24 de octubre de 2008

Los días persiguiéndose: El zoo (24/10/2008)

En el zoo de Jerez descubrí de pequeño que los animales olían a sol y a heces. La naturaleza con el culo pelado, sentada sobre sus cáscaras, bostezando y recibiendo manguerazos de sombra, me pareció más su hospital que otra cosa. Recuerdo que los bichos tenían algo de flacos, de dormidos, de pobres y hasta de impostores, medio salvajes como medio vivos. Nunca imaginé que aquello podría ser un día enseñanza y modelo para la reindustrialización de una comarca, aunque quizá las mentes preclaras de la Junta han pensado que allí los parados de Delphi tendrían la oportunidad de ver un reflejo de ellos mismos, también medio salvajes y medio vivos, un poco desdentados, un poco espantamoscas, con su fiereza quitada y tirada como un guante, conducidos, enjaulados, narcotizados, expuestos, largo y lento paisaje de sol en las barrigas y bocados al aire. Yo fui allí de niño, al zoo de Jerez, kioscos de pájaros, castillos de monos. Los animales y los niños se entienden, se reconocen, como todos los seres inocentes, habitantes del suelo, de las caricias y del tiempo infinito. Yo creo que los animales del zoo y los parados de Delphi también se reconocieron en lo que tienen de sombra encerrada, de duermevela, de expulsados de la jungla, de heridos de flecha, de día sin horas.

El zoo o una bodega, dos sitios donde se reblandece el tiempo y se ahogan flores machacadas. Dos formas de tumba o de intoxicación hacia donde llevan a los parados de Delphi en sus cursos de campamento, en sus merendolas o autocines. Yo estuve un tiempo impartiendo cursos a desempleados, y también a trabajadores y a empresarios. Ordenadores, ofimática, Internet, todo eso que siguen llamando “nuevas tecnologías”... Cuando empezaba, sucumbía a veces a la tentación de apartarme de lo que aparecía en la pantalla para explicar algún principio matemático o físico. Eran los propios alumnos los que me llamaban la atención, con razón, preguntándome para qué les iba a servir a ellos en el curro conocer los fundamentos del sistema binario o de la transmisión de señales digitales. No sé qué hubieran dicho si, jugándose ellos el futuro, les hubiesen llevado al zoo o puesto una película de mamporros. La Junta pretende que los trabajadores de Delphi pasen de los rodamientos a la aviónica, de la fresadora al microchip, pero les montan guarderías, les planean jornadas de guiri o jubilado, los llevan de excursión a alimentar palomas y macacos o a emborracharse de los perfumes lugareños. Y todavía tenemos que soportar el engolado cinismo de personajes como Antonio Pina, especie de vividor del desempleo ajeno, apelando a maniobras y conspiraciones de la derecha para explicar esta tomadura de pelo, este insulto a los parados, esta yincana de millones de euros que los entretiene del sofá al tobogán. Esto, que merecería un motín, mantiene sin embargo a los supuestos izquierdosos callados y en recua.

En el zoo pasta el silencio, se columpia el agua, se peinan las fieras. En el zoo las serpientes se aburguesan y las rapaces parecen sólo corcheas. El zoo es la naturaleza cuando se le lanza un dardo adormecedor y los cazadores se acuestan o se rinden. Cuando el dardo se le lanza a la izquierda, a los sindicatos, a los parados, su domesticación da este panorama de selva sin dientes y de león que bebe en un cántaro, negando en ese gesto todo lo que le quedaba aún de león.

