31 de agosto de 2009

Los días persiguiéndose: Libertad de conciencia (31/08/2009)

De vez en cuando, ya saben, el españolito arrea un cristazo. Se lo arrea al infiel o al propio cura, pero es indudable que los dioses tienen aquí vocación y peso de martillo. Ahora, en Baena, otro crucifijo ha iniciado una guerra, o más bien la ha iniciado el alcalde, poniendo a su derecha el espadón de la religión para “despistar” de otros asuntos, decía el titular. Un día quizá dejaremos de usar a los dioses para empezar las peleas o parar las balas y admitiremos que los conflictos se dan entre hombres aquí en la tierra, no entre divinidades allá en las nubes, pero ese día todavía está lejos. De momento, las religiones sacan sus ejércitos de madera, los ateos sacamos nuestros ejércitos de papel, y el problema no está tanto en que exista este debate o pugna (siempre debe haberlos entre las ideas, aunque no entre los puños) sino en que no se entienda su ámbito, su alcance, su marco.

Jung decía que Dios es una “función psicológica”. Lo “irracional” también lo es. Y nos hace tan humanos como la curiosidad, la inteligencia o el escepticismo. Todos estamos marcados por esa contradicción y la victoria total de uno u otro aspecto en lo humano es imposible. Ni individual ni colectivamente. Seguirá habiendo personas fundamentalmente religiosas y otras fundamentalmente escépticas o irreligiosas, y seguirá el inevitable e interminable debate intelectual y moral entre las dos concepciones. Lo que queda, eso sí, es establecer un marco en el que ese debate sea lícito, limpio y civilizado. Ese marco es la libertad de conciencia, que es algo más que la libertad de pensar o creer lo que uno quiera: también implica el derecho a no ser coaccionado, limitado, discriminado o anulado por pensar o creer de esa manera. O sea, hay en esa libertad un componente personal, individual, y otro social, público. Este último es el que corresponde garantizar al Estado. Eso es la laicidad, no más.

El Gobierno prepara una Ley de Libertad Religiosa que yo preferiría que se hubiera llamado Ley de Libertad de Conciencia, por todo lo dicho. Habrá polémica, seguro, porque aún no se entiende desde algunos sectores que la laicidad del Estado es un imperativo para esa libertad de conciencia. Y no significa acabar con la religión, ni con nuestra “herencia cultural cristiana”. Eso, además de ilegal e inmoral, sería imposible. El arraigo del cristianismo en nuestra cultura va más allá de la decoración de las paredes o de la práctica mayoritaria de esa religión aquí. Llega a lo que Onfray llama su episteme, cosa que también reconocía Ortega. Conceptos como pecado, culpa, penitencia, redención, perdón, puramente cristianos, son inextirpables de nuestra forma de vivir, ya seamos creyentes o ateos. Impregnan las costumbres y hasta las leyes. La laicidad no puede ni pretende “descristianizarnos”. Sólo asegurar que desde lo público no se riña ni azuce al ciudadano con cristazos u otros signos que lo condecoren o lo acusen de ser de primera o de segunda, de pertenecer a la santa mayoría o ser rarito, de comulgar con la historia o traicionar sus “esencias”. Se trata de la libertad y, aún más, de la dignidad de esa libertad. Pero esto da mucho miedo a ciertos ventajistas.

Somos Zapping 30/08/2009

Cazafantasmas. Ya sabíamos que en Canal Sur hay actividad poltergeist, apariciones, fantasmones, brujería... Se materializan consejeros flotando en luces blancas, hay noticias que se vuelven invisibles, logotipos de la Junta santifican las humedades de Andalucía, se transforma el paro en búsqueda activa, se transmutan la pobreza en modernidad y los borriquillos en desarrollo sostenible, vienen a visitarnos las folclóricas muertas y los soldados fusilados, familiares de Chaves atraviesan las paredes y mueven las cosas sin tocarlas, a los presentadores los poseen siniestros espíritus (a Roberto Sánchez Benítez, los de Epi y Blas; a Joaquín Petit, el de un mayordomo saxofonista; a Juan y Medio, el de un bufón de un rey). Todas las maderas de Canal Sur crujen, todos sus cuadros giran los ojos, toda su realidad tiene sábanas por encima y manos por la cara... Lo que no sabíamos, hasta ver el otro día Andalucía directo, es que ya tienen hasta escuadrones de cazafantasmas. Se han creído sus propios cuentos de vieja o de campamento hasta llegar a esa ingenuidad entre ridícula y encantadora de Iker Jiménez; han terminado asimilando sus mentiras de tanto repetirlas, eso de que cualquier cosa puede ser cierta en Andalucía si ellos la cuentan. Esto, unido a la vocación cateta de Canal Sur, les ha llevado a localizar aquí el misterio de los misterios, la madre de todos los enigmas. El otro día, los de AD se fueron a Sanlúcar la Mayor porque allí se aparece... ¡la chica de la curva! Creo que pronto nos enseñarán que Walt Disney está congelado en Lepe, que viven cocodrilos en las alcantarillas de Utrera, que a un vecino de Chipiona le estalló el estómago por mezclar peta-zetas con cocacola, que el chupacabras ronda Cazorla, que venden gatos bonzai en Estepona, que una chica murió en Motril después de que una sesión de ouija ... Canal Sur ya no sabe qué es verdad, mentira, invento, estupidez, trampa o exageración. Vive con fantasmas espejados, sombras de otro mundo y voces desde el techo. Lo de los cazafantasmas de AD es lo de menos. Vean los informativos de Canal Sur con una manta por la cabeza, por si acaso, y pasen miedo o risa con estos fenómenos extraños.


