Conspiración. La gente pasa enseguida de limpiateteras y recogecolas de famosos
a analista internacional de medios y especialista en la Casa Real. Sobre todo
en Canal Sur. Y más, si hay un tiempo muerto para rellenar, entre el telediario
y el sopor. A esa hora ya no hay telenovelas, pero sí una especie de actualidad
telenovelada que nos trae el nuevo programa Más
que noticias. Es una contraportada de telediario pero muy alargada y
reportajeada, y que transmite la sensación de que tardan demasiado en sacudir las
migas de la mesa de los informativos. Esto de querer hacer actualidad con
vocación de postrecito tiene sus peligros y sus sorpresas, por ejemplo, que
alguien con sonrisa galletera aparezca de repente a descubrirnos una
conspiración internacional contra España. Y eso hizo Inmaculada Casal. Yo, la
verdad, ya sabía que ahuecar permanentes a duquesas o a sus caniches, mostrar
salones con los tapices como servilleteros y cantarnos genealogías de toreros
con relicario en el paquete, siempre ha sido cosa que da muchas tablas para
poder analizar la política internacional y el periodismo global. Así que no me
extrañó lo que dijo Inmaculada Casal en su reportaje o análisis a cuenta de
unas informaciones de The New York Times sobre la supuesta abultadísima fortuna
del Rey. Con toda la fuerza y la esencia del gran periodismo (estilo The
Newsroom) en su pelazo, empezó así: “¿Quieren que les diga a qué responde esta
campaña de The New York Times? Pues nada más y nada menos que a la sed de
venganza. Venganza contra nuestro monarca y también venganza contra la marca
España”. Sí, así, como un fan defendería a su Pantoja, un chavista a Chávez o un
tertuliano de Telecinco su silla pringosa. E insistía: “esto se enmarca dentro
de una campaña global contra la marca España”, “de lo que no hay duda es de que
existe una campaña de desprestigio contra la marca España”… Y las pruebas de
esta conspiración americana, en la que entran medios, políticos y no sé si la CIA,
Hollywod, los Simpson y la mafia, eran “las apocalípticas fotos de un indigente
buscando comida en la basura” o “las últimas declaraciones Romney durante el
debate presidencial de EEUU en las que calificó a la economía española de
despilfarro”. ¿Delirante, desquiciado, ridículo? ¿Es lo que ocurre cuando el periodismo
palanganero se pone a hacer análisis? La verdad es que en el periodismo de
altura, serio y concienzudo, hay muchos riesgos. Por ejemplo, inhalar demasiada
laca. A Inmaculada Casal, hay que tenérselo en cuenta.
Tardes
de mitin. No sé si el programa se llama Más que noticias por lo que le van
añadiendo a la noticia en sí: un poquito de fantasía merovingia, como antes, o
un conveniente palito al Gobierno del PP, que con ese estilo de sobremesa se disimula
mejor. El reportaje iba sobre cómo afectaba la crisis a los discapacitados y la
frase fue, tal cual, ésta: “Las medidas adoptadas por el Gobierno Central
afectan y vulneran los derechos de un millón de personas con discapacidad”. No
sé si prefiero aquellas tardes de telenovela a estas tardes de mitin.
Los
mismos bigotes. No nos hemos librado de la copla,
que ahora recurre al desecho de tienta, ni tampoco de Menuda Noche. Parece que se ha conseguido abaratar la cosa usando recursos
propios de Canal Sur: mandan una unidad móvil como una ruló de feriante a una
carpa, y ya está. Pero ahí seguimos: la insufrible copla, los viejitos y los
niños cargantes (“más cerca de los andaluces que nunca”, anunciaban o amenazaban);
Toñi Moreno, ahora también hasta por las noches; el pelopichismo sabihondo de
Manu Sánchez multiplicado por tres… Los programas culturetas y verderones se
han encogido y refundido entre ellos y los informativos se han alargado con
chorradas y periodismo de barredura, como hemos visto. Sólo Jesús Vigorra nos
aporta algo de esperanza, pero ya veremos. En fin, tanta revolución que se
anunciaba y Canal Sur sigue con los mismos bigotes, macetas, trompeterías
sumisas y retortijones de bajo vientre. El servicio público ya sabíamos lo que
era. Y lo que seguirá siendo.
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