31 de diciembre de 2009

Los días persiguiéndose: Días iguales (31/12/2009)

Me acuerdo de Neruda ahora que va a acabar este año mordido de ratones. “El mejor de los malos poetas”, según dicen que dijo Juan Ramón Jiménez. Quizá Neruda no es ni malo ni bueno, simplemente es un poeta que tiene su época en la vida, como Schubert o Monet, artistas también de paso y de juventud. Yo tuve con Neruda alergias y novietas y por eso le guardo cariño. El nombre de esta columna lo tomé de él: “Andan días iguales persiguiéndose”. Me pareció muy apropiado para escribir sobre una Andalucía que se copia eternamente como un monje. Creo que el estatismo es algo que me preocupa o me inspira, porque mi columna en Diario de Cádiz también tenía título de mirar algo parado: “Las horas tendidas”, verso robado esta vez a Jorge Guillén: “Horas tendidas como playas”.

Nuestros relojes se dan la vuelta a la vez que los astros; los círculos de la tierra y del cielo, haciendo hilos de música, están unidos y lo sabemos desde la Tabla Esmeralda, pasando por Pitágoras y, sobre todo, tras Newton. Tendemos a concebir el tiempo linealmente (del nacimiento a la muerte, claro), incluso antes de que la física nos descubriera lo de la flecha cosmológica o termodinámica, pero a la vez la regularidad del universo nos lleva a parcelarlo cíclicamente. Hay algo que nos impulsa a buscar nuevos comienzos, a regresar “cual línea al centro”, como cantaba Otón en L'incoronazione di Poppea de Monteverdi. Es la hermosa paradoja de un ser finito y rectilíneo como el hombre, arrojado a una Naturaleza sin embargo circular, que gira y se repite en sucesivas muertes y renacimientos. Nacemos y morimos y no hay en eso vuelta a nada, pero en los calendarios, en los sueños y en la historia, en lo pequeño y en lo grande, inventamos cosas como el eterno retorno nietzscheano, las reencarnaciones de esas almas como sin vestido, el año de Brahma o la falsa puesta a cero que escenificaremos esta noche. Es una manera de espantar nuestra mortalidad, esto que celebraremos hoy con los zapatos mojados en champán.

Andan días iguales persiguiéndose, lo nuevo sólo se finge y se disfraza esta noche. Si hay un lugar en el que los círculos han ganado a las flechas, en el que la ilusión de eternidad ha combado el tiempo, es Andalucía. Todo se repite porque es idéntico, y sin cambio no hay tiempo. Sí, medimos el tiempo con el cambio, con el movimiento, con el aumento de la entropía dirían los físicos. Pero aquí no se mueve nada. Sigue el mismo partido con el mismo mantra, sigue la misma pobreza con el mismo sol. Todo lo que se promete ya se prometió, todo lo que se quedó por hacer sigue sin hacer; todos los horizontes, adornos, fracasos, excusas, salvaciones, malvados, esperanzas, heridas, maravillas, lágrimas y migajas de ahora son los de siempre. El tiempo tiene en Andalucía su estanque. La arena atascó nuestros ojos, nuestros miembros y nuestras clepsidras. Todo está parado como una hélice fuera del agua. Andalucía es su museo por la noche. Culpemos a los políticos o a nosotros que tiramos los relojes y nos acunamos en la eternidad. Ahora un año se va y sacan otro de las cajas de polvorones. No esperen que nada nuevo venga de las copas, del muérdago, de los valses, de las flores machacadas y las guindas en la boca de hoy; de los ceniceros del año que murió o de los labios rojos del que llega. “Andan días iguales persiguiéndose / Se desciñe la niebla en danzantes figuras”. Feliz 2010, redondo, repetido, amargo y colgante. La luna se raja a medianoche como las campanas.

Somos Zapping: Mil campanilleros y un crimen (27/12/2009)

Relente o moñas. Todos los villancicos de casete de caja de ahorros, todas las candeladas de cacharreros de carromato, toda esa religión granjera y cantante de los descampados, los potes y las mulillas iban empujándose de la tarde a la noche hasta aparecer de nuevo por el otro horizonte. La Nochebuena de Canal Sur parecía una fila interminable de arrieros que daba la vuelta al mundo. En otros lugares la Navidad viene con crooners, con trineo, con charol, pero a mí me sigue desconcertando que la Nochebuena andaluza tenga que venir al raso y con fogatas. Se diría que nos corresponde un mundo sin estufas y sin techos, una tierra indígena, un alma ambulante. ¿Por qué Andalucía es o se sueña todavía un campamento? La tarde de Nochebuena, Canal Sur había preparado un popurrí de toda su historia de villancicos al relente, abundante de patios con pavesas o de establos mal cerrados donde el niño Jesús parecía cocinado por un hambre y un frío atávicos. La otra opción, casi peor, los rodeaba de moñas en unos escenarios más saludables pero también más dolorosos estéticamente. Sólo se me ocurre describirlos diciendo que eran como si el decorador de la casa de Santa Claus, borracho de anís, hubiera montado una versión navideña de Las Vegas dentro de un salón versallesco. Dolían las luces y los colores como chinchetas en los ojos, y los pianos parecían cadillacs envueltos en su plástico. Con relente o con moñas, pues, una musiquilla de quinqué y abrevadero, flamencoide, cansina, polvoronera, amontonaba los almanaques de varias décadas de zambombadas canalsureñas. De vez en cuando prestaba atención a las letras, absurdas como las de las canciones de saltar a la comba, y tuve que concluir que no celebraban ni cristianismo ni paganismo, sino una alegría racial y latera que se bastaba a sí misma. Creo que todas las fiestas son aquí una sola, la de saludarnos y reconocernos como comanches en nuestras danzas, taparrabos y aullidos. El mes o el dulce que toquen son sólo la excusa.


Teatrillo. Mil veces habían sonado ya Los campanilleros, o así lo parecía, antes de que empezara la Nochebuena andaluza etiquetada como tal por Canal Sur. Indistinguible, en realidad, de lo anterior. Será la crisis, pero la mayoría de las actuaciones seguían saliendo de las latas más oxidadas y de los más oscuros pocijones del archivo de La Nuestra: una María del Monte que volvía a ser colegiala, un José Mercé como una vieja actuación de El Puma... Sólo los chavales de Se llama copla (tan baratos), y poco más, eran de esta añada, aunque igual de rancios. La única diferencia con la tarde panderetera fue el habitual teatrillo entremetido, otra vez esa jaula de monos, esa majadería manoteante, con el Linterna, Chiquito de la Calzada, Eduardo Bandera y algún chistoso de aquel frenopático de María del Monte salpicándose y rodando por el suelo. Era más que malo, más que ridículo: era criminal. Y eso que Eloy Botello había contado esta vez con la ayuda de un tal José Francisco Ortuño para el guión. Lo de estos guionistas es un misterio: imposible tener menos talento, menos gracia, menos imaginación. Es como si hubieran llegado a la televisión pública directamente tras ser abucheados en una función de guardería. Pero creo que si están ahí es porque dan la medida de lo que esperan del público, de lo que Canal Sur ha hecho calar en la audiencia: la riente estupidez satisfecha en lo vulgar y lo torpe. Esto, en Canal Sur, es lo que tiene asignado más personal. Este crimen es el que se lleva más ganas y presupuesto.


Eternidad. La Nochebuena, pues, ardió en Canal Sur como una herrería cíngara y hortera. Pero, sobre todo, me dí cuenta de que habían superado el refrito, la simple repetición, para alcanzar una pura eternidad teológica, esa simultaneidad del pasado, el presente y el futuro en una pella total y como parmenidiana. ¿Era la misma Nochebuena del año anterior, de hace cinco, diez años; era la de 2010 o la de 2020? No, era todas ellas, fuera ya de cualquier sucesividad temporal. Andalucía no tiene tiempo, eso es lo que quieren decirnos: todo lo que ocurre ya ocurrió exactamente igual y volverá a ocurrir, sin remedio. Vi, más allá de las cencerradas folclóricas del día, la verdadera condena de esta tierra: alguien le hizo ya la escultura definitiva a Andalucía y sólo queda contemplarla en continuo éxtasis. Nos enfrentamos más que al mal gusto o a la pobreza estética, nos enfrentamos a esa visión detenida, circular, invaginada, de lo eterno, de lo inmutable. Da igual que lo hagan con la Navidad o con la política. Nos han parado de una manera rotunda y metafísica.