El jartible. Manu Sánchez ya se ha convertido en jartible oficial, heredero de esa tradición tan andaluza del graciosillo factótum, acarreador de su guasa por todos los terrenos (“el Land Rover de los presentadores”, le rotulaban). Ahora ha traspasado su humor de mesa y botijo para hacer de payasito trotoncete por una Andalucía como achispada. El programa Andaluces, somos más y mejores, empieza con chorrada desde el mismo título, pero en la web de Canal Sur define sus intenciones nada menos que así: “Un novedoso programa que intentará derribar los más conocidos estereotipos con los que suele tildarse a los andaluces mediante el análisis y la recreación, en clave de ficción, de la idiosincrasia y forma de ser de los andaluces”. Nada mejor para “derribar estereotipos”, por supuesto, que encargarle la cosa a un chistosillo que recoge gracias como melones en el campo. El programa es más bien el intento de describir Andalucía a través de un borrachuzo (ése es el eterno humor de por aquí, parecer que está uno harto de vino) acompañado de una música como de Benny Hill. Así pues, sacarnos windsurfistas algo californianos, pilotos de avioneta, canis que te atropellan con zapatones o incluso labriegos que proponen cambiar el aerobic por la azada, mientras Manu hace ese chistosismo de tener la boca o el cerebro lleno de papas cocidas, tampoco aporta mucho al desagravio de Andalucía. Manu tiene cierto ingenio, pero se ha rendido a lo cateto y por eso cuando sale fuera (recuerdo haberlo visto en una de esas galas peñazo en plan “Murcia, qué hermosa eres”), la gente se queda fría mientras él parece cargar con los lebrillos y aperos de su pueblo, atónito al ver que allí no hacen gracia. Ahora, al aire libre y como con alforjas, enseñando a través de un botellín una Andalucía aliñada en su tipismo igual que siempre, sólo es otro chistoso jartible y otro topiquista tombolero.


Santa tierra. Qué radiante nacionalcatolicismo andaluz, de nuevo, en las noticias de Canal Sur. Del Nido y Lopera, cada uno con su Virgen o su Cristo, patrones de sus respectivos córneres, con sus curas forofos y sus rezos de penalti. Sus dos equipos enteros, incluidos eslavos o negritos, al pie de la religión santera del lugar, la de dioses quinielistas que se preocupan por los tuercebotas y sus jefecillos y agrupan sin escape posible a toda la afición bajo sus enaguas domingueras. Santa y patética tierra ésta...

Los días persiguiéndose: Pepiño contra los ricos (24/08/2009)

Los ricos no dan para mucho, según dicen los números de Hacienda. Sirven, eso sí, para las crónicas de verano, ahora que se duchan con todo el mar, que gastan todo el sol en sus gafas y salen a la noche con un lujo de cisnes de hielo, caballos en poncheras y veleros derretidos en el bolsillo. Los ricos son vistosos y flotantes, merengados y siempre un poco horteras (el dinero es hortera), pero no tienen “potencia recaudadora” o algo así que llaman en los ministerios a lo que queda después de reunirlos en una barcaza y dejarlos con los impuestos cojos de anillos, aunque igual de ricos. Los ricos mueven las ruletas, pedalean el agua, meten pianos en el champán y hacen el baile veneciano del verano, pero aunque a los periódicos les llenen muchas páginas como con invitaciones de boda, el Estado consigue poco con ellos. La condecoración de rico parece que la ponen a partir de unos ingresos de 60.000 euros al año, pero eso representa menos del 4 por ciento de los contribuyentes, y ni quitándoles las muelas de oro hay aquí ricos suficientes para resarcir a los parados, hacer izquierda o lo que sea que quiere Pepiño Blanco.

