31 de diciembre de 2009

Los días persiguiéndose: Días iguales (31/12/2009)

Me acuerdo de Neruda ahora que va a acabar este año mordido de ratones. “El mejor de los malos poetas”, según dicen que dijo Juan Ramón Jiménez. Quizá Neruda no es ni malo ni bueno, simplemente es un poeta que tiene su época en la vida, como Schubert o Monet, artistas también de paso y de juventud. Yo tuve con Neruda alergias y novietas y por eso le guardo cariño. El nombre de esta columna lo tomé de él: “Andan días iguales persiguiéndose”. Me pareció muy apropiado para escribir sobre una Andalucía que se copia eternamente como un monje. Creo que el estatismo es algo que me preocupa o me inspira, porque mi columna en Diario de Cádiz también tenía título de mirar algo parado: “Las horas tendidas”, verso robado esta vez a Jorge Guillén: “Horas tendidas como playas”.

Nuestros relojes se dan la vuelta a la vez que los astros; los círculos de la tierra y del cielo, haciendo hilos de música, están unidos y lo sabemos desde la Tabla Esmeralda, pasando por Pitágoras y, sobre todo, tras Newton. Tendemos a concebir el tiempo linealmente (del nacimiento a la muerte, claro), incluso antes de que la física nos descubriera lo de la flecha cosmológica o termodinámica, pero a la vez la regularidad del universo nos lleva a parcelarlo cíclicamente. Hay algo que nos impulsa a buscar nuevos comienzos, a regresar “cual línea al centro”, como cantaba Otón en L'incoronazione di Poppea de Monteverdi. Es la hermosa paradoja de un ser finito y rectilíneo como el hombre, arrojado a una Naturaleza sin embargo circular, que gira y se repite en sucesivas muertes y renacimientos. Nacemos y morimos y no hay en eso vuelta a nada, pero en los calendarios, en los sueños y en la historia, en lo pequeño y en lo grande, inventamos cosas como el eterno retorno nietzscheano, las reencarnaciones de esas almas como sin vestido, el año de Brahma o la falsa puesta a cero que escenificaremos esta noche. Es una manera de espantar nuestra mortalidad, esto que celebraremos hoy con los zapatos mojados en champán.

Andan días iguales persiguiéndose, lo nuevo sólo se finge y se disfraza esta noche. Si hay un lugar en el que los círculos han ganado a las flechas, en el que la ilusión de eternidad ha combado el tiempo, es Andalucía. Todo se repite porque es idéntico, y sin cambio no hay tiempo. Sí, medimos el tiempo con el cambio, con el movimiento, con el aumento de la entropía dirían los físicos. Pero aquí no se mueve nada. Sigue el mismo partido con el mismo mantra, sigue la misma pobreza con el mismo sol. Todo lo que se promete ya se prometió, todo lo que se quedó por hacer sigue sin hacer; todos los horizontes, adornos, fracasos, excusas, salvaciones, malvados, esperanzas, heridas, maravillas, lágrimas y migajas de ahora son los de siempre. El tiempo tiene en Andalucía su estanque. La arena atascó nuestros ojos, nuestros miembros y nuestras clepsidras. Todo está parado como una hélice fuera del agua. Andalucía es su museo por la noche. Culpemos a los políticos o a nosotros que tiramos los relojes y nos acunamos en la eternidad. Ahora un año se va y sacan otro de las cajas de polvorones. No esperen que nada nuevo venga de las copas, del muérdago, de los valses, de las flores machacadas y las guindas en la boca de hoy; de los ceniceros del año que murió o de los labios rojos del que llega. “Andan días iguales persiguiéndose / Se desciñe la niebla en danzantes figuras”. Feliz 2010, redondo, repetido, amargo y colgante. La luna se raja a medianoche como las campanas.

