A Serrat, venerable y algo buda, no lo puso Évole de simple telonero de Mas y ZP. No eran tan importantes los presidentes, que recordaban a un pique retro-cutre de Epi y Romay, como su posición ante Serrat. ZP y Mas eran dos esfinges representando la eternidad de dos posturas irreconcilliables, pero Serrat era la síntesis amable, emotiva y pantufla, o sea el evolismo: No soy independentista pero la ley no se puede aplicar en Cataluña sin complacer nuestra delicada sentimentalidad.
Mientras, Cristina Pardo le ponía música de Don Giovanni al tres per cent y Miquel Iceta presentaba su neopujolismo ante Ana Pastor y Bertín Osborne.
http://www.elmundo.es/opinion/2017/12/02/5a21995aca4741a9518b45e4.html
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