Algunos
hombres buenos. La comisión empezó con monólogos
shakesperianos o del Tenorio, que así sonaban las preguntas sin respuesta. Pero
tras los comisionados con calavera y los declarantes como estatuas del
comendador, aparecieron los pájaros cantores. José Antonio Viera y Antonio
Fernández, con caras de pollo asado, queriendo litigar y defender la honra
(hasta alegatos por la Democracia y la limpieza de la política se escucharon con
fondo de violín), terminaron sin embargo haciéndose el nudo. Por cierto, tengo
que reclamar la paternidad de la comparación con el final de la película Algunos hombres buenos, que mencioné en
Twitter cuando Fernández, airado como aquel coronel de cojón que hacía Jack
Nicholson, espetó: “¿Quién ha dicho que el poder no es discrecional?”. Seguí
las dos comparecencias del viernes, la de Viera por Internet y la de Fernández
por Canal Sur 2, y me parecieron dos orgullosas confesiones que, eso sí, quisieron
justificarse con necesidades y guerras que ellos consideran por encima de la
norma. O sea, igual que en la película. “¿Ordenó usted el código rojo?”, podrían
haber preguntado Rafael Carmona o Alba Doblas. “Por supuesto que lo hice,
joder”, podrían haber contestado Viera o Fernández (en el fondo lo hicieron), primero
con la misma jactancia, y después la misma estupefacción que Nicholson, al
comprobar que sus actos no eran considerados heroicos y patrióticos, sino
ilegales y punibles. Sí, porque Viera tuvo que admitir que no había ninguna
norma para la concesión de las ayudas. Y Fernández añadió que ni norma ni
registro, y que además todo respondía a una “política de Estado” impulsada por
el Gobierno andaluz. O sea, que ellos soltaban el dinero público que les daba
la gana a quienes les daba la gana y como les daba la gana. Y esto les parecía
normal a todos. Parte de la discrecionalidad del poder. Y respaldado por el presupuesto,
que tiene rango de ley, insistían. Si el argumento es que aprobar el concepto
de una partida presupuestaria significa que pueden hacer con ese dinero su
santísima voluntad, repartirlo a capricho según consideraciones subjetivas y
particulares, sin requisitos claros y medibles y comprobables, sin publicidad
ni equidad, sin registro ni norma alguna; si creen eso, entonces van a chupar
poca trena… Porque eso no es la discrecionalidad de cuando no hay norma, sino
arbitrariedad despreciando las normas. A la vez que intentaban responsabilizar
a los parlamentarios (¡por aprobar los presupuestos y no fiscalizarlos!),
apuntaban al director general, soldado en esto. Como llegaron a decirle a
Fernández, han manejado el dinero público como si fuera su dinero particular. Y,
llegue a “criaturitas”, a empresas que lo necesitan o a churrerías o tinglados de
amiguetes, eso no puede ser. Aunque ellos se crean en mitad de una guerra,
vigilando los muros del poder y del hambre.
Su
línea. RTVA ha emitido alguna comparecencia de la
comisión, pero hay que decir que al principio parecía que no tenía muchas ganas
de sacar el tema en los informativos. Un día tuve que tragarme veinte minutos
de noticias sobre la calor o grifos atascados, hasta que llegó. Y entonces, se
centraron más en la incomodidad de las preguntas, como si fuera el aire
acondicionado, que en la enormidad y gravedad del caso. O destacaron la
descacharrante indignación de Antonia Moro, intentando ‘pescar’ en la faja
pirítica de Huelva al preguntar si Zoido y Arenas “tienen algo que ocultar”,
con la que tiene el PSOE liada con los suyos. En fin. En su línea.
Goyesco. No sale mucho, pero cuando lo hace, me sigue pareciendo el magnífico
cuadro goyesco que retrata nuestra época con sólo una cabeza y una sombra. Y
más ahora. Hablo de Leonardo Chaves, que anda de director en el Cajasol de
baloncesto por méritos innegables. Lo que él significa aún sigue llenando la
pantalla y nuestro horizonte.
Trash. ¿Sánchez Gordillo? ¿Ruíz
Mateos? He decidido que ya son inconos trash,
que dicen los modernitos. Como Ana Obregón o Alaska. Más material de Crónicas Marcianas que otra cosa. O sea,
que paso. Se me fundió el frikómetro.
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