Pepiño Blanco quizá ha sacado a unos ricos metafóricos, porque esta supuesta izquierda escaparatista no cuenta el dinero como dinero ni el pan como pan, sino que maneja símbolos, poemas, espiritismos. Quitarle al rico para darle al pobre, como en Sherwood, no es que sea una medida económica, científica, pensada tras muchas cuentas, sino una mera invocación a un dragón mítico, al dinero como maldad o amontonamiento históricos. En las palabras de Pepe Blanco lo que hay es ese joyerío metafórico que viene desde los fenicios pasando por las bancadas de Florencia, el dulce de Versalles, los patronos novecentistas, los zares con caja de música, los vaqueros del petrodólar y los capitalistas con peste a puro hasta terminar en el Pocero. Blanco y Zapatero no han contado los ricos, ni el dinero, ni el hambre, y creo que ni los parados. Sólo tienen la historia como dos bolsillos, como dos bocas, y las nanas de la cebolla y los agravios que salen tan fácil de eso. Nadie puede poner en duda que los que más tienen deben pagar más. Pero lo que Pepe Blanco parece decir es que basta con pinchar un poco a los duques que pasen en carroza para que coman los desempleados, cuando no es así. La ocurrencia de los 420 euros, de la que sólo midieron la propaganda, les quedó en gatillazo y ahora tienen que inventarse ricos con peluca que no hay, pero que les suena como siempre, a acto justiciero y sobre todo a izquierda cantante. Para hacer lo que quiere Zapatero, para que no lo linchen los parados a los que ha tomado ahora el pelo, habría que meter la mano en las rentas medias. Que lo diga así, pero que Pepiño no hable de “las rentas más altas” como si sólo fueran a desmantelar yates. Lo peor es que después de quitarles el oro de las cajitas de rapé a los que son ricos y darles un buen pellizco a los que no lo son, tampoco se solucionaría nada. Los ricos seguirían flotando y los parados hambreando con o sin sopa boba. Sacar ricos a ventearse hace verano, pero no soluciona la crisis. Para eso hace falta algo más que invocaciones y zurcidos.

Somos Zapping 23/08/2009

Excelente Bibiana. “Son excelentes profesionales, son magníficos y son andaluces”. Esto podría parecer una presentación de José Luis Moreno, pero es el complaciente latiguillo que usan en Andaluces por excelencia, que ahora nos repiten en este verano televisivo de videoteces y vaquillas. Es un programa de tono hagiográfico sobre andaluces supuesta o verdaderamente relevantes, pero que sigue entrando en esa categoría tan propia de Canal Sur que podríamos llamar “somos lo mejón der mundo”, igual aliñando tapas que arremangándonos los volantes, igual cantando ópera que ejerciendo de psiquiatras en Nueva York. Para Canal Sur, si somos vulgares somos auténticos, llanos y purísimos, y si acaso llegamos a algo más, “excelentes” con pompa y circunstancia de Elgar. En todo caso, Canal Sur reivindica siempre su patrocinio o paternidad. Entre toreros, pintores, deportistas o “ingenieras”, aparecen pues andaluces de renombre y currículum, y algunos otros que se cuelan por la puerta falsa. Así ocurrió el otro día con Bibiana Aído, golosina del Gobierno, cachorrito de escaparate, lengua de trapo, ministra de sus batacazos, mediocridad aupada. Vean en sus declaraciones el grado de excelencia al que puede llegar la memez: “Siempre he estado comprometida con la igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres. Afortunadamente soy de una generación donde en la Universidad, en la Facultad -yo hice Administración y Dirección de empresas, una carrera mixta con chicas y con chicos (!)-, no sufrí directamente discriminación. Pero sí empecé a notar las otras discriminaciones más sutiles, por ejemplo a la hora de incorporarme al mercado laboral, cuando entre las preguntas que te hacen en las entrevistas de trabajo están aquellas relacionadas con tu vida personal. ¿Tienes novio? ¿Tienes intención de tener hijos? Y eso me sorprendió mucho. Fue un momento importante para la toma de conciencia. Pensé: si fuera hombre, ¿me habieran (¡sic!) hecho estas preguntas...?”. Yo no la habiera hecho ministra ni de su melena, pero así anda de barata la excelencia por aquí.


Dios contra la gripe. Imaginé un combate entre rezos y virus, exorcismos para la asepsia e inyecciones de agua bendita, cuando en las noticias de Canal Sur dijeron que la Iglesia meditaba medidas contra la gripe A en Andalucía. Recuerdo que cuando yo enfermaba de pequeño mi madre ponía antes que nada en la mesilla una foto de Fray Leopoldo de Alpandeire, un poco enfermo él mismo de santidad y barbas, con una reliquia (un trozo de su hábito, creo) que yo rascaba porque me parecía una postilla. Era la de mi madre una fe que suplantaba al médico, iluminaba las pastillas y me comulgaba las bacterias, así que no me extrañó que aquí, donde los Cristos ayudan a rematar de cabeza a los delanteros o a saltar a los banderilleros, las diócesis andaluzas tomaran el atajo de Dios contra la pandemia. Pero no, se referían sólo a medidas higiénicas a la hora de que los fieles acudieran a besar los pies de sus santos, los puñales de sus Vírgenes y las palomas de su Eucaristía. En Toledo ya habían distanciado el poder de Dios de sus medallas, quizá porque entienden que Él no necesita contacto ni saliva para actuar, pero al parecer aquí en Andalucía tomamos las cosas con más precaución. Quizá aquí las bendiciones necesitan un dedo o unos labios para despertarse, quizá el Dios de Andalucía vive sólo en los encajes, así que informaban de que en Sevilla el besamanos de la Virgen de los Reyes se iba a realizar “sin cambios” y que en Huelva “los párrocos creen que hay que tomar precauciones, pero sin llegar a medidas tan drásticas como las adoptadas en Toledo”. En Andalucía no podemos dejar a los fieles sin comerse a sus dioses (aquí hasta la religión llega por el hambre), ni prohibir que los lleven con imperdibles en la carne o en la faja. Ya ven que a Cayetano Rivera, en Málaga, le han regalado un capote de paseo con la Virgen del lugar bordada, pues esto de Dios o sus ayudantes funciona como una manta, de pelo a pelo (por cierto, vaya muestra rancia de nacionalcatolicismo a lo Enciclopedia Álvarez; a ver qué hacen cuando gane el capote un toreo ateo -¿los hay?-). En fin, los virus contra los dioses o contra la santa madera... Viendo la noticia me acordé de la peste del medievo, cuando la gente se amontonaba en las iglesias para rezar y la enfermedad, lejos de amilanarse, se extendía con el aleteo inútil de la religión. Éstos del Obispado de Toledo deben de ser un poco herejes, mira que quitarle a la gente el tacto de Dios y sus vasijas... Menos mal que queda Andalucía. Aquí preferimos coger esta gripe cochina antes que renunciar a que Dios mismo nos acaricie la piel como si lo pintara Miguel Ángel.

