Huevos
y prioridades. A Canal Sur le vemos ponerse ya poco
a poco las gafitas que tenía Canal Sur 2 (no lo enterrarán con ellas, como a Carrillo).
Lo que pasa es que no ha empezado con las de una bibliotecaria ni las de un
espeleólogo, sino por esas otras gafas como de manivela, entre Clark Kent y
personaje de Alfonso Arús, que son las de Manu Sánchez. Según ha anunciado en
Twitter, a partir del 2 de octubre tendrá un programa los martes, miércoles y
jueves. Aquí, la verdad, la risa inguinal y el humor de alacenilla siempre han
sido un servicio público muy apreciado: nos oxigena la autocomplacencia y nos
drena la miseria, al gusto del poder. Manu Sánchez quiere hacer humor
inteligente pero casi siempre termina en un huevo. O se tiene que remontar a
los visigodos para no sacar un pelo pichón o el hule de la cocina de su casa (y
aun así, los saca a veces, como en gótico). Pero es un humor sin insolencia,
sin riesgo, un humor abrigado y comodón. Manu sólo echa cojones a los norteños
bocazas. Hace imitaciones de Rajoy sorbiéndose la lengua pero yo no le he visto
hacer de Chaves o de Griñán. Ni tampoco una pizarra sobre los ERE. He dicho
muchas veces que me felicitaré de nuestra salud democrática, humorística y
televisiva cuando en Canal Sur sea posible un programa satírico de la calidad y
la valentía de Vaya semanita, el de
la ETB, capaz de hacer teleñecos con los batasunos (‘Los Batasunis’), de
ridiculizar a todos los partidos en fila de a uno y de tomarse a chota la
pomposa y delicada idiosincrasia vasca… Y en Euskadi, que no es Dos Hermanas…
Eso sí son huevos, Manu, no hacer una pizarra sobre el ciclo del agua. Canal
Sur se estrecha pero salva ese humor también encogido, además de blandito y apeluchado,
que eleva a la categoría de servicio público en esta selección impuesta por el
desalojo de Canal Sur 2. Dice mucho sobre el espíritu que anima esta revolución
de RTVA el hecho de que los primeros programas dados por seguros en la nueva
etapa hayan sido la copla, en alguna versión abaratada, y lo de Manu Sánchez.
Canal Sur coge el servicio público por el moño y por la pichilla y nos muestra
cuáles son sus prioridades. Yo no esperaba otra cosa. Ni siquiera disimulo.
Las
Chochis. Que el programa Veraneantes empiece con esa música de españolito bigotón
persiguiendo a sueca (elijan letra: “parapara” o “dabadaba”), que nos lo
presenten con un paisano bebiendo de botijo en la playa, y que luego nos
anuncien las aventuras de Las Chochis en la Costa del Sol, podría parecer un
intento de parodia amarga, como un Torrente que dirigiera Paco León. Pero no, todo
esto, y lo que vino después, que creo que sólo puedo describir juntado panceta,
pajar, sobaco, polígono, lobotomía, ladilla, rebaba, pezuña pantalonera y dibujo
de retrete de bar; todo esto, decía, nos lo ofrecía el programa con la
satisfacción y seriedad con que un chiringuito te ofrece sus pimientos
rebozados en arena. Las Chochis, que son chonis con un par de letras cambiadas
para darle más olor a pescado a su estilo, son las “escaparatistas más alocadas
del planeta”, tres chicas y un chico entre el botellón y la despedida de
soltera cani, y cuyas aventuras está por lo visto narrando el programa por
episodios. No sé en los otros, pero en éste se dedican a evaluar los culos de
los jockeys del hipódromo de Mijas (el chico decía “disc-jockey”) y terminan
montándose en un burro al que el ambientillo le hace ponerse bastante tenso.
Vamos, que el burro se empalmó y las gracias y las risas se fundían con la cosa
del animal allí en primer plano. Fue como si la habitual vulgaridad de Canal
Sur la hubieran conseguido hacer olorosa, como si Canal Sur nos hubiera meado
de verdad el salón desde un establo allí en la tele. Hubo un momento en que
estas Chochis posaban haciendo morritos en el hipódromo, frente a carteles con
logotipos de la Junta. Pensé que era como el photocall al que habían llamado a
desfilar a lo que han hecho con los andaluces, después de alimentar, aplaudir y
engrandecer durante tantos años la ordinariez. Y además, cobrarla. En dinero y
en votos.
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