La
Reina de Inglaterra ha paseado su gloria como si la sacaran en cama con dosel
por la calle. La monarquía es un poco eso, imaginar que alguien se viste de
Pantocrátor igual para ir a Westminster que para dormir. Ese desfile con
carrozas, lanceros y hasta carillones nos demuestra que las monarquías, de la
tierra o del Cielo, sólo existen si se las pasea con ruedas de oro y pagodas en
la cabeza. Aquí lo hacemos con esas Vírgenes que reinan en el plateresco, los
almanaques, los costureros o las marismas. La Reina Isabel ha tenido su jubileo
rodeada de un Imperio de casitas de muñecas y cajas de música de la majestad,
aunque esta vez no estaba Purcell para escribir odas, sólo McCartney y otros
lores guitarristas. Hasta la eternidad debe cumplir años, celebrar su
cansancio, encargarse tartas como palacios. Si no, la gente se olvida de que
existe lo eterno. Por eso también la Virgen del Rocío va a tener su año
jubilar, se va a poner anillos de novia y va a hacer crecer tenderetes para el
mercadeo de estampitas, milagros y sevillanas. Un gran espectáculo y un gran
negocio para la economía basada en las almas y también para la basada en el
dinero, tan caedizo, y que quizá son la misma. Si aquí recurrimos a los santos
con palma y a las Vírgenes con muceta para que llueva o gane un equipo de
fútbol, por qué no vamos a hacerlo cuando nos asfixian la crisis y los mercados
vikingos. Bien lo ha visto la ministra Fátima Báñez.
Báñez
ha agotado muy pronto esa primera etapa racional que existe en toda
desesperación y ya se ha encomendado a la Virgen del Rocío para que nos saque
de la crisis. Lo próximo será hacerle vudú a Merkel. Gran tranquilidad y
confianza ha debido de generar eso en Europa, saber que los ministros españoles
ya se están persignando y que en los consejos de los viernes la cosa va de
oraciones y novenas, sin descartar el flagelo y el cilicio para Rajoy. Pronto
veremos a todo el Gobierno bautizándose con manzanilla en el Quema, ante la
sagrada y caliente respiración de los bueyes. Báñez, como una pastorcilla
portuguesa, se ha arrodillado y ha agradecido este jubileo rociero, según ella
“el regalo que ha hecho la Virgen del Rocío, aliada privilegiada y embajadora
universal de Huelva, en el camino hacia la salida de la crisis”. Deberíamos
montar un jubileo para cada Virgen y cada sagrario, verían qué pronto se
acababa este tormento. Menos mal que el Cielo nos protege y que a nuestro
Gobierno, tan pío, se le ha aparecido la solución como a Constantino: In hoc
signo vinces. “Viva la Virgen del Rocío”, gritó la ministra en Huelva. Pero
las Vírgenes son madera como las reinas son señoras sin dedo dorado. “Exsultate,
jubilate”, aunque no hay eternidades ni milagros y las monarquías de salón
o de las nubes lo único que hacen es exhibir sus bomboneras ante el hambre. De
los gobiernos, se espera otra cosa.
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