Tiemblo
ante los pactos de los partidos, que son como los pactos míticos entre dioses,
algo para repartirse el cielo mientras dejan a los humanos la tarea de sufrir su
fuego, degollarse primogénitos y guardarles sus rayos en cajas. De estos pactos
políticos, mayormente recordamos unas mayúsculas, porque siempre nos los escriben
así, como si cada uno iniciara un Génesis, aunque luego vemos que con eso sólo
pretenden subir palabras vacías en sillas altas. El Pacto por la Justicia, por
ejemplo, sonaba a juramento artúrico, pero sólo iba de repartirse los jueces en
los tribunales y consejos, poniendo cada partido, por turnos, un tirabuzón de
su gusto. Hay pactos que se quedan en la hipocresía mutuamente excusada, como el
Pacto Antitransfugismo, o que se hacen para durar lo que su titular. Otros, compran
con dinero el nombre de una quimera o de una broma, como eso de la paz social.
Y todos tienen algo de realidad performativa, que se materializa sólo con
nombrarla. Pongan cualquier cosa detrás de la palabra ‘pacto’ y verán aparecer
el espejismo: Pacto por la educación, por la sanidad, por la cultura, por el
empleo… Pactos de los que no se suelen enterar ni la educación, ni la sanidad,
ni la cultura ni el empleo, pero nosotros nos los imaginamos floreciendo o
sanando tras su invocación y los políticos se apuntan una mera intención como
logro.
Los
pactos se pregonan y se traicionan, mariposean y mueren, y no significan ni
valen nada por su nombre, sino por su sustancia, que casi nunca encontramos.
Griñán y Zoido pueden pactar olvidar la confrontación, pero vemos a nuestro
presidente usar el Parlamento andaluz como bombarda contra Rajoy hasta afirmar,
nada menos, que el Gobierno ha roto el “mandato representativo” en estos pocos
meses. Pues anda que si evaluáramos los cumplimientos y fracasos de ellos en
Andalucía durante 30 años… Pero qué más da. Ofrecer un pacto es como lanzar una
rosa por amor, hay belleza y verdad en el simple gesto, así que Griñán ha
sacado ahora lo del Pacto por la Autonomía, con toda la pomposidad y la broza
que ya hemos descrito para este tipo de artificios. Claro que uno adivina que
por Autonomía, Estatuto, competencias, derechos, Estado del Bienestar y otros
sagrados y primorosos rótulos sólo quieren decir ‘su chiringuito’. No por nada,
sino porque hasta el momento no nos han demostrado que entiendan ni les importe
otra cosa. La Autonomía, en su palabra, en su espíritu, en sus objetivos, puede
estar tan vacía como esos pactos si se usa para lo que se ha usado aquí. Griñán
menciona el “mandato representativo” sin pensarlo mucho, pero creo que todos se
han olvidado de ese pacto que sí es fundamental, el de los políticos con el
pueblo, ése por el que el ciudadano delega en sus representantes y éstos
deberían corresponder con honestidad, diligencia y buena fe en su gobierno. Es
el pacto más importante y el que menos les importa. No tiene ni mitos ni mayúsculas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario