Feliz
solsticio de invierno, porque el tiovivo de los planetas y el sol, del que dependen
los ciclos del agua, del cereal y del hombre, es bastante más viejo que la
carpintería de José y las cruces de palo. Pero, si lo prefieren, feliz Navidad.
Navidad de los harapos, con las castañeras sosteniendo el Cuerno de la
Abundancia ya seco y hasta con el cielo que parece su radiografía hecha con
frío, como todas. Mirando a los Jesusitos como cisnes de hielo o mazapán,
resulta curioso pensar que si el eje de rotación de este planeta de agua y
corcho no estuviera inclinado respecto al plano de la órbita, y no existieran
por tanto las estaciones, puede que no tuviéramos dioses o que no se parecieran
en nada a los de ahora, que nacen y mueren con las cambaladas del sol. Además,
de los sacerdotes vinieron los reyes y después toda la política. De administrar
la vuelta del calor y las semillas, de convencer a los dioses para que todo el
tiovivo celeste girara una vez más, tomaron el derecho a administrar también
los destinos de los hombres, a los que además engatusaban diciéndoles que
podían regresar de la muerte igual que los astros de su invierno. Claro que, sin
estaciones, puede que simplemente no estuviéramos aquí. Secas zonas frías o calientes
inhabitables, o tropicales y húmedas extremas que harían imposible la
agricultura arraigada. Si sobreviviéramos, no pasaríamos de tribus selváticas
precarias, escasas y migrantes. Imposibles la civilización y la tecnología. ¿Cómo
serían nuestros dioses, nuestra política, nuestra moral en un mundo así, sólo
porque los cielos se quedaron fijos?
Miren
cómo el sol es una manzana de caramelo que nos acercan y nos alejan los meses y
gracias a eso tenemos trigo, sociedad, gobiernos, economía y hasta Papa. Hay
ciclos en el cielo igual que en la política, las modas, la moral y, por
supuesto, el dinero. El dinero no sería otra religión sin seguir también los
caminos del sol, subiendo, bajando, pasando inviernos y balnearios, con
sacerdotes y redentores viviendo de avisarnos del frío o de las llamas. El
dinero y la política están en ese mismo carrusel de los planetas y de nuestras
emociones, que mudan con la temperatura y la luz. Los políticos cambian de
hambre, de piel y de postura con las nieves o la abundancia. Zapatero, Griñán, Rajoy,
incuso Javier Guerrero o Juan Lanzas, son frutas de temporada, uvas voluptuosas,
flores carnívoras o nueces duras, lo que ha dado la tierra con lo que tenía del
cielo y sus entrañas. Estamos ahora en el frío como cabalgando un cometa. Los
árboles tienen manoplas, la luz se hace vidrio en los ojos, el hambre tiró sus
cubos a un pozo helado, todo lo muy blanco parece una cuchilla. Pero hoy el sol
se levantará de la cama y empezará a rodar hasta la primavera como moviendo un
molino. Toda la vida espera para darse la vuelta. Es lo que se celebra hoy
desde hace milenios. El sol hace su trabajo en el cielo. Así hagamos nosotros
en la tierra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario