31 de julio de 2010

Los días persiguiéndose: Sin City (27/07/2010)

La familia imperial viene a Marbella, que aunque no es Capri, donde Tiberio montaba unas orgías del copón, sigue siendo nuestro rincón más lujoso y decadente, con casas que se venden con su propio cielo y rusas que te lo hacen metidas en champán. Llegarán Michelle Obama, elegante hasta haciendo el american pie, o sea la tarta de manzana con categoría de pastel nacional, y su hija pequeña, sin que sepamos si se acercará el Jefe del mundo a ese lugar donde el sol es un peluco, los zapatos cuestan más que los hombres y los yates trepan a los tejados. Marbella fue un invento de un visionario, casi como Las Vegas, la ciudad que necesitó la presa más grande de su época para que floreciera la luz en el desierto y los locos, los románticos y los millonarios se pelaran, se mataran y se emborracharan por igual. En nuestra Sin City, en Marbella, recaló primero una aristocracia de valquirias y de bigotes como bastones con estoque, la famosa jet set en la que, en realidad, pocos o ninguno tenían para jet privado. Vinieron también los jeques árabes con sus helicópteros de oro y sus sábanas llenas de esposas, un poco como en Amarcord. Luego, fue tomada por los especuladores despechugados, los constructores mafiosos, los mindundis comisionistas y la corrupción cangrejera consentida por gran parte del pueblo y no sabemos si por los de arriba en la política. Ahora tampoco sabemos si se recupera del gilismo, si vende sus joyas, si se alquila a otras mafias o ha vuelto milagrosamente a la virginidad. A mí siempre me pareció un pueblo de pescadores profanado por el lujo. Aún tiene calles en las que sigue oliendo a panadería o a salazón, lejos de donde construyeron cataratas de monedas y colinas nadadoras para los ricos. Pero no sé si pega en nuestra ciudad del pecado Michelle Obama, mujer como de iglesia de La casa de la pradera, que aun durmiendo junto al que gobierna el planeta sigue pareciendo que sólo tiene un único vestido para todos los 4 de julio.

Marbella fue un invento, como Las Vegas, y hay en esta ciudad bella, hortera, maltratada y brillante algo de sueño americano que acabó un día, como ocurrió a veces allí, en cóctel de gánsteres y putiferio de políticos. Ahora la visita otro sueño americano, Michelle Obama, que no es Rosa Parks, sino una niña bien que estudió en Harvard y Princeton, pero al fin y al cabo es la esposa del primer presidente negro de Estados Unidos, cosa que algunos estadounidenses de peto no terminan de concebir. Yo no sé si estos sueños son ya posibles en Marbella, si son posibles en Andalucía. Marbella pasó de las fiestas de ir de blanco a ser violada por feos piratas, apedreada contra el mar, pintada de mierda, saqueada con saña. Me gustaría pensar que algo aprendimos de lo que ocurrió allí, de lo que se consintió allí, cuando todo apestaba pero nadie quería enterarse. Me gustaría pensar que el pueblo no va a volver a tolerar la corrupción a cambio de parterres ni de propinas de aparcacoches, pero tampoco por razón de ninguna pureza ideológica que todavía algunos trileros se atreven a identificar con Andalucía. En Marbella podrán seguir dorándose los ricos, zorreando el dinero, poniéndose collares de diamantes los perros, incluso estando en medio de esta autonomía pobre y castigada. Pero que nunca más la emputezcan ambiciosos canallas como los que se adueñaron de ella. Ahora viene a Marbella la emperatriz del mundo, aún discreta a pesar de que ella y su marido significan una revolución. A lo mejor nos contagia un sueño, quién sabe.

Somos Zapping: ¿Esto qué es lo que es? (26/07/2010)

Rebelión. No es la calor que soflama las meninges, no es el verano que nos deja hechos rodajas en las tumbonas, no es la crisis que ya afecta al riego cerebral o al rating de la inteligencia política. No, es que nuestros gobernantes son así, sin excusas estacionales ni vasculares. Si el ciudadano se rebelara contra las tomaduras de pelo de los políticos, si los mandáramos a coger coquinas apenas viéramos no tanto que dicen idioteces, sino que las dicen porque nos toman por idiotas, porque confían en que somos idiotas, porque han trabajado en convertirnos en idiotas; si nos rebeláramos, decía, acabaríamos con ellos, con esta era de los Rafael Velasco o los Mario Jiménez, el imperio del argumento imbécil, del nivelito de recreo de colegio, del asquito de su gelatina cerebral expuesta además con orgullosa chulería. Griñán no sólo ha impulsado hasta los atriles a esta generación de apologistas chusqueros de lógica infantiloide y blanda, sino que es el capitán de esta estrategia. Lo que dijo el presidente el otro día en el Comité Director, destacado por Canal Sur, me parece suficiente para desahuciarlo como buen político y gobernante: “Somos la referencia política de Andalucía, porque con aciertos, y también con errores, nuestro interés siempre ha sido y será el interés general, y nuestra empresa, la de los hombres y mujeres de nuestra tierra; y hemos de seguir siéndolo”. O sea, que da igual lo que hagan, que se equivoquen, fracasen o nos lleven al desastre. Hay que votarlos porque sí, ellos tienen que gobernar porque sí. Ea, “porque yo lo valgo”. No les hacen falta más argumentos. Bueno, ni más argumentos ni más partidos. Están ellos como “referencia política de Andalucía” y luego sólo hay piratas y usurpadores que sobran. Son los únicos que pueden y deben gobernarnos, y se acabó. Cualquier demócrata temblaría, cualquier político decente huiría de esa manera de ejercer su oficio, cualquier ciudadano despierto se debería sentir llamado a la rebeldía ante tamaña exhibición de vanidad, suficiencia y diría que casi totalitarismo. Pero así se maneja este PSOE andaluz. Tratarnos como a idiotas es su programa. Algún día, ni todo ese trabajo que se tomaron para que el andaluz se creyera de verdad idiota funcionará.