24 de diciembre de 2009

Los días persiguiéndose: Feliz Navidad (24/12/2009)

Feliz Navidad, feliz Jánuca, feliz Solsticio de Invierno. Hay naranjas en el cielo, qué más quieren. El martes el dinero tuvo un día de piñata, pero los parados, los arruinados y los tiesos sólo tienen barrigas de algodón, como Santa Claus. El CIS nos pone el frío de la crisis y la desesperanza en el primer lugar de nuestras preocupaciones, y justo detrás aparecen ya los políticos mismos, igual los de los trajes sicilianos que los de las mariscadas andaluzas. Pero brinden con el vino y con las narices, que han nacido Jesús, Mitra, Osiris, las luminarias renovadas, el Dios Sol en todo caso. Es difícil escribir el artículo anual de la Navidad cuando sólo vemos que los ladrones entran en el portalito a roer calzones, que la política nos trae carbón, que la luz viste de entierro la economía. Prefiero ponerme pagano, pues todo ahora es pagano aunque los Jesusitos cuelguen de los balcones como electricistas. Leo cartas al director sobre el “verdadero” sentido de la Navidad, paja y desnudez; o defendiendo los crucifijos en las escuelas, gloria como de antiguos mascarones de proa. No sé si en esta época nacen, se encalan o se ahorcan los dioses, pero sí sé que si hubiera dioses tendríamos que concluir que no se preocupan por nosotros ni en sus cumpleaños, igual que nuestros gobernantes. No sé si el despilfarro es poco cristiano, aunque sí sé que si adornamos los árboles de fruta falsa, si hacemos regalos y comemos dulce, es por invocar la abundancia de la naturaleza que a partir de ahora remontará en el horizonte con el sol haciéndose un capacho. ¿Crecerá la economía como las cosechas? La naturaleza sigue sus ciclos y nosotros seguimos con agujeros en los bolsillos y en los paraísos, enfrentando partidos, naciones, contabilidades, sectas, credos y palitroques, cuando todo lo que hay en realidad es luz cuajada, semillas mojando la tierra, astros en su sarcófago, poco que repartir y poco por lo que pelearse.
Es época de que las religiones y las ideologías reclamen sus dominios, sus aniversarios, que llamen a sus fundadores como a serenos, que busquen el purismo del santo, del pobre, del emprendedor, del profeta, del mercader, del virgen, de la cruz, de la moneda. Esos ángeles de bautizo que trae diciembre compiten con los augures de los partidos. Hay tantos anunciadores de salvaciones como de plagas. Ahora unos hacen nacer a un niño que matarán en abril entre rejas y trompetas y otros hacen nacer presupuestos que llegan muertos entre espinas. Renacerá la economía o revivirán los pescadores de hombres, o todo eso será mentira como siempre. Dios y la política acostados en paños, signos en el cielo arañando a los cometas, peces que cantan con copa y lira y mueren asfixiados, cataratas en los molinos y en los bancos, calcetines desparejados traídos por pastores y ministros; besos en la nieve, en las llagas y en los cofres. Feliz Navidad, feliz Jánuca, feliz Solsticio de Invierno. Los dioses, los ídolos y las estrellas juegan con su plata igual que los políticos. Hay una catedral de luciérnagas sonando sus campanas cuando el frío hace su pobre confitería en nuestras manos y en los parlamentos. El sol se pone coronas mientras en las esquinas aparecen osos blancos comiéndose a violinistas y a recién nacidos. Tiemblan con música las vidrieras del cielo y los descalzos cubren la tierra adorando a sus reyes. Un dios sordo y ciego se peina y se viste de fiesta en las montañas, y la esperanza sólo cae en flecos sobre árboles de plástico. Feliz Navidad, o lo que sea.

21 de diciembre de 2009

Somos Zapping: Tontos y borrachos (20/12/2009)

Bombillitas. Es como Roberto Sánchez Benítez pero a menos revoluciones, lo que le da un aire más curil. Si el de Tecnópolis parece cafeinizado de su propaganda, a Pedro Martos, de El club de las ideas, la suya le hace lento y flotante, como emporrado por los vapores curriculares que invoca su sacerdocio logsiano. También el suyo es un programa de pura propaganda, coproducido nada menos que por la Consejería de Educación. Con esa marca, pues, la vergonzosa tasa de fracaso escolar en Andalucía, los informes que nos dejan a alturas educativas africanas y esa juventud que tiene por santos patrones a Andy y Lucas, se transforman en Canal Sur 2 en la actividad de unas aulas como de mozarteum, llenas de cadetes de astronauta. No salen colegios con desconchones, sin calefacción y sin profesores; no salen alumnos que van a entrar en la universidad sin comprender un texto ni saber resolver una ecuación de segundo grado. Salen niños con sus ordenadores portátiles y pizarras electrónicas, dibujando con el dedo casitas con árbol, buscando memeces en Google, mientras unos profesores que se equivocan en la concordancia al construir las frases pero no olvidan nunca lo de “alumnos y alumnas” se vanaglorian de una tecnología decorativa que sólo sirve para electrificar la ignorancia, como si se maravillaran de una cafetera o de una persiana que se recoge con un botón. Escuchándolos me di cuenta de la terrible realidad. No es sólo que esa tecnología sea una anécdota, que todavía haya más grietas en los techos y faltas de ortografía en los cuadernos que pizarras voladoras. Es más grave: es la perversión de confundir los medios con los fines. Aun con ordenador, aun con encerados que zumban, sólo estaban dibujando jardines y buscando fotos de Fernando Alonso. Han hundido la educación pública (¡la supuesta izquierda, vean la traición!), pero ahora los analfabetos funcionales son inalámbricos. Eso sí, los chiquillos eligen el tema de sus trabajos “democráticamente” (ganó el deporte). Esto no es llegar a la estratosfera educativa, sino disimular con calambres el fracaso. Pedro Martos seguía levitando en el ozono de su inútil y aparatosa tecnología y yo echaba de menos una tiza, un maestro, un mapa como el de un almirante de marina entre trencas y paraguas. No hace falta más para una escuela de conocimiento y esfuerzo. Pero ellos creen que lo que se necesita es un ovni con bombillitas.


Felices. Ah, la felicidad... El sabio diría mejor “el equilibrio”, pero quién atiende a los sabios. ¿Qué es la felicidad y cuándo merece la pena? Son más felices los tontos y los borrachos, pero hay algo que nos hace intuir que ser tonto o estar siempre borracho no es lo mejor. Sin embargo, los políticos y sus adláteres entienden la felicidad de una manera menos compleja y más termométrica, y así lo anunciaba el informativo territorial de La 1: datos del Centro de Estudios Andaluces decían que esta tierra mide su felicidad con una puntuación de 8,2 sobre 10. La misma presentadora lo acompañaba con una satisfecha alegría pitufera, que es muy de ese noticiario (me di cuenta cuando una vez rotularon el nombre del Presidente de la Junta simplemente como Pepe Griñán, como si fuera el panadero de Barrio Sésamo). 8,2 en felicidad... ¿Se habían vuelto estoicos los andaluces leyendo a Marco Aurelio? ¿Había calado por fin el desapego budista en esta tierra pobre y necesitada? No, no es sabio desapego. Es conformismo, laxitud, resignación, eso que nos hace acríticos, eso de lo que viven nuestros gobernantes. Recuerden, los tontos y los borrachos...

Los días persiguiéndose: La postal (17/12/2009)

Incluso este año que termina otra vez en fin del mundo, crecen las espigas de azúcar y de luz. España se doraba de nieve y se encendían las cascadas de las ciudades cuando los políticos con zurrón o con panal se reunieron como frente al precipicio de sus zapatos, a mirarse entre las agujas de diciembre, a ver congelarse los lagos que hay entre ellos, a oír el bosque de sus silencios crecer, crujir y caer como un solo tronco o témpano. Conferencia de presidentes autonómicos, portalito de Belén que va de entierro, palacio que el frío dejó sin techo. A ver qué milagro de la Navidad esperaban, qué música en los cristales, qué estrella para coger por su rizos. Ni España se monta como una mesa de un día ni va a nacer un coro de entre los ahorcados, los confiteros y los lobos que cada partido puso en la escalinata. Era la cena de los mendigos, de los opulentos, de los ciegos, de los cabreados, de los enemigos, de los sumisos, sopa y hambre de cada esquina de este país, con porcelana de embajada y cuchillos por el poder. A ver qué esperaban, ¿que volviera Dickens, que hablara un ángel, que los riachuelos se hicieran de plata, que se convirtieran los bueyes y las mulas? PSOE y PP ya no ven ni el mismo cielo desde sus montañas. Las casitas con sombrero de unos son tumbas descuajadas para los otros, los amaneceres traen harapos o traen arpas, la nieve se come o la nieve te esculpe el esqueleto. Es la Navidad del creyente contra la Navidad del desnudo. No sé qué podrían acordar juntos, ahora, los que viven en los nimbos y los que viven en las aceras, los de un mundo y los del mismo mundo volcado. El caso es que, mientras, el frío duele, los estanques se rajan, el sol se desmadeja y hay quienes, encima, protestan porque no se les aplaude, se les consiente o se les acuna.

“Lealtad institucional”, pedía Zapatero, ayudante de Santa Claus. O sea, que se suban todos a su trineo de campanillas y le firmen la postal. Chaves cantaba ese mismo villancico, como Bing Crosby, y Griñán, por su parte, parecía que sólo iba a llevarle a alguien las zapatillas. Eso sí debe de ser lealtad institucional, lo de Griñán, que por alimentar la chimenea mojada de Zapatero ha malvendido Andalucía por solares y ha apostado nuestro futuro al cuento de la “economía sostenible”, consintiendo la mentira de que eso nos dará la vuelta por decreto y por electroshock, llevándonos sin más de la ruralidad, la desindustrialización, la incultura y el desempleo a capitanear altísimas tecnologías transparentes. ¿Qué iba a exigir para Andalucía en esta conferencia el dócil Griñán, palomita zureante, querubín miradizo, pastorcillo con pandereta? Pero pedir esa lealtad, toda una traición, a la oposición, es demasiado hasta para Navidad.