Somos Zapping: Mil campanilleros y un crimen (27/12/2009)

Relente o moñas. Todos los villancicos de casete de caja de ahorros, todas las candeladas de cacharreros de carromato, toda esa religión granjera y cantante de los descampados, los potes y las mulillas iban empujándose de la tarde a la noche hasta aparecer de nuevo por el otro horizonte. La Nochebuena de Canal Sur parecía una fila interminable de arrieros que daba la vuelta al mundo. En otros lugares la Navidad viene con crooners, con trineo, con charol, pero a mí me sigue desconcertando que la Nochebuena andaluza tenga que venir al raso y con fogatas. Se diría que nos corresponde un mundo sin estufas y sin techos, una tierra indígena, un alma ambulante. ¿Por qué Andalucía es o se sueña todavía un campamento? La tarde de Nochebuena, Canal Sur había preparado un popurrí de toda su historia de villancicos al relente, abundante de patios con pavesas o de establos mal cerrados donde el niño Jesús parecía cocinado por un hambre y un frío atávicos. La otra opción, casi peor, los rodeaba de moñas en unos escenarios más saludables pero también más dolorosos estéticamente. Sólo se me ocurre describirlos diciendo que eran como si el decorador de la casa de Santa Claus, borracho de anís, hubiera montado una versión navideña de Las Vegas dentro de un salón versallesco. Dolían las luces y los colores como chinchetas en los ojos, y los pianos parecían cadillacs envueltos en su plástico. Con relente o con moñas, pues, una musiquilla de quinqué y abrevadero, flamencoide, cansina, polvoronera, amontonaba los almanaques de varias décadas de zambombadas canalsureñas. De vez en cuando prestaba atención a las letras, absurdas como las de las canciones de saltar a la comba, y tuve que concluir que no celebraban ni cristianismo ni paganismo, sino una alegría racial y latera que se bastaba a sí misma. Creo que todas las fiestas son aquí una sola, la de saludarnos y reconocernos como comanches en nuestras danzas, taparrabos y aullidos. El mes o el dulce que toquen son sólo la excusa.


Teatrillo. Mil veces habían sonado ya Los campanilleros, o así lo parecía, antes de que empezara la Nochebuena andaluza etiquetada como tal por Canal Sur. Indistinguible, en realidad, de lo anterior. Será la crisis, pero la mayoría de las actuaciones seguían saliendo de las latas más oxidadas y de los más oscuros pocijones del archivo de La Nuestra: una María del Monte que volvía a ser colegiala, un José Mercé como una vieja actuación de El Puma... Sólo los chavales de Se llama copla (tan baratos), y poco más, eran de esta añada, aunque igual de rancios. La única diferencia con la tarde panderetera fue el habitual teatrillo entremetido, otra vez esa jaula de monos, esa majadería manoteante, con el Linterna, Chiquito de la Calzada, Eduardo Bandera y algún chistoso de aquel frenopático de María del Monte salpicándose y rodando por el suelo. Era más que malo, más que ridículo: era criminal. Y eso que Eloy Botello había contado esta vez con la ayuda de un tal José Francisco Ortuño para el guión. Lo de estos guionistas es un misterio: imposible tener menos talento, menos gracia, menos imaginación. Es como si hubieran llegado a la televisión pública directamente tras ser abucheados en una función de guardería. Pero creo que si están ahí es porque dan la medida de lo que esperan del público, de lo que Canal Sur ha hecho calar en la audiencia: la riente estupidez satisfecha en lo vulgar y lo torpe. Esto, en Canal Sur, es lo que tiene asignado más personal. Este crimen es el que se lleva más ganas y presupuesto.


Eternidad. La Nochebuena, pues, ardió en Canal Sur como una herrería cíngara y hortera. Pero, sobre todo, me dí cuenta de que habían superado el refrito, la simple repetición, para alcanzar una pura eternidad teológica, esa simultaneidad del pasado, el presente y el futuro en una pella total y como parmenidiana. ¿Era la misma Nochebuena del año anterior, de hace cinco, diez años; era la de 2010 o la de 2020? No, era todas ellas, fuera ya de cualquier sucesividad temporal. Andalucía no tiene tiempo, eso es lo que quieren decirnos: todo lo que ocurre ya ocurrió exactamente igual y volverá a ocurrir, sin remedio. Vi, más allá de las cencerradas folclóricas del día, la verdadera condena de esta tierra: alguien le hizo ya la escultura definitiva a Andalucía y sólo queda contemplarla en continuo éxtasis. Nos enfrentamos más que al mal gusto o a la pobreza estética, nos enfrentamos a esa visión detenida, circular, invaginada, de lo eterno, de lo inmutable. Da igual que lo hagan con la Navidad o con la política. Nos han parado de una manera rotunda y metafísica.

24 de diciembre de 2009

Los días persiguiéndose: Feliz Navidad (24/12/2009)

Feliz Navidad, feliz Jánuca, feliz Solsticio de Invierno. Hay naranjas en el cielo, qué más quieren. El martes el dinero tuvo un día de piñata, pero los parados, los arruinados y los tiesos sólo tienen barrigas de algodón, como Santa Claus. El CIS nos pone el frío de la crisis y la desesperanza en el primer lugar de nuestras preocupaciones, y justo detrás aparecen ya los políticos mismos, igual los de los trajes sicilianos que los de las mariscadas andaluzas. Pero brinden con el vino y con las narices, que han nacido Jesús, Mitra, Osiris, las luminarias renovadas, el Dios Sol en todo caso. Es difícil escribir el artículo anual de la Navidad cuando sólo vemos que los ladrones entran en el portalito a roer calzones, que la política nos trae carbón, que la luz viste de entierro la economía. Prefiero ponerme pagano, pues todo ahora es pagano aunque los Jesusitos cuelguen de los balcones como electricistas. Leo cartas al director sobre el “verdadero” sentido de la Navidad, paja y desnudez; o defendiendo los crucifijos en las escuelas, gloria como de antiguos mascarones de proa. No sé si en esta época nacen, se encalan o se ahorcan los dioses, pero sí sé que si hubiera dioses tendríamos que concluir que no se preocupan por nosotros ni en sus cumpleaños, igual que nuestros gobernantes. No sé si el despilfarro es poco cristiano, aunque sí sé que si adornamos los árboles de fruta falsa, si hacemos regalos y comemos dulce, es por invocar la abundancia de la naturaleza que a partir de ahora remontará en el horizonte con el sol haciéndose un capacho. ¿Crecerá la economía como las cosechas? La naturaleza sigue sus ciclos y nosotros seguimos con agujeros en los bolsillos y en los paraísos, enfrentando partidos, naciones, contabilidades, sectas, credos y palitroques, cuando todo lo que hay en realidad es luz cuajada, semillas mojando la tierra, astros en su sarcófago, poco que repartir y poco por lo que pelearse.
Es época de que las religiones y las ideologías reclamen sus dominios, sus aniversarios, que llamen a sus fundadores como a serenos, que busquen el purismo del santo, del pobre, del emprendedor, del profeta, del mercader, del virgen, de la cruz, de la moneda. Esos ángeles de bautizo que trae diciembre compiten con los augures de los partidos. Hay tantos anunciadores de salvaciones como de plagas. Ahora unos hacen nacer a un niño que matarán en abril entre rejas y trompetas y otros hacen nacer presupuestos que llegan muertos entre espinas. Renacerá la economía o revivirán los pescadores de hombres, o todo eso será mentira como siempre. Dios y la política acostados en paños, signos en el cielo arañando a los cometas, peces que cantan con copa y lira y mueren asfixiados, cataratas en los molinos y en los bancos, calcetines desparejados traídos por pastores y ministros; besos en la nieve, en las llagas y en los cofres. Feliz Navidad, feliz Jánuca, feliz Solsticio de Invierno. Los dioses, los ídolos y las estrellas juegan con su plata igual que los políticos. Hay una catedral de luciérnagas sonando sus campanas cuando el frío hace su pobre confitería en nuestras manos y en los parlamentos. El sol se pone coronas mientras en las esquinas aparecen osos blancos comiéndose a violinistas y a recién nacidos. Tiemblan con música las vidrieras del cielo y los descalzos cubren la tierra adorando a sus reyes. Un dios sordo y ciego se peina y se viste de fiesta en las montañas, y la esperanza sólo cae en flecos sobre árboles de plástico. Feliz Navidad, o lo que sea.

21 de diciembre de 2009

Somos Zapping: Tontos y borrachos (20/12/2009)