Altos tribunales. ¿Sirven de verdad para algo esos altos tribunales, esos lentos y graves doctores como en su arzobispado de leyes? El Constitucional dictamina sobre el Estatut pero Zapatero y Montilla se reúnen para ver cómo pueden conseguir que todo siga igual. Aquí, el TSJA sentencia contra ese plan que llaman de “calidad” de la enseñanza pero que sólo consiste en untar a los profesores para que aprueben a más alumnos, y sin embargo, las noticias de Canal Sur abren diciendo que “la Junta insistirá en su política de incentivos con una nueva norma en preparación”. Por cierto, La Nuestra lo llamaba “pago de primas a los docentes para atajar el fracaso escolar”. Suena mucho más bonito así, desde luego. Casi no queda rastro de su inmoralidad. Pues otra norma, que no sabemos si pasará también por los salones del TSJA. Total, para lo que sirve eso...


Flamenco y sintaxis. No había más que oír el saludo o la consigna del programa para darnos cuenta de cómo impulsará la cultura de Andalucía: “¿Esto qué es lo que es? Mi primer olé”, gritaban. Quizá es que lo primero para flamenquear es maltratar la sintaxis, para dejar claro que nuestras purísimas raíces no pueden tener nada que ver con esa otra cultura tan elitista y antiandaluza del leer, el escribir y el saber. Enseñar esto a nuestros chiquillos es primordial. Y, encima, así consiguen que el programa tenga aún más aire de rengue de hijos de feriantes de coches de choque, que es lo que parece.


Moños. Otro clásico de la cultura andaluza hemos visto esta semana, una auténtica pelea de folclóricas en los programas del basureo: Charo Reina, María del Monte y La Pantoja enredadas en no sé qué enfados, venganzas o ajustes de cuentas (incluidos supuestos vetos en Canal Sur). Es tranquilizador que la tradición no se pierda. Yo propongo que La Nuestra haga pronto un programa en el que los nuevos alevines folclóricos aprendan a tirarse del moño.


Tradición torcida. Corrida goyesca en Archidona, en una plaza torcida (ochavada, dicen), donde las circunferencias eran huevos. Mientras Enrique Romero alababa la pureza de la cosa, yo pensaba en lo significativo que es que la tradición glorifique el encanto de lo torcido. Torcido, feo o equivocado, pero tradición... Eso explica tantas cosas en Andalucía...

Los días persiguiéndose: Patria y tribu (20/07/2010)

No me pregunten por mi patria, que ya soy mayorcito. Esos sentimentalismos como de la madre o de la novia son para el colegio o para la mili, aunque ya no haya mili. Llega un momento en que oír a gente adulta tan enmadrada en esos asuntos de patrias y naciones me da un poco de vergüenza ajena, como si los viera en pantaloncito corto. Me pasa como con la religión, en la que también veo la condición infantil de la humanidad, igual que Feuerbach o, si me apuran, Freud. Buscar la teta, buscar a Dios, buscar una nación, vienen a ser lo mismo, querencias, necesidades del niño social desamparado, solo y frágil. Tierra, sangre, clan, caverna, madre, padre, casa, sitio, cobijo, identidad... Nos hemos llevado toda la historia preguntando a otros quiénes somos. De alguna manera, el hijo se lo preguntaba al padre, el padre se lo preguntaba al jefe de la tribu, el jefe de la tribu se lo preguntaba al dios, y entre todos iban formando complejas relaciones de pertenencia y dependencia, aceptadas con tal de dejar satisfecha, aun parcialmente, esa primera inquietud del ser. No teníamos otra manera de situarnos en el mundo hasta que el individuo se dio cuenta de que tenía valor por él mismo, no por la pertenencia a un grupo ni por ser una criatura (o sea, un ser creado). El hombre no era ni un siervo ni un súbdito ni un creyente, o al menos no podía definirse completamente como ser humano en esas categorías. Eso fue la modernidad, e hicieron falta Galileo y Descartes, o sea, la explicación mecánica del mundo natural y el principio de subjetividad racional (el cogito ergo sum). La subjetividad, el individuo como punto de partida del conocimiento y, más tarde, de las sociedades basadas en los derechos de la persona, es uno de los logros culturales más importantes del ser humano. Pero luego parece que nos cansamos de eso. Sea por una especie de asco o desencanto antiilustrado que empezó con el Romanticismo y se recuperó en la Posmodernidad, o por lo que decía Erich Fromm del “miedo a la libertad”, o por esa sensación de victoria y dominio del hombre vulgar de la que hablaba Ortega, el caso es que volvemos a una época en que los individuos se gustan siendo masa, y la mayor sublimación de la masa es la Patria. Digo Patria (o Nación), y no Estado, pues el Estado es un contrato, no una abstracción, y no requiere comulgar con sentimentalismos ni homogeneidades. Hemos vuelto, como por pereza, a la cuna infantil, a que nos respondan a la pregunta del ser con una sola palabra: sois españoles, o andaluces, o catalanes. Y eso es responder con nada, eso no dice nada de nadie. Pero no se dan cuenta.

Mis amigos catalanes me señalan en la prensa artículos “anticatalantes” y yo vuelvo a decirles que “anticatalán” no tiene sentido como no tiene sentido “antiatlántico”. Serán, en todo caso, artículos antinacionalistas catalanes, que es otra cosa. Pero en estas patrias macizas al individuo se le impone, tras la sentimentalidad, la ideología. Hablan de identidad, historia, cultura, pero de eso tenemos todos, hasta llegar a las hordas. Y además, ¿qué cultura? Porque la que yo considero mi cultura va desde Asia Menor hasta Washington y abarca más de veinticinco siglos. No, aún no hemos encontrado la respuesta a nuestro ser y por eso nos cegamos con sucedáneos. Tampoco las patrias antiguas ni nuevas nos la traerán. A mí, que me den libertad y una ley justa, y ya me pensaré yo qué soy. Y que me llamen andaluz o español o rumano o terrícola, me da igual. O mejor, que me llamen simplemente “hombre”. Yo votaría sí a la independencia de Cataluña, si alguna vez tienen la valentía de pedirla. Sólo por ver qué les salía a partir de ese miope y sentimental infantilismo, un Estado o una tribu.

Somos Zapping: My fair lady (19/07/2010)

Surfeando. Así es el verano, estación glandularmente hortera, llena de gente que te asesina con los estampados y las chanclas, tiempo en el que vomitan los ombligos, se licuan los cerebros y algo así como la inundación de un caldo de sandía pegajoso y chorreante nos llega hasta el cuello estemos donde estemos. Estación hortera que la televisión, intrínsecamente hortera, convierte en compota, y que Canal Sur, orondo campeón a su vez de esa horterez televisiva, sublima y reconcentra aún más hasta dejarlo en una sola estampita, que puede ser la que hemos visto en las promos, la de ese Manu Sánchez con chaqueta y bermundas surfeando en el sol de su logo. Esta imagen podríamos interpretarla, de manera más particular, como el intento de Manu de ser exquisito, guay y popular a la vez, eterna lucha suya tan fallida que lo deja hecho un centauro descosido o como con sólo medio disfraz de vaca puesto. Ya lo hemos visto en su programa bailar con sombrero de copa sin renunciar a sus eructos camperos, que a mí me recuerda a la Eliza Doolittle de My fair lady. Quizá toda Andalucía está atrapada en esa misma contradicción, la de resistir orgullosamente en su catetez a la vez que quiere aparentar de cuando en cuando, quizá por complejo de inferioridad, ser culta y elegante. Por eso Manu Sánchez resulta tan paradigmático. Manu se pone frac igual que Manolo Carrasco apila pianos blanquísimos y se orla de bordados, igual que Canal Sur mete en la madrugada violines en las fuentes. Pero con gafitas u orquestas sinfónicas, ese fondo garbancero sobrevive y se revela dejando una ridiculez aún más patente por ese esfuerzo de encoloniarla. Manu va con pajarita y bermudas o calzoncillos como podría ir con esmoquin y boina. Esta imagen nos dice mucho sobre lo que somos, además de dejar claro que es imposible que la estética sobreviva estos meses en Canal Sur. Dan ganas de apagar este verano igual que la televisión.


Refritos. Sí, es verano y Canal Sur aprovecha la carne del puchero de todo el año o de toda su vida, hecha ya cecina. Vuelven los refritos, los programas de videoteces, los zappings y esos cantantes recuperados con el colador de galas, homenajes, especiales y verbenas. Manu Sánchez reúne sus mejores momentos mientras va disfrazado de lord en busca del tío del bombón helado. Una horrible recopilación de canciones del verano nos devuelve a King África vestido de torero que se comió al toro, a María Isabel antes muerta que callada, a Los Sírex o a Los Bravos o a Camilo Sesto espolvoreados de cal de cementerio, a Camela o a Los Amaya escapados de las gasolineras, a toda la penosa colección de la quinquillería juvenil, a la marcha culona de las canciones de Gran Hermano, y así hasta tres horas de suplicio. Veo Salud al día y me doy cuenta de que también es un programa ya emitido, que sobre ese tesoro nacional de los tomates andaluces había escrito yo hace mucho. Sí, todo repetido o remasticado. Qué podíamos esperar, siendo esta tierra y esta televisión una eternidad que se copia a sí misma...


Simpatía oriental. Sigo sin saber por qué hay un programa nuevo, Ponte a punto, que básicamente es igual que Salud al día pero como entre balones de Nivea. Lo único es que hay más personajes andaluces enseñándote su culo de piscina, los zumos de su turmix o sus tapas de la esquina. Y, eso sí, hallazgos que van más allá de la salud frutal de esta tierra, como nuestra capacidad para importar simpatía de Oriente Próximo. Así lo entendí yo, cuando presentaban a las Soles y nos hablaron de su “simpatía nazarena” (sic). Simpática tierra debe de ser Nazaret, por lo visto. Cuánto aprendemos en Canal Sur...


