Impactados y perplejos. Por fin repartieron caña en
la tertulia de Canal Sur a cuenta del caso de los ERE y el fondo de reptiles.
Tuvo que ingresar en prisión el ex consejero Antonio Fernández para que se
decidieran a poner de vuelta y media... a la jueza Alaya. La jueza Alaya, que
tiene horas de bruja y madrugadas de pasión, que se la ve castigadora desde los
andares y hace llorar a los consejeros con cara de pan (Fernández parece un menesteroso
de los de Toñi Moreno)... “Da la impresión de que la jueza quiere someter a una
presión casi inhumana a la persona que está declarando”, decía Mabel Mata.
“Esta instrucción está siendo del todo inusual”, apuntaba la reportera desde
los juzgados, con pinta de saliente de guardia. “La escenografía choca”,
resumía Juan Carlos Blanco. A Juan Manuel Marqués también le “chirrían” tantas
horas de declaración y una prisión provisional que sólo debe ordenarse en
“casos extremos”, además del “impacto” de ver a Antonio Fernández en prisión
(“desde luego”, apostilló Mabel Mata). A Antonio Yélamo, por su parte, parecía
que la guardia civil se le había llevado al padre: “Perplejo ante la
contundencia de esta medida, perplejo porque los periodistas conocemos muy de
cerca a Antonio Fernández y no deja de ser impactante ver a un político que se
ha fajado en importantes conflictos laborales (?), verlo en esas
circunstancias”. Sí, ver entrullado a tan mala hora a alguien con quien tomas
café causa más impacto y perplejidad que lo de regalar dinero público a voleo
según el santo capricho del PSOE. En fin, que la gente estaba muy perpleja,
impactada y apenada. Parecía que habían encarcelado a Elmo, el de Barrio
Sésamo, y no a alguien acusado de seis delitos, entre ellos cohecho,
prevaricación, fraude y malversación, en un auto que a lo mejor salió a la hora
de los panaderos, pero que es clarísimo, contundente y demoledor. Pues nada,
“no fue un sistema creado para delinquir”, opinaba Juan Manuel Marqués. Y había
que entender “el contexto”, insistía Yélamo, con “caída diaria de empresas”.
Les faltó decir que era para ayudar a “criaturitas”. Y lo que destacaba la
moderadora era que el ex consejero había “asumido la prisión con entereza,
ánimo y la conciencia tranquila”, según su abogado. Así se discutía en Canal
Sur el, hasta ahora, acontecimiento más notable del caso de corrupción más
grave y repugnante de la historia de Andalucía. Así justificaban
(¡periodistas!) la sinvergonzonería del trinque y el despiporre a costa de nuestro
dinero: poniendo a una jueza como si fuera de la Gestapo y al urdidor de todo
ese mangoneo en el altar de los mártires. Pobre Antonio Fernández, en la cárcel
con su cara de bollito...
Programa blanco. Creo que ya he entendido el secreto
de Andalucía directo, del que, justamente, esta semana han celebrado un
aniversario. Modesto Barragán quería hacer un programa completamente “blanco”,
pero ese blanco no se refiere a contenidos amables o sin polémica, sino a
procurar más bien un blanco o vacío mental en el espectador. Sean atropellos,
apuñalamientos o cogidas de toros (anda que se recrearon poco el otro día en la
tragedia de Beas de Segura); sean romerías, ferias o paellas al aire libre, los
reportajes de Andalucía directo le dan al espectador todo ya sentido: la
pena, el morbo, la empatía, la indignación, la juerga o el orgullo pueblerino.
Es decir, se trata de no contar nada que deje espacio para pensar, disentir,
especular, molestar, siquiera dudar. Es un programa como una papilla de bebé.
El blanco es el de la mente del espectador, al que se le ofrece una realidad
predigerida, blandita, hecha de sentimientos muy primarios, y normalmente
unánime, como unánimes son el hambre, el asco, el duelo o la alegría que nos
enseñan. Hace tiempo cambiaron su plató y me pareció muy significativo. Ahora
tiene un aire entre cubista y submarino que me recuerda a El gabinete del
Doctor Caligari. En esta película, los decorados picudos, torcidos y
deformes querían expresar esa irrealidad, esa desproporción en las cosas que
otorga la locura. En el caso de AD, expresan la realidad simplificada,
lineal y desfigurada de una Andalucía adiestrada en la pereza mental, en pensar
y sentir sólo lo inocuo que le meten por una goma. Lo hacen muy bien.
Enhorabuena a AD.
Bollos y penas. Tiene arreglo ayudará a gente,
pero cada vez resulta más cursi. El otro día, un hombre llamó para regalar los
audífonos de su difunta esposa y Toñi Moreno dijo que “algo de ella va a vivir
en otra persona”, como si fueran sus riñones. Y anda que esos travelings que
hacen entre botellas y bandejas de bollos y dulces por las mesas hasta llegar
al pantallón con la cara llorosa que toque... El programa es como si se fueran
a desayunar a una churrería de las penas.
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