha habido igual seguimientos y gabardinas, tenemos al alcalde de Ohanes pillado con todo el papelón en las manos, hemos asistido a trincamientos de hermanísimos, recordamos demasiado bien lo de Ollero y lo de Montaner, y hasta vimos un bigote con pies y manos (Zarrías) votar por él y por sus compis, sin que nadie les haya cortado las barbas.

En el bigotazo de ese tipo de Madrid está toda la suciedad que enmosca la política y sus lindes, igual que estaban en sus melenas el rango y el honor de los reyes visigodos. Los partidos son una güisquería y chulitos con bigote de sacacorchos y paquete de calcetín se hacen ricos a costa de lo público. En las mismas fotos de Madrid, en esos bigotes de alambre, cabrían muchos de los que ustedes y yo conocemos. Ojalá alguna vez, cuando deje de buscar por los montes faisanes con la sigla pegada, la Justicia los rasure a todos. Pero creo que ese día aún está lejos.

Somos Zapping 8/02/2009

Crítica y chochos. El Carnaval de Cádiz es demasiadas cosas: gracia, ingenio, imaginación, crítica; pero también afectación, pichas silbando, mojonería vulgar, casticismo adobado. Para encontrar momentos de brillantez hay que soportar muchos chistes de nabos, hay que nadar en la baba de muchos payasetes de lágrima floja que se creen poetas, hay que rebuscar entre la demagogia, el chovinismo, la cursilería, los gemidos, los corazoncitos traperos y los ojetes del culo. Yo soy carnavalero tibio, más bien chirigotero aunque de una manera algo forastera. Hay cosas del Selu, de Manolo Santander o del Libi que siempre recordaré, pero los espantapájaros y deshollinadores mustios de las comparsas me resultan estomagantes, insoportables hasta la dentera. Hace 20 años que Canal Sur empezó a retransmitir el concurso de agrupaciones y el otro día lo celebraron con un popurrí bastante decepcionante. Recuerdo aquellas primeras finales del Falla por la tele, llegando yo mal dormido al instituto cantando el estribillo de Los combois da pejeta. Entonces nadie imaginaba lo que Canal Sur iba a hacer con el carnaval: endiosar a peñistas, fabricar profesionales, domesticar las críticas. Ahora que la Junta da premios, que las diputaciones ofrecen giras, que el poder observa entre bambalinas y elige lo que sale en los resúmenes, toda esa libertad caletera parece emputecida. Viendo el programa especial, que presentaron Manolo Casal y Modesto Barragán, tamborileros o postulantes (en la acepción gaditana) de ese poder, me reafirmé en todo esto. Mucho alabaron la crítica que ejerce el pueblo, su “periodismo cantado”, pero entre letrillas sobre la peluca de Carrillo o Jesulín de Ubrique, la Junta sólo salió en una noticia introductoria, por rehabilitar las viviendas de Cádiz, y en un cuplé de Las pitonisas, subvencionándole la ortodoncia al niño. Que no nos despiste su máscara de gaditanismo con tomati: Canal Sur no se arrodilla ante San Macarty como los monjes de Manolo Santander, sino ante San Telmo. Pero eso ya lo sabíamos. Más pena da ver este carnaval servilón, bien embridado, aceptando la vanidad y el dinero de la televisión a cambio de que salgan chochos pero no guantazos a los que mandan. A lo que hay que echarle cojones es al poder, no a las mojarritas.


Orgullo y glamur. Los Goya se prestan a muchos testarazos, que parecen diseñados para darse con él en la cabeza. Lo que nos interesa aquí, sin embargo, es que alguno llegó a Andalucía y, claro, en Canal Sur el orgullo patrio les rebosó. A la joven Nerea Camacho, premiada por su papel en Camino (película sobrecogedora y bastante bien hecha), le montaron en su pueblo de Almería un recibimiento a lo Se llama copla, contado cascabeleramente por la Nuestra. Otro Goya se llevó El lince perdido, producida por Antonio Banderas con mucho dinero público. Sí, unos 5 millones de euros entre la Junta y Canal Sur para la cosa de la concienciación verderona, o quizá simplemente para seguir la costumbre de que unos elegidos se lleven una buena pasta a costa del presupuesto autonómico. A Banderas, como recién despertado, lo llamaron por teléfono desde las noticias y parecía él solo una ONG entera salvadora de gatos. Para que nuestra aportación al séptimo arte no pasara desapercibida, hasta llevaron a la gala a un tipo disfrazado de lince, que quedó como sustanciar en un cojín esa política cultural de enchufe y trincamiento. Pero no terminaba ahí el numerito, porque al lado del lince, entre flases y aplastado por su bufanda, posaba el Risitas. Menuda estampa de orgullo y glamur de Andalucía y su cine, la politiquería de felpa que lo anima y el feliz ignorante que nos representa. En fin, todo el año es carnaval.

5 de febrero de 2009

Los días persiguiéndose: La tempestad (5/02/2009)

Llega un temporal tras otro, la nieve hace tazones de los valles, las nubes parecen piedras de afilar, y mientras, los parados caen alcanzados por rayos y cornisas, en mitad de este gran naufragio. No sé si será verdad lo del cambio climático, si la respiración del hombre mueve las dunas y desvía las corrientes cálidas del océano para helarnos los cristales y empaparnos el abrigo. Lo que sí es verdad es que hemos confiado en el dinero que compra dinero, en la riqueza que no se sustancia en trabajo y producción, sino en bolas de papel de mano en mano. Ambiciosos, especuladores, estraperlistas de futuros, amasadores de polvo, han reventado la economía, y aquí, donde era endeble y tendedera, poco más que esos volquetes de grava y ladrillos, han cegado el pozo. El viento se lleva ahora los techos, como sombreros, y la ruina suena a su silbido entre las grietas.

Dice Habermas que todo el pensamiento político de la modernidad es una dialéctica entre liberalismo y democracia radical. Jonh Locke, Adam Smith o Friedman; Rousseau, Hobbes, Maquiavelo o el mismo Habermas; aunque no tanto contrapuestos sino yuxtapuestos. Quizá la posmodernidad política no es sino llevar a la crisis o situar en perspectiva todo ese sustrato para concluir que aún nos falta algo. ¿Es el “individualismo posesivo” del que habla tan críticamente Habermas una rémora o aún es el sustento de la libertad democrática? ¿Hay alternativa al actual capitalismo? ¿Y hasta qué punto eso supondría cambios en nuestras actuales estructuras sociopolíticas? De momento, ni Habermas ni un simple remozamiento de Keynes parecen salvaciones de nada. Menos, lo que hacen nuestros políticos.

Cuando hay quien habla de una auténtica refundación de nuestra democracia (¿neo-neoliberal, neosocialdemócrata?), aquí nos las tenemos que ver con la misma política miserable, mediocre y estaticista. Imaginar a Chaves o a Pizarro en tan altas reflexiones sólo puede llevar a la risa, porque aquí se hace política de saca y de jugar a las casitas, lejos de los grandes conceptos. Zapatero se conforma con un logotipo de una letra y con invitar a café a la banca; Chaves lo confía todo a que los sindicatos se callen y a que la propaganda llene de aviones de papel el cielo iridiado. Chaves ya nos dijo que la solución a la crisis no está en sus manos, así que creerá que está en las del Hado o quizá en las de los gobernantes filósofos de Platón, que él no tiene. No sabemos si el mundo será refundado por los pensadores o los economistas, pero lo que sí sabemos es que un político no puede declararse impotente ni esperar que la marea le traiga cofres de monedas. Sus recetas contemplativas, su economía de “estados de ánimo”, sus cataplasmas para el pueblo, el achicamiento de su fracaso hacia Wall Street, no sirven de nada. La culpa de Chaves es actual y también es retrospectiva, es la inacción de ahora más el lastre de haber mantenido a Andalucía en una economía enclenque, inercial, burocratizada y sometida a sus intereses clientelistas y a sus negocios de partido. La tempestad, que siempre se ceba en los más débiles, se lleva ahora todos nuestros pobres palafitos y deja a los parados ensartados a miles en los pararrayos. Como diría Gómez de la Serna, los paraguas de nuestros gobernantes disparan a la lluvia. Pero eso no basta.

Somos Zapping 1/02/2009

Tragar monedas. Otra vez la televisión se gusta en el dolor, otra vez nos pasan la angustia a cámara lenta, como una larga cuchillada por los ojos. La desaparición de la joven Marta del Castillo hace babear de nuevo a los rebañadores de lágrimas y a los peristas del morbo, y en Canal Sur ha sustituido a las tempestades para abrir las noticias. La desgracia les proporciona muy buenas sobremesas. Atentos sólo a lo que salpica, remataron la rueda de prensa del padre con un inserto innecesario y obsceno: la imagen balbuceante, vencida y llorosa del hombre, sobre la que cerraban el plano con repugnante deleite. Nada relevante ni coherente decía ya el padre, destrozado, pero su desfondamiento se diría que les ensalivaba la boca. Luego, pusieron las declaraciones de uno que había traído un perro rastreador. Sí, cada detalle agigantado, olisqueado y saboreado enfermizamente. Volví a sentir el aleteo de vampiros o traficantes que acompaña a ese morbo y a ese patetismo interesado que sirve carnaza al púbico y luego recauda beneficios. Atónito, vi en las noticias deportivas de varios canales al entrenador del Sevilla, Manolo Jiménez, afirmando que cambiaría la victoria de su equipo por la aparición de la chica. Observen la manera de establecer equivalencias y las ganas de aspirar al Cielo con alardes tan baratos de buenismo. “Gran gesto de Manolo Jiménez –decía Ángel Acién en Canal Sur--, que ayer habló como ser humano”. Pero a uno le parece tan inmoral comerciar con el sufrimiento ajeno como usarlo para aplaudirse de buenos sentimientos. La televisión, como el Cielo, sólo traga monedas. Y cuando alguien sufre, todavía traga más.