Poderes. Eramos campeones del mundo, la Patria se inflaba como un balón y Canal Sur nos sacaba a un tío travestido de flamenca y a otro con tricornio de guardia civil celebrándolo. Son estos pequeños símbolos los que hacen nación, ya ven. En los pueblos de Navas, Ramos o Marchena, el triunfo se saboreaba también en su pedacito andaluz. Pero yo sólo pensaba en quién va a ser capaz de enfrentarse a Griñán ahora. No sólo podrá argumentar que su “Andalucía sostenible” da campeones del mundo, sino que, después de coincidir con el pulpo Paul, sabemos que el presidente tiene poderes.


Leyendas. No me extrañó que El club de las ideas, coproducido por la Consejería de Educación, le dedicara un reportaje a la chica de la curva y a otras leyendas urbanas. Lo que mejor hace la Junta es eso: intentar colar trolas increíbles que pasen por verdad.

Los días persiguiéndose: El triunfo (13/07/2010)

Tenía que ser Iniesta, el genio miniaturista, con ojos en los pies, pálido como un chico que toca el arpa. Ya no somos aquel equipo de cojón de toro, de trotones cabreados, La Furia que decían. Ahora somos la inteligencia, la perspectiva, ese fútbol como sobre planos inclinados, maravilloso, delicado y veloz, que hacen estos chavales atletas y arquitectos. Perdonen ustedes que me ponga masónico, pero viendo jugar a esta selección yo me acordaba de los tres pilares, con capitel jónico, dórico y corintio, que tenemos en el centro de la Logia simbolizando la Sabiduría, la Fuerza y la Belleza que deben guiar cualquier obra humana. Ha sido ese equilibrio, ese triángulo de inspiración, determinación y técnica, el que ha acabado con nuestra historia de agónicos fracasos en el fútbol y nos ha desparramado de nuevo por las fuentes, con toda la sed del mundo saciada, en otra noche reventada por héroes y pintada por muchachas.

No hay que desdeñar el poder de los símbolos, ni, sobre todo, el de la gente enfocada e identificada en una tarea común. Sin embargo, no voy a ser yo el que levante un nuevo imperio sobre un triunfo deportivo. A mí también me rozaban el domingo las banderas, que iban como novias, pero me guardo mucho de bordar sobre ellas o sus batallones metafísicas, identidades o política. A pesar de todo, es cierto, ahí estaba la gente, tanta gente, compartiendo corazón como se comparte una sábana. Yo no terminé el domingo ni más ni menos español, aunque sí más abrazado por algo. No era la gloria prestada, no era el orgullo de ser tribu, no era la uniformidad de la masa, cosas que detesto. Creo que, simplemente, era la emoción, quizá sólo insinuada, o incompleta, o prometedora, de ver a la gente olvidando sus diferencias, ideologías, localismos, por algo que se puede discutir si en realidad es más grande, pero que desde luego era percibido como algo más grande, algo compartido, algo común, algo que unía. Lo que a uno le gustaría es que eso común y aupado por tantos brazos fuera algo más que una copa dorada o una patria de estanco o de tizas de colores. Otro proyecto, otro objetivo, quizá una sociedad más libre, consciente y justa; quizá una democracia sin tantos odios ni urdidores ni mentiras; quizá unos valores de esfuerzo, compromiso, ética, civismo, honradez... Por eso mi alegría y mi emoción fueron tibias, prudentes y puede que hasta levemente tristes tras la final, como si hubiera algo de usurpación en ese triunfo.

Tenía que ser Iniesta, el de piernas de compás, el que ve por encima de las águilas; tenía que ser la inteligencia dirigiendo a la voluntad. Para ganar tuvieron que enmendar el tópico de los futbolistas coléricos, la furia solitaria de paquete, y traer a violinistas rápidos y a relojeros despaciosos, que hacen y perciben las cosas un segundo antes de que ocurran, pensando juntos como una colmena. Era necesario, aun a costa de la tradición, la pureza, el mito del torazo en la bandera o de las espinas en el corazón. Ojalá pudiéramos en Andalucía conseguir algo parecido, tener a una nueva generación capaz de darle la vuelta a todo, de sustituir a los palmeros por geómetras, a los dormidos por capitanes, a los conformistas por luchadores, a los desafortunados por vencedores. Y que toda la gente empujara en esa tarea común como me empujaba el domingo una espuma de banderas y abrazos hasta el agua o hasta los besos. Ni por patrias ni por estampas, sino por nuestra dignidad, nuestra libertad y nuestro futuro. Eso sí sería un triunfo, eso sí sería ganar el mundo.

Somos Zapping: Coincido con el pulpo (12/07/2010)