Ni el invierno puede traer ahora la política del abrazo. Hay demasiados ahogados, víctimas, escombros, espinas, cenizas. No sé qué esperaba el Gobierno de esta conferencia. Quizá el amor de los renos de esta fecha, borrachos de anís y sirope; quizá un encuentro de las hadas que ellos se imaginan con las frutas que le están siempre por nacer; quizá el dulce de leche que pide esta época traído por todas las autonomías como ofrenda. Ahora que el cielo es un copa rota en el suelo, que la luz achampana las ciudades y les pone pone narices de ardilla, las postales que se pueden tocar son las más falsas. Que no pidan que la política se rinda a la Navidad. El fracaso no se puede tapar con ponche y calcetines. Deberían saber que en Navidad también están más solos los solos, y eso es lo que se han ganado.

Somos Zapping: Poni sobre poni (13/12/2009)

Infancia. La cercanía de la Navidad parece que le pone a todo en televisión unos ruidosos patines. O será este catarro o gripe que sufro, que me ha metido como una pecera en la cabeza. El caso es que, si ciertos programas son ya molestos, ahora que se le añaden campanillas, caramelo, acémilas y panderos, no digamos. Uno de los programas a los que temo en esta época es Menuda noche, que ya es todo el año un belén viviente, una peli de cachorritos, una calceta para abuelos y una función de fin de trimestre para padres, con lo que llegan a diciembre con todo el merengue, la temática y el menaje de la Navidad agotados. Tienen pues, que echar mano de la hipérbole, de la sobreexposición o de la recursividad, y meter un ternurismo montado sobre otro como un poni encima de otro poni. Me di cuenta el otro día cuando me encontré a Juan y Medio y a sus chiquillos en una especie de telemaratón a beneficio de Unicef. No entro yo en lo justo y loable de la causa, aunque habría mucho que decir sobre la efectividad real de estas iniciativas y la afectación, intereses y lateralidades que suelen acompañar a estos alardes de aparente buenismo (la solidaridad con jactancia y anunciantes pierde mucho). No, yo me quedo en lo puramente televisivo, y a este respecto resulta triste comprobar que sólo un niño muriéndose por ahí puede ganar a otro contando chistes aquí. Tan triste como ver defender la causa de la infancia a un programa que explota a los niños, que los convierte en monitos, que los prepara para ser graciosos oficiales, pequeños buenos andaluces, tan amenos, castizos e inofensivos. ¿No se queja Unicef?


Hazmerreír. Me escribe un lector a propósito de Toros para todos, programa “risible” que él llama “toros para tontos”. “¿No vamos a tener detractores en la Fiesta si somos el hazmerreír de los propios taurinos?”, dice. Tengo con la tauromaquia sensaciones estéticas y éticas contradictorias, pero al menos uno le suponía cierta seriedad y gravedad a ese mundo, como si los toreros fueran todavía un poco samuráis. Alrededor de los mitos de la lucha y la muerte, de la fuerza y la sangre, del héroe en su precipicio y del dragón en su caverna, se puede hacer y decir mucho, pero nadie había sido capaz de convertir eso en Barrio Sésamo hasta que llegó Enrique Romero y su taurinismo de cropán. Él nos trae toritos de felpa, infantilismo agropecuario, musicales de molineras, maternidades de vacas, tauromaquia de playita, risitas de tobogán y una suma de ridiculeces, tontadas y medio borracheras que ya les van pareciendo insoportables hasta a los propios aficionados. Sus aventuras en el plató son como convidadas en una caseta de feria y sus reportajes de costumbrismo de dehesa rozan no ya la idiotez, sino la patología. Si recuerdan aquella historia de amor entre un toro y una yegua, el otro día nos ilustraron con las tiernas imágenes de un jabalí “adoptado” por una vaca brava. Ea, ya creo que forman la familia perfecta: el toro, la yegua, el jabalí y el propio Enrique Romero; una familia de circo o de manicomio en justa correspondencia con el programita. No me extraña que sientan vergüenza los taurinos. El toro y el toreo eran otra cosa en Andalucía. Gracias a Enrique Romero, ahora son tareas de payaso y fantasías de Disney. Él creo que peina a los toritos como a ponis.


Logo. Lo he visto en Tododeporte, pero se lo recomiendo a Canal Sur entero, sería más sincero y real: entrevistaban a un tirador de arco o algo así y el micrófono tenía directamente el logotipo de la Junta de Andalucía. Para qué cortarse.

Los días persiguiéndose: Puritanos (10/12/2009)

Hasta en la Biblia hay racimos de pechos y miel por el cuerpo. Y eso que la religión nunca ha sabido resolver del todo su tensión con la sensualidad ni con la estética, que ya Max Weber venía a decirnos que le hacían la competencia: nada más parecido al éxtasis místico que el placer sexual y la experiencia artística. Pero al menos, junto al pecado, la religión nos dejó la tentación, que es ponerle más azúcar a la cosa. Los nuevos puritanos no tienen siquiera un Cantar de los cantares, gacelas que bajan a beber a las caderas, reinas atadas con velos, patriarcas con concubinas (recuerden a la esposa de Abraham pidiéndole que se acostara con la sierva Agar). Claro que luego llegó Pablo a inventar el cristianismo castrante, igual que ha llegado ahora la progresía puritana, tapando los ombligos y vigilando el uso privadísimo de la carne de cada uno.

En una tienda de lencería de Martos posaba una chica bella como una espiga, pero uno de estos observatorios que tiene la Junta para la ortodoxia sexual decidió que no querían a Eva tomando el sol, como cantaba Sabina. Quién les habrá metido en la cabeza a esta gente que el cuerpo es objeto, cuando es mística y poesía, hasta el punto de rivalizar con la religión como decíamos. No, ellos sólo ven gusanos. El cuerpo no nos vacía de humanidad, de valor, de santidad; también somos cuerpo, no es un pellejo sucio para la mente o el alma, como para los ascetas. El cuerpo es lo que tenemos para sentir, para disfrutar, para doler y para ser humanos frente a los ángeles asexuados y los dioses con espada pero sin picha. Hay belleza y reivindicación de lo puramente humano al ser cuerpo, despertar deseo, inspirar estatuas. El cuerpo es el templo de la libertad, contradiciendo a los que nos aseguran que tiene que ser cárcel, llagas, saco o hasta un uniforme que debemos llevar con vergüenza y permisos. En el fondo son estos puritanos los que ven sólo mercancía en el cuerpo. Los demás vemos la sangre que nos habita, la piel que nos falta en otro, la tierra que nos llama a caer en ella.

Dice esta gente que la chica en el escaparate presenta “el cuerpo femenino como objeto, esto es, como valor añadido a los atributos de un determinado producto”. ¿La “mujer objeto”, el “hombre objeto”? No, el hombre y la mujer, los dos, sexo, deseo, belleza, carnalidad, sensualidad, libertad, éxtasis, mundo y humanidad palpitantes. Siempre y en todo lo que hacen. No hay manera de arrancarse eso, de hacernos a todos simplemente funcionarios del “género”. ¿Que el sexo se usa para vender y comprar? Más aún, para vivir. El matrimonio es un contrato fundado en el sexo. El sexo nos hace elegir un traje, nos convence para beber otro cubata o nos impulsa a escribir un verso. Tendríamos que prohibir las modelos, las gogós, los boys, los gimnastas, las noches, hasta los anuncios de maquinillas de afeitar que hacen de los hombres toallitas o peluches. Tendríamos que prohibir los pósteres de Cristiano Ronaldo, las braguitas de encaje, los zapatos de tacón, la silicona, las corbatas tan freudianas, los coches tan fálicos. Tendríamos que prohibir el mundo entero, que nos recuerda constantemente que somos seres sexuales. No era esclavitud, discriminación, abuso ni maltrato lo de esta chica en el escaparate. Era su libertad, arrebatada a los gusanos y a todos los intentos de paraíso sin genitales. Que se arranquen estos puritanos la carne, el sexo; que se queden ellos en “género”, que se miren con asco, que copulen sin tocarse, que nieguen la linfa que les riega. Pero que no me impongan que el cuerpo es pecado ni delito sólo por tenderse a ser contemplado, anhelado, adorado, recordándonos que somos dioses.

Somos Zapping: Truco o trato (6/12/2009)

Que Andalucía se entere. ¿Es el vídeo de un convite, es una cámara olvidada en un parque, es una caminata por el barrio, es una conversación pillada a tías y cuñados? La verdad es que no sé qué es esta promo o cortinilla, aunque parece que Canal Sur quiere anunciarse como la Navidad, su lotería o sus turrones, con gente que se limita a aparecer como gente, sin más papel que su cotidianidad pillada en el almanaque, la torta o el pesebre que propicia el anunciante. La cosa consiste en que sale un paisano y dice, inevitablemente, “que Andalucía se entere que (sic)”, siguiendo luego cualquier chorrada que puedan imaginar: que se ha sacado el carné de conducir, que en esta tierra hay mucho arte, que juega a las cartas en el hogar del jubilado, que ha hecho cocido ese día o que tiene un un sabañón. Noten que Canal Sur no se anuncia a sí mismo, sus programas, sus refritos, su siesteo, su atontamiento, sus cascabeles, sus copleros; prefiere anunciar a la gente, tomar el patronazgo del pueblo, nombrarse su voz y su espejo y ponerle en la coronilla su logotipo. Ésa es la perversa intención de esta publicidad: nos quieren decir que todo lo que nos cuenta y transmite Canal Sur, toda su zafiedad tan bien diseñada y todo su lacayismo político tan bien urdido, tiene la misma sinceridad, veracidad y ternura que eso que cuenta la señora sobre su pueblo o sobre su artrosis; nos quieren decir que no es que hablen al pueblo, sino que el pueblo habla a través de ellos. Pues no. Que Andalucía se entere de que manipulan, idiotizan y viven muy bien de eso. Que Andalucía se entere de que Canal Sur no quiere que nos enteremos de nada y encima con esa bribonada hace anuncios de polvorones.


Dinero concertante. En las noticias de Canal Sur parecía que aquello era la Conferencia de Yalta. Yo creo que más bien era una mezcla entre la visita de unos chiquillos en Halloween y esas ofrendas de títulos que hacen Del Nido o Lopera a sus dioses protectores, progenitores o accionistas del triunfo. Lo llaman “concertación social”, en medio del desconcierto de la sociedad. Con un 30% de paro aquí no debería haber paz social, sino hogueras de revolución, así que si ahora nos cantan en corro esa paz es porque debe de haber costado su buen dinero llevarlos del cabreo a la docilidad y al silencio. Santiago Herrero, de profesión sus empresarios; Manuel Pastrana (UGT) y Francisco Carbonero (CCOO), de profesión sus subvenciones; todos ellos saludados en la sede del PSOE por Griñán, de profesión sus herencias, y Luis Pizarro, de profesión sus compadres. Sí, allí recibidos después del “truco o trato” que, con 19.000 millones de euros de dinero público, les ha dejado a todos la boca merengada. Sí, nada menos que 19.000 millones, más los otros 109.000 que llevan gastados desde 1993. Y todo para vernos ahora con un millón de parados y rezando a los aerogeneradores para que la “economía sostenible” nos salve del desastre, porque lo de siempre no funciona. ¿Pero alguien puede decirnos en qué se ha gastado realmente ese dinero del que lo único que podemos constatar es que sólo ha servido para el fracaso económico? Quisiera no ser malpensado, pero la lógica es la lógica: ¿Cómo es posible que, con la que tenemos encima, los sindicatos y los (supuestos) representantes de los empresarios se citen con el poder político para organizar besamanos y posar satisfechos y rientes? Ya saben eso de “ladran, luego cabalgamos”. Ahora habría que decir, con la misma evidencia: “callan, luego trincan”. En Canal Sur lo que parecía es que nos había tocado la lotería a todos gracias a estos señores tan concertantes.

Los días persiguiéndose: Malos hijos (3/12/2009)

Me gusta ver los periódicos en el kiosco, mirándose de reojo, pegándose codazos, apuntándose con el dedo. Me gusta que tengan filos y dientes, que se nieguen los unos a los otros, que uno amargue y el de al lado acompañe y que al tipo que está detrás le pase lo contrario que a mí. El día en que los periódicos amanezcan diciendo lo mismo habrá que salir corriendo, porque detrás vendrán todos los demás desfiles, mordazas, jaurías y botafumeiros de una Verdad que sólo será crimen. En Cataluña casi ha pasado. Doce periódicos, el mismo editorial. De vez en cuando, algunos encuentran esa Verdad que debe servir para todos y entonces ya no hay opiniones o disensiones o ideologías, sino un Pueblo, clan o clase iluminados en su camino y en su destino frente a enemigos de esa Verdad con categoría de demonios. Da igual que esa Verdad sea proclamada por generalones o por la turba; en nombre de razas, naciones o estamentos. Lo que sigue siempre es lo mismo: el desastre y la muerte de la libertad con un estruendoso aplauso. Entiendo que los políticos interesados y las castas vencedoras se feliciten. Que la profesión periodística se sume de esta manera tan dócil, me resulta más difícil de comprender, salvo que todo allí esté ya podrido. La unanimidad no sólo es sospechosa, usualmente también es criminal. Sólo hay algo peor que prohibir pensar: dictar o acordar lo que se “debe” pensar. Ya han llegado a eso, y lo celebran.

Que otros definan las naciones o las patrias, bastante tengo yo con intentar comprender lo que soy como simple ser humano. Pero eso sí, si alguien tiene que definirme, seré yo; que nadie me meta en su castillo, me envuelva con sus banderas o me diga lo que soy o cómo debo serlo. Soy ciudadano de una ley, pero no de un sentimiento, un mito, una guerra ni un negocio. Supongo que en Cataluña también habrá gente como yo. Serán malos catalanes, o anticatalanes, o no-catalanes, o no suficientemente catalanes, según esta mayoría que tan homogéneamente se ha expresado. ¿Soy yo andaluz? Sí, puesto que en esto que llaman Andalucía nací. ¿Soy mal andaluz, soy andaluz a medias, podría ser más andaluz? No, porque a “ser andaluz”, como a “ser catalán”, sólo se puede contestar sanamente sí o no. Si una patria me adjetiva, me está invadiendo, coaccionando, aplastando, mutilando. Entiendo que alguien quiera una patria. Será que le faltan otros adjetivos. Entiendo que alguien quiera ser los demás. Yo me conformo con ser yo. ¿Que las naciones tienen derechos, “dignidad” como decían aquéllos? Yo digo que las que tienen derechos y dignidad son las personas. Y el primer derecho y dignidad es la libertad. No hay libertad cuando se exige uniformidad, ortodoxia, sumisión a la mayoría y cédulas de idoneidad para las opiniones. Las tierras y sus gentes no son una ideología, un partido, un dinero, una voz, una afiliación, una Biblia que haya que besar. Enemigos del Pueblo, de las “instituciones” y de la historia; malos andaluces, malos catalanes y malos hijos, rebeldes y apátridas, benditos sean porque representan la esperanza de la libertad ante el totalitarismo. Que se reúnan 12 ó 100 periódicos, que digan al unísono que son nación o esencia o Verdad y nos tiren a la cabeza sus mandamientos y multitudes. Bastará un dedo para negarlos. Alguien que diga, simplemente, “no sois yo, no soy vosotros; hablad por vuestras ideologías, infantilismos, intereses o demonios, pero no metedme ni echadme de vuestro país, familia o secta”. Alguien que diga “habéis perdido, como siempre; yo, que reniego, soy la prueba”.

30 de noviembre de 2009

Somos Zapping: Miénteme (29/11/2009)

Caníbal. Le dediqué un parrafito la semana pasada por encoloniarse de calidad televisiva y creerse que había fundado la filosofía de los camioneros, el suspiro de los coyotes y el purgatorio de los silencios, cuando su programa en realidad atiende cada vez más al morbo, al payaseo, a la frikada, a su propio armario de chalecos y a sus lanosidades mentales. Pero no sabía yo entonces lo que Jesús Quintero tenía preparado. La estrella de Ratones coloraos no iba a ser esta vez ni un chistoso de carajos, ni un zumbado del levante, ni un artistilla desmaquillándose, ni un pregonero de pueblo, ni un amigote de mantel, ni un millonario malcasado, ni un político con las fotos de su primera comunión. No, la estrella iba a ser Francisco Javier Delgado, hermanastro de Miguel Carcaño, el “asesino confeso” (no dejaba de decirlo en todas las promos) de Marta del Castillo. Y así, lamiéndose como el gato que aparenta, Quintero se acomodó en uno de los momentos más enfermizos y repugnantes que yo le recuerdo, agigantado si cabe con sus patéticos esfuerzos por convencernos de que ese paladeo del morbo y esas ganancias que le vienen de la tripería televisiva suponían en realidad un alarde de purismo periodístico. Lo hacía, dijo, “por si puedo contribuir a esclarecer el caso y a que aparezca el cadáver de Marta”. Sí, lo mismo pensaba que aquello iba a terminar en confesión o desenterramiento. No, sólo le dio un rato de gloria a un sospechoso mientras caían las monedas como en charcos. “Yo no soy juez ni quiero suplantar a la Justicia ni al jurado -insistía-, yo no dicto sentencia, (...) me limito a ser un periodista”. Más que un periodista, me pareció un caníbal ahíto y chorreante. Lo dije la semana pasada: Quintero es ya tan venal como la más supurante telebasura. Por la audiencia y el dinero hizo que su programa apestara a hiena. Y sin dejar él de encoloniarse.


Microgestos. Habían salido los agricultores a la calle a llorar su hambre y sus cebollas, pero en Madrid, en un acto que parecía una vuelta ciclista, el PSOE predicaba el advenimiento de su Era de Acuario, con el sol como una margarita. En las noticias de Canal Sur, su “economía sostenible”, su jardín colgante, su tetería del dinero, su especie de futuro en pelota, hacía con los políticos socialistas algo así como un desembarco de hawaianas. Están en las nubes, con serpentinas y cocos, mientras aquí todo se hunde. El caso es que, durante la noticia, me fijé mucho en Chaves. Debe de ser porque me he aficionado a esa serie, Miénteme, inspirada en Paul Ekman, el famoso psicólogo asesor del gobierno americano que desarrolló un método que casi permite leer la mente a través del lenguaje corporal y las microexpresiones faciales. Un poco entrenado en todo eso, pues, me llamó la atención la forma en que Chaves desvió la mirada justo al saludar a Zapatero, así como su sonrisa permanentemente apretada, forzada, falsa, que además en el momento del saludo se curvó brevemente hacia arriba por un lado. “Desprecio”, hubiera dictaminado enseguida el protagonista de esa serie, además de añadir que ni Chaves se creía esa patochada de acto. Yo no soy Paul Ekman, pero la cosa cuadra. Estoy deseando pillarle microgestos cuando hable del caso Matsa.


