Absurdo. Insisten mucho en que las agencias IFA e IDEA eran “meras cajas
pagadoras”. Lo que se les olvida es que serían unas cajas pagadoras como pegadas
a una olla exprés o a un camión volquete. O sea, casi arte absurdo. Algo así es
una agencia que se dedica a otras cosas pero tiene que efectuar pagos sobre
asuntos que no le corresponden, que no le competen y que no controla. Quizá
nuestros políticos sean la vanguardia del arte y hagan esto como si pegaran un
consolador a un cenicero. Pero la razón verdadera es que con ese engendro eludían
la fiscalización previa. Meter un ventilador en una jaula, o hacer que una
agencia pague lo de la consejería de enfrente, no tiene por qué ser ilegal. Salvo
que el ventilador avente dinero público a voleo sin que nadie pueda pararlo.
El
perchero. Un director de una “mera caja pagadora”
tiene algo así como la pinta de un perchero. Un perchero que firma sin mirar,
eso sí. Pero, al menos, volvieron a la Comisión los que saben leer un papel. No
parecían, como Lanzas, que llegaban de un puticlub; ni, como González Mata, un
ferrallista presidente de un equipo de tercera. Los tres directores de ayer nos
explicaron muy bien qué hacía su agencia, salvo en esa labor rara de prótesis
que suelta billetes por control remoto. Por ejemplo, se ocupaban de la
“inteligencia territorial”, explicó Miguel Ángel Serrano. Como vemos, son
agencias complejas, esdrújulas y capaces de detectar neuronas en cada receta
provincial del gazpacho. Todo un ovni para, al final, hacer de correveidile y
de monedero. Los tres comparecientes insistieron en que, si bien firmaban de
reojo, un poco mayestáticamente, obedecían órdenes (volví a acordarme de Algunos hombres buenos cuando Serrano
habló de que “su obligación era obedecer y ser leal a la Junta”). Y, por
supuesto, todo “bajo el imperio de la ley”. Así de peliculeramente lo dijo
Jacinto Cañete, que apeló no ya a los presupuestos como otros, sino al
Constitucional (yo me pregunto si al Constitucional llegó el churrero de El
Pedroso). Los argumentos ya los habíamos oído y, la verdad, que nos los
volviera a contar la máquina de estampar dinero (vamos, los directores de la
“mera caja pagadora”) no aportó mucho. Fue el día del déjà vu. El perchero explicaba sus sombreros, pero lo importante, el
hecho de que el procedimiento permitía dar dinero sin control y a nadie le
importaba, parecía algo que sucedía fuera, tras la ventana, siempre en otra
consejería u otro planeta. Como resumió Alba Doblas, “está montado para que el
IFA no se entere de nada y a Empleo nadie le diga nada de lo que no se quiere
enterar”.
Todos
al tren. Tanto Serrano como Cañete usaron una
metáfora locomotriz casi idéntica: “Me subí a un tren marcha” o “me subo a un
barco en marcha”. Muy atinada. Es el súbete o te quedas aquí tirado, las cosas
que se hacen como se han hecho siempre y tienen en eso mismo la justificación y
el perdón. O sea, la divisa de la chapuza. Cuánta grasilla y cutrez hispánica
en esa frase. Quizá por eso, Alba Doblas (la que más imaginación aporta) llamó
a IDEA “el brazo tonto de la Ley”. La verdad es que Torrente no desentonaría en
algunas direcciones generales de la Junta.
Psicofonía. Antonio Valverde, director actual de esa caja ya algo despegada de
la olla exprés, podría haber sido la gran chispa del día, y no otro rebobinado
de lo mismo. Porque él es una de las psicofonías de Invercaria, nada menos.
Recuerden a Laura Gómiz, mosqueada con aquel empleado que no quería falsear papeles,
diciendo: “¡Joder Cristóbal!, ¿tú te crees que Antonio Valverde no está al
tanto de todo lo que hay aquí?”. Pero Valverde dijo que eso no era objeto de la
Comisión y se replegó membranosamente hacia su nave del misterio.
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