Puro
Chaves. Antes de que se lo trague su abrigo como
profesor universitario o se retire a remendar redes, todavía Chaves puede
oficiar de él mismo y dibujar su estilo grueso, lento e indeleble como una
caligrafía china. Puro Chaves es ése que argumenta que nada ha podido ser
ilegal porque él no lo hubiera consentido; el que dice que todo esto ocurre porque
“el PP no gana elecciones y eso es duro”; el que es capaz de afirmar que se usa
la corrupción para “dañar la imagen de Andalucía” y que se está alimentando “el
populismo”; el que se entera de los escándalos “por la prensa”. Sus argumentos
legales o administrativos fueron similares a los de otros comparecientes:
competencias estanco, legitimidad performativa… Chaves sólo le añadió esa
dolida dignidad del ofendido, esa superioridad moral de barbilla alta que hace
de rompeolas ante todo, incluso los hechos. Todo fue correcto porque lo
correcto se define aquí como la manera en que ellos hacen las cosas. Y lo que
no haya sido correcto, es que no es cuestión de ellos. Ése es el escolasticismo
tautológico y orondo de Chaves. El más puro Chaves. Doblas dijo que él “reinaba
pero no gobernaba”. Si creemos lo que contó, no sólo no supo nunca qué pasaba
en su Andalucía, sino que la descuidó tanto que le daba igual.
Procedimiento. Ayer no dejaba yo de preguntarme esto: ¿Cuándo una ayuda a una
empresa era regular o irregular según el procedimiento que empleaba la Junta?
La conclusión es que, cuando no hay norma, o la norma es la discrecionalidad,
no hay regularidad ni irregularidad. Sólo gracia u olvido divinos del que da la
ayuda. Por eso lo que dijo Griñán, que “no es el procedimiento, sino las
actuaciones dentro del procedimiento”, constituye la principal falsedad de todo
este embrollo. No era el “mal uso” de un marco legal, sencillamente porque no
había marco. Lo habían diseñado así. Y defender como legal este marco hecho de
su propio agujero me parece equivalente a defender la legalidad de dar dinero
público a voleo: gravísimo. En eso cayeron Griñán y también Chaves, que aunque
quiso trazar un cortafuegos en las consejerías, lo dejó claro: “El
procedimiento no daba pie a que se pudieran cometer actos ilegales”. Poco pie
dio. Ya lo vemos.
Paripé. Griñán venía con el morbo de ser la testa coronada, pero sabíamos
que iba a decir lo mismo que Aguayo o Álvarez, que no le llegaron los avisos de
los bomberos, que todo era legal, que le dolía el corazón de la pena y de la
infamia, que el interventor hablaba de fuegos pero tiraba el agua... Lo que no
mencionó Griñán fue que el interventor no pudo hacer mucho más precisamente por
el sistema de raros nudos marineros en el que las agencias y las consejerías
estaban unidas intercambiándose exculpaciones, limbos y dinero. Qué oportuno
diseño, de nuevo. Pero cuando todo parecía que iba a terminar en bostezo, por
fin el PP, dedicado hasta entonces a hacer discursos y poner morritos para
titulares y público (parecían tertulianos malos de Metropolitan Andalucía),
preguntó algo útil. Y Griñán terminó admitiendo que, en realidad, no sabía si
las ayudas a empresas eran legales. Adiós virtuoso marco, adiós teoría de los cuatro
sinvergüenzas: Griñán admitía que la Junta podía haber planteado un sistema
ilegal para otorgar ayudas. Pero no se acabó el mundo ni le cayeron a Griñán ni
a Chaves bolas de acero con las palabras “responsabilidad política” grabadas. Ya
se había encargado Griñán de repetir varias veces que “él no estaba allí”
cuando comenzó todo. Sin más, se terminó el paripé, el circo, esta vuelta
ciclista parlamentaria. Las responsabilidades desaparecen aún más rápido que la
pasta. Ahora, a pasar el Pronto por la mesa y que el último primo apague la
luz.
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