Paul. Escribo antes del partido, así que no sé si cuando lean esto España gozará por la gloria o por la tragedia (gozamos de las dos maneras, ésa es nuestra enfermedad). En cualquier caso, nos abrigará ese consuelo de pobre, un poco brasileño, que ofrece el deporte como escapatoria o sustituto de una vida que pocas veces nos deja ser héroes de forma tan absoluta. Este mundial épico, aglutinador, simbólico y a ratos insufrible, puede poner a una reina a saludar a un tío en toalla, puede hacer patria hasta en los castillos enemigos y puede descubrir que nos gustamos en la pasión y en la necedad, vitoreando a un delantero que nos presta las piernas o a un pulpo que nos presta el cerebro. El pulpo Paul quizá ha triunfado porque, igual que la gente, se desparrama sobre las banderas por instinto o por viscosidad y hace de un movimiento ciego y aleatorio (las patrias lo son) intención, necesidad, destino. O, simplemente, porque la estupidez humana, siendo una constante universal, tiende a manifestarse con más fuerza en los momentos de crisis e incertidumbre. El pulpo Paul no es un recién llegado, ya nos acompaña desde las cavernas. Aunque agigantado por los medios, por las televisiones, daba más miedo: ese mejillón que se comía parecía nuestra inteligencia sorbida. Cómo no, Canal Sur, espejo y lupa de toda imbecilidad posible, también puso al pulpo de marras a abrir su informativo, con el agravante de que aún le quisieron dar explicación o excusa, cosa que parecía que elevaba al cuadrado la idiotez del asunto: “Evidentemente, no hay ninguna explicación científica a esta superstición, pero lo cierto es que durante todo el mundial, cada vez que se le ha hecho esta prueba al pulpo Paul, ha acertado en sus predicciones”. Ni Iker Jiménez hubiera encontrado de forma tan brillante el sentido del sinsentido, ni descrito con tanta propiedad el post hoc ergo propter hoc de los débiles de mente. Pero aún más divertido fue lo que ocurrió después. Tras la larga cabecera de noticias deportivas, la presentadora nos sorprendió con esto: “Según el pulpo Paul, España vencerá, y el presidente de la Junta comparte el pronóstico”. Efectivamente, enseguida apareció Griñán afirmando: “Yo coincido con el pulpo”. Es para meditarlo, porque no sé si nos querían decir que Griñán es precognoscente, o al menos está aliado con esos poderes, conectado o hermanado con las razas de bichos adivinos; o quizá que Griñán se fía de lo que diga un pulpo, o que cree en las mancias de ultramarinos, o que comparte sus métodos. ¿Habrá visto Griñán el futuro de Andalucía también en un mejillón? Me lo imagino en los consejos de gobierno, o en la soledad de su despacho, tomando las decisiones por el sistema de deslizarse invertebradamente sobre varios platos de moluscos y elegir uno según el olor o el color o el capricho o la marea... “Yo coincido con el pulpo”... ¿Coincide en confiar el futuro a los calamares, o en planearlo como ellos, o en hacer política sin huesos y sin forma, todo manos hambrientas y cabeza llena de agua, decidiendo a voleo y otorgándole a eso calidad de superpoder o sabiduría? Yo preferiría tener un presidente que no coincidiera con los pulpos. Pero ya vemos cómo el pueblo elige a sus héroes, videntes, gurús y preclaros salvadores.


Himnos. Ni las vuvuzelas, trompetas de plástico de siempre con nombre zulú; ni Shakira, percutiéndose las caderas y haciendo, como la pantera que es, un África de su cuerpo y su voz... No, nada de esto ha sido el verdadero sonido del mundial. Ha sido, claro, el himno que ha compuesto para el evento Miki Rodríguez, de Canal Fiesta Radio. ¿Es que no lo han escuchado? Pues se han perdido lo mejor. Sí, porque el chaval ha convocado en estilo y en presencia a toda esa morralla del flamenqueo juvenil quejumbroso de guitarrilla floja y escuela perdida que ellos han convertido en modelo para la nueva generación de andaluces. El bodrio se titula “La fuerza de la unión” y es como un “We are the world” que hubieran patrocinado Andy y Lucas (ellos no están, pero sí otros iguales o parecidos). Fútbol y flamenkito botellonero, vaya calimocho. Si digo que esta cancioncita merece ser el purísimo sonido del mundial africano es porque, viendo el vídeo, daban ganas de arrojarlos a los leones.


Los huevos de Jesulín. El nuevo programa piscinero de Roberto Sánchez Benítez, Ponte a punto, sobre salud veraniega y abrir sandías, se echó a perder con la primera imagen, la de Jesulín de Ubrique en su cocina diciendo esto: “Me pillas en plena faena, aquí comiéndome un par de huevos fritos (...). Así que si quieres ponerte, ponte a punto, aquí comiéndote huevos conmigo...”. Ya tengo fatiguita para todo el verano.

Los días persiguiéndose: Roja oscuridad (6/07/2010)

No busquen en las playas estatutos desplumados, portavoces cabreados, periódicos ardiendo, burkas bajo la ducha. Cuando el sol sienta su culo en nuestros muslos y el mar infla delfines de goma para los niños, la política parece una edad de hielo que se acaba de derretir dejando un lago. He paseado por la playa, un gran colchón de látex con la forma de los cuerpos, una toalla mojada envolviendo las cinturas, un reloj de arena de olas rodando por cada espalda, y he visto el mundo sin dinero y sin zapatos, sin noticias y sin partidos, sólo esa sensación cruda del aire y la tierra entre los dedos, de uno mismo convertido en una isla. A mí no me gusta en realidad la playa, es decir, no me gusta estar en la playa, especie de fregadero humano. Me aburro y me empano allí. Parece que me comen o me anidan caracoles marinos como en los cascos de los barcos naufragados. Y, sin embargo, he paseado por la playa, un poco de lejos, un poco mirón y un poco perdido, pensando que es como una quesera que resguarda luz, gotas y gente del resto de la vida; pensando también que quizá estaría bien sentirse por unos días sólo un girasol entre otros, atento únicamente a esa vitamina que entra por la piel, a la respiración de la naturaleza que te besa los párpados. Cerrar los ojos en esa oscuridad roja, viajar por dentro como mi sangre, quieto y vivo como una selva, sin nada más; o por el contrario, correr o rodar o mojarme como un chiquillo salvaje que desconoce lo seco, lo duro y lo dañino. Ser allí un ancla, o ser un cachorro, mientras muy lejos ocurren las cosas, se precipita el mundo, se encastillan las facciones, salen de sus fraguas los discursos con intención de hacha, cruje la política igual que los insectos bajo la madera o las lápidas. Sí, quizá estaría bien poder escapar de todo, nadar en la melena del sol mientras el resto de lo que pasa suena como cuando se está bajo el agua. Quizá estaría bien, si me fuera posible.

