Había que ser de izquierdas. Por el hollín del padre, por la honra de pobre de la hija. Había que serlo, ante los caciques, los señoritos de fusta y mantequillera; ante esa dictadura de sargentos barberos, curas taurinos y merceros verdes. Pero cuando se desveló la gran farsa, que el paraíso del proletariado era una cárcel con ropa, comida y horario de cárcel, aquella izquierda no se repensó, no se refundó. Si hubiera una izquierda civilizada, la socialdemocracia podría pactar con ella. No la tenemos aquí.
http://www.elmundo.es/opinion/2017/08/14/59907b4922601d374a8b45b8.html
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