Los días persiguiéndose: Nudistas (17/08/2009)

Nudistas o crudívoros, creo que les envidio el lujo de que sólo les preocupe tener el sol en el culo como una rodaja, cuando el verano es una orilla de cocodrilos en el dinero y en la política. Nudistas o crudívoros, espíritus hechos de manzana y vello, sólo quieren un sitio en las playas de Cádiz, donde se siguen enamorando fenicios y morenas, dioses y platas, torres y estrellas, y que la naturaleza les haga allí rizos en el pubis con sus propias manos. Naturistas se llaman, lo que ocurre es que ya no sabemos qué es la naturaleza desde que el hombre también la socializó. Creo que lo único natural en el ser humano es oponerse a la naturaleza, escalarla, superarla, vencerla, precisamente porque está ahí. A la vez, lo natural en la naturaleza es que no se preocupe en absoluto por nosotros. Querer hablarle ahora a la naturaleza a través de sus tomates purísimos o de nuestras axilas peludas es más negar al hombre y a la/su naturaleza que recuperarlos. Lo natural no es ser monos de nuevo, sino seguir escapando de los árboles. Además, situar toda una filosofía, una moral, la esencia de la libertad misma, sólo en ese triángulo genital que separa a un nudista de un hamaquero, ya sea para ocultarlo o para glorificarlo, me parece de una atroz simplicidad. Hay también en el nudismo una reminiscencia de ese ideal tan judeocrisitano en el fondo que es la caída del ser humano a partir de su estado de naturaleza, antes del pecado original, antes de los ángeles con espada flamígera y del enfado de nuestro casero. Es decir, también reclaman una redención, la vuelta a esa Edad de Oro, que en este caso no viene por los dioses sino por hacer dunas con el cuerpo. Creo que el hombre no es más puro ni más perverso en bolas o en frac, creo en realidad que no tiene sentido esa “pureza”. Creo que no entiendo a los cuerpos como religión, pero tampoco son mancha en esas playas en las que el mar mete ahora la mano en la carne como en un cofre de monedas.

Nudistas o crudívoros, barbas en las pichas, collares de hortalizas... Ojalá el ser humano se hiciera bueno y sabio sólo por andar en pelota y abstenerse bíblicamente de la sangre hervida. Pero los primeros asesinatos con quijada se hicieron igual cuando íbamos desnudos. Hasta los nudistas tienen, aunque por oposición, la carne como símbolo del pecado. También son puritanos, dados la vuelta. No sé si nuestros políticos desnudos dejarían de ser corruptos y ambiciosos, no sé si un Griñán crudívoro y con escudilla (podría dar el tipo) cambiaría la ferocidad carnicera del PSOE andaluz. No sé, en fin, si es la hierba lo que distingue a la gacela del león o es otra cosa más complicada y honda en su/nuestra naturaleza. Nudistas, naturalistas, con margaritas nacidas en el pecho y vértebras tocadas como un piano por la madre tierra, sólo quieren un sitio en las playas de Cádiz, donde el sol es cargado por antiguos galeones. Yo se lo daría, aunque no hagan paraíso ni infierno, aunque no nos libren de las serpientes que susurran ni terminen de condenarnos a nada. Ojalá nos pudiéramos quitar todo lo sucio y lo feo de lo que somos, todo lo que acarreamos también en este verano aciago, y dejarlo sobre una roca. Ser niños sin dioses ni bolsillos.