Paseo por la playa, cubazos de luz y azules me salpican, las chicas me miran a los ojos con sus pezones, un descanso de todo viene a saludarme como un perrillo mojado. Y me doy cuenta de que ya no podemos permitirnos la inocencia, de que ya no podemos permitirnos el verano. Más allá de esta playa, de este sol como una bola de helado, de esta carne y esta fruta que nos invitan a hundir en ellas la cabeza, están los desastres, las mentiras, los trileros. Ahora, cuando la política parece un invierno, es cuando no hay que ignorarla o nos consumirán la molicie y el sueño de las largas digestiones. Esta hora del planeta nos hace querer huir, olvidar, abandonarlo todo salvo la piel. Quién no ahogaría en el mar la crisis, las desgracias, el paro, sus culpables o sus vividores, y se tumbaría igual que un indio feliz y desnudo bajo una cascada. Pero qué hacer con el mundo de fuera, tan vasto y duro, que levanta la arena y nos hiere los ojos. Me marcho, al final, de la playa, donde la desgana me ha dado tibios lametones, tentadores y un poco asquerosos. Ahora tengo ganas de escribir, de protestar y de incordiar, sobre todo a los que nos han mantenido tanto tiempo en esta playa con la que, ahora que caigo, seguramente me quería referir a Andalucía. No descansen más que lo justo, no sesteen en la roja oscuridad de esta paz estancada y falsa. Pateen los castillos de arena, manden a tomar por culo esa felicidad idiota de cubito y de palita, salgan valientes a enfrentar lo que hay fuera de esta quesera y, como ciudadanos libres y críticos, juzguen, actúen, hagan política o antipolítica, pero no amanezcan otro día en esta playa de dormidos. O al menos, no lo hagan como contentos o como esclavos.

Somos Zapping: Discursos con tutú (5/07/2010)

Consejo Consultivo. Tienen de sede un palacio, tienen de armario el de un Rey Mago, y, además, creo que tienen la misión de completar las frases de Griñán o de que Griñán complete las suyas, que en la noticias de Canal Sur no terminaba de quedar claro. Me refiero al Consejo Consultivo de Andalucía, unos señores como vestidos de carruaje, especie de baraja de lores enjaezados, tapizados de collares, contrachapados de dignidad, que forman como un cuerpo de hadas madrinas para las ensoñaciones y los bailes institucionales, aunque la reportera los describía como “una pieza clave en el desarrollo legislativo andaluz”. Con la excusa de inaugurar su nueva sede, nada menos que el palacio-castillo de Bibataubín, en Granada, se turnaban con Griñán en los piropos a las nuevas leyes locales con unos discursos indistinguibles salvo en un detalle: el de este Consejo parecía leído con un tutú puesto. No sé si a la Administración le sirve de algo consultar a estas ínclitas y magnificentes cacatúas sobreemplumadas, aunque lo que podemos asegurar es que, desde luego, ni lo que les preguntan ni lo que ellos contestan hacen nada contra la ineficacia, el gigantismo, el despilfarro y el mamoneo que definen a lo público en Andalucía. Mientras Canal Sur nos paseaba por el palacio, que parecía hueco como los rizos y ropajes de esta gente, pensé que era una institución que se bastaba con hacer eco, el eco de los manejos del poder devuelto por coros ridículamente oxonienses y grandes espacios cortesanos. Castillos y bisutería, toda una exposición de condeduques y salones luisinos para que lo que diga y haga Griñán rebote en un caro plateresco. Otra muestra más de la rebaba de lujos, redundancias e inutilidades de la Autonomía. Para palacios, escuderos de gala y doctores de sus enaguas y anillazos está la cosa aquí, vamos. Voy a ver si puedo yo consultarle a este Consejo cómo se anuda una pajarita bien hecha y cómo se vive de eso, de pulir espejos y de decir que sí con el peso de tanta chatarra colgando del cuello.


