Esperar que las multitudes que salen a la
calle en Cataluña, con el corazón en toallas rayadas, estén pensando en macroeconomía
y en la UE, es casi como esperar que las que asaltan ahora embajadas por ahí estén
pensando en los fundamentos de la ética y la filosofía. No se trata de economía
ni de relaciones internacionales; de lo que ha dado una suma gordísima o de lo que
han pesado en balanzas venecianas: se trata de sentimentalidad, se trata de
espasmos estomacales del alma, se trata de la superstición de la sangre y de la
fuerza ciega y descomunal del odio, o al menos el rencor. Salida del euro,
recesión… ¿A quién le importa eso cuando podrían ver su bandera tapando el
cielo, al enemigo expulsado por fin de los santuarios de sus ancestros y un
solo himno en las gargantas? Los que han hecho las cuentas, los de las balanzas
venecianas, son los que nunca han querido la independencia pero la han usado
como espantajo, ésos que ahora se han tirado el farol igual que hacen los
pardillos primerizos en el póquer, creyéndose que fanfarronean en un tren del
Oeste. El pueblo, tirado de los alambres del alma, irá feliz hacia su ruina o
su destrucción si hace falta, con tal de sentir el abrigo sentimental,
maternal, infantiloide de un destino, de un útero, de un ser que anhelan,
incapaces de sentirse ciudadanos ni individuos, sino sólo súbditos de una raza.
Yo soy de los que votaría que sí a la independencia de quien lo pidiera. Aunque
sólo fuera por ver qué hacían con esa independencia. Por mi parte, yo hace
mucho que llegué a la conclusión de que la única Patria que merece la pena es
una Ley justa.
En
Andalucía también usamos de mitos originarios. Tienen barba y pana, y aún
hambre de pastor, y fechas como de arcángeles, y padre mágico como los dioses
solares. Aparte de la natural estupidez de los mitos fundantes, lo que no
pueden hacer éstos es sustituir o hacer olvidar a su sujeto. La Autonomía o el
28-F, tomados con los toman algunos con la pureza y la sacralidad de las
revoluciones salvadoras, han desplazado en los discursos al andaluz que querían
celebrar en un principio, ese andaluz que sigue en su miseria histórica y su
lucha por la dignidad. Los derechos no son de los pueblos, ni de sus
constituciones ni estatutos, los derechos son de los ciudadanos. Pero a quién
le importa esto cuando hay sentimentalidad, pertenencia, épica herrera, enemigos
y desquites, tierra y aceite y sangre dentro del espíritu escolar que guardan
las fotografías viejas. Así, algunos defenderán la Autonomía y hundirán a los
andaluces con la misma mano y el mismo folio. Tirando del alma, llevándonos
hacia lejanos paraísos que en realidad duermen en nuestros propios regazos,
acurrucándonos en el encaje de las banderas con olor de abuelita, un pueblo
puede caminar alegre hacia su ruina o su destrucción. Quién piensa en la
realidad, quién piensa en la persona, cuando el corazón de todos suena como una
unánime y estridente gaita heroica.
1 comentario:
El pueblo catalán está lejos de sentimentalismos... Busca el camino de la esencia, del latín 'essentia' y del verbo 'esse', "ser" = "existir", y así hasta el 'ser que existe'.
Esa es su Patria, su grial, su "Ley justa". Repase a Platón y a Aristóteles y déjese de "toallas rayadas" que sólo sirven para colorear su artículo... Ontología, señor mío, ideas, idealismo objetivo, y déjese de " gaitas"
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