Somos Zapping 16/08/2009

Felices. Ay, la felicidad, qué cosa tan barata. “Con este sol y esta alegría”, que diría Roberto Sánchez Benítez, no hace falta seguramente más, o de eso es lo que intenta convencernos constantemente Canal Sur. Esa felicidad de mexicano a la sombra, pasiva y amoscada, ese paraíso que es Andalucía como una palmera pintada, como un alimento de pastores. Lo hemos dicho alguna vez aquí, ese beatus ille, felicidad del sol cervecero, de lunas gitanas, de pureza descalza, las “horas tendidas como playas” que escribió Guillén, mientras la naturaleza nos duerme y nos ladra como perros o violas, igual que en El verano de Vivaldi... La felicidad del pobre, sí, la necesidad hecha virtud y el cansino tópico del andaluz que se come su viento, como dicen de los camaleones, y comulga sus manos vacías. Esa felicidad se vende a precio de hortaliza, esa felicidad se promociona en este agosto de hienas, y en las noticias de Antena 3 vi hace poco que los hoteles sevillanos habían ideado una oferta para echarse la siesta en sus habitaciones. De 3 a 7, con mosquiteras para el calor o la realidad, Andalucía ofrece la felicidad de los dormidos como su producto más seductor. Qué acertada metáfora de lo que somos. Felicidad del sopor y de los chorritos o, en otras ocasiones, la felicidad de los druidas, como encontré también en las noticias de Canal Sur. “Flamencoterapia”, anunciaban, incongruente mezcla de taichí y racialidad tras una noche en blanco y al raso en Cádiz, pasando de ese pisotear guitarras tan nuestro a un gurú que decía algo de “trabajar” con el sol y un gran árbol, “la administración de la actitud que nos transmite el árbol”, le creí intender, y “la energía, la vibración y la presión atmosférica (!) que hay aquí, al lado del mar”. Cómo no ser felices escuchando a los árboles, abrazando al mar, durmiendo en esa barcaza que hacen las constelaciones, bebiendo el sol directamente de una concha, bailando cuando la noche pone arriba un esqueleto que tiembla. Pero todo esto venía porque he visto una promo en la que Canal Sur anuncia que, pronto, Olga Bertomeu nos ayudará en televisión a “buscar la felicidad”. Aún parece posible otro punto de felicidad, esa felicidad menopáusica que parecen transmitir ella y su psicología como de cabañuelas. No sé si Olga Bertomeu nos traerá la felicidad de cortarnos las uñas o de administrar la actitud que nos transmiten las fajas, que es lo que le pega, pero podremos ser aún más felices en esta tierra de la felicidad sin peso y sin monedas. En cualquier caso, vienen a decirnos, seremos más felices cuanto más ciegos, sordos, bailones, acostados y embabuchados estemos. Canal Sur se seguirá afanando en convencernos de ello y sólo quedaremos los traidores y los amargados para negarlo.


Reporterismo penitente. La reportera metida en un barreño, comiendo mondas, vendiendo bragas, durmiendo en cartones o en celdas teresianas... Parece que hay una moda de lo que yo llamaría reporterismo penitente, que consiste en elegir una realidad usualmente mísera, penosa o morbosa y hacer que un reportero juegue a sufrirla igual que un lord que se disfraza de mendigo. Se supone que la intención es hacer más cercanas al espectador las sensaciones, pero yo creo que es un truco barato y que se aleja del periodismo verdadero, que es ser ojos y oídos de la noticia, no su carne. Se desplaza el foco de lo noticiable al mismo periodista, a sus caras de lastimita, forzada empatía, asco o sorpresa, a sus dolores de espalda y a sus enjuagues de sobaco. Además, hay algo de indecente en esa especie de expiación que parecen buscar, como si el reportero estuviera haciéndose santo más que contando cosas. En Canal Sur tenemos ese tipo de programa en 75 minutos, con Toñi Moreno haciendo de faquir o de madrecita visitadora, con gesto perpetuo de conmiseración y algo más, quizá de querer purgar con su breve penitencia toda la culpa de la sociedad por las injusticias. El caso es que ella parece sentirse buenísima, llanísima y como perdonada de todo tras cada reportaje, que tampoco aporta mucho, en realidad, salvo su fatigante condescendencia. A veces, incluso caen en el ridículo. El otro día, el tema del programa fue “vivo en la calle”. Vimos a Toñi Moreno dormir en las bancadas de un aeropuerto unas cuantas horas y cualquiera diría que había pasado la noche en una cárcel turca. La narración de sus legañas sonaba a latigazos. Aunque más risible fue lo de un compañero suyo, que para probar en sus carnes toda la tragedia de los sin techo, se acercó a un hombre que se aseaba en una fuente y se echó también una botella de agua por la cabeza. Siempre he pensado que buscar el sufrimiento es una de las más perversas formas de vanidad. Quizá no hay más que eso en este periodismo de crucificarse.

Los días persiguiéndose: Fuego en La Barbiana (10/08/2009)

El problema es encontrar sitio donde colocar el culo, ya sea en las terrazas amontonadas de cáscaras o en las playas en las que los pezones cortan la piedra. La crisis necesitaba agosto, mes que se come los pies y las catástrofes. Me cuentan que el otro día, en la Plaza del Cabildo de Sanlúcar, en el bar La Barbiana empezó a arder parte de la instalación eléctrica. La gente siguió en la barra, pidiendo tortillas de camarones y papas aliñás, mientras el humo negro parecía que ponía bigotes a los toreros que están o se presienten allí siempre. Si un dedo que se nos quema no nos mueve, cómo nos van a mover las matanzas de la política, las corruptelas de sisa grande o pequeña, los jueces que soplan sus visillos, los bancos que caen o se amartillan, o el paro que nos obliga a lentejas. El pueblo pide líquido, los niños piden palomas, los nudistas piden toda una acuarela para exhibir su pubis, y ni los bosques que arden por los pelos, ni la crisis que está ahí como un cometa que lleva mucho tiempo cayendo, ni los políticos que se putean atravesándose instituciones e intercambiando grilletes, pueden con este agosto que nos atornilla a la sombra y nos echa las cortinas, como a arpas o a loros.