Bombillitas. Es como Roberto Sánchez Benítez pero a menos revoluciones, lo que le da un aire más curil. Si el de Tecnópolis parece cafeinizado de su propaganda, a Pedro Martos, de El club de las ideas, la suya le hace lento y flotante, como emporrado por los vapores curriculares que invoca su sacerdocio logsiano. También el suyo es un programa de pura propaganda, coproducido nada menos que por la Consejería de Educación. Con esa marca, pues, la vergonzosa tasa de fracaso escolar en Andalucía, los informes que nos dejan a alturas educativas africanas y esa juventud que tiene por santos patrones a Andy y Lucas, se transforman en Canal Sur 2 en la actividad de unas aulas como de mozarteum, llenas de cadetes de astronauta. No salen colegios con desconchones, sin calefacción y sin profesores; no salen alumnos que van a entrar en la universidad sin comprender un texto ni saber resolver una ecuación de segundo grado. Salen niños con sus ordenadores portátiles y pizarras electrónicas, dibujando con el dedo casitas con árbol, buscando memeces en Google, mientras unos profesores que se equivocan en la concordancia al construir las frases pero no olvidan nunca lo de “alumnos y alumnas” se vanaglorian de una tecnología decorativa que sólo sirve para electrificar la ignorancia, como si se maravillaran de una cafetera o de una persiana que se recoge con un botón. Escuchándolos me di cuenta de la terrible realidad. No es sólo que esa tecnología sea una anécdota, que todavía haya más grietas en los techos y faltas de ortografía en los cuadernos que pizarras voladoras. Es más grave: es la perversión de confundir los medios con los fines. Aun con ordenador, aun con encerados que zumban, sólo estaban dibujando jardines y buscando fotos de Fernando Alonso. Han hundido la educación pública (¡la supuesta izquierda, vean la traición!), pero ahora los analfabetos funcionales son inalámbricos. Eso sí, los chiquillos eligen el tema de sus trabajos “democráticamente” (ganó el deporte). Esto no es llegar a la estratosfera educativa, sino disimular con calambres el fracaso. Pedro Martos seguía levitando en el ozono de su inútil y aparatosa tecnología y yo echaba de menos una tiza, un maestro, un mapa como el de un almirante de marina entre trencas y paraguas. No hace falta más para una escuela de conocimiento y esfuerzo. Pero ellos creen que lo que se necesita es un ovni con bombillitas.


Felices. Ah, la felicidad... El sabio diría mejor “el equilibrio”, pero quién atiende a los sabios. ¿Qué es la felicidad y cuándo merece la pena? Son más felices los tontos y los borrachos, pero hay algo que nos hace intuir que ser tonto o estar siempre borracho no es lo mejor. Sin embargo, los políticos y sus adláteres entienden la felicidad de una manera menos compleja y más termométrica, y así lo anunciaba el informativo territorial de La 1: datos del Centro de Estudios Andaluces decían que esta tierra mide su felicidad con una puntuación de 8,2 sobre 10. La misma presentadora lo acompañaba con una satisfecha alegría pitufera, que es muy de ese noticiario (me di cuenta cuando una vez rotularon el nombre del Presidente de la Junta simplemente como Pepe Griñán, como si fuera el panadero de Barrio Sésamo). 8,2 en felicidad... ¿Se habían vuelto estoicos los andaluces leyendo a Marco Aurelio? ¿Había calado por fin el desapego budista en esta tierra pobre y necesitada? No, no es sabio desapego. Es conformismo, laxitud, resignación, eso que nos hace acríticos, eso de lo que viven nuestros gobernantes. Recuerden, los tontos y los borrachos...

Los días persiguiéndose: La postal (17/12/2009)

Incluso este año que termina otra vez en fin del mundo, crecen las espigas de azúcar y de luz. España se doraba de nieve y se encendían las cascadas de las ciudades cuando los políticos con zurrón o con panal se reunieron como frente al precipicio de sus zapatos, a mirarse entre las agujas de diciembre, a ver congelarse los lagos que hay entre ellos, a oír el bosque de sus silencios crecer, crujir y caer como un solo tronco o témpano. Conferencia de presidentes autonómicos, portalito de Belén que va de entierro, palacio que el frío dejó sin techo. A ver qué milagro de la Navidad esperaban, qué música en los cristales, qué estrella para coger por su rizos. Ni España se monta como una mesa de un día ni va a nacer un coro de entre los ahorcados, los confiteros y los lobos que cada partido puso en la escalinata. Era la cena de los mendigos, de los opulentos, de los ciegos, de los cabreados, de los enemigos, de los sumisos, sopa y hambre de cada esquina de este país, con porcelana de embajada y cuchillos por el poder. A ver qué esperaban, ¿que volviera Dickens, que hablara un ángel, que los riachuelos se hicieran de plata, que se convirtieran los bueyes y las mulas? PSOE y PP ya no ven ni el mismo cielo desde sus montañas. Las casitas con sombrero de unos son tumbas descuajadas para los otros, los amaneceres traen harapos o traen arpas, la nieve se come o la nieve te esculpe el esqueleto. Es la Navidad del creyente contra la Navidad del desnudo. No sé qué podrían acordar juntos, ahora, los que viven en los nimbos y los que viven en las aceras, los de un mundo y los del mismo mundo volcado. El caso es que, mientras, el frío duele, los estanques se rajan, el sol se desmadeja y hay quienes, encima, protestan porque no se les aplaude, se les consiente o se les acuna.

