30 de octubre de 2006

Somos Zapping 29/10/2006

Entrevista a Santa Claus. Esta columna está dedicada a la televisión, pero la radio se ha merecido que, esta vez, hagamos la excepción de concentrarnos exclusivamente en ella. Canal Sur Radio es como la hermana cieguita de la familia RTVA y, aunque no tiene primeras filas de marujas, es igual de efectiva pues te da de comer los potitos del sociatismo por la mañana y hace que en el coche la Junta te acompañe como un San Pancracio en el salpicadero. Tom Martín Benítez es el que abre cada día la casita de chocolate de Andalucía, sonando a campanillas, y esta semana nos ha regalado una entrevista a Chaves que fue algo así como la entrevista del reno Rudolph a Santa Claus. Si Tom Martín Benítez fue capaz de decir que la voz del consejero Perales le recordaba a la de Alejandro Sanz (hay un memorable Lapidario bobo con esto), imagínense con Don Manuel delante y en un “día histórico” de los que gusta La Nuestra. Pues eso, dirigiéndose a él como a un padrecito, como a ese maestro bueno que todos hemos tenido en el colegio, (“Don Manuel, presidente...”), hablando como arrastrando sus trineos o sus carritos de piruletas, desenrollando la lengua como las alfombras, el acuerdo sobre Estatuto parecía su boda con Chaves. “Tenemos acuerdo, y llueve, y tenemos un superávit del 1,2 para que nos paguen la Deuda Histórica... Hemos tenido días peores, presidente...”. Ya se notó desde este comienzo que la entrevista no iba a ser precisamente audaz. Y pido atención para la manera de utilizar la primera persona del plural, ese “nosotros” que lo abrazaba a Chaves, junto con toda la audiencia, uniéndolos con el mismísimo espíritu de Andalucía en una gloriosa y viril melé. Así, el triunfo, la ascensión a los cielos autonómicos, el Santo Grial encontrado en un aljibe, tintineraron entre la baba y el pavo durante más de media hora de corro, de mayordomismo y de fiesta floral.

Las dos claras. “¿Qué sintió en el momento en que dijo 'ya, sí, hay acuerdo' ?”, le preguntaba Tom Martín Benítez al presidente como una cuñada a una parturienta. Y Chaves, sin salirse del camino de baldosas amarillas dispuesto para él, hablaba del Estatudo de máximos, de los instrumentos que tendrá Andalucía y uno creía oír, de fondo, algo que imaginaba como las orejas de Tom Martín aplaudiendo. Chaves dejó varios de sus inefables momentos, que son como los de Boris Izaguirre. Afirmó que este Estatuto era “el Estatuo que nos hemos querido dar los Estatutos” (sic). También, muy consciente de sus responsabilidades de gobierno, aseguró que iba a presentar a la oposición “cinco temas para que puedan ser objeto de pactos: el tema del agua, la educación, inmigración, la radiotelevisión andaluza, y el quinto ahora mismo no me acuerdo...”. Y el remate, hablando de la corrupción en los ayuntamientos, que por cierto a él le parecía cosa de “dos o tres concejales”: “Yo tengo dos claras... tres cosas claras...”. Y las tres claras eran que “el ordenamiento urbanístico en Andalucía está bien regulado” (toma ya), que “no se puede decir vamos a quitarle las competencias a los ayuntamientos” y la tercera... no la dijo o quizá la mezcló con la primera, que ya vemos cómo es él con las enumeraciones. Y Tom, ay... ¿Qué periodista es capaz de hacer una pregunta sobre corrupción urbanística así?: “Presidente, la presunta situación de corrupción en los ayuntamientos, caray...”. ¿Caray? Me recordó a aquel tebeo tan facha de Roberto Alcázar y Pedrín, donde se aporreaba españolísimamente pero luego decían “ostras”. Pero aún se puede ser más ñoño. Por ejemplo, terminando la entrevista de esta manera: “Hay que ver cómo es de bueno el césped del campo del Recre, pa lo lo mal que jugaron los dos equipos, pero vaya pedazos de cuidadores que tienen...”. Así, con el colegueo futbolero, como yéndose ya para las cervecitas, recogieron los baberos y dieron paso a muchas noticias sobre el vendaval. Por una vez, la radio ha matado a la estrella del vídeo. Y es que la sumisión, el lacayismo y la obscenidad abarcan en la radiotelevisón pública andaluza todo el espectro electromagnético. La semana que viene volveremos a la tele. Hemos descansado los ojos, pero no la indignación.

23 de octubre de 2006

Somos Zapping 22/10/2006

Psicofonías. Vampirizado por el traje, maquillado de piedra, recorrido por arañas, mete el miedo de los cementerios, de las calabazas, de los ojos de los cuadros y de las telas por la cara. Anthony Blake es un ilusionista que tiene la medida y el porte de un ataúd de pie y pronto ha aprovechado eso para pasar de los trucos de sombrero a aventar fantasmas. Los espiritismos de quinqué, las brujerías mesmerianas, los ovnis que se meten por el culo, la cacharrería de los fenómenos para anormales, los misterios de los idiotas... Anthony Blake les pone música de catacumba, voz empalada y unos movimientos de cuello como una tortuga sobre una lápida, y con esta tomadura de pelo se lleva el dinero del contribuyente. El programa se llama Tierra de nadie, y sí, se emite en Canal Sur, que ya sabemos que considera parte fundamental de su labor de servicio público el fomento de la estupidez. El otro día, mismamente, se fueron a buscar fantasmas de pueblo, esos que hacen mugir a las vacas. A la tumba de una chica muerta el día de su boda, el “equipo de investigación” del programa le puso un micrófono para preguntarle si la habían enterrado con su traje de novia, que es lo que cualquiera querría preguntarle a un muerto. Por supuesto, consiguieron la “psicofonía”, “una voz del más allá –explicaban-- que el oído no capta pero sí las grabadoras analógicas o digitales”. Ya ven, los muertos se toman la molestia de aprender la complicada codificación digital y saben pasar sus delirios directamente a formato wav o mp3... En fin, que la “psicofonía”, que sonaba sospechosamente con voz de actriz que anuncia cereales de fibra, bien impostada y ensayada, contestaba poco después según el guión: “Si, sí. Con el mismo...”. Pero atentos a los comentarios del “equipo de investigación”: “Es que estas cosas impresionan por la inteligencia que vemos...”. Sí, sorprendente la inteligencia de los muertos, mayor que la de muchos vivos sin duda. A esto es a lo que, en la presentación que hace Canal Sur en su web, le llaman “un planteamiento serio”. ¿Qué hace la televisión pública sufragando semejante estafa? Ah, “el misterio de lo inexplicable”.

Detrás. Por detrás, siempre por detrás, a la espalda de todo, llegando como el último atleta canijo. En números, en artefactos, en estética, la Andalucía con la lengua fuera no deja ni aun así de parecer un carretón. La modernización que nos vende Tecnópolis resulta que es una compota de castañas, el 30% de pobres que nos anunciaron sin susto los informativos nos llena de mendrugos los ordenadores, que todavía se nos asemejan a lebrillos, y para sacarnos una novedad como las células madre, tienen que dejar sin pintar los hospitales, que cuando los visita Chaves como aquellos gobernadores civiles, han de ordenar un zafarrancho. El paso por detrás, la carrera de los torpes, y un ambiente de cocina de formica, de estar dentro de algo de Garci con pantaloncitos cortos, de haber caído por el embudo del tiempo, en todo, en la política, en la economía, en la decoración. Ese dolor, ese ahogo... Me pasó hasta con el programa El musical, que conduce la finojosa Mar Vega. Ahora lo han transformado en un concurso como los de las películas de Joselito, donde el folclore de la tierra, la canción de las barberías, salva de los piojos a los lugareños. Esta maldición, esta enfermedad, este algo que no se nos va, este barro en la cara, este musgo en los dedos. Por detrás, siempre por detrás y contentos. Esa es nuestra realidad nacional. La otra, la de los políticos, no existe.

La foto de Andalucía. Tocando en calzoncillos, eran el portal de Belén de lo que somos. Desnudos y pobres, una comparsa de Lepe posaba para un calendario en Andalucía Directo. Les faltaban 3.000 euros y, aun en esta tierra que la propaganda de los políticos ha convertido en un valle de hojaldres, sabían que sólo les quedaba el concurso de Mar Vega o despelotarse. 3.000 euros para el carnaval. Lo que sea para la juerga, eso que no falte, por una feria o por una virgencita. Eran la foto de Andalucía, riéndose de sus pellejos, hambreando con guitarras, pidiendo para vino.

16 de octubre de 2006

Somos Zapping 15/10/2006

Operación clon. A la gente le suena a helado de la ciencia, a marciano cultivado, a hijo con escafandra, a campanazo de los laboratorios. Los clones se han convertido en moda o han fundado ya una época, como sucedió con los dirigibles, y la tele los aprovecha hasta para titular sus producciones. En un Canal Sur donde todo es repetición, que sólo tiene los moldes amazapanados del graciosismo, del folclore y de la propaganda política, un programa que se llame Operación clon es una redundancia, además con nombre tonto. Superado el concursito de cuentachistes, la novedosa evolución consiste en buscar imitadores por los bares y las oficinas y hacernos una larga y cansina pajarería a costa de malas copias de Dinio, de Gracita Morales, de Manolo Escobar, de la Duquesa de Alba y así. Un desperdicio del desparpajo natural de Santi Rodríguez y del talento y el encanto de Esther Arroyo, que tenía que forzar la risa cuando un Chiquito de la Calzada engomado y más falso que Milli Vanilli (perdón por la licencia paródica) volvía a contar el chiste del recién nacido que era una oreja. Menuda novedad para la temporada. El travestismo del ridículo, la risa por la pata abajo, la gracia del lorito, ese eterno tope del andaluz a la medida del público que quieren. ¿Les suena de antes? Sí que les ha salido un buen clon.

Vaticanismos. También llegaron al nivel celular en la conversación que mantuvieron el otro día Monseñor Amigo y Joaquín Petit. Entre una espesura de papados, dineros de Dios y acuarelas del Espíritu Santo, la ética de las mitocondrias reclamó su sitio en el coro. Como era previsible, Petit dejó caer el logro autonómico de las células madre, algo así como si la Junta hubiera tenido para la ciencia un parto de araña, y el cardenal volvió a insistir en ese argumento tan ufano de la dignidad humana, que, curiosamente, a ellos les sirve mucho para decir que todo es pecado (la libertad, la vecinita o un conglomerado de células), pero menos para evitar el sufrimiento y la muerte. Esperaba uno algo más de ese ajedrez entre un progre y un papable, pero sabemos que estos progres de pega se arrugan mucho ante las sillerías de Cristo. Petit estuvo acobardado y preguntaba como confesándose, mientras Amigo se ponía sentimentalón y ecuménico y hasta mencionó aquella película, Las sandalias del pescador, tan bella como imposible. Con las células y con la política, Amigo se escurría y se latinizaba por ese largo plató que le han puesto a Petit como una piscina olímpica para él solo. Y sin embargo, cierta sintonía, cierto hermanamiento en los gestos, en el lenguaje o en la manera de compartir el color negro, algo que al principio no fui capaz de identificar, me produjo desasosiego. Luego me di cuenta. Sentado ante un cardenal, esfinge mirando a esfinge, lo que yo había notado era ese otro vaticanismo del régimen que nos gobierna en Andalucía. Dos papados se hablaban entre visillos y es verdad que sus voces sonaban al mismo recitativo.

Sucesos. Me está gustando el aire de los informativos de La Sexta, y la clave creo que está en que hacen un verdadero periódico hablado, con todos los filos de la política desde el primer minuto, con la actualidad bien pesada en crudo y llamando a las cosas por su nombre, verbigracia, metedura de pata a las meteduras de pata. Además, si se han fijado, no hay sucesos... Mucho se habla de la manipulación política de los informativos en las cadenas públicas, y parece que eso se limita sólo al sesgo de las noticias o a la presencia en número o en guapuras del poder. Pero también está esa sutileza de la estructura del informativo mismo, en la propia consideración de lo noticiable y su gradación. Los informativos de Canal Sur son un magnífico ejemplo. Estando la política como está, veo cómo empiezan con la “tragedia familiar” de un coche volcado o con escopetazos en Castellón. Casi peor que la intención de una sociedad dirigida, es la de una sociedad desinformada. Transmitiendo que los problemas están antes que nada en los chocazos y en el azar del butano o la naturaleza, se va quitando al espectador el poder o la costumbre del análisis y de la decisión sobre lo que acontece. El suceso es la noticia absolutamente pasiva y por eso les gusta tanto. Nos convierte en mirones callados. Eso es lo que quieren.

9 de octubre de 2006

Somos Zapping 8/10/2006

El bigote. Juan y Medio ha dejado la programación de Canal Sur sin bigote. Miraba uno el periódico cada día y ahí estaba ese bigote repetido, ese bigote abanderado, ese bigote de forzudo, un bigote que hacía guiños y escaleras en los horarios, un bigote que se leía y que era eso de ver tantos programas con el “y medio” añadido. Eran espacios sumados a sí mismos, estirados un paso adelante o un cuello hacia arriba, que a veces nacían de un pelo arrancado de este hombre hecho exvoto, relicario o clon. Todo se articulaba alrededor de ese bigote y por eso ahora a la programación parece que le falta un verso, un estribillo o un soldado. Pasó igual con Agustín Bravo, que también llenaba todo con el latiguillo de su apellido y cuando se fue dejó La Nuestra algo así como sin mentón o sin loción de afeitar, que es a lo que suena él. Juan y Medio ha sido en Canal Sur como el hombre franquicia que dicen en la NBA, haciendo horas y horas de programas empalmados y galas un poco ciclistas, siempre con una paciencia o una resignación de barrendero en una calle larguísima. He comentado otras veces que Juan y Medio quiere tener la gracia del camarero chistoso y a veces le sale y otras no, que ya digo que son demasiadas horas sacándose cosas del chaleco y del bigote. Pero lo que fallaba y lo que avergonzaba no era tanto él, ni siquiera su abuso, sino el concepto o la intención de sus programas, que hacían de capilla, de escuela y de premio para la vulgaridad. Se ha ido para retomar un clásico, El precio justo, haciendo la competencia a sus sustitutos. En Canal Sur se ha quedado sólo con sus niños repipis, que me ponen nervioso como muchos animalitos escapados, y con los que sigue practicando el feo pecado de un canterismo del andaluceo, con pequeños chistosos, toreritos, capillitas, chirigoteros y caballistas, los mini-yos de nuestros tópicos. Punto y medio ahora se llama La buena gente, Punto y medio, el musical es sólo El musical. Él se ha llevado su bigote pero no han cambiado las intenciones. Es un modelo que sirve aun con otra talla y otra peluquería.

De Madrid a la caverna. Consuelo Berlanga no se ha quedado, se ha ido con su cesta de madejas de lana, que es el tipo que se le ha ido poniendo a esta mujer que fue chica Hermida y que ha terminado pareciendo su Penélope en camisón, maquillándose para antiguos fantasmas y fotos. Para darle la pastillita a los viejitos en La buena gente, pues, ha llegado Alicia Senovilla, auxiliada por Ismael Beiro y Toñi Moreno. El concepto del programa no ha cambiado mucho aparte de sacarnos el ambiente de fiambrera de los autobuses del público (“qué bueno es Canal Sur que nos lleva de excursión” o algo así, suelen cantar) y jugar un poco con la baraja de más presentadores. Alicia Senovilla, sin embargo, sí ha aportado un nuevo grado de vergüenza, hasta llegar esta vez al insulto. La presentadora madrileña ha hecho casi de todo en los subterráneos de la televisión, ha conducido talk shows y ha lanzado sus preguntas con electricidad en las cejas en ese bodrio de La hora de la verdad. Pero nunca la vi en estos programas hablar como lo hace en Canal Sur. Y es que le parece que para ponerse al nivel del espectador andaluz, lo que hay que hacer es hablar basto. Así que ella se hace basta, con intención y entrenamiento, basta forzada y por empatía, y dice a boca llena, remarcando las sílabas con voluntad de acercarse a nosotros, “pa mañana”, “po no”, “uno mimmo” y “autobú”. No, hija, no hace falta que nos intentes hablar como Audrey Hepburn en My fair lady ni como la Juani de Médico de familia. No has descendido de Madrid a una caverna, te entendemos perfectamente si hablas tu castellano de siempre y no tienes que regalarnos como una simpatía eso de ser tan bruta como tú supones que debe ser el andaluz.

Logo. Estallaba el verde, un verde Cherenkov, tras las cabezas de las promesas patrias de la musiquilla, en el escenario megalítico de la propaganda. La fiesta del Fiesta, de nuevo, y el ambientillo juvenil, el buen rollito como excusa para el fin verdadero que se revelaba efervescente. El verde, el logotipo de la Junta llenando la pantalla del escenario. Lo demás era un caro relleno que otra vez pagábamos todos.

2 de octubre de 2006

Somos Zapping 1/10/2006

Fanáticos en la ópera. La Deutsche Oper de Berlín nos quedaba lejos como el Valhala, pero los dioses cogidos por las orejas o metidos en peceras pueden obrar el milagro de acercar la ópera a los titulares y hasta sacarnos por analogía vergüenzas patrias. Y no me refiero al panorama operístico andaluz, con ambiente de quinqué, pocos teatros y ayudas, repertorio de 40 principales y demasiadas producciones con los lanceros prestados, las orquestas abandurriadas y las sopranos flacas. Tampoco llega el tema aquí para quejarnos de que Canal Sur no tenga un programa dedicado a la música seria, mientras todas las tardes unas vecinas cantan copla como cocineras y unos grupos de sevillanas que parecen sentados en la barbería se empeñan en poetizar a su patrona y a su Andalucía metida en aceite. No, no es eso. En Berlín han cancelado el Idomeneo de Mozart porque el montaje, que es de esos modernitos que lo mismo visten a Eneas de guardia jurado que colocan a Don Giovanni en un puticlub, mostraba las cabezas cortadas de Poseidón, Jesucristo, Buda y Mahoma, y a algunos se les ha movido enseguida el vientre, bajándose por ello los pantalones. Demencial. Cuando la autocensura llega al arte, es que hemos perdido ya toda dignidad. Pero a lo que íbamos. Comentaba con guasa Eva Hache en su programa la noticia cuando llamaron al barítono malagueño Carlos Álvarez para que diera su opinión. Y el cantante nos sorprendió contándonos que él también había vivido una situación parecida... ¡en Sevilla! Fue por un Otelo en el que a un personaje (Yago, que yo recuerde), durante un brutal anticredo que entona, se le hacía escupir sobre un crucifijo. Bastó eso para que Sevilla decretara excomuniones y encendiera las piras. Ni siquiera distinguían al personaje del intérprete, como les ocurre a las marías con las telenovelas. No vemos mucha buena ópera aquí, pero, eso sí, nuestros fanáticos inquisidores se acercan al nivel que exige este nuevo y escalofriante milenio de principios y libertades perdidos.

Musiquita. Bisbal, niño Jesús de la canción pachanguera, andaluz que se volvió como mulato, ése y no el de la ópera es nuestro nivel musical, junto con el organillo de los patios y el arte de los pies en la palangana. No sé qué tendrá Bisbal de interés público para que la Primera de Televisión Española programe en prime time (sí, como Canal Sur con Doraemon) una gala de duración wagneriana para que presente su último disco galletero. Pero al menos a Bisbal se le ve venir, se asume su chiquillería y su intrascendencia. En otros programas no ocurre esto. Mi favorito es Mil y una músicas, donde la oscuridad, los saxofones y los tipos con sombrero se presuponen vanguardia y calidad. A uno de ellos nos sacaban no hace mucho, un tal Junior que hace un rap cansino que suena como si se despertara de la siesta preguntando qué hora es. Junto con Marchena, otro de esa vanguardia de sofá, se marcó un batiburrillo que sólo rozaba de lejos el flamenquito más flojón imaginable, pero que al programa y a David de María le parecía una jam session de bluesmen en Mississippi. Mucho peor que los gorgoritos rizados de Bisbal, del tamaño justo para encajar en los ombligos de las niñas, es esto, la flojera pretenciosa, la vulgaridad engolada, el repompeo etnicón de lo andaluz.

Felices. La felicidad, ay, qué fácil. Usted no es feliz porque no quiere. Quizá es de esos pobres de Andalucía que tiene que quitar al niño del colegio, o le agobia no encontrar casa, o no llega a fin de mes. Nada, Salud al día, ese nuevo programa de los Teleñecos, nos da la receta para la felicidad. Ir con la familia a ver animalitos, pádel al aire libre, comer chocolate, la risa, la amistad, una “sencilla muestra de cariño”. Dicen que la ignorancia es la felicidad. La simple idiotez también ayuda.

Y los ganadores son... Los del Río. Este dúo inefable ha triunfado en nuestra encuesta para elegir a los andaluces que más nos avergüenzan en televisión (somoszapping.blogspot.com). Tras ellos, Lopera, Chaves, la familia Janeiro, Carmen Calvo y Los Morancos. Comenzaron con fuerza las folclóricas, pero luego han ido ganando posiciones los políticos (Arenas ha empatado con Chiquito del Calzada). Iremos pensando el premio.