No aguarden revoluciones, y menos en verano, que es la palangana del año. No esperen cabreos ciudadanos más que por el tráfico y las calles cortadas, por la arena salpicada y el arroz quemado. Mientras me contaban la anécdota de La Barbiana, toda una alegoría, pensé en Estados Unidos, tan lejos de esto ahora como una Navidad. Obama, que parece un alfil negro, acaba de afirmar que allí la crisis ha tocado fondo por fin. Se diría que sus rascacielos iban a caer abatidos igual que sus simios con rubia, y sin embargo el paro no ha llegado ni al 10%. En Andalucía, con más del 25% de desempleados, todavía tenemos que ver a la Junta felicitándose por lo bien que lo hacen. Es como si estuvieran en La Barbiana, pidiéndole a mi amigo Luis Torrejón una de langostinos, abanicándose mientras arden la pintura, los cocineros y la clientela, toda Andalucía quizá. Pero lo peor es que el pueblo copia también a sus políticos, mira primero el fuego que empezó en unas cortinillas, contempla luego su propio abrasamiento por todos los costados, y sigue masticando su abulia en un lujo de autodestrucción obsceno, neroniano.

El paro o la corrupción, la peste a pelo quemado de la política o el dinero... Nada nos mueve, así arda este sombrajo de Andalucía por un pico de su hambre o su alegría. Se trata de encontrar un sitio para el culo, una visera para los ojos, un rincón para los dormidos, un brocal para los pájaros; navegar en ese cielo dado la vuelta que es agosto, olvidar el mundo que quedó en otro cuenco, ver cómo supura la carne y estalla la fruta. En agosto o durante todo el año, Andalucía se tizna y se consume. Nosotros nos quedamos a admirar cómo el fuego hace violines con las cosas y cómo la ceniza nos alimenta igual que otra nieve. En La Barbiana ardíamos todos, bebiendo la espuma de las llamas.

Somos Zapping 9/08/2009

Establos y bicis. Todo el programa exhaló una peste como a vaquería y pensé que quizá ése es el olor de las “modernizaciones” andaluzas, eso que Roberto Sánchez Benítez, el presentador que parece un payaso de Micolor, llama “innovación” poniendo siempre la tilde con el dedito o el ojo guiñado. Tecnópolis cada vez se parece más a esos anuncios rústicos de fabadas o chacinas con sus viejitos con lebrillo, su ganado besando a los dueños y sus herrerías de matanza. Claro que ellos lo llaman “desarrollo sostenible”, que es la bobada que les queda cuando la ciencia, la investigación y la tecnología tienen en Andalucía el tamaño de sus nanómetros. Según este patrón, el más moderno, el más innovador, el más vivo ejemplo de “desarrollo sostenible” y “apuesta de futuro” sería el abuelo de Heidi. El programa del pasado domingo fue, en este sentido, paradigmático. Empezaron con la cría de caballos y toros, sus faenas mamporreras, su ambiente de moscas, todo ese vértigo modernizador de la paja y los cagajones. Qué audacia la de la innovación andaluza, criar caballos y toros... Pero, vaya, es que usan inseminación artificial (“reproducción artificial”, decían en el reportaje, dándole a la cosa aire de Huxley). Teniendo en cuenta que la primera inseminación artificial con éxito de un caballo fue en 1922, desde luego estamos en vanguardia. Por si teníamos poca modernidad con eso, el programa nos lleva luego por el Cabo de Gata para ver cómo la innovación andaluza casi alcanza las estrellas organizando excursiones en bicicleta. “Turismo activo”, llaman ahora a pasear en bici, y no se tiene noticia de un avance tecnológico semejante desde el botijo, por lo menos. Pero qué podíamos esperar si una de las primeras estampas que nos regalaba el reportaje era la de dos mujeres lavando ropa a mano en un lavadero público, como mozas de la Finojosa (¿será eso “lavar sosteniblemente”?). Cuando ya estaba uno mareado de tanta innovación, nos presentan nada menos que un alojamiento rural, especie de aljibe o tumba fenicia donde dormir. Después de eso, creo que sólo nos queda conseguir la teletransportación. Pero no se vayan todavía, aún hay más, como decía Super Ratón (el original o esa versión nuestra que es Sánchez Benítez). Sí, porque como ejemplo de desarrollo sostenible y novedosa intrepidez nos muestran... la pesca. Sí, la tradicional, la del barquito con sus aparejos y cubazos, esa cosa albertiana que les debe parecer astronáutica. Bueno, también nos enseñaron una piscifactoría, apenas un redil en el mismo mar, pero la acuicultura tampoco es que sea el último descubrimiento. Y el colofón: llevarnos a Villafranca de Córdoba a montar en burro por los caminos. Toda la tecnología borriquera en su esplendor. Pues ésta es la Tecnópolis en la que vivimos. Establos, bicis, burros, casas rurales, pescadores con resol y mujeres con jabón verde. Roberto Sánchez Benítez debería presentar el programa con escafandra.