Somos Zapping 19/10/2008

Joaquín x Magdalena. Joaquín Petit le terminó regalando a Magdalena Álvarez un bolígrafo, final muy apropiado para una entrevista toda hecha como de celofán y Corte Inglés (Petit es un poco como el típico dependiente pelusero de allí y hasta se rodea de las mismas músicas y perchas). Se lo regaló, según dijo, para que firmara “muchas cosas que le vengan bien a todo el mundo, pero, si le vienen bien a Andalucía, pues se lo agradeceríamos mucho”. Lo malo es que en manos de la ministra cualquier bolígrafo parece el de firmar catástrofes, así que aquél me dio miedo, como si fuera una invitación a demoler algo pronto o allí mismo, algo de lo que anda ella siempre demoliendo o agrietando, sus muchas cosas caedizas, hundidas, rajadas y caóticas. En cualquier caso, con regalito y miradas enredadas, yo creo que Joaquín Petit y Magdalena Álvarez quedaron un poco de novios. Puede que Petit, en realidad, quede siempre de novio con sus invitados, y por eso prepara un ambiente de seducción, se pone sombreros de medio lado, espera en las farolas que se fabrica para eso y regala flores en las preguntas. Otra manera de decirlo es que, en su programa, Petit parece reinar como un rano en un charco de babosería, sobre todo cuando se le acercan desde el poder socialista. La ministra dijo cosas para morirse de risa, como que el de Fomento es un ministerio “en el que te puedes lucir mucho” (ella se está luciendo a base de bien), o “soy mujer, soy andaluza, tengo unas características personales que pueden llamar la atención fuera y no en Andalucía”. Pero más significativos fueron los comentarios y las preguntas de Petit, que aparte algunas tontas como si es jugadora de mus o si merienda todos los días, nos mostraron todo el sesgo, el lacayismo y la docilidad que ya le conocemos: “¿Qué ha supuesto para Andalucía que usted, una andaluza, sea ministra de Fomento?”, “algunos que no son del Partido Popular como el señor Arenas también están muy interesados en no ver la realidad actual de Andalucía”... Y mi favorita: “Mujer, con carácter, andaluza, ¿tenía usted demasiadas papeletas para que las críticas de los machistas estuvieran ahí preparadas?”. Sí, ahora resulta que los que critican a una ministra nefasta es porque son machistas. En fin, que Petit parece cada vez más un curita del sociatismo, un colgador de sus chaquetas o un tanguista enamorado de sus jefes. Petit y Magdalena Álvarez creo que al final se fueron, entre hebras de gatos y de lunas por el suelo, como a él le gusta tan ridículamente retratarse, a hablar de su amor y otras servidumbres.


Paz en la tierra. Paz Padilla me cae bien: su naturalidad, su gracia un poco descoyuntada o gallinácea... Estoy seguro de que me reiría mucho con ella tomando cervecitas, lo que ocurre es que presentar un programa de televisión es diferente a contar chistes entre croquetas. Esta temporada de Canal Sur, que tampoco ha traído demasiada novedad aparte de unas cortinillas de continuidad que parecen sombras de tetas de colores, nos hemos encontrado con que Paz Padilla vuelve por partida doble, con un teleserie de la que ya hablaremos, y el show nocturno Paz en la tierra, que podemos describir como trastabillado y vulgar. A Paz Padilla, que tiene mucha gracia, no se le ha dado bien nunca, sin embargo, actuar ni leer tarjetitas, pero se han empeñado en hacer de ella presentadora, actriz, entrevistadora, imitadora, ayudante de mago y todo lo que tiene en el trastero para ella Canal Sur. Pero sus programas le salen a batacazos, se le enredan las palabras en las piernas o al revés, y es lo que vuelve a pasar en éste. A lo mejor la intención era hacer una Eva Hache andaluza, pero uno sigue creyendo que Paz Padilla, en sus programas, siempre parece que acaba de salir de la ducha y se ha encontrado en el plató de repente, sin saber muy bien qué decir ni a dónde mirar. El programa no es muy original: hay intentos de monólogos (malos), entrevistas en las que torpea mucho, frikis como Leonardo Dantés cantándole a los nombres de la picha o el Risitas magreando a un travesti, imitaciones como de mariquita en carnaval, parodias de canciones (Paz no sabe cantar, déjenlo), humoristas de mórbida flacura física y mental, mesas de marujas hablando de sus bajos y otras chorradas entre el ridículo y el espanto. Prefiero que cuente chistes en vez de verla patinar por este intento cutre de late show.

16 de octubre de 2008

Los días persiguiéndose: El viaje (16/10/2008)

El político va con su cestillo de votos, con su política como un platanal trasplantado, se lleva fachadas y cofres indianos y hasta el Parlamento de aquí como la fuente rodante de su pueblo, adornada, conocida, paleta, cementerio de palomas y plásticos y pipas. El político va con los moños y trapos de la tierra, con la feria cuchillera de sus gitanos y sus toneleros, con la rejería de nuestras manos hacia arriba, con las cocinas destechadas o los cielos hervidos, con su reino pobre y feliz igual que un reino de borriquillos. El político va lejos en el agua, como cañas o rifles que bajan con el río, o quizá es un mar, el océano lleno de caparazones de dragones o cascos de conquistadores, va hacia una Amazonia azul, hacia una pirámide bien hundida, hacia un sur de hielos forestales y ganado cabeza abajo, continente que cuelga secándose en el planeta. El político cuenta sus monedas, sucia arpillería de monedas, el precio como en esclavos que tiene su corona, dinero de huesos como un dinero de los caníbales; lleva todo el viaje contando lo que pesan los hombres, los votos, los países, la tierra, lo que le cuesta la carne comprada y los hijos por vender. El político va a por votos o a por marfil robado a elefantes que no hay, lleva bajeles y mozos para eso, baratijas y espejos para engañar a las tribus, ese aire a la vez de superioridad y de precaución de los desembarcados y de los traidores. El político, que será tomado por un dios a caballo, como aquellos soldados de Kipling, el político que tiene esperando en la orilla creyentes, campanarios, porteadores y novias, el político se va a llevar de allí todo lo que le quepa de patria en las alforjas.

El político ha planeado su viaje como un asesinato con huida, huida a través de selvas con cortinas o de esos trenes antiguos de encaje y farol, tan románticos para el asesinato como para la cena. América, trigal de la patria, altivez de poncho, hospital viejo de españoles a los que ahora el político saluda, usa, compra y luego asesina para llevarse sus corazones blancos, como de niños de coro, y amontonarlos aquí en Andalucía haciendo votos, que también los votos son blancos y huelen a inocente sacrificado en su primera comunión. Por la América del Sur, madero clavado en agua de lo hispánico, no saben nada de lo que pasa en Andalucía salvo que viene un señor invitando a café y chocolate, y allí, donde existe cierto complejo de faltarles padre o más familia, enseguida le regalan el voto, la fe y hasta a sus hijas en matrimonio, por que no se pierda el apellido, el vínculo, la raza. El político va con esa religión aprendida, el político sabe regarla con melaza, fiesta y madre patria. Por eso los representantes de esos emigrantes, esos españoles de españolidad macerada o de españolidad como un ajuar, hablan igual que yernos del político. El político busca andaluces que no lo conozcan, andaluces ciegos y sentimentales, con Andalucía como una película, y que podrían votar igual a un carruaje o a la Macarena. El político nos quiere poner uno o varios indianos en el Parlamento como en el casino, porque los indianos eran de casino y de barco de vapor y de tener una patria hecha de sombreros y domingos. El político ha ido cosechero, forajido o raptor hacia una América de nostalgia, rondallas y tribu, como a una Sicilia de lo español andaluz. Ha ido a por votos como a por especias, y el voto le sale al precio de los tomates o del vinazo. El político está acostumbrado a comprarlo y venderlo todo, es su oficio de manos sucias, y por eso sus viajes quedan venecianos, piratas, mentirosos y al peso. Yo creo que el político, además, se ríe mucho cuando queremos hacer literatura con sus infamias.

12 de octubre de 2008

Somos Zapping 12/10/2008

Modernidad telegráfica. Esa juguetería de nuestras sucesivas modernizaciones, las bombillitas y los falsos calambrazos tecnólogicos que la Junta usa para su propaganda, de alguna manera tienen su razón de ser. Aquí, donde desde la Revolución Industrial llegamos tarde a todo, la tecnología aún nos produce cierto complejo cateto que intentamos compensar convirtiéndola en una cosa ridículamente icónica, fetichista. Tuve que reírme el otro día cuando en Andalucía directo nos ofrecieron un reportaje sobre Jun, ese pueblo de Granada donde se ha experimentado la teledemocracia. Allí, animados por una fiebre tecnológica con espasmos de vudú, se les ha ocurrido nada menos que incorporar a su bandera la palabra “amor”, pero eso sí, “en código binario”: “01 11 111 010”. Y me reí porque ese “código binario” era... ¡morse! El viejo alfabeto morse, como si todavía hoy estuvieran intentando comunicarse con el Titanic. Se habían limitado a sustituir los puntos por ceros y las rayas por unos, lo que al parecer les produce un desmesurado vértigo de modernidad y un sin par orgullo pionero. Han vuelto al telégrafo como al plumín y ellos creen que se han montado en una nave espacial. No me digan que no es para reírse. Pues había que escuchar al alcalde adornando el hecho de palabrería pseudocibernética. No, lo que han hecho no sólo no es nada moderno, sino que además han quedado como analfabetos informáticos. Me explico. No es correcto decir que la palabra “amor” está escrita en “código binario” porque el código binario es sólo un sistema numérico posicional ponderado que usa base 2 en vez de nuestra conocida base 10. O sea, que el sistema binario codifica números. Para codificar caracteres en binario, como hacen los ordenadores, es necesario otro paso: hacer corresponder a cada carácter un número. Es decir, hace falta otro sistema de codificación más que realice esta asignación, arbitraria por supuesto. Por eso, “amor” no está escrito en su bandera “en binario”, cosa que no tiene sentido, sino simplemente en código morse. Si querían reflejar su pasión por la informática, y no parecer sólo fareros, tendrían que haber recurrido a los sistemas de codificación de caracteres que usan verdaderamente los ordenadores: ASCII, Unicode o UTF-8... Aún más, lo suyo hubiera sido utilizar, en vez de binario, hexadecimal, más corto y cómodo como bien saben los informáticos. Esa bandera los deja como adorando un telegrama en pleno siglo XXI. Y encima flipando de modernos.


La mirada sangrienta. No sé si prefiero al Paco Lobatón que lamía puñaladas en sus programas o a este otro de Regreso al futuro, especie de pasacalles de momias, frikis y rancios, como portadas antiguas del Teleprograma. Esta semana me encontré con que le dedicaban homenajes a aquello de los viejitos de Juan y Medio y también a Juanito Navarro, en una inaguantable mezcla de cuplé y bragueros. El caso es que volví a acordarme de él, curiosamente, viendo La mirada crítica, cuando durante un momento imaginé o temí que se pudieran haber unido tan tremendas fuerzas andaluzas de la televisión como son Lobatón y María Teresa Campos. María Teresa Campos cada vez me decepciona más. No sólo se enreda en la actualidad como atrapada en hojas de periódico, sino que se va escorando de la noticia al suceso truculento hasta hacer recordar las carnicerías de Lobatón. La vi departiendo con un colaborador sobre viejos detalles del caso Wanninkhof (descripción de regueros de sangre incluida), introducir más carnaza de ese estilo con la frase “esta semana han pasado muchas cosas desagradables”, y, tras un curioso desmarque (“me querías contar el caso este del caníbal y he dicho no, porque no quiero irme yo con esa cosa tan desagradable...”), continuar (mucho mejor) con las declaraciones de un hombre “apenas unas horas después de que tres personas le robaran, lo rociaran de gasolina y le prendieran fuego en vida”. Por fin, remató con “la mujer que entró en el hospital de Barcelona y apuñaló a dos enfermos”. Cómo añoro a Vicente Vallés. Aunque cualquiera sería mejor que este nuevo monstruo andaluz que vemos en las mañanas de Telecinco, el marujeo de la Campos con el injerto de los tentáculos sanguinolentos de Lobatón.

9 de octubre de 2008

Los días persiguiéndose: Adelgazar lo público (9/10/2008)

José Antonio Griñán, Consejero de Economía (cargo que en esta Andalucía de pobreza con resol parece sólo el de colillero mayor), ha dicho que no es “muy partidario” de “adelgazar” el sector público. Empezaron usando para la crisis eufemismos locomotores y ya han pasado a soltar puras metáforas del hambre, aunque lo hacen como los gordos. El hambre del necesitado es un contar y un tamborilear sus huesos, mientras que el hambre de los gordos es la bandeja que se dejan con sus propias carnes y morcillas. Sólo ellos, nuestros gobernantes autonómicos, que son gordos de lo público, triperos del presupuesto, culipanderos de su sillón, pueden hablar de “adelgazar” todavía con la boca azucarada, adelgazar por el colesterol o por el tipito, adelgazar como un niño glotón, como Rosa de España o como una novia que no cabe en el vestido, mientras aquí el hambre de verdad extiende telarañas por los bancos, las hipotecas, las grúas, las neveras y los estómagos, y los parados tienen la suya de garbanzos mientras la Junta tiene la del merengue. Adelgazar es una intención de la gula, no de la necesidad; adelgazar es esconderse los pasteles, no es comer junto con las gallinas pan esponjado. Adelgazar es la peor palabra que se puede elegir ante el flaco que sólo puede ser flaco, es exhibir como joyerío lo que les sobra de papada, es soltar un regüeldo de chacina entre comedores de gachas. Griñán dijo “adelgazar” cómo sólo pueden decirlo los zampabollos, porque esa palabra a los muertos de hambre ni les sale pronunciarla, como no le sale al pobre “langosta” o “golf”. Y todavía dijo “adelgazar” para negarse a hacerlo, como si lo hubiera dicho con una rosquilla en la boca y un lamparón de crema en la corbata.

Rabiosos se ponen nuestros orondos mandamases, gordos en el refrito de lo público, si se les intenta quitar las chocolatinas aun en época de crisis. El Observatorio Económico de Andalucía ha recomendado nada menos que dejar en cuatro las consejerías de la Junta y hasta eliminar las diputaciones provinciales, esos inútiles balnearios de enchufados, agradecidos y políticos quemados. Pero Griñán pronto ha dicho que no piensan adelgazar y que ellos se gustan así de redondos y satisfechos, bien criados y enlechados de dinero público. Ayer vieron en este periódico la indecente nómina de “cargos de confianza” de la Diputación de Almería, esos directores de “relaciones con entes supramunicipales”, de “centros de servicios múltiples”, de “prevención del cambio climático” a 3.500 eurazos mensuales. Imaginen lo que sumarán el resto de diputaciones y todas las consejerías, empresas e institutos públicos, consejos, comités y cenáculos. Esto es lo que han hecho con lo público, esta barra libre, esta orgía de gordos. Para ellos, no hay crisis ni dieta. Ahora que el dinero de todos va a salvar a los banqueros, los especuladores, los varios poceros, rebañadores y caníbales del sistema, parece que “lo público” está de moda hasta para los “liberales”, los que creían que el capital moviéndose por su peso era el perpetuum mobile de la riqueza. Griñán ha aprovechado este redescubrimiento o guapeado de lo público para intentar engañarnos con eso de que no se puede “adelgazar” ahora al único rescatador que nos queda. Pero es una falacia. Aquí lo público no es más que un comedero de pajarracos que no salva nada sino la voracidad nocturna de los políticos y sus convidados. En Andalucía, a lo público, mejor que adelgazarlo, habría que pasarle la guillotina o la trituradora. Ahora nos traen metáforas del hambre, mofa de los hartos de comer. Dan asquito como los gordos de María del Monte.

5 de octubre de 2008

Somos Zapping 5/10/2008

Churros mañaneros. María Teresa Campos tuvo una vez la mejor mesa de debate de España, pero el resto del programa era una cocinilla. Lo que le ocurre a La mirada crítica conducida por ella es que, de alguna manera, uno sigue esperando colchones de látex o que salga Rociíto por los tendederos. No es lo mismo un magazine de mesa camilla que un informativo mañanero, y a María Teresa Campos la veo torpe, lenta y embarullada en el arte de la pregunta, en el análisis político, en la lectura de la actualidad, como si se estuviera cambiando constantemente de gafas sin encontrar las adecuadas. Compararla con Vicente Vallés o Monserrat Domínguez no tiene sentido. Ellos traían en la mañana tinta y bisturíes, y María Teresa Campos sólo parece traer churros. Creo que esto no es lo suyo. Está tentado uno de pensar que, otra vez, ponen a una andaluza porque canta las mañanas en vez de hacerles radiografías.


Mi presidente”. Yo no quería hablar tanto de María Teresa Campos como de Chaves (“mi presidente”, dijo ella), al que invitó esta semana para una entrevista algo descolocada. Sí, porque cuando en el mundo se despeña el dinero y los bancos se hunden como paquebotes, traer a Chaves a hablar de la crisis global es como traer a un gorrilla. Seguro que desde Wall Street a Bruselas todos estaban pendientes del análisis de Chaves, campeón orgulloso de los pobres, de la economía del mendrugo, aquí donde sólo engordan el paro y los globos de la propaganda. Chaves hizo lo que se esperaba y se agarró al terremoto de Manhattan, a pesar de que nuestra crisis, aun agravada por esta global, sabemos que viene de otro sitio (el ladrillo). Chaves tuvo frases para ponerlas en neón: “Nadie puede achacarme que no hayamos adoptado las medidas necesarias para afrontar la crisis económica, es decir, para favorecer a los ciudadanos y ciudadanas que pertenecen a los sectores más desfavorecidos”. Claro: primero negaron la crisis, luego la quisieron solucionar con “concertación social” y otros pintalabios, y por fin vamos a salir de ella repartiendo sopitas a los pobres, los parados o los ahorcados, en vez de buscándoles trabajo. Brillante. Habló también de la RTVA con un beatífico cinismo: “Tendrá el primer director elegido por el Parlamento, y no designando por el Gobierno”. Pero si la elección de Carrasco ha sido suya, y la van a sacar adelante con su mayoría absoluta... ¿qué diferencia hay? Por supuesto, no faltaron referencias al Arenas perdedor, en ese estilo de Chaves como de malo de Rocky, y, luego, remató así: “Esa línea de fractura entre el norte y el sur de España, un norte desarrollado y un sur subdesarrollado, ya ha desaparecido”. ¿De veras? Después de esto, casi deseé volver a ver a María Teresa Campos tirando macetas por los balcones.


Sexología de Omaíta. El nuevo programa de Paz Padilla no cabe aquí entero como no caben sus piernas. Hoy sólo me voy a centrar en lo que se formó el otro día alrededor de su colaboradora Olga Bertomeu, especie de sexóloga de las dentaduras postizas o de los melonares. Esta mujer me desconcierta porque es como si te hablara de sexo Doña Rogelia. Se refiere siempre como a un sexo de las suegras, un sexo sequerón y de otra época, y además muy bastamente. Añoro a Lorena Berdún, que explicaba más cosas sólo con las manos y los ojos que Olga Bertomeu con todo su desparramamiento de bajos. Le escuché decir que el sexo ocasional entre desconocidos “no era sexo” y que en la vagina “no se siente nada”; cayó en ese viejo estereotipo de que la mujer es “sentimental” y llegó a recomendarle a un hombre impotente al que el médico había recetado una inyección intracavernosa (así sería de grave su disfunción) que recurriera a “métodos más divertidos”. Menuda sexóloga. Le faltó alabar el método Ogino. Pero lo más vergonzoso llegó cuando la sentaron con unas marujas, sobre todo una tal Anselma, incontinente verbal y bajuna hasta el sonrojo, que llamaba “yaculá” (sic) a sus orgasmos o quizá a sus risotadas. Hubiera sido lo mismo si en vez de a Olga Bertomeu y a estas señoras hubiesen llevado a la familia de Omaíta. Seguro que con ella aprenderíamos tanto o más sobre sexo y sobre educación.

Los días persiguiéndose: El frío repartido (2/10/2008)

Ni la lujuria del dinero, ni los cowboys que cabalgan bombas como en lo de Kubrick, ni las biblias remachadas con balas. Siempre he pensado que una de las mayores y más brutales diferencias entre Estados Unidos y la Europa más avanzada (u otros países como Canadá) es que allí los hospitales te pueden sentenciar a muerte por pobre. Un amigo me insiste en que, a pesar de haber nacido allí la democracia moderna, Estados Unidos es el imperio más cruel de toda la historia. No sé, hay demasiada crueldad en nuestra historia para atreverme a hacer escalafones. Aun sin misiles atómicos, no sabría yo dónde colocar las satrapías persas, Roma, el Imperio Otomano, o los mismísimos Alejandro y César (sólo hay que leer a Plutarco para concluir que eran verdaderos hijos de puta, aunque sus degüellos se cuenten con épica y hasta Dante colocara a Bruto y a Casio junto a Judas, devorados eternamente por las tres bocas del Diablo). Dejemos la política exterior de Estados Unidos en cínica y en oscura, por lo menos, pero el que allí sean las empresas aseguradoras las que pasen la guadaña por las salas de espera siempre me ha parecido escalofriante e incomprensible. Recomiendo la película Sicko, de Michael Moore, que aun con la boutade final de irse a Cuba, describe a la perfección ese sistema en que los enfermos reciben la vida o la muerte en facturas desglosadas. Quizá sea cierta mentalidad calvinista del lugar, tan decisiva, lo decía Tocqueville, en el desarrollo del capitalismo americano. O sea, eso de “que se haga mi voluntad, con ayuda de Dios”, que quizá termina para ellos en que Dios le da a cada cual lo que merece, normalmente medido en dinero. Pero sigo creyendo que la atención sanitaria gratuita y de calidad para todos debería ser un derecho fundamental en cualquier sociedad verdaderamente civilizada.

Incluso con esos derechos, aquí no dejamos de morirnos. Nuestra sanidad pública no rechaza a nadie, pero otra cosa es que a veces reparta frío y escasez, mientras nuestros gobernantes ratean el dinero o lo dedican a una indecente propaganda de brillos y ciencia-ficción. Andalucía es paradigmática en eso. Las urgencias se colapsan, los hospitales se apañan con médicos insuficientes, abusados, multiplicados o recién despertados; faltan medios, equipos, sitio, líquidos y hierros. Pero la Consejera de Salud busca fotos cuando separan dos niñas siamesas, Chaves nos sigue vendiendo lo de las habitaciones individuales (“camas individuales”, han llegado a decir), las listas de espera se maquillan y aquí todo lo van a solucionar las “células madre”, de las que no dejan de decirnos que somos pioneros, padrecitos, primeros jardineros. Este artículo ha venido de ver la foto de Bernat Soria repartiendo la cosa de la sanidad pública como pastillas de la tos, que a lo mejor se queda en eso con la crisis. Recordé que, hace poco, un amigo biólogo molecular me comentaba con amargura y sorna la gran mentira pirotécnica de las terapias génicas (un fracaso aún) y de las células madre, y también la mediocridad científica de Bernat Soria o de la ministra Garmendia, impulsados sólo por el arrimamiento político y la propaganda. “Con la biología celular están jugando –me contaba--, no tienen ni idea de lo que va a salir, lo que pasa es que de tanto jugar a veces sale algo. Si ni siquiera a nivel macromolecular terminamos de entenderlo todo, ya a nivel celular ni te digo”. Esto no es Estados Unidos, pero también se muere gente en los pasillos. Mientras, lo que nos dan los políticos es anestesia, autobombo, marcianos que nos salvarán y ese frío repartido en cuchillos y cucharadas de pobre de los hospitales.

