Pablo Iglesias ha llorado, pero no por las atrocidades que cuentan de Billy el Niño. Los grandes corazones de lágrima fina están enamorados en realidad de su propio tamaño y su propia eufonía. O sea, que lloran de henchimiento, lloran de su salud de corazón tierno y lleno, lloran escuchándose como una cascada, sin importar mucho lo de fuera, simplemente porque una máquina tan grande y colmada está hecha para llorar, como el sauce. Pablo Iglesias es eso, el político sauce, que se llena de cielo y se vacía en sombras y pájaros. A él le lloran palabras o le lloran lágrimas, que son lo mismo dependiendo de cómo se condense el día. El caso es retratarse en la grandeza de la angustia, que es lo que hacen el sauce o el castillo.
https://www.elindependiente.com/opinion/2018/05/30/el-corazon-encogido/
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