Pa que te rías. Las videoteces de Pa que te rías, programa que ya viene con salivazo en el nombre, no dejarían de ser un inocuo divertimento (las bromas de cámara oculta están tomadas de Just for laughs, producción canadiense con cierto ingenio a veces), si no tuviéramos que aguantar la engorrosa presencia de Carmen Janeiro y Eduardo Banderas sublimando la patochada. Ella se diría que lucha por que no se le caiga el cerebro y a él parece que le pica algo constantemente, así que su intento de humor deja algo así como la sensación de una lobotomía urticante. Sus parodias, entre el jardín de infancia y la borrachera, entre la jaula de monos y la sesión de electroshock, dan ganas de hacerles tragar el guión escrito en cartulinas. Los dos sobran como sus mojigangas.


Estreno. Barenboim ya está aquí y hace en las noticias de Canal Sur sinfonías concertantes con el poder. Aun así, sigo pensando que es un lujazo y que él no tiene la culpa de que se reúnan a su alrededor todo el roneo político y todos los cursis de palco y gañote. Les recomiendo que busquen en la cadena Mezzo sus clases magistrales de las sonatas para piano de Beethoven. No hay dinero en el mundo para pagar ese genio y ese conocimiento. Otra cosa es que nosotros podamos permitirnos ese lujo. De cualquier forma, es un lujo que en Canal Sur deberían tratar con algo más de mesura. El otro día, enfervorizados, dijeron que Barenboim nos traía el “estreno mundial” del Fidelio de Beethoven. Hombre, mundial, mundial, no... Fidelio se estrenó, en su versión definitiva, en 1814, en Viena. Creo que ni la Junta puede cambiar eso.

Los días persiguiéndose: Arrojarlos al mar (6/08/2009)

Echen a los ropones y a los políticos al mar, a que los hiera la quilla de agosto, a que los besen las sirenas de fango y lujuria que amanecen en nuestras playas con las caderas como anclas. Agosto escupe sus letrinas, llegan a Doñana y a Sanlúcar los collares de mierda de los petroleros y los piratas, mientras los caballos sudan sol con vino y la política y la justicia se mezclan como arena y agua, apestando a algas muertas, a podredumbre cetácea. Es la gran tarea que no ha sabido manejar o acarrear aún esta democracia nuestra, coja como nunca, coja como un farero cojo en este verano de sed y llagas: la independencia de la justicia del poder político, separar las armadas que forman lo uno en lo otro. Hay sentencias con ideología o afiliación, hay afiliaciones o ideologías que vienen con la fiscalía puesta, hay tribunales con cuotas partidistas y hay partidos con capitanía en esos juzgados como castillos de popa. Una maldición se une a otra cuando a la corrupción política, de la que salen todos los negocios, todos los contratos, todos los ricos de España, se suma una justicia politizada, siempre sospechosa, escorada según la marea, como un paquebote. Estas dos lacras, la corrupción sistemática de la política y una justicia dependiente y lateral pesan demasiado para llevarlas a la vez que a tantos y variados muertos de este verano de la peste. Juguemos con conchas mientras todo se hunde, rocemos los pies y comamos nuestras propias manos mientras los peces se devoran según su tamaño, como manda la naturaleza. Nadie echará al mar a los ropones y a los políticos, a que se ahoguen en los sacos de su ajuar. ¿Qué nos quedaría entonces?

Dicen que es recurso facha la crítica global a la corrupción de los partidos, pero a mí no me vale eso como argumento. El demócrata y el facha pueden incluso coincidir un día en el mismo cabreo, pero nunca en los mismos objetivos, y eso es lo que importa. Que los conseguidores, los comisionistas, los urdidores, pasean de los despachos de la Administración a los negocios; que el tráfico de influencias, el clientelismo, el amigoteo, el contrato a dedo, el rebañamiento, el pellizco al presupuesto y la comandita marisquera, todo eso gobierna y enmierda la vida pública, no es tópico sino realidad. Que nuestros tribunales, leyes y fiscalías no sirven para remediarlo, también. Ahora nos damos cuenta de que los cohechos y prevaricaciones requieren mentalismo o adivinación de los jueces, de que con la misma ley las anchoas de Revilla y los trajes de Camps pueden ser a la vez delito, no delito, “a-delito” o lo que sea que se inventen, según el evangelio o la inspiración legal a que se acojan. Chaves y su hija seguro que también pueden conceder y negociar millones nuestros durante sus sobremesas y escapar luego por la gatera de la teología judicial. Como en la historia o la religión, se diría que todo está pensado para que se pueda defender cualquier cosa y su contrario con el mismo libro y la misma fuerza, para que al final una casta casi sacerdotal decida arbitrariamente según el poder al que sirve y todavía diga muy alto: “Está escrito”. El mar nos devuelve ahora la sangre cuajada de nuestro mundo sucio junto con culos como calaveras, y creo que sólo hay sitio ya para el asco o el nihilismo. No arrojaremos a ese mar a los políticos y a los ropones. Seguiremos pensando que esto es una democracia mientras el verano nos apuñala como a delfines.