“Lealtad institucional”, pedía Zapatero, ayudante de Santa Claus. O sea, que se suban todos a su trineo de campanillas y le firmen la postal. Chaves cantaba ese mismo villancico, como Bing Crosby, y Griñán, por su parte, parecía que sólo iba a llevarle a alguien las zapatillas. Eso sí debe de ser lealtad institucional, lo de Griñán, que por alimentar la chimenea mojada de Zapatero ha malvendido Andalucía por solares y ha apostado nuestro futuro al cuento de la “economía sostenible”, consintiendo la mentira de que eso nos dará la vuelta por decreto y por electroshock, llevándonos sin más de la ruralidad, la desindustrialización, la incultura y el desempleo a capitanear altísimas tecnologías transparentes. ¿Qué iba a exigir para Andalucía en esta conferencia el dócil Griñán, palomita zureante, querubín miradizo, pastorcillo con pandereta? Pero pedir esa lealtad, toda una traición, a la oposición, es demasiado hasta para Navidad.

Ni el invierno puede traer ahora la política del abrazo. Hay demasiados ahogados, víctimas, escombros, espinas, cenizas. No sé qué esperaba el Gobierno de esta conferencia. Quizá el amor de los renos de esta fecha, borrachos de anís y sirope; quizá un encuentro de las hadas que ellos se imaginan con las frutas que le están siempre por nacer; quizá el dulce de leche que pide esta época traído por todas las autonomías como ofrenda. Ahora que el cielo es un copa rota en el suelo, que la luz achampana las ciudades y les pone pone narices de ardilla, las postales que se pueden tocar son las más falsas. Que no pidan que la política se rinda a la Navidad. El fracaso no se puede tapar con ponche y calcetines. Deberían saber que en Navidad también están más solos los solos, y eso es lo que se han ganado.

Somos Zapping: Poni sobre poni (13/12/2009)

Infancia. La cercanía de la Navidad parece que le pone a todo en televisión unos ruidosos patines. O será este catarro o gripe que sufro, que me ha metido como una pecera en la cabeza. El caso es que, si ciertos programas son ya molestos, ahora que se le añaden campanillas, caramelo, acémilas y panderos, no digamos. Uno de los programas a los que temo en esta época es Menuda noche, que ya es todo el año un belén viviente, una peli de cachorritos, una calceta para abuelos y una función de fin de trimestre para padres, con lo que llegan a diciembre con todo el merengue, la temática y el menaje de la Navidad agotados. Tienen pues, que echar mano de la hipérbole, de la sobreexposición o de la recursividad, y meter un ternurismo montado sobre otro como un poni encima de otro poni. Me di cuenta el otro día cuando me encontré a Juan y Medio y a sus chiquillos en una especie de telemaratón a beneficio de Unicef. No entro yo en lo justo y loable de la causa, aunque habría mucho que decir sobre la efectividad real de estas iniciativas y la afectación, intereses y lateralidades que suelen acompañar a estos alardes de aparente buenismo (la solidaridad con jactancia y anunciantes pierde mucho). No, yo me quedo en lo puramente televisivo, y a este respecto resulta triste comprobar que sólo un niño muriéndose por ahí puede ganar a otro contando chistes aquí. Tan triste como ver defender la causa de la infancia a un programa que explota a los niños, que los convierte en monitos, que los prepara para ser graciosos oficiales, pequeños buenos andaluces, tan amenos, castizos e inofensivos. ¿No se queja Unicef?