Innovación de la semana. Habrá que deponer definitivamente a Tecnópolis como vocero de las modernizaciones churreras de esta tierra, porque la innovación de esta semana nos la trae, de nuevo, Andalucía directo. Roberto Sánchez Benítez ha conseguido por fin parecer un astronauta, y su programa, tener a la vez la intrepidez futurista del puente de mando del Enterprise y el tranquilo y preciso monacato tecnológico de esas salas blancas en las que se fabrican los microchips como hostias consagradas. Al menos, claro, comparado con Modesto Barragán, que lleva la modernidad con más calle, más vecinos y como con más pana. Él convierte en realidad lo que para Tecnópolis sólo podíamos decir en broma, eso de contarnos la modernidad de un botijo. En este caso, no fue un botijo lo de AD, sino, casi mejor, una cartera de piel. Eso sí, no una cartera normal, sino una gigante, la más grande del mundo, que han fabricado en Ubrique creyendo quizá que los hitos se consiguen por amontonamiento. Una cartera gigante, en la que cabía la reportera, ése era el acontecimiento que había reunido a todo el pueblo ante una tarima y que hacía a Modesto Barragán decir esto: “Qué barbaridad, qué impresionante, cómo toda la gente de Ubrique se ha concentrado para asistir a este momento también importante para la historia de la localidad...”. Magno evento, desde luego, que merecía añadir un poco de suspiro de pregón y de chacina lugareña para, por fin, declararlo oficialmente suceso innovador. Así lo hizo Barragán, dirigiéndose en directo desde el estudio a la gente: “Ubrique, pueblo blanco, serrano y turístico, cuna del artículo de piel, gente honrada y trabajadora de toda la vida, demostrando innovación como siempre”. La innovación de una cartera gigante, increíble. Roberto Sánchez Benítez vuela ya por la estratosfera, soplado por Barragán.


HD o VHS. El infinito documental sobre paramotor en Canal Sur HD cansaba, pero al menos seguía siendo alta definición. Con justito ancho de banda, eso sí, pero el público podía hacerse una idea de cómo será la cosa si alguna vez lo ponen marcha. Ahora me encuentro con otro sobre noches de quejidos flamencos en Córdoba, pero creo que con las prisas se han equivocado y se han ido a las estanterías donde guardaban los vídeos VHS o los juegos del Spectrum. Sí, porque se ve más o menos igual de mal. Queda feo que, presumiendo de HD, nos pongan esas imágenes turbias, mal definidas, en las que hasta podemos apreciar las gruesas escaleritas de píxeles que forman las líneas. Al final, todo esto resultará un timo y dará igual ver Canal Sur HD que aquellas cintas pegajosas del videoclub.

Los días persiguiéndose: Aliados con la crisis (29/06/2010)

Antes de leer el texto de la entrevista a Griñán que publicaba este periódico ayer, de lo que me di cuenta, mirando las fotos, fue de que al presidente andaluz se le ha quedado la cara de las caricaturas que le hacen Idígoras y Pachi. O sea, triste, un poco coronado de moscas y como llevando con cansancio el candelabro de su esqueleto a través de nieblas y precipicios. No sé si Idígoras y Pachi calcan las almas directamente al papel o tienen el poder de que el papel se vaya apoderando luego de las almas. En cualquier caso, son brujos maravillosos. Eso, la tristeza, el abatimiento, una curvatura que va de las cejas al espíritu, cierta sombra que abraza a su sombra, es lo que transmite Griñán, lo que irradia a toda la Autonomía. Griñán tiene la cara del PSOE andaluz, envejecido, agotado, consumido, reseco o aplastado de tanta vanidad a la vez que de tantos cementerios. Lo siento, pero últimamente sólo me salen metáforas góticas o apocalípticas con nuestros gobernantes. La semana pasada, una amiga me comentó que mi último artículo daba miedo. Yo le contesté, con guasa, que los que daban miedo eran los socialistas. Como ella es votante socialista, la cosa dio para muchas bromas puñeteras y cariñosas. Sí, es imposible que me salgan ahora artículos luminosos y hasta los pájaros del verano me parece que sólo están pinchados en las antenas. A lo mejor es que también yo me he aliado con la crisis, como decía Griñán del PP.

Puede que yo fuera uno de los que, en su día, arremetieron contra los agoreros, los vendedores de cadáveres por adelantado, los que bailaban con el galope de los Cuatro Jinetes. Fue antes de darme cuenta de que tenían razón y de que no todos lo hacían para llamar al mal y a los cataclismos, sino al contrario, para evitarlos. Estaban los pesimistas y los negacionistas, pero ahora quizá sólo hay, simplemente, desengañados. Empezaron por llamar desaceleración a lo que eran trompetas de la muerte, luego nos dijeron que aquello era una enfermedad del mundo y del capitalismo reventón, lo siguiente fue parchear la catástrofe poniendo al Estado a abrir zanjas para luego taparlas (¿era keynesianismo o preparar la propia tumba?), y, cuando por fin aceptan la magnitud del problema y viran hacia reformas tímidas y tardías, resulta que es el PP el que se ha “aliado con la crisis”. Yo diría que han sido los socialistas los que han estado aliados con ella desde el principio, disimulándola, contemplándola, alimentándola, dejándola crecer como una gran cobra en nuestra casa. Ellos, los que no han hecho nada, los que se fueron a pintar nubes mientras esto se hundía, los que aumentaron el déficit pensando en tapar bocas, los que formaban gobiernos de pitiminí, los que aquí atendían sólo a recolocar los sillones del Partido y de la Junta... Al PP, como ya he dicho alguna vez, le ha faltado sentido de Estado: debería haber apoyado las reformas de Zapatero sin dejar de ejercer la crítica y señalar los agujeros. Pero los auténticos aliados de la crisis, sus valedores, sus paladines, sus ejecutores, son los socialistas. Y todavía llaman traidores y aprovechados a los que, sencillamente, tienen ojos. Cómo no van a salirme artículos oscuros, si es el color de pajarraco que han puesto colgando en el cielo. Griñán tiene la cara triste de haberse matado o pensar en hacerlo. Es una tristeza impotente que no da ni para rabia contra el enemigo, apenas para tirarle últimos y leves guijarros o huesecillos. El problema, ya ven, es que el PP se ha aliado con la crisis. No: es que el PSOE lo ha hecho con el fracaso contumaz y, encima, cobarde.

