El Vaticano andaluz. Lo institucional no existe aquí. Sólo es el papado que se erige
lo partidista. Es una de nuestras grandes carencias democráticas: la ignorancia
y el desprecio de los gobernantes hacia lo público entendido como verdadero
espacio común. Ellos no pueden verlo sino como otro despacho más de su sigla.
Se cumplían 30 años del Parlamento Andaluz, Manuel Gracia hablaba en Canal Sur
de la “arquitectura institucional de Andalucía” y lo veíamos junto a Griñán y a
otros bustos del acontecimiento defendiendo sus encomiendas sagradas, muy
inflamados por esos discursos pomposos e hipócritas que les salen a los
políticos cuando quieren trasladar la Democracia desde sus intereses a una
pinacoteca o un altarcito. Todo ese plateresco para luego ver que en el libro
conmemorativo, igual de plateresco, se calificaba a Chaves como “de los pocos
políticos conocidos que podría haber llegado a beato si hubiera un Vaticano de
la política” y se metían con este periódico. Yo le diría a Antonio Avendaño,
periodista que escribió ese panegírico con todo su corazón, pues trabajó para
Chaves, que en Andalucía el Vaticano de la política existe. Es ese PSOE-Junta,
esa Autonomía-Partido, inseparables, indistinguibles. Ese Vaticano en el que
hay papas y papadas, santos y sagradas familias, cardenalones y banqueros de
Dios, profetas y evangelistas, Inquisición y Guardia Suiza, así hasta llegar a
sacristanejos, chupavelas y monaguillos que cobran en galletas. Por ahí tiene
su hornacina Chaves y también su hueco Avendaño. Hasta este periódico tiene su
sitio: el Infierno, por supuesto. Otro lugar en su mitología y en sus círculos
y coros celestiales sería un insulto.
Hasta el gorro. José Chamizo, entre el cielo y la tierra, no termina de estar en
la política como no termina de estar en el sacerdocio. Sin embargo, su cargo
parece un purgatorio institucional, un confesionario de lágrimas o una misión
en un altiplano. Condenado a recibir quejas e inventariar carencias sin poder
hacer nada, es normal que le sobrevengan crisis de fe y unos reverendos cabreos
como los que le darían al gran Juan Luis Galiardo haciendo de cura. A lo mejor
Chamizo debería dejarle el puesto a Toñi Moreno. De todas formas, me pareció
simpático verlo en las noticias de Canal Sur hablándoles a los políticos como
un padre o como un cura arremangado: “La gente está hasta el gorro de todos
ustedes”. Suave me parecen sus comentarios para lo que el pueblo que
supuestamente defiende les diría de verdad a los políticos. Pero éstos se han
molestado y le han recordado que él también debe contribuir a la “dignidad de
la política”. Chamizo, en realidad, nunca ha sido ni demasiado útil ni
demasiado molesto. Lo suyo es una beatífica tibieza bien pensante y una especie
de perroflautismo con despacho, decorativos y neutros. Por eso se ha ido
haciendo eterno y traslúcido en la política andaluza, de una manera algo
mendicante. Chamizo tiene más razón que el santo que le presta la cara, pero
este arrebato, que le hizo estrella mediática, ya ha provocado que los que
mandan empiecen a pensar en el día de su crucifixión. Un Defensor del Pueblo
que defiende al pueblo es lo último que se puede consentir.
Copla y melonar. Me critica una amiga que no comente la, por lo visto, escandalosa
final de Se llama copla, con novios pasando por la cara y cantando de la
mano o algo así que no termino de entender. La verdad es que ya no veo Se
llama copla como no veo películas de Esteso. De todas formas, me interesa
más lo que puedan hacer juntos Eva González y Manu Sánchez en su nuevo
programa. No sé si cantarán copla en un melonar o se pintarán las uñas haciendo
chistes que tengan cien kilómetros de alcance. Pero me alegro porque vi a Manu
Sánchez muy preocupado por quedarse en el paro con el final de temporada. Cómo
va a quedarse parado aquí alguien que imita tan bien a Rajoy, hombre... Por
cierto, Manu, monstruo: me han dicho que me he perdido tus pizarras sobre los
ERE, que lo explicaste todavía mejor que la mitología griega. Pásame el youtube
o algo, anda, que no las encuentro.
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