
Misionera de lo andaluz. Si a lo hortera se le añade un piano, lo que queda es algo así como la horterada en su transatlántico. Las folclóricas con piano, su musiquilla con frac, su melena planchada por violines. A las folclóricas así se les pone la sonrisa como toda una octava, la bata de cola se les hincha como un foque y creen que una dignidad de teatros de la ópera y de batutas de plata desciende sobre el clavel del canalillo igual que en una coronación. De Isabel Pantoja en Rusia se me ha quedado, más que otra cosa, la imagen del piano junto a ella como un catafalco y de la orquesta detrás formando cortina. Algo como demasiado escenario, demasiado dorado o demasiado violonchelo para tan pequeña cosa, ese querer ser sinfónica con una música suya que es de tendedero. Isabel Pantoja se fue a Rusia en una especie de misión cristiana de lo español o lo andaluz. A las folclóricas les gusta sentirse internacionales, pero es una internacionalidad de cocinera o lateral izquierdo, que no es cosmopolitismo sino un trasplante de su barrio en las tundras o las Américas. Hay una universalidad de lo andaluz, que puede ser el flamenco, que suena igual en cualquier punto del planeta porque es arte. Pero luego hay un andaluceo intransportable, que son esas tonadas de la radio local y esa estética de su virgencita que fuera de aquí sólo quedan batusi. En la tele hubo polémicas sobre el lleno del teatro y las entradas regaladas. A mí sólo me recordó ese catetismo del que sale fuera y cree que le entienden los chistes y los majados de su pueblo.
Serenidad parlamentaria. “Con plante serio y muy formales, tal como invita la serenidad de la cámara andaluza, así hemos visto a estos 60 estudiantes que se han convertido en diputados por un día”. Así presentaba el locutor de las noticias de Canal Sur ese día Disney del Parlamento Andaluz, ocupado por chiquillos. La serenidad del Parlamento, ¿será por el sueño, la parálisis y los ecos en los que se resume su actividad? ¿Será la serenidad de algunos al votar con los pies sin inmutarse? ¿La serenidad con la que Chaves torea las preguntas sobre la deuda histórica o sus hermanísimos? ¿O la serenidad con la que salen casi menos leyes que comisiones de investigación? Piensen serenamente.