El espantajo. Menuda munición para Chaves y Pizarro, que en las noticias de Canal Sur afilaban sus hachones sobre el cuello que blandamente les había ofrecido Arenas. Tanto empeño en descabalgarse de la derechona, tanto centro sin corbata, tanto cambio que quiere verdear Andalucía, para que después del fallo del Tribunal Supremo sobre la asignatura de Educación para la ciudadanía, a Arenas se le vuelvan a aparecer frailes, confesores austrinos y episcopados a hisopazos y se le caiga todo su sombrajo. Bien que lo ha aprovechado la hábil maquinaria socialista para ponerle otra vez a la derecha su escapulario en los informativos de La Nuestra. ¿Es torpeza del PP, o es un pago que todavía debe? Pues que sigan con sus antiguas servidumbres, a ver si son capaces de ganar unas elecciones en Andalucía sólo con los votos que traiga el cepillo de las misas tridentinas. No va uno a repetirse ahora en su defensa de esta asignatura (al menos, de su concepto, que ñoñerías y desbarres también ha visto), cuando ya está ahí lo que ha dicho gente como Savater o Marina. Pero, más tras este fallo del TS que deja bien claro su marco y hasta ofrece la posibilidad de impugnar contenidos, la postura de Arenas sólo los encierra a él y a sus cruzados en una especie de Palmar de Troya que se acerca tanto al viejo espantajo de la derecha que los socialistas están de fiesta. Arenas, con escapulario en Canal Sur, era demasiado pimpampún.


Innovaciones de la semana. ¿Cuál es el objetivo de programas como Tecnópolis o Andalucía innova, ese nuevo entremés de electricidad? ¿Decirnos de que ya no estamos en la Edad Media? Pues a veces, ni a eso llegan. Dos “innovaciones” dejo aquí hoy, una de cada programa: Un grupo de mujeres andaluzas “que han decidido innovar en la tapicería” y una marca de ropa infantil. Gracias, siglo XXI.

Los días persiguiéndose: Chaves eterno (29/01/2009)

Ahora que el mundo estrena traje, Andalucía parece como nunca el pellejo de tortuga de la política. Ojalá tuviéramos esas primarias gladiadoras que hacen en Estados Unidos entre sombreros de claqué y ponches de guirnaldas. Allí, el candidato que llega a héroe o a difunto sale de una fiesta por la calle o de un atropello de la gente, mientras que aquí, en nuestros partidos sectas, los políticos se mantienen por embalsamamiento de muchos doctores o caen envenenados a puerta cerrada. Las disensiones se dirimen en luchas mafiosas, clanes contra clanes, pistoleros contra pistoleros, sin que nada traspase su cripta. Si acaso, como mucho, nos encontramos un día con la muerte civil del adversario expuesta en los periódicos, como estamos viendo con lo de Madrid. Estos americanos, qué diferentes, ganándose la candidatura en esas caravanas con discursos de gloria o de crecepelo, pero por lo menos al aire del pueblo, despeinándose de gente, al alcance de sus uñas. Aquí, cuando las camarillas de los partidos deciden en el sitio de su oráculo o en las alcobas de sus ancianos lo que es mejor para todos, ya nos ofrecen hecho al muerto o al salvador. En el caso de Andalucía y de su dinastía del poder, quizá el muerto y el salvador son uno solo.

Chaves ha ido envejeciendo y parándose con Andalucía, como un reloj de cuco. Pero no es la edad ni la fatiga de los huesos, sino ese heredarse constantemente a sí mismo lo que da una política moribunda. Adormecerse cada día con las brasas de su poder, ver el paisaje quieto de Andalucía como una tierra conquistada hace mucho, notar con abulia y confort la cadencia de mecedora que toma todo con la repetición, contemplar el tiempo como las mismas sombras que se alargan y menguan una y otra vez, sin diferencia. Así, la política, que debe ser actividad, esfuerzo, movimiento, se le convierte a Chaves en una larga convalecencia de días idénticos, algo que pasa sólo levemente por su pelo entre noche y noche, que ocurre entre la merienda y la manta y que mañana será igual. Es la sensación de la eternidad, sí, que no es la del tiempo parado, sino la de percibir agolpados el pasado, el presente y el futuro, indistinguibles. Pero la eternidad es todo lo contrario a lo que debería ser la política, que no puede concebir la realidad como un punto, sino como una flecha. No es la vejez, no son los años, es haber llegado a la política de la eternidad y haber contagiado de esa eternidad a una Andalucía que sólo parece un interminable barbecho. Chaves admite “desgaste”, pero sigue queriéndose presentar a las próximas elecciones. No hay jóvenes que lo depongan, no hay otras ideas nuevas de su partido a bocinazos por la calle, no hay aquí ningún Obama que convoque esperanza y fuerza como tras cañones esmaltados; sólo la eternidad de Chaves, abrigada por su partido, que en Andalucía sufre la misma enfermedad que él. Envidio a los americanos, que cada vez que tienen elecciones hacen una suelta de palomas. Aquí, donde toda la política ocurre en catacumbas, los partidos nos dan hechos los salvadores y los muertos, ya con su evangelio y su urna. Pero deberían saber que la eternidad no les ha servido nunca ni a los propios dioses.

Somos Zapping 25/01/2009

Bienvenido Mr. Obama. A mí también me hipnotizaron esa suelta de grandes palabras y ese pueblo en escalinata, mientras un presidente negro juraba en Washington como poniendo otro obelisco en el National Mall. Canal Sur ofreció un especial un poco más aúlico que los demás, seguramente por ese enamoramiento escolar que sufre la progresía con Obama, poco comprensible porque su actitud y su discurso (¿esfuerzo, trabajo, responsabilidad, conciliación, unidad, honradez?) poco tienen que ver con el sesteo, el acortijamiento, la propaganda, la marrullería y el margaritismo sin sustancia que define a esa casta política que aquí se las da (falsamente) de progresista. Pero como Canal Sur nos tiene saturados de días históricos y su análisis del feliz advenimiento era indistinguible de cualquier inauguración de Chaves, yo me fijé más en la inteligencia, la ironía y la gracia que le dedicaron al asunto en El intermedio. Nada mejor para retratar esa mezcla de admiración, esperanza e ingenuidad hispánica ante la salvación que de nuevo llega desde Estado Unidos, que recurrir a Bienvenido Mr. Marshall. Wyoming y sus colaboradores, disfrazados de los castellanos disfrazados de andaluces de la película, lograron hacer algo así como una pirámide de caricaturas. Me pregunté en qué punto de esa pirámide se había perdido la imagen verdadera de los andaluces. La cinta de Berlanga es de 1953, y sus falsos andaluces ya eran en esa época una caricatura, con lo que en El intermedio teníamos la caricatura de una caricatura vieja. Y aun así, la gente de Wyoming vestida de flamenca sólo parecía un sobrio modelo para otra caricatura de nivel superior, sobrepasada su parodia por la ridiculez de esos andaluces de tiesterío por la cabeza y culos por peinetas que Canal Sur nos saca ahora con tanto orgullo. Para llegar a la imagen del andaluz de Se llama copla, pues, habría que descender a la caricatura de la caricatura de una caricatura de los años 50. Y encima, con satisfacción. Esto no lo arregla ni Obama.


El humor de la crisis. 750.000 parados en Andalucía, y en las noticias de Canal Sur un Chaves como un portero de discoteca aún le decía a la oposición que “cada uno en su sitio”. Con capoteos de políticos o retruécanos de redactor, Canal Sur nos está ofreciendo en esta crisis un impagable compendio de humor cínico. El otro día, sus locutores se atrevieron a llamar a una recesión del 2% “revisar a la baja las previsiones de crecimiento”. Y cuando no maquillan el desastre, nos sacan sus pintorescas recetas contra la crisis. Por ejemplo en Ubrique, donde, con el tono astronáutico que les suelen dar a estas noticias, nos contaban que “buscan soluciones con innovación y desarrollo” y “potenciando su presencia exterior en Internet”. Sí, un ubriqueño del negocio nos hablaba de su rimbombante “e-catálogo”, que uno imagina que será el carteramen de sus tiendas fotografiado y colgado sin más en Internet. Vértigo y esperanza da esta innovación, merecedora sin duda de la noticia. Hemos puesto fotos o lo mismo hasta documentos PDF en Internet, uf. Me extraña que no consigamos ya la fusión fría. Al menos, con Canal Sur, durante la crisis tenemos asegurada la risa.


Presentación. Llegó a la redacción de Andalucía Directo y fue presentándose mesa por mesa: “Vamos a trabajar juntos”. Viene de los informativos, donde nunca tuvo conflictos de intereses. Viene de cerca, pues allí todos los ascensores llevan al mismo sitio. ¿La harán directora de AD? Su nombre: María Teresa Sánchez Monsteseirín.