Descontrol. Manuel Gómez, el interventor kafkiano o un poco gallego, había
dejado golosinas y veneno para todos y ayer lo citaron para apoyar una cosa y
la contraria, como las Escrituras. En vez de enriquecer las familias semánticas,
tendría que haber usado números: este “incumplimiento” equivale a tantos años
de trullo, esta “vulneración” a tantos otros de inhabilitación... También
Carmen Martínez Aguayo interpretó a gusto las palabras del santo interventor, mientras
explicaba todos los minuciosos procesos y procedimientos que existen… para el
descontrol. Sí, porque después de tanta norma y tanta pelusa administrativa, lo
que ve uno es que los churreros vencen al derecho comparado y a toda una marina
de interventores. “Cualquier procedimiento se puede violentar si se tiene
voluntad", repitió Aguayo. Claro, sobre todo si se decide que el
procedimiento carezca de controles. Y más todavía si los informes de la
Intervención que alertaban del “incendio” ella no los leía o los guardaba donde
los adornos de Navidad. Parece que también le faltaban las competencias, el
procedimiento y el impreso para descolgar el teléfono.
No
sé. El gran factótum, el gran Demiurgo, el gran
urdidor, ése al que llamaban el Todopoderoso en Jaén; Gaspar Zarrías, en fin, llegó
a la comisión y reconoció su más humilde y completa ignorancia en todo con
pinta de recién mojadito en el Ganges. No conocía el convenio porque “no
generaba gasto” (!!!), ni el procedimiento, ni al señor Lanzas, ni por qué se
concedían ayudas a restaurantes; no conoció ninguna irregularidad, su
“desconocimiento del señor Guerrero era total”, no tenía “ni la más remota
idea” de que se estaban acumulando ayudas en zonas o empresas, “no tenía
conciencia” de ayudas arbitrarias y sólo le faltó recalcar que no conocía
varón. Todo era cosa de Empleo, donde además de solos, llevaban la cosa como en
oscuridades acampanadas sin que él se enterase de nada. Lobotomizado y sordo,
huelga decir que ninguno de estos asuntos se trató en el consejillo de
viceconsejeros, ni por supuesto en el Olimpo del Consejo de Gobierno. Ya ven,
una política tan importante para la Junta (“de Estado”), y no sólo la reducen a
la última y única voluntad de un director general, sino que ni se hablaba de
ello fuera. Nada. El hombre con más tablas y experiencia en la política y en
las instituciones que tengamos en Andalucía, no sabía nada. Si hasta comparó lo
de los ERE con los procedimientos que usaron durante la gripe aviar… No sé si era
porque sin bigote parecía escaldado, pero cuánta piedad daba su ignorancia.
Pinchando. Cosas de la política. Una comisión que investiga las ayudas
concedidas por la Junta citaba a Zoido, que vino con dos cartapacios y más
ganas de contar la trama ERE desde Mercasevilla que de aclarar lo de la faja
pirítica de Huelva. No es que hubiera mucho donde pinchar, pero Antonia Moro,
de repente, empezó a hablar rápido, ella que siempre arrastraba el reloj, y se
lanzó al ataque. Atacó como con un tenedor, pero con eso y algún periódico, hizo
lo que pudo. Mucho le ayudó el Gobierno central, primero negando la
documentación por falta de competencias, y luego retrasándola hasta un rato
antes de la comparecencia. Aparte eso, no parecía haber mucho donde pinchar. Zoido
afirmó que todas las normas se habían cumplido y que todos los papeles estaban,
aunque de la mesa se habían volado algunos. Pero fue raro, o triste, ver cómo se
daban la vuelta las preguntas o los cerebros, y un celo por la normativa y los
expedientes con todas sus grapas sustituía el pasotismo y la tranquilidad de
antes. La cosa acabó un poco en bronca, como el final de un partido con Italia.
No estuvo bonito, pero el PSOE no tiene más que ese hueso.
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