Hazmerreír. Me escribe un lector a propósito de Toros para todos, programa “risible” que él llama “toros para tontos”. “¿No vamos a tener detractores en la Fiesta si somos el hazmerreír de los propios taurinos?”, dice. Tengo con la tauromaquia sensaciones estéticas y éticas contradictorias, pero al menos uno le suponía cierta seriedad y gravedad a ese mundo, como si los toreros fueran todavía un poco samuráis. Alrededor de los mitos de la lucha y la muerte, de la fuerza y la sangre, del héroe en su precipicio y del dragón en su caverna, se puede hacer y decir mucho, pero nadie había sido capaz de convertir eso en Barrio Sésamo hasta que llegó Enrique Romero y su taurinismo de cropán. Él nos trae toritos de felpa, infantilismo agropecuario, musicales de molineras, maternidades de vacas, tauromaquia de playita, risitas de tobogán y una suma de ridiculeces, tontadas y medio borracheras que ya les van pareciendo insoportables hasta a los propios aficionados. Sus aventuras en el plató son como convidadas en una caseta de feria y sus reportajes de costumbrismo de dehesa rozan no ya la idiotez, sino la patología. Si recuerdan aquella historia de amor entre un toro y una yegua, el otro día nos ilustraron con las tiernas imágenes de un jabalí “adoptado” por una vaca brava. Ea, ya creo que forman la familia perfecta: el toro, la yegua, el jabalí y el propio Enrique Romero; una familia de circo o de manicomio en justa correspondencia con el programita. No me extraña que sientan vergüenza los taurinos. El toro y el toreo eran otra cosa en Andalucía. Gracias a Enrique Romero, ahora son tareas de payaso y fantasías de Disney. Él creo que peina a los toritos como a ponis.


Logo. Lo he visto en Tododeporte, pero se lo recomiendo a Canal Sur entero, sería más sincero y real: entrevistaban a un tirador de arco o algo así y el micrófono tenía directamente el logotipo de la Junta de Andalucía. Para qué cortarse.

Los días persiguiéndose: Puritanos (10/12/2009)

Hasta en la Biblia hay racimos de pechos y miel por el cuerpo. Y eso que la religión nunca ha sabido resolver del todo su tensión con la sensualidad ni con la estética, que ya Max Weber venía a decirnos que le hacían la competencia: nada más parecido al éxtasis místico que el placer sexual y la experiencia artística. Pero al menos, junto al pecado, la religión nos dejó la tentación, que es ponerle más azúcar a la cosa. Los nuevos puritanos no tienen siquiera un Cantar de los cantares, gacelas que bajan a beber a las caderas, reinas atadas con velos, patriarcas con concubinas (recuerden a la esposa de Abraham pidiéndole que se acostara con la sierva Agar). Claro que luego llegó Pablo a inventar el cristianismo castrante, igual que ha llegado ahora la progresía puritana, tapando los ombligos y vigilando el uso privadísimo de la carne de cada uno.

En una tienda de lencería de Martos posaba una chica bella como una espiga, pero uno de estos observatorios que tiene la Junta para la ortodoxia sexual decidió que no querían a Eva tomando el sol, como cantaba Sabina. Quién les habrá metido en la cabeza a esta gente que el cuerpo es objeto, cuando es mística y poesía, hasta el punto de rivalizar con la religión como decíamos. No, ellos sólo ven gusanos. El cuerpo no nos vacía de humanidad, de valor, de santidad; también somos cuerpo, no es un pellejo sucio para la mente o el alma, como para los ascetas. El cuerpo es lo que tenemos para sentir, para disfrutar, para doler y para ser humanos frente a los ángeles asexuados y los dioses con espada pero sin picha. Hay belleza y reivindicación de lo puramente humano al ser cuerpo, despertar deseo, inspirar estatuas. El cuerpo es el templo de la libertad, contradiciendo a los que nos aseguran que tiene que ser cárcel, llagas, saco o hasta un uniforme que debemos llevar con vergüenza y permisos. En el fondo son estos puritanos los que ven sólo mercancía en el cuerpo. Los demás vemos la sangre que nos habita, la piel que nos falta en otro, la tierra que nos llama a caer en ella.

