Fantasma
de las navidades. A Griñán no le pasa nada en la
cadera. Es la dificultad de intentar presentar una Andalucía coherente, cuando está
descuadernada y se le cae entre las manos, lo que le da como una cojera de
hombros y de ojos. Los políticos no pegan nada en estas noches de cabello de
ángel, sacando el prospecto del partido mientras fingen felicitar a los
abuelos. Pero Griñán, además, ni siquiera consigue parecer un pregonero, sino
esos tristes vendedores a domicilio de antes, con la aspiradora o la
enciclopedia que iban a salvar a la señora de la casa y el futuro de los niños,
cosa que no se creía ni él. Griñán, en su discurso de fin de temporada, quiso
animarnos con cara de trucha y siguió haciendo llamamientos a pactos con la
historia o con los ancestros. ¿Será este Pacto por Andalucía el que nos saque
de la miseria, la incultura y el atraso? ¿O si acaso ya el siguiente? ¿En qué
se diferencia éste del Pacto por la Autonomía del verano, o de los pactos
sociales de antes? Yo miraba a Griñán helado ante la ventana, como una princesa
melancólica o un farero que vigila nuestra pobreza, y me preguntaba por qué no
gobierna en vez de pedir pactos mágicos, y por qué su Gobierno se limita a hacer
oposición a Rajoy, a compartir fotógrafos con IU, a seguir alimentando la hidra
de la Administración y a prometer a los pobres que fabrica la misma Junta que
no serán abandonados. No era una cadera, ni su monarquía particular que se le
venía encima como una cenefa. Es que parecía el fantasma dickensiano de todas nuestras
navidades pasadas, presentes y futuras a la vez.
La
bolita de coco. Con su villancico, Canal Sur
quiere hacer suya la Navidad y Andalucía, meterlas dentro de su logotipo como
dentro de una de esas bolas de cristal donde nieva submarinamente en un paisaje
de chicle. Orfeones de pueblo, postulantes a andilucas, familias con perrito, plantas
enteras de hospitales y hasta coros universitarios han hecho sus vídeos de ese
villancico que ya no es una promo, sino un himno que pretende unir al pueblo y
a su guía espiritual en un sospechoso abrazo al que se prestan muchos andaluces.
Simples, inocentes, entregados, esos andaluces están reconociendo que son una
sola cosa Andalucía, su televisión y hasta la bondad y la ternura universales.
Efectiva y maquiavélica estrategia de marketing. Lo que ocurre es que esta
estrategia de la blanca Navidad, el algodonoso Canal Sur y la bondad global de
Andalucía en la misma bolita de coco, deja ver sus raíces inconscientes, una
especie de perverso fondo freudiano (o jungiano, mejor). En Nochebuena nos
pusieron seguidos como 200 villancicos de éstos, patéticos, tiernos, ridículos
o surrealistas. Uno de ellos empezaba dibujando el logo de Canal Sur en la
barriga de una embarazada (fabulosa imagen para el psicoanálisis: el andaluz
con la marca de nacimiento de Canal Sur, estigma indeleble en su conciencia y
personalidad) y luego derivaba hacia una rara (y también onírica) imitación de
muchos Manu Sánchez que hacían más chicas preñadas. La imitación incluía su
pizarra y un grandioso momento en que dibujaban unas tijeras tachadas y escribían
un “NO” a los recortes nada ambiguo. Es el momento en que a esa bolita navideña
de televisión y pueblo se une además la ideología en el poder y así se completa
el portalito o la estampita que querían. Y los andaluces, que creían que sólo estaban
cantando y zambombeando... Como siempre.
La
marca del poder. La Nochebuena en Canal Sur
siguió con cantes en covachas (más empujones subliminales al andaluz hacia su
esencia de tribu alegre y pobre) y el acostumbrado y necio teatrillo de Eloy
Botello y J.F. Ortuño invitando a la creación de la figura legal del delito
estético. Pusieron a un cuñado en la estratosfera, mucho mejor que un pavo seco
para hacer gracietas de ignorante, y nos regalaron la joya de sacar a un farmacéutico
con el logo de la Junta en la solapa. ¿Y eso? Era la bolita navideña que seguía
rodando: televisión, pueblo, bondad, cante, chiste, ideología y, por fin, la
marca del poder... Así en las cuevas, las farmacias o la estratosfera.
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