El escándalo de Novacaixagalicia, con sus indemnizaciones y chulazos, parece espantar mucho ahora a los partidos, pero fueron ellos los que emputecieron las cajas. Las cajas han sido instrumento político, comedero sin fondo, almacén de agujeros, teta gratis. Mientras exponían cerámica y balancines, mientras les ponían su logo a una orquestina o a un mimo, por debajo volaban los créditos dudosos a los amigos del poder, a los insolventes con carné del partido, a los faraonismos ideológicos y a los jefazos que a veces ni los devolvían (recuerden los préstamos condonados a Chaves y a otros mandas del PSOE gaditano). Fueron los políticos los que las exprimieron y las devastaron. La Caja de Castilla la Mancha, la Caja Mediterráneo, y así otras, está última y las que llegarán.... Sus funerales, casamientos, desguaces u hogueras nos hablan del exceso, el derroche, la desfachatez y la impudicia de este sistema de autonomías del despilfarro, el desahogo, el trincamiento y la mano larga.
Eran o son cajas un poco folclóricas y un poco panaderas, cajas con su pobre con cartillita, con sus colas de pagar la luz y cobrar el comunitario, con su boli atado sin capucha y su señorita para arreglarte los papeles; cajas con horario y temperatura de ambulatorio, donde por la mañana el barullo de la gente parece esperar a un manijero. Con estas cajas del pueblo y su paguita hicieron negocio los listos y se costearon jardines y orgías los políticos. Ahora, saqueadas, reventadas, se van al garete. Esto debería ser un crimen. Y los responsables no tendrían que penar en los balnearios ni en la prensa, sino en el trullo.
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