Somos Zapping: Gallinas y ángeles anunciadores (28/06/2010)

El programa perfecto. Ya advertíamos la semana pasada de algunos curiosos híbridos, protuberancias, injertos y excreciones que van produciendo los programas de Canal Sur entre ellos mismos o con otros. Así, Mi primer olé nacerá de encamar bajo una manta folclórica a Se llama copla con Menuda noche, igual que Se llama copla fue concebido antes a partir del rudo amor de Operación Triunfo con los programas de María del Monte. Lo que nunca se me hubiera ocurrido es que fuese posible maridar, y de qué perfectísima manera, los estilos y daños de Enrique Romero y de Roberto Sánchez Benítez. Imaginen, de la mano, por un lado, la satisfacción campera y el surrealismo freudiano e infantiloide de Enrique Romero, con sus toros enamorados de las yeguas o de las olas y sus vacas madres de jabalíes, y por otro lado, la sonriente Andalucía de Roberto Sánchez Benítez, con su alegría indolente, su crisis barrida por la brisa y sus innovaciones de pega, todo ese sol de verdad o de ventilador que alimenta la felicidad de este pueblo. Pues este engendro monstruoso ya lo han conseguido en Andalucía directo. Primero, y seguramente porque no ocurren muchas más cosas en Andalucía (o si ocurren no son comparables), nos ofrecieron unas bonitas estampas de ternurismo de corral: una gallina que da calor a unos gatitos recién nacidos o una señora que da el biberón a unos gazapillos en su granja. Eso sí que es periodismo de altura: la rabiosa actualidad siempre entendida desde la vigilancia y la denuncia... Luego, tras hacernos tragar todas esas bolas de pelusa, se deleitaron en el orgullo y el vértigo emprendedor de esta tierra, capaz de vender jamones en Estados Unidos. Ya ven la increíble vanguardia, digna de Tecnópolis. Pero aún quedaba un paseo por la cara amable, imaginativa y afortunada de la crisis. Con una indecente satisfacción, nos contaban que un ayuntamiento andaluz (no llegué a oír cuál) está sorteando puestos de trabajo. Yo alucinaba con el tono de tómbola del reportaje ante ese panorama tan triste: una lotería como última esperanza para tener trabajo. Pues el reportero parecía un rey mago, llevando él mismo a los parados la buena nueva de que la fortuna (o Zapatero, claro) los había bendecido con un curro temporal en una obra. “Un alivio, supongo”, decía el chaval. “Curioso pero efectivo”, describía Barragán. Pero nada, si acaso el sorteo no nos toca, tampoco hay razón para el desánimo. Para eso estaba el publirreportaje que le dedicaron a un supermercado que ofrece lotes de casi todo a 10 euros, lo mismo colchonetas y toallas que planchas o cafeteras. “La crisis, y la imaginación al poder”, decía Barragán. AD ya es el programa andaluz perfecto. Cuando no se llena de ferias o verbenas, nos consuela con ternezas y peluches y nos presenta nuestras migajas de pobre como éxito, alegría y oportunidad. Cachorros para los niños que somos, innovación de jamones, parados felices por la lotería de un trabajo y chollos de una crisis que nos pone a 10 euros los electrodomésticos y las sombrillas. Y todo en un mismo programa. Adiós a los toritos bailarines, adiós a Tecnópolis. Modesto Barragán se basta él solo para el bucolismo de la raza, la propaganda modernizante, el apaciguamiento de la crisis y, en fin, para esa labor de honda estupidización, riente complacencia y obsceno disimulo de la televisión pública andaluza.


Amén. Hablé una vez de las “reporteras vaticanas” de Canal Sur, ésas que cuentan las bendiciones del PSOE andaluz igual que Paloma Gómez Borrero contaba las del Papa, haciendo de las leyes o de los eventos institucionales esos domingos o pascuas de santos que arroban a las monjitas. Sin embargo, el programa Parlamento Andaluz es un paso más en esa creencia y esa hagiografía. Me he dado cuenta de que, incluso por encima de la reportera vaticana, está la figura superior del ángel anunciador, que es lo que parece Isabel Gómez, la presentadora y editora adjunta del programa. Aún recuerdo cómo aquella Ley de Economía Sostenible quedaba en sus palabras y gestos como la proclamación de un nuevo Evangelio o el cumpleaños de un mesías. Todo el programa suena, brilla y hasta huele como un Ángelus, ya desde los titulares, que suelen empezar con “la Consejería tal anuncia” o “el consejero tal ha manifestado”. Con sonrisa beatífica, con ese acento curil de carta a los corintios, canta las alabanzas de unas leyes que vienen a salvarnos, de unas disposiciones que nos acercan el Cielo, de unas iniciativas que nos riegan maná sobre la cabeza y, en fin, de todo el aleteo de querubines y potencias de la Junta y del grupo parlamentario socialista que hacen la teología concéntrica de nuestra redención. “Y el ángel del PSOE anunció a los andaluces...”: así debería comenzar el programa. Y terminar con un amén, por supuesto.