Notición. Minuto ocho de los informativos de Canal Sur. La noticia, “las cada vez más escasas capturas de quisquillas en Motril” y “el estudio que la Universidad y la Diputación han iniciado para diferenciarla de especies parecidas”. Vaya manera de jerarquizar lo noticiable, con la que está cayendo. Flipo.

Los días persiguiéndose: Cuento educativo (26/11/2009)

Alicia había encogido frente a la mesa de cristal y fue entonces cuando Robertito reclamó la intervención de Spiderman. Desarmado y enternecido, apagué el e-book, miré a mi sobrino, casi de cinco años ya, y me di cuenta de que no podía llegar a él, igual que Alicia no podía llegar a la mesa ni al conejo blanco que perseguía. Yo desconocía su lenguaje y su mundo, donde todo, lo real y lo imaginado, tiene ojos y patitas, vive bajo la cama, salta sobre sus rodillas, se da la mano y se mezcla en la merienda. Mi sobrino se toma el yogur con La Masa, mira animales en sus selvas recortadas, choca tiburones de plástico contra coches de carreras, pide que Spiderman lleve a Alicia por los aires y pregunta por todos los misterios de la vida o de las pelusas. No he vuelto a leerle nada a Robertito. Decidí alejarme de su magia para no romper nada o para no añadir ni un hada ni un monstruo más. Educar a un niño me pareció de repente un abuso del que yo no quería ser responsable. Y sin embargo, no hay otra manera. Alguien tiene que disponer su cuarto, ordenar sus juguetes, enseñarle orugas, fabricarle el mundo, señalarle sus nombres. Sí, pero no seré yo el que se atreva. Aquel día, le dibujé a mi sobrinito un Mazinger Z como despidiéndome o arrepintiéndome.

Yo no tengo hijos, y no sé si los tendré. A veces me da por pensar que no tengo (que nadie tiene) derecho a moldear una vida desde la nada. Pero soy consciente de que lo que para mí es una crueldad, la mayoría lo considera la base de la sociedad. Los padres suelen creer que sus hijos les pertenecen, y es más, que tienen el deber y el derecho de forjarlos a su gusto y manera; inculcarles sus valores, sus creencias, sus ideologías, sus fantasmas, sus neurosis, sus debilidades. Lo llaman educar. No es mi opinión, lo reconozco, algo que se pueda generalizar, a la manera kantiana, como imperativo categórico. Tampoco puedo presentar una alternativa: si no son los padres los que deben educar una personalidad, ¿quién? ¿El Estado? Eso sería aún peor. No, yo sólo me permito reclamar mi libertad para rehusar esa terrible responsabilidad de ser Dios para un chiquillo, para una conciencia totalmente por hacer.

Miro muy desde lejos la polémica sobre ese tribunal que ha dictaminado que hay que hacer profesión de fe para ingresar en ciertos colegios concertados religiosos. No creo que poner como segunda opción un colegio “laico” sea apostasía, ni que un juez pueda evaluar la determinación de los padres en este sentido. Pero sobre todo, creo que ese derecho a que los progenitores eduquen a sus hijos “según sus convicciones” está mal medido y peor desarrollado. O exigimos que el Estado nos ponga colegios enteramente católicos o budistas o ateos para todo el que lo pida, sin que nos limiten cupos ni un juez mire por el ojo de la cerradura; o bien se concluye que esa parte de la educación corresponde a los padres y que son ellos los que tienen que encargarse en sus casas o en sus iglesias o pagando los colegios del color que deseen, quedando para el Estado sólo la obligación de la formación en el conocimiento científico y en la moral mínima y común de la civilidad, no más. Yo preferiría lo segundo. No sé si un día mi señora y yo nos veremos con capacidad y fuerzas para educar a un hijo en la libertad y la responsabilidad, sin adoctrinamiento. Pero seguramente nos frenará encontrarnos con un sistema educativo con una mitad destruida y la otra sectarizada. Quizá ese día, al menos, pueda hablar ya con mi sobrino y explicarle por qué no le leí más cuentos.

Somos Zapping: Cocina Mr. Bean (22/11/2009)

Miel sobre hojuelas. Se reboza los dedos, se empana la lengua, en su cocina están vivos los huevos, las gallinas y la pringue; parece que escalda gatos y siembra fideos y guisa con arena, está siempre al borde del incendio, del terremoto o de la autopsia; le persigue un vagón de cacerolas y “asartenes” a punto de volcar, los ingredientes y los fogones le atacan o le huyen... Es, en fin, como si cocinara un híbrido de Mr. Bean y Chiquito de la Calzada. Se trata de ese cocinero de Rota del que ya llevaban tiempo cachondeándose en El intermedio, José Luis Santamaría. Su monumento al caos gastronómico o fontanero y a la empanada mental ha sobrepasado su cadena local para lograr, primero en La Sexta y luego más allá, el estrellato de la carcajada continua. Desde aquel “José Ramón con corazón”, también de Rota por cierto, no veía uno nada comparable, aunque habrá que reconocer la imbatible superioridad de este cocinero, capaz de freír con “aceite de pura lana virgen”. Y otra vez, ya ven, es un andaluz. Es nuestra especialidad, ese tipo a la vez ridículo y tierno, aunque siempre ignorante, que provoca la risa sin intención, sin más que ser como es, y sobre todo, sin darse cuenta de su ridiculez ni él ni los de alrededor, con lo que esa ridiculez se convierte en algo expansivo, compartido, comunal, que retrata no a un particular, sino a todo un pueblo, a toda una manera de ser: la nuestra, la del andaluz no sólo ignorante y risible, sino ignorante de su ignorancia y risibilidad, o incluso orgulloso o amatrimoniado con éstas. Y eso, aquí, no puede quedarse sin premio: al cocinero de Rota ya lo hemos visto en Canal Sur, con Juan y Medio. Miel sobre hojuelas.


La flor. Entre las pelusas que flotan en su programa, Quintero se puso a contar los piropos que le dedican por carta sus admiradores: uno lo llamaba “maestro de la sensibilidad”, otro decía que “Ratones coloraos es la clase de televisión que quiere”. “Yo creo –dijo Quintero-, que es la clase de televisión que debe hacer una televisión pública”. Desde luego, lo que no le falta a Quintero son ganas de guapearse. Sólo a Sánchez Dragó le he visto ponerse la flor de la televisión de calidad con tanta galantería para sí mismo. Pero Quintero ya es más peluca que otra cosa. Se ha hecho un acomodado que se finge rebelde de perchero. Una vez creí que hacía verismo y aguafuertes con los diferentes, los desgraciados, los caídos (puede que lo hiciera), pero poco a poco lo vi encumbrar a necios, adorar localismos de “ole la grasia” y llenarse los pulmones con el incienso de su ego de lobo estepario, aunque bien pagado y bien comido. Que no se adorne, que también en su programa recala la morralla televisiva de frikis, chulazos, chistosos y monigotes, con el pecado añadido de querer hacer con ellos, encima, sociología, ternurismo u hospicio. Por la audiencia, por el dinero, su sillón de barbero ya acoge a cualquiera que pueda ofrecer morbo, plazoleta o payasadas. Que le hable a la luna, que se monte en su bufanda, que filosofe con las goteras, que ablande los ceniceros... Pero Quintero ya es tan venal como esa otra televisión que él aparta con asco y suficiencia. O peor, porque aún intenta poetizar su molicie y su chequera.


Digna. En el fondo, me da un poco de pena. María Teresa Campos ya anda presentando en Telecinco especiales sobre la Pantoja, con todo el marrullerío hambriento de la telebasura, sus ganas de pelos y sus olores de braga. Creo que intentó parecer digna. No lo consiguió.

Los días persiguiéndose: El rey loco (19/11/2009)

¿Qué es Griñán? ¿Un heredero, un interino, un testaferro, un pasante, un busto, un sobrino? Chaves cedió la presidencia de la Junta no como un reino, sino como un estanco. Hasta los reinos requieren la legitimidad de la sangre, de las legiones, del papado, de la alcoba al menos. Un godo se podía matar con un hermano por el cetro, pero ni el más loco rey moribundo se hubiera atrevido a nombrar sucesor a capricho entre sus pajes. Resulta tentador comparar al Régimen andaluz con una monarquía, porque lo hemos visto establecido en la eternidad, viviendo de incrustarse alfombras en el culo y hasta pasando la presidencia autonómica como un cofre de mano a mano. Pero incluso las monarquías tienen que someterse a sus leyes viejas, a su magia legitimadora. Chaves no ha cedido un trono, sino la dirección como de un ultramarinos, o sea, el usufructo de un negocio que se traspasa sin que medie norma, código, ritual, aunque sea el del envenenamiento, que hasta la familia Julio-Claudia tenía ese último respeto. Ni siquiera los reyes pueden ser arbitrarios muriéndose o abdicando. Lo de Chaves con Griñán ha sido algo más bajo, plebeyo, gratuito. Ser monarquía es una escalinata demasiado alta para el PSOE de aquí. Ellos tratan esta democracia como un asunto entre tenderos, sin lugar para las formas, para el honor.