Dice esta gente que la chica en el escaparate presenta “el cuerpo femenino como objeto, esto es, como valor añadido a los atributos de un determinado producto”. ¿La “mujer objeto”, el “hombre objeto”? No, el hombre y la mujer, los dos, sexo, deseo, belleza, carnalidad, sensualidad, libertad, éxtasis, mundo y humanidad palpitantes. Siempre y en todo lo que hacen. No hay manera de arrancarse eso, de hacernos a todos simplemente funcionarios del “género”. ¿Que el sexo se usa para vender y comprar? Más aún, para vivir. El matrimonio es un contrato fundado en el sexo. El sexo nos hace elegir un traje, nos convence para beber otro cubata o nos impulsa a escribir un verso. Tendríamos que prohibir las modelos, las gogós, los boys, los gimnastas, las noches, hasta los anuncios de maquinillas de afeitar que hacen de los hombres toallitas o peluches. Tendríamos que prohibir los pósteres de Cristiano Ronaldo, las braguitas de encaje, los zapatos de tacón, la silicona, las corbatas tan freudianas, los coches tan fálicos. Tendríamos que prohibir el mundo entero, que nos recuerda constantemente que somos seres sexuales. No era esclavitud, discriminación, abuso ni maltrato lo de esta chica en el escaparate. Era su libertad, arrebatada a los gusanos y a todos los intentos de paraíso sin genitales. Que se arranquen estos puritanos la carne, el sexo; que se queden ellos en “género”, que se miren con asco, que copulen sin tocarse, que nieguen la linfa que les riega. Pero que no me impongan que el cuerpo es pecado ni delito sólo por tenderse a ser contemplado, anhelado, adorado, recordándonos que somos dioses.

Somos Zapping: Truco o trato (6/12/2009)

Que Andalucía se entere. ¿Es el vídeo de un convite, es una cámara olvidada en un parque, es una caminata por el barrio, es una conversación pillada a tías y cuñados? La verdad es que no sé qué es esta promo o cortinilla, aunque parece que Canal Sur quiere anunciarse como la Navidad, su lotería o sus turrones, con gente que se limita a aparecer como gente, sin más papel que su cotidianidad pillada en el almanaque, la torta o el pesebre que propicia el anunciante. La cosa consiste en que sale un paisano y dice, inevitablemente, “que Andalucía se entere que (sic)”, siguiendo luego cualquier chorrada que puedan imaginar: que se ha sacado el carné de conducir, que en esta tierra hay mucho arte, que juega a las cartas en el hogar del jubilado, que ha hecho cocido ese día o que tiene un un sabañón. Noten que Canal Sur no se anuncia a sí mismo, sus programas, sus refritos, su siesteo, su atontamiento, sus cascabeles, sus copleros; prefiere anunciar a la gente, tomar el patronazgo del pueblo, nombrarse su voz y su espejo y ponerle en la coronilla su logotipo. Ésa es la perversa intención de esta publicidad: nos quieren decir que todo lo que nos cuenta y transmite Canal Sur, toda su zafiedad tan bien diseñada y todo su lacayismo político tan bien urdido, tiene la misma sinceridad, veracidad y ternura que eso que cuenta la señora sobre su pueblo o sobre su artrosis; nos quieren decir que no es que hablen al pueblo, sino que el pueblo habla a través de ellos. Pues no. Que Andalucía se entere de que manipulan, idiotizan y viven muy bien de eso. Que Andalucía se entere de que Canal Sur no quiere que nos enteremos de nada y encima con esa bribonada hace anuncios de polvorones.


Dinero concertante. En las noticias de Canal Sur parecía que aquello era la Conferencia de Yalta. Yo creo que más bien era una mezcla entre la visita de unos chiquillos en Halloween y esas ofrendas de títulos que hacen Del Nido o Lopera a sus dioses protectores, progenitores o accionistas del triunfo. Lo llaman “concertación social”, en medio del desconcierto de la sociedad. Con un 30% de paro aquí no debería haber paz social, sino hogueras de revolución, así que si ahora nos cantan en corro esa paz es porque debe de haber costado su buen dinero llevarlos del cabreo a la docilidad y al silencio. Santiago Herrero, de profesión sus empresarios; Manuel Pastrana (UGT) y Francisco Carbonero (CCOO), de profesión sus subvenciones; todos ellos saludados en la sede del PSOE por Griñán, de profesión sus herencias, y Luis Pizarro, de profesión sus compadres. Sí, allí recibidos después del “truco o trato” que, con 19.000 millones de euros de dinero público, les ha dejado a todos la boca merengada. Sí, nada menos que 19.000 millones, más los otros 109.000 que llevan gastados desde 1993. Y todo para vernos ahora con un millón de parados y rezando a los aerogeneradores para que la “economía sostenible” nos salve del desastre, porque lo de siempre no funciona. ¿Pero alguien puede decirnos en qué se ha gastado realmente ese dinero del que lo único que podemos constatar es que sólo ha servido para el fracaso económico? Quisiera no ser malpensado, pero la lógica es la lógica: ¿Cómo es posible que, con la que tenemos encima, los sindicatos y los (supuestos) representantes de los empresarios se citen con el poder político para organizar besamanos y posar satisfechos y rientes? Ya saben eso de “ladran, luego cabalgamos”. Ahora habría que decir, con la misma evidencia: “callan, luego trincan”. En Canal Sur lo que parecía es que nos había tocado la lotería a todos gracias a estos señores tan concertantes.

