Arruinarnos como baza electoral, dejarnos tiesos por seguir contraponiendo la izquierda de los caramelos a la derechona del tijeretazo, es una irresponsabilidad que nunca hubiera imaginado de Griñán, que ha ido a la vez entristeciéndose y envileciéndose con el tiempo. Empezó con un discurso ateniense con pajarillos en los hombros y va a terminar jugándose la quiebra de toda una región en su apuesta por que no termine aquí el imperio del PSOE, con esa última ficha de los suicidas en Las Vegas. Cueste lo que cueste, pase lo que pase, si hay una oportunidad de que el PSOE andaluz siga gobernando aunque sea un desierto de calaveras de vacas, lo intentará. En el peor de los casos, será el PP el que herede la ruina, las trampas y las tumbas. Pero entonces, sin el soporte sentimental de ser la “ideología natural” de esta tierra, como se atreven a decir los socialistas, y sin la vasta y consolidada estructura clientelar que ellos armaron durante décadas, el PP fracasará y volverá el PSOE en toda su majestad. Supongo que así calculan Griñán y los suyos, sin importarles la masacre a la que nos condenan.
El abismo, el tajo de la muerte, el precipicio del que no se salvarán ni los ángeles ni los titanes, que también caerán como simples pastores. La quiebra de Andalucía, eso es lo que nos espera. Griñán no ve que ya sucumbió la Europa de los marineros filósofos y las diosas con lechuza, o es que le da lo mismo. Nosotros somos los siguientes, pero continuamos la borrachera. Griñán gastará, nos entrampará y repartirá lo que no hay entre los últimos coristas y aduladores, entre las últimas propagandas y cabalgatas. El abismo... Dicen que el vértigo no es miedo a caer, sino deseo de hacerlo. Se podría tirar Griñán, sin arrastrar con él a los inocentes.
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