Somos Zapping 28/09/2008

Dibujitos con cuota. Es como la ministra de los escombros, la jefa de los cajones volcados del Gobierno, especie de grúa de demolición de todo lo que habla y toca. Magdalena Álvarez hace descarrilar las montañas, avolcana las ciudades, erige un caos de vigas y papeles, nos sepulta en barreduras y manda con orgullo y suficiencia en los cristales rotos del Estado. Es un cataclismo enfurruñado, un reguero de pólvora, un gafe con tijeras, una gobernanta a patadas. No sé qué maldición hay en la cuota andaluza de los gobiernos de Zapatero que sólo nos deja demonios de Tasmania como Maleni, abejitas Maya como Carmen Calvo o un tocador de mi pequeño pony como Bibiana Aído. Parece, ya ven, que estamos condenados a ser los dibujitos animados del gabinete. Señoritas Rottenmeier, payasetes con tarta, armaritos de Barbie, sombrillas de Penélope Glamour; piñata de incompetentes, majorettes, chincheteros, columpiadores, huelemargaritas. A Magdalena Álvarez, que parece el ama de llaves quemada de su casa quemada también, la hemos tenido que ver esta semana en todas las televisiones desafiando al diputado del PP Andrés Ayala a que le dijera ciertas cosa “en la calle”. O le traicionó el inconsciente o es que no tiene ni pajolera idea de lo que es la inmunidad parlamentaria, que no se limita al techado del Congreso. El caso es que a la ministra se le descompone la cara con la chulería casi tanto como con la ineptitud. No sé si quedarme con el momento tabernario ante Ayala o con ese vídeo que anda por YouTube en el que decía que “el aeropuerto de Barajas es muy grande” mientras se liaba con los papeles como si fuera Carmen Hornillos. En el Gobierno, los andaluces son la cuota reservada para los dibujitos. Los políticos que criamos por esta tierra no dan para más. Y lo peor es que los castañazos que se pegan, los tutús que se ponen y los petardos que les explotan en el morro no tienen ni maldita gracia cuando se trata de dirigir un país.


Lluvia y desahogo. Menos mal que llovía, que en los garajes entraban canoas, que los tenderos se vestían de buzo y Canal Sur tenía que salir con botas de agua como entre tentáculos. Menos mal que llovía en este desierto informativo, porque así la vergüenza de lo que ha ocurrido con la deuda histórica quedó bajo un barro de neumáticos, tomates, tinajones y máquinas de coser llevados por la riada. Las noticias de Canal Sur fueron paragueras en esta semana en la que el gobierno autonómico debía dar la cara en el Parlamento por el escamoteamiento de la deuda histórica pero de nuevo sólo pareció enseñar sus nalgas como sonrisas, o al revés. En Andalucía llovía a grandes cubazos, con el agua como cáscaras, y eso echaba toldos sobre la bellaquería igual que sobre la verdad. Después de las inundaciones, los breves minutos dedicados a la política parecían en las noticias de Canal Sur un hojita flotando. Aun entre las paletadas de cieno de toda la semana, llegué a ver a Griñán declarando “improrrogable el plazo [del pago de la deuda]”. Sí, ya nos damos cuenta de lo puntuales que van en los plazos, tanto que creo que la deuda se llama histórica por lo que están tardando los socialistas en hacer que nos la paguen. También vi al ufano Pizarro, al que la meteorología de estos días le había dado pinta y habla de husillero, regalándonos este tartajeo de humor negro: “Los socialistas en esta cuestión tenemos la conciencia muy tranquila... Sí, la conciencia muy tranquila; sí, mucho, la conciencia muy tranquila... Y la cabeza muy alta, y la cabeza muy alta”. Y la carita, ¿cómo tienen la carita? Estos eran los verdaderos desahogados traídos por la lluvia y el marmolaje facial de los socialistas, no los que luego mencionó Chaves refiriéndose al PP.


ZZJ. Rafael Camacho, voz de su amo, lacayo lengüetero del poder, parece que tiene ya para los socialistas digno recambio. Se trata de Pablo Carrasco García, que ahora dirige la productora ZZJ, muy engordada por la tele pública andaluza y responsable entre otras joyas de La tarde con María o Menuda noche. Acertaron poniéndole a la productora ese nombre mezcla de sueño y asco. Desde luego, su director parece el candidato perfecto para seguir acumulando basura, sumisión y atontamiento en la RTVA.