Pero no, Chaves no se ha olvidado de morirse como un verdadero rey, ni se ha vuelto loco justo antes en el lecho. Lo que ocurre es que Chaves no se ha muerto, sólo lo ha fingido. No hay otra explicación para dejar a Griñán aquí rodeado de parientes asesinos. Si Chaves elige a un sucesor que parece llegar al frente de la Junta como recién levantado, lo lógico sería buscar su legitimidad lo antes posible, y no sólo no oponerse a un congreso extraordinario que lo coronara, sino promoverlo. No parece que sea ésta la intención de Chaves. Difícil de comprender, salvo que la idea primera fuera dejar a Griñán aquí precisamente para ser preso o asesinado. El pobre Griñán habría sido pensado simplemente, pues, como trasunto o marioneta de un Chaves que sigue mandando aunque parezca que sólo se dedica ya a la jardinería de su edad. Se le habría puesto en el sillón con las manos atadas, sin poder en el partido, rehén de las facciones, quizá sólo para que Chaves aparentara su suicidio ante Zapatero, mientras se ganaba tiempo, se recolocaban las familias e incluso, quién sabe, se fantaseaba con la posibilidad de que Chaves sobreviviera al propio zapaterismo. ¿No sería más sensato y útil, no daría más fuerza y seguridad y posibilidades de victoria el que Griñán fuera ya ratificado por el PSOE andaluz como jefe indiscutible, en vez de llegar a las próximas elecciones haciendo equilibrios, con dudas, enemigos, préstamos y ninguneamientos? Por supuesto... excepto si Griñán hubiera sido concebido ya muerto, que eso es lo que parece, cada día más tristemente amortajado.

Ojalá hubiésemos tenido aquí sólo a un rey loco, con orinal en la cabeza y bufones o mastines nombrados validos. Sabríamos a qué atenernos. Pero nos tocó algo peor: un dueño todopoderoso y calculador, capaz de ceder la autonomía a un cadáver o a un inválido, de dejar Andalucía en barbecho otros cuatro años para que los clanes del partido echen sus cuentas y él se vaya despidiendo largamente de sus caballos. No sabemos qué es Griñán. Y es el que tiene que gobernarnos entre áspides hasta que llegue o la revolución o el próximo dueño.

Somos Zapping: Te kie i ya (15/11/2009)

Tesoro lexicográfico. Alrededor del lenguaje se puede hacer cultura y ciencia pero también borriquería. Suele ocurrir esto último cuando los idiomas, dialectos o silbidos tribales se ponen al servicio de la mitología identitaria y de la complacencia chovinista para encumbrar algo así como un academicismo de la catetada. Es lo que hace el programa Abrapalabra, cuya intención parece loable en principio (dar a conocer palabras y expresiones del habla o hablas de Andalucía) pero que luego deviene la mayoría de las veces en gañanada. Bastó ver al reportero con una orgullosa camiseta que ponía “te kie i ya” (traducción para guiris: “te quieres ir ya”), para darme cuenta de que aquello no pretendía precisamente fundar una cátedra, sino poner los berridos de esta tierra a una altura enciclopédica. Una cosa es enumerar todos los nombres que puede tener aquí un botijo y otra muy diferente contar entre nuestra riqueza lingüística los gritos para espantar a las vacas, que es en lo que parece entretenerse más el programita. Valga como ejemplo la lección de Natalia, la ex triunfito que parece que habla mientras da volteretas, explicando la evolución de la palabra “chiquillo” hasta el “ouh” que se dedican de lejos los paisanos de Sanlúcar, digno de que la Real Academia lo tenga en cuenta. Puede que el próximo día, la misma Paz Padilla diserte sobre la belleza etimológica y la profunda carga cultural que esconde la voz “orutito”. Hacer orgullo e idioma de los solecismos, vulgarismos y guantazos al lenguaje que da Andalucía no es sino otra manera que tienen Canal Sur y los poderes que hay detrás de transformar en patria, idiosincrasia, gracia y honra lo que sólo es ignorancia e incultura. O sea, lo de siempre. Los tropos y argucias de Canal Sur y la Junta sí que forman todo un tesoro lexicográfico.


Hagiografía. Fue como un reportaje del Hola y Canal Sur consiguió que Monseñor Amigo pareciera a ratos Isabel Preysler. Primero, paseos por estancias espejadas, salones musicales, escalinatas como pinacotecas y armarios como con retablo, y luego, entrevista al cardenal como si fuera una infanta. Por algo le encargaron la cosa a Inmaculada Casal. Yo creo que nadie se merece una entrevista en ese tono tan regio y servil, por muy notable y digno que sea. A mí se me ocurren muchas preguntas para un franciscano que ha llegado a papable, empezando quizá por aquello de la bolsa de Jesús, pero desde luego ninguna de ellas sería qué desayuna Su Eminencia. Pero si se empieza elogiándolo como “culto, elegante, moderno y liberal” y le sigue una hagiografía conducida por los dientes aperlados de Inmaculada Casal, que lo llamó hasta “guapo”, tampoco se puede esperar mucho. “Una cara que irradia bondad”, decía su pintor de cámara. Demasiadas aureolas. Habrá que recordarles este programa cuando se nos pongan laicos los de siempre.


Realidad y promesa. Por cada anuncio de cereales o hipermercados, conté otro en el que el logotipo de la Junta brillaba como el tiovivo que parece. Así durante un buen rato, en Canal Sur. Plan Bahía Competitiva, Fundación Andalucía Olímpica, gripes subvencionadas o consejos escolares salvadores. Recordé la noticia en TVE de un colegio de Almería arrasado por desconchones y grietas y pensé que con la realidad andaluza y su propaganda política pasa lo mismo que con el desodorante que me compro y los ligues directamente en bikini que me promete su anuncio.

Los días persiguiéndose: La calle limpia (12/11/2009)

Ya no son franciscanos, ni ciegos como del Siglo de Oro, ni perdedores de Galdós o Pío Baroja, los que piden por la calle. A los acordeonistas de una mano y a las falsas madres con delantal los sueltan y los recogen ahora las camionetas de las mafias, con horario de autobús. La limosna, que predican las religiones, que practicaban los santos, que endomingaba a las señoronas, ya fue gremio y negocio organizado bastante antes de que soltaran mecheros de plástico en las terrazas. Se heredaban las esquinas, las puertas de las iglesias y las cojeras. Bohemia, pillería o necesidad, a veces juntas y a veces no, nos han hecho siempre aquí barroco, literatura, taberna, calle, y han servido a los decentes igual para el asco que para el lavado de conciencias. El caso es que de vez en cuando sale un gobierno o un ayuntamiento que quiere baldear las aceras, patear los platillos, exiliar a las putas o encerrar a los mimos tras las rayas de sus jerseys. Ya no existe aquella funesta ley de vagos y maleantes, pero sí ordenanzas municipales que igual se llevan bolsas que músicos que enganchados. Lo hicieron en su tiempo los gilistas, a la vez que decoraban jardines y saqueaban lo público; lo intentan ahora en Granada, donde la policía local parece que va con pala. Yo, la verdad, no creo que haya ninguna manera totalmente justa ni totalmente saludable de limpiar la calle, demasiado ancha, demasiado sucia o demasiado viva.

Los veo cada día, con los colores de sus collares o de sus lamparones, con hambre de pan o de vino o de papela, con guitarra o marioneta o navaja. Un extranjero como vikingo, descalzo, vestido como con una red, lleno de mierda y de palomas, que parece cantar o recitar en su idioma o en el de los locos y que sólo extiende la mano y arroja como dados en los callejones sus ojos azulísimos. El chaval rubio, dolorosamente joven, que antes iba hasta arregladito, pidiendo para el mismo autobús que nunca había; que luego se ha ido pudriendo en su chándal, que ya hocica en la basura, que ya llega a amenazarte cuando el mono le hace temblar, que luego te encuentras en un cajero metiéndose su dosis como entre cachimbas de muerto y papeles cagados. Aquél al que llaman Camarón, siempre con el mismo fandango a las puertas de los bares, con las barbas como un nido de gorriones, profeta de las migas, inofensivo y triste aunque se marche como deseando indigestiones. El otro gitanillo que quiere imitarlo, que se peina antes de arrancarse torpemente, que pasa por las mesas de la plaza con mirada primero de lástima (“por lo menos canto”, dice) y después de odio y desprecio si no le das nada; que dedica el gesto de cortarles el cuello a los que lo echan de los locales, que más tarde se encuentra con el rubio de antes en el cajero y hace allí con él una piedad o un mutuo suicidio. Y más, la rumana con la fotocopia de sus hijos inventados, el chaval con una pandereta por gorra, el violinista como expulsado de un circo, y manteros, y vendedores de bicicletas de alambre y de relojes falsos, y un rasta que canta mientras su mujer, que parece eternamente embarazada, hace bailar guiñoles... Los veo cada día, atareados en sus centimitos y mondas, rebuscando la vida o la muerte. Unos dan pena, otros dan miedo; unos son peligrosos y otros, tiernos. A ver qué ordenanza los distingue y qué poder los separa o los salva. Mafias, buhoneros, tocadores de armónica, yonquis, payasos, locos o pobres de hambre o de oficio; el que te conmueve, el que te estafa, el que te alegra, el que te intimida. Siempre podrán dejar las calles vacías. Sería limpio e injusto. A veces yo también lo pienso. Casi siempre me arrepiento.

Somos Zapping: Sálvanos (8/11/2009)

Del chiste a la basura. Ahora va o duerme con un Ondas que le han regalado, un Ondas chatarrero y salpicante. No sabía uno que había un premio al empercochamiento de la televisión y al aborricamiento de los espectadores, pero si alguien se lo merece es Jorge Javier Vázquez, especie de polilla de todas las braguetas, boñigas y cerebros vaciados. En realidad, creo que el premio debería compartirlo con Ana Rosa Quintana y, como jefe de todo, Paolo Vasile, la Trinidad de Telecinco que hace del encumbramiento de idiotas, del remeneo de bragas y de la recompensa a los delincuentes el núcleo de todo su amoscado modelo televisivo. A Julián Muñoz volvieron a traer el otro día en ese infame Sálvame que es como un alegre baile en un estercolero. Nada nuevo, en fin. Más me ha sorprendido la caída de Paz Padilla hacia este mundo. Paz Padilla ha ido evolucionando de graciosa a payasa, y por fin, un poco al estilo Morancos, a hacer como de borracha en los programas. Ahora está en lo de Jorge Javier Vázquez, ya toda una copresentadora o animadora de aquello, donde parece que tiene la sola misión de cacarear. Me ha dado pena su decadencia. Su lengua enredada ahora apostilla cuernos y da paso a chuleos y olisqueamientos, aunque sin olvidar su antigua encomienda de dejar a los andaluces como analfabetos: después de darle un yogur a un muñeco, se quedó esperando “el orutito” (sic). Paz Padilla, nueva cacatúa del tomateo, ya es vergüenza nacional por méritos dobles.


El toro enamorado II. Aquella historia de “amor” entre un toro bravo y una yegua que con tanto arrobo contaba Enrique Romero en Toros para todos, y que ya mereció nuestra atención, tuvo segunda parte y final feliz: el toro no morirá en ninguna plaza, se quedará en la dehesa con su amada y no sé si dará una raza de titanes, un tratado sobre parafilias o el espectáculo sin igual de ver a Enrique Romero vestido de dama de honor para la ocasión. En el melodrama completo, elevado a top hit, insistían el otro día, repasando la temporada. Somos primitivos, adoramos a los tótems, erigimos falos y nuestra ignorancia es tal que confundimos todo esto con ternura. Esta historia no es el psicoanálisis de Enrique Romero, sino seguramente el de toda la Andalucía fetichista, rupestre, acuevada, que reza a los iconos del poder, la sangre y el sexo aún con encanto tribal. Hay cosas que se pueden arreglar en el diván; otras, no.


Sin diván. El diván que han retirado calladamente, por cierto, ha sido el de Olga Bertomeu, y no porque en él sólo se acumularan fajas, risotadas y recortes de uñas de la psicología, sino por la baja audiencia... En la guerra por el prime time no cabía la gurú de la felicidad con sus recetas de la abuela para todo y el rápido despachamiento de vidas y gatillazos ajenos. Se dice que quieren reconvertirlo en programa diario, quizá en la media horita antes de las noticias de la noche, sustituyendo a ese concurso tontón (¿otra de las novedades que se estrella?) en el que Manuel Díaz “El Cordobés”, con mucha dentadura, flequillo y palmoteo, parece examinar a los andaluces de coincidir con el rebaño. Sería lo de Bertomeu una especie de consultorio telefónico, más a lo Frasier Crane pero sin parecerse nada ella a Frasier Crane. Me pregunto si en horario infantil manejaría con su habitual desenfado el aparataje y las escurriduras de los bajos... Entre dejarla sin armas o ignorar el horario protegido, ¿qué elegirá Canal Sur? ¿O la echarán y nos salvarán definitivamente de que quiera salvarnos?

6 de noviembre de 2009

Los días persiguiéndose: Muerte en otoño (05/11/2009)

Caen parados y muertos con el color y la abundancia de las nueces, que son pequeñas calaveras, mientras los políticos se acusan unos a otros de ladrones, demagogos y calzonazos. Los escritores se mueren en el sarcófago de su escritura y los políticos se queman también como marajás en sus palabras y dineros. Hacia el invierno va un rastro de hormigas, los cementerios han tenido cosecha, los partidos se pudren como magnolios, los pobres se fuman el cigarro de frío y miedo de los fusilados. El otoño no es romántico por los árboles que parecen deshojarse de suspirar, sino por la muerte, que es de donde viene todo el Romanticismo. En el Romanticismo eran muerte el amor, las arpas, las patrias y las tapias con enredaderas donde metían los poetas su corazón. Es por la muerte que crece el Yo romántico, que nacen el héroe y el artista (sin muerte no hay inmortalidad, en realidad); es por la muerte que la razón ya no tiene el mismo sitio para cantar, y es por la muerte que hay que vivirlo todo agigantado y temblando, como ante la última bala. Nos tenemos que volver románticos y suicidas cuando el otoño es el primero que se dispara en la sien entre palomas, que es por eso que hace remolinos con las hojas.

Ha muerto el dinero, que era fácil de matar, y ha muerto la política, entregando su sombrero a un museo. El dinero no es el mal ni el bien, y ahí se equivocan esos intelectuales cantantes que salen un día sin abrigo para culpar de la crisis al capitalismo y a sus ogros. El dinero sólo es mentira, y las mentiras hay que administrarlas aún con más sabiduría y cuidado que las verdades. El dinero ha muerto no porque se haya consumido o volado, sino porque se ha descubierto su mentira, pero esa mentira existe igual en el capitalismo que en el comunismo, sólo que con otros dogmas. No es el dinero el egoísta ni el asesino, sino el hombre, que no cambia su naturaleza por pasarse a otro sistema, gobierno o contabilidad. Las monedas o su ausencia hacen ahora surtidores y campanas en el otoño, son otro muerto que se suma a la verdina de los demás muertos. Como la política, que ha muerto igual que un mendigo avaro y ciego. Ha muerto la política porque ha olvidado a quién sirve y nosotros la hemos dejado, como malos hijos. La política se ha convertido sólo en los políticos, destroncándose de lo que significa. La política no es lo que se hacen los políticos unos a otros, sino lo que hacen para el pueblo, pero eso ya está olvidado y sólo queda la apariencia de gobernar mientras siguen abundando en sus propios bocados, intrigas, chulerías y mangazos. Pero si ha muerto la política eso significa que también ha muerto la ciudadanía, feliz de estar desgobernada, contenida en el forofismo partidista, extirpada de espíritu crítico, de afán de justicia, de rebeldía y de asco.

Demasiados muertos en este otoño que parece el fin del mundo con caperuza. Escucho el viento que golpea con manos de leña la ventana, como si llamara un esqueleto, un perro flaco o un soldado aterido. Hay ataúdes abiertos entre las nubes grises del cielo y hay copas de ceniza volcadas en la calle. Hasta los pájaros parecen músicos muertos. Ha muerto todo mientras batallan los necios, se desgarran los hambrientos y juegan a los dados los poderosos, los dueños o los listillos. El otoño no puede ser sino muerte, pero lo malo es que ya no sé, ahora, si existe siquiera la primavera.

Somos Zapping: Suspiros de Andalucía (1/11/2009)

Andaluces con morriña. No entiendo esos programas del tipo “paisanos por el mundo”, en los que un como primo nuestro nos enseña países empezando por su sofá. Para conocer otras maneras de vivir, lugares lejanos y culturas exóticas, no sólo no es necesario, sino que estorba que alguien nos presente a su suegra y la decoración de su saloncito con botijos o morcillas del pueblo. Somos tan catetos que nos maravilla que podamos sobrevivir por ahí, que hayamos atinado a coger trenes y aviones hasta tan lejos, que seamos capaces de manejarnos en otro idioma y adaptarnos a sus protocolos o descocos, como si fuéramos Paco Martínez Soria en la ciudad con los ojos espantados. Callejeros viajeros aún tira hacia el estilo National Geographic, Españoles por el mundo se enfoca más en el retrato, pero Andaluces por el mundo es como una reunión avinada en la que Lauren Postigo invitara a cantar la versión regional de Suspiros de España. Ya la promo del programa nos lo deja claro: “¿A quién se le ocurre irse a vivir fuera de Andalucía?”. Sí, a quién se le ocurre abandonar el Paraíso Terrenal para irse como a iglús, a paisajes de vodka, a desiertos sin jamón serrano, a metrópolis sin ferias, a mediodías sin cañas... Así, andaluces que triunfan en la NASA o dirigen orquestas levemente helvéticas son preguntados por la morriña de los carnavales, la Semana Santa o los aliños de su comarca, haciendo de todo el programa un moqueo y una llorera de tristes exiliados condenados a un dinero frío, a un éxito nublado, a un seco confort nórdico en el que languidecen sin sus Vírgenes, taconeos, paisajes y majados andaluces, con los que tienen que hacer capillas de torero en su casa para no morir de nostalgia. De eso se trata, de seguir convenciéndonos de que cualquier pobre en su plazuela andaluza será siempre más feliz que el triunfador apartado de la luz alimenticia, sagrada e incomparable de esta tierra. Los andaluces abogados en Manhattan, doctores en Vancouver o violinistas en Londres son en el fondo unos desgraciados sin calor y sin madre. Nada como esta “calidad de vida” nuestra, este sol de los tumbados, consuelo de menesterosos; otra vez el falaz locus amoenus pintado por un poder político que nos dice que nada más hay por hacer aquí cuando ya se ha alcanzado el Cielo y en él no necesitamos ni pan ni bolsillos. Ahora, al programa le han dado uno de esos premiecillos con los que el roneo autonómico se condecora a sí mismo. Vi a Pablo Carrasco, gran capitán de la estupidización y la complacencia regionales, darle la vuelta a la cosa hablando del orgullo y la excelencia de unos andaluces que triunfan tan lejos. Pero no, el programa es la mirada acuosa que quieren poner en nuestros ojos con los vapores de un pasodoble cateto.


Popurrí. Apuntes de las noticias del viernes en Canal Sur: 1) El presupuesto en un pen drive como una sortija. Me extraño. Lo propio sería un CD o DVD, mucho más barato y además de sólo lectura. En el pen drive todavía se podrían borrar o modificar los archivos, mover sus números, cambiarlos por una peli porno. Pero a ellos les parece como más japonés. Como siempre, el efectismo gana a la eficiencia. 2) Alrededor de Griñán aparece el presidente del Consejo Consultivo, Juan Cano Bueso, vestido como de Príncipe Valiente o macero de su dignidad. Pienso que en Andalucía se pagan demasiados collares y colgajos para nada. 3) Informe trimestral de analistas económicos (¿qué analistas?): “Lo peor de la crisis ha pasado”, anuncian jubilosos, si bien “la economía andaluza se contraerá más de un 3%” y “el paro alcanzará el millón de desempleados antes de que termine el año”. Este optimismo sí que no tiene precio.

Los días persiguiéndose: Presupuesto (29/10/2009)

Ese dinero de los presupuestos viene con pisapapeles, para que no se vuele. El dinero debería volver a ser sólido, como lo era en los guantes de los reyes, los papas y los corsarios; dinero pesado como su naufragio. No sabían los chinos cuando inventaron el papel moneda que con eso empezaban las estafas sin balanzas, los fraudes indetectables por Arquímedes, que salió corriendo de la bañera para coger en la trampa al orfebre que le había hecho aquella corona a Hierón, pero que ante los mangantes de hoy únicamente se quedaría mojado y en pelota, como nosotros. Primero el papel moneda, y luego el dinero de aire, creado y escamoteado con igual facilidad por sus sacerdotes esotéricos, esos economistas y banqueros que pueden dejarnos en cueros de un día para otro sin mover ni un saco, sólo ahuecándose el sombrero. Si a Marco Polo le parecía que el Gran Kan podía fabricar todo el dinero que quisiese como en telares, ahora se diría que el dinero viene en sacramentos, se va en remolinos, se pinta en los bolsillos, se barre en la bolsa y se cae por los mismos agujeros por los que llega. Estamos en manos de magos. La economía no es una ciencia, sino una fe. La sostiene una escolástica de ontólogos anselmianos sin nada bajo los pies. Eso sí, ninguno de esos economistas vio este futuro en el que nos quedábamos pelados. Ahora están entre el que reza, el que adivina, el que se mata, el que se aprovecha y el que espera que el dinero vuelva solo como un perrillo huido. Yo ya no me creo a los economistas, pero menos a los políticos, que son los que, yendo aún más allá, cuentan el dinero incluso antes de que estos otros lo hayan inventado o cocido.

Ese dinero de los presupuestos está todavía en los árboles, con estos meses que tienen color de veinte duros; está lejos y por cazar igual que algunas constelaciones. Se crea deuda, que es como pensar que una horca nos sirve igual que una corbata, y se reparte el hambre igual que si ya fuera una espiga. Veo a la consejera de Economía, Carmen Martínez Aguayo, con toda la pobreza del otoño en sus manos, disponiendo millones que parecen legumbres que sustituyen a las monedas y edificando cosas a partir de cerillas. No sé dónde está todo eso de lo que habla, ese cambio en el modelo económico que ve tan sencillo como girar una maceta hacia el sol, esa educación que hará de repente, tras el recreo, astronautas de los que iban para peones o raperos; no sé de dónde va a crecer el dinero que no hay ni de qué se va a espantar nuestra miseria cuando ellos sólo están tapando las zanjas que abren, dando vueltas a la misma noria y haciendo una duna con lo que rebañan de otra. Será que tenemos que quitarnos “las gafas negras”, como le dijo Griñán a Arenas; ponernos otras de caramelo, que son las que seguramente lleva nuestro presidente como Elton John, para que así veamos en ese horizonte del 30% de paro no más que un velero lleno de oportunidades, biotecnología, placas solares, excelencia y otros bronceados que ellos le ponen a la roña que nos aplasta, esta vez sí “insosteniblemente”. Ese dinero que no pesa, esos números que no hacen montón, esa economía de gurruños de papel, desorejó a los ricos, que tenían la culpa, pero machacó a los pobres, que sólo tenían la ingenuidad. Después de los banqueros, los especuladores y los ladrones de muchas hebillas, nos rematarán los políticos. Ahora traen las cuentas de nuestra necropsia, como el pesaje de una matanza. Pero es un dinero que viene medio volado y medio comido.

Somos Zapping: Los propios dioses (25/10/2009)

Maldición. Esto es lo que damos al país: frikis, mellados, santeros, ignorantes, pícaros, cachondeo y mal de ojo. Pepe el brujo, evolucionado a partir del Risitas, la pitonisa Lola y la jindama de los lagartos, vuelve a pasear por las televisiones los gatos negros y los gallos estrangulados de una Andalucía supersticiosa, primitiva y hasta un poco caníbal. Su vudú como un zurcido, su magia cuchillera, su lengua membranosa, viene a mostrarnos la tribu que todavía somos, esa que junta a los que hacen conjuros con nudos y a los que se lo creen como se cree aquí todo, lo mismo la política que la religión de las piedras que las maldiciones escupidas. Este hombre que parece un zapatero de la brujería va ahora de plató en plató entre el yuyu y la burla; le he visto pinchar marionetas, pasar un huevo por la cara de una mujer, sentarse ante las cámaras como en un trono de calaveras y, en fin, pasear el África que parecemos a veces dando risa y miedo, no de los espíritus ni de sus sonajeros, sino de nuestra ignorancia y credulidad. Si Cristiano Ronaldo se tuerce un tobillo (¡qué raro en un futbolista, qué improbable en un crack marcado siempre por el defensa rompepiernas!) y aquí aventamos hechicerías por eso, es que nos pueden colar cualquier cosa. “Post hoc ergo propter hoc”, diría uno sonriendo; o sea: “después de esto, luego a consecuencia de esto”. La madre de todas las falacias aún sirve para encumbrar a necios o aprovechados, vengan con alfileres o con programa electoral. Estos días se ha juntado el aquelarre mediático de Pepe el brujo con la noticia de un grupito satánico que operaba en Chiclana, en realidad sólo un Satancillo de alambre o barbacoa que estafaba millones a cándidos incautos asustándolos con soplidos y caperuzas, y me he dado cuenta de que, como decía Schiller, “contra la estupidez, los propios dioses luchan en vano”. El Demonio ejerce en un chalé, los brujos se hacen de oro sonando maracas y Andalucía da su cosecha de mandrágoras, sortilegios, colgados y bufones. Fantasmas y fantasmones siguen haciendo negocio y gloria con nuestra ignorancia. A ver quién nos libra de esta maldición.


Dos tribus. También en el Parlamento andaluz hubo pelea de escobas, rayos por los ojos, cuernos contra tibias. Más me asustan los políticos levantando sus cayados de serpiente y arrojándose maldiciones de jorobas y plagas que un hijo del Diablo y un espartero de la magia prendiendo velas negras. El parlamentarismo ya era una gallera y un saco de escorpiones; hace mucho que el discurso y el argumento dejaron paso al sabor de la sangre en la boca y al picotazo en la barriga. Griñán y Arenas se enzarzaron el jueves en polémicas de a ver quién la tiene más grande, cosa que al ciudadano ni le importa ni le soluciona nada, pero aquí la política es matonismo y sólo da capitancillos del recreo. Del liderazgo, de eso se trataba; no de si Andalucía encalla o se pudre, sino de quién ganaría cruzando sables. Lo vimos en los informativos de Canal Sur, con el Parlamento igual que una taberna de mosqueteros, con los dos como acusándose de calzonazos. Me acordé de aquella canción ochentera de Frankie goes to Hollywood, Two tribes, cuyo vídeo nos enseñaba un combate de lucha libre entre Reagan y Chernenko. Dos tribus en una política de bajo vientre y cortes de manga, eso es lo que tenemos aquí. Si es lo que quieren darle al pueblo, yo los pondría a pelear de verdad, a darse esos mascazos de hombre a lo John Wayne. Ya buscaríamos a otros que hicieran política, si acaso queda alguno. Schiller también podría saltar del párrafo anterior a éste, y rematar a Griñán y Arenas con la elegancia, el verbo y la razón que ellos no tienen en su ring.