Yo
siempre me dejo el alma en otra chaqueta. Nunca le he visto sentido a esa idea
que te convierte en un pájaro que uno lleva en el bolsillo. El alma, ese
hombrecito que vive dentro del pecho… Así contaba Frazer que se la definía
alguna tribu a un misionero, para sorpresa de éste, que quizá creía que era
invento de Platón y del cristianismo, como los cielos habitados por conceptos y
transparencias. Pero no, desde mucho antes el alma ya se les salía por la boca
a los cazadores y se mudaba de choza al dormir, porque había que explicar los
sueños y sobre todo la muerte. Que haya sobrevivido esta idea sólo demuestra
que seguimos teniendo tanto miedo como entonces, cuando nos comía el oso de la
noche. Pero no nos pongamos metafísicos. El alma sirve como saco, como duende, como
metáfora, como mariposa y hasta como suegra. En realidad, el alma es igual que
el dinero, un artificio de aire pero que, en la medida en que se cree en él, se
puede pesar, negociar, coleccionar o refundir.
A
Griñán su alma le susurra cosas acostada en su sien. Le dice que se presentará
a unas elecciones o que desciende de Eneas (sacar el alma como un arpa suena a
traducción cargante de Virgilio). Es curioso que Griñán opte por tener el alma
de una monja justo ahora que dice que el problema del PSOE no es de ideas, sino
de “impronta” o “personalidad”. Yo diría que las ideas se han olvidado en los
partidos, son peligrosas, suenan a revolución en un telar. Más bien sólo hay
ocurrencias y escaparatismo, para que nada se mueva demasiado. Así les va y nos
va, claro. A Griñán, sin embargo, le parece que ideas ya hay y lo importante es
encontrar un numen, un alma mística que inspire con el camisón luminoso de los
aparecidos. Vuelta a los personalismos y las zarzas ardiendo en los partidos,
que uno creía que eran un atraso y un estancamiento, política de barbería con
el cartel de un torero u otro. El PSOE no levanta cabeza, pero no creo que sea porque
Griñán o Rubalcaba tengan pinta de ir ahorcados en la corbata, o esa tristeza
del pescador que sólo saca botas; ni porque no sean actorazos ni aviadores como
Obama sino abuelos de ventanuco de la política. No son ellos, aunque sí algo que
han dejado con los de antes: unas estrategias y unos modos en el partido y en
las administraciones; un fracaso, una impotencia, una suciedad. Griñán piensa que
todo lo refrescará un alma carismática, un dios con aljaba, una aparición en
una roca. No servirá para nada sin ideas, que aunque Griñán no quiera admitirlo,
en esta política son pecado y en el PSOE, una mazmorra. Ideas nuevas y cambio
de estructura, más que autorretratos. Griñán alimenta con pan de gorrión su
alma que le promete cosas y le canta triunfos que han hilado ya las Parcas. El
alma de un político es una mariposa que le hace a la vez de cartero y de
odalisca en los sueños. Pero el alma de un partido no debería poder caber en un
solo bolsillo.
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