Los días persiguiéndose: Malos hijos (3/12/2009)

Me gusta ver los periódicos en el kiosco, mirándose de reojo, pegándose codazos, apuntándose con el dedo. Me gusta que tengan filos y dientes, que se nieguen los unos a los otros, que uno amargue y el de al lado acompañe y que al tipo que está detrás le pase lo contrario que a mí. El día en que los periódicos amanezcan diciendo lo mismo habrá que salir corriendo, porque detrás vendrán todos los demás desfiles, mordazas, jaurías y botafumeiros de una Verdad que sólo será crimen. En Cataluña casi ha pasado. Doce periódicos, el mismo editorial. De vez en cuando, algunos encuentran esa Verdad que debe servir para todos y entonces ya no hay opiniones o disensiones o ideologías, sino un Pueblo, clan o clase iluminados en su camino y en su destino frente a enemigos de esa Verdad con categoría de demonios. Da igual que esa Verdad sea proclamada por generalones o por la turba; en nombre de razas, naciones o estamentos. Lo que sigue siempre es lo mismo: el desastre y la muerte de la libertad con un estruendoso aplauso. Entiendo que los políticos interesados y las castas vencedoras se feliciten. Que la profesión periodística se sume de esta manera tan dócil, me resulta más difícil de comprender, salvo que todo allí esté ya podrido. La unanimidad no sólo es sospechosa, usualmente también es criminal. Sólo hay algo peor que prohibir pensar: dictar o acordar lo que se “debe” pensar. Ya han llegado a eso, y lo celebran.

Que otros definan las naciones o las patrias, bastante tengo yo con intentar comprender lo que soy como simple ser humano. Pero eso sí, si alguien tiene que definirme, seré yo; que nadie me meta en su castillo, me envuelva con sus banderas o me diga lo que soy o cómo debo serlo. Soy ciudadano de una ley, pero no de un sentimiento, un mito, una guerra ni un negocio. Supongo que en Cataluña también habrá gente como yo. Serán malos catalanes, o anticatalanes, o no-catalanes, o no suficientemente catalanes, según esta mayoría que tan homogéneamente se ha expresado. ¿Soy yo andaluz? Sí, puesto que en esto que llaman Andalucía nací. ¿Soy mal andaluz, soy andaluz a medias, podría ser más andaluz? No, porque a “ser andaluz”, como a “ser catalán”, sólo se puede contestar sanamente sí o no. Si una patria me adjetiva, me está invadiendo, coaccionando, aplastando, mutilando. Entiendo que alguien quiera una patria. Será que le faltan otros adjetivos. Entiendo que alguien quiera ser los demás. Yo me conformo con ser yo. ¿Que las naciones tienen derechos, “dignidad” como decían aquéllos? Yo digo que las que tienen derechos y dignidad son las personas. Y el primer derecho y dignidad es la libertad. No hay libertad cuando se exige uniformidad, ortodoxia, sumisión a la mayoría y cédulas de idoneidad para las opiniones. Las tierras y sus gentes no son una ideología, un partido, un dinero, una voz, una afiliación, una Biblia que haya que besar. Enemigos del Pueblo, de las “instituciones” y de la historia; malos andaluces, malos catalanes y malos hijos, rebeldes y apátridas, benditos sean porque representan la esperanza de la libertad ante el totalitarismo. Que se reúnan 12 ó 100 periódicos, que digan al unísono que son nación o esencia o Verdad y nos tiren a la cabeza sus mandamientos y multitudes. Bastará un dedo para negarlos. Alguien que diga, simplemente, “no sois yo, no soy vosotros; hablad por vuestras ideologías, infantilismos, intereses o demonios, pero no metedme ni echadme de vuestro país, familia o secta”. Alguien que diga “habéis perdido, como siempre; yo, que reniego, soy la prueba”.