Somos Zapping 1/08/2009

Adiós, María. Miro el informe del Consejo Audiovisual sobre La tarde con María, de nuevo una tarea de escolares con cartabón, y creo que por muchas tablas de frecuencias y gráficos queseros con que se adorne, falla en algo fundamental para la estadística descriptiva: la elección de variables relevantes. Por eso puede salir como conclusión la “inapelable vocación andaluza de los contenidos”, por ejemplo. Otras veces, las variables son tan ambiguas que les permiten afirmar que en la sección de chistes la “prevalencia de los vulgarismos” es “aceptable” en el 61,9% de los casos, que la temática es “escatológica, obscena, etc” sólo en el 6%, o que únicamente en el 14% “pueden ofender la Identidad Andaluza” (así, con ridículas mayúsculas). Yo concluiría que lo que ha significado este programa no cabe en una cuadrícula, que no hacen falta porcentajes para arrojar todo el magacín a la basura y que su mera existencia ya era una ofensa. Despido, pues, a ese engendro de mal gusto, morbo, vulgaridad y estupidez con un glorioso aleluya. Sí, adiós María del Monte, musa aciaga de esta columna, patrona de las triperías y la risa meona, arriera de lo más bajuno de lo andaluz, cantarera acarreadora de cagaleras estéticas y mentales, lunar pustuloso de la tarde. Lástima que no se lleve con ella a toda su Andalucía de pichas, romerías, peroladas, analfabetos y roncadores, esa Andalucía que el poder seguirá alimentando de otra forma, con otra cara, puede que con el programa que sustituya a su circo de mandriles, ya elegido a dedo entre los amigotes, con otro andaluz profesional (Juan y Medio, por ejemplo) que se forre a costa de idiotizar a la masa y encima la piropee de “buena gente”. Adiós a María del Monte, aunque no a lo que representa. Ojalá extirpar eso fuera tan fácil como mandar de nuevo a esta mujer a botijear al rengue de su casapuerta.


Gazpacho. El andaluz gazpachero, algo así como el mexicano de su tomate frito, el Juan Valdez de su aromática rusticidad, el tío de la carretilla de toda nuestra esparraguería. El andaluz condecorado de verduras, así aparece su cara en el bote o brick, como en un camafeo orlado por majados, igual que el de un marqués de los pimientos. Somos la pureza agropecuaria, servimos para vender zurrapas, jabonería de aceite, melancolía de alpargatas. “Gazpacho de la huerta de Bertín”, se llama el producto que anuncian, y han escogido equivocadamente a un andaluz de zahón, a Bertín Osborne, pero les da igual porque por ahí fuera el andaluz es la fruta de su sudor, la cabaña de su paja, el lebrillo de sus manos, la cocinilla de su pobreza. Uno no se imagina a Bertín Osborne con azada como no se lo imagina con palustre, pero el andaluz parece que quita el sabor de la química, las fábricas y los frigoríficos a cualquier producto, que queda así como un poco amish, que es quizá eso lo que somos en España. “Gazpacho de la huerta de Bertín”, directamente exprimido de nuestro espíritu, de un tiempo de borriquillos, de una tierra sin electrificar.


Cuadro. Un tío disfrazado de Miguel Ligero canta unas sevillanas inventadas dedicadas a Toros para todos, con fondo de picadores y mulillas con banderitas como ristras de ajos. Sólo con Enrique Romero es posible este cuadro de casticismo travestido que no igualaría ni El rincón de Pepe el Guindilla, esa parodia del resucitado Josema Yuste con Florentino Fernández, “donde el arte se hace revolera” (genial) y la guasa patea los topicazos que aquí enfervorizan a nuestros rancios y folclóricos pijotaurinos.

Los días persiguiéndose: Griñán, 100 días (30/07/2009)

El sol es un perro que muerde los bikinis, pero los políticos vestidos de invierno aún tienen que rematar este curso del Apocalipsis antes de disfrazarse de heladeros. Entre el paro, los bancos desenladrillándose, la corrupción y los virus, el país parece que está en un hospital con la vena punzada, atendiendo al miedo que dan los ascensores y los carritos. El PSOE quería acabar con aires de fiesta, en la comilona de la financiación autonómica y el lavatorio de la concertación social. Lo primero acabó en tongo y lo segundo en bronca entre los que llevan tirantes y los que llevan barba de pana. Aquí, en Andalucía, la política ha pasado de lejos como un trasatlántico. La Junta sigue viviendo del tamaño y la vejez de sus sombras, igual que los bosques míticos, sin moverse ella ni mover nada. Lo poco que decía y hacía era un eco de lo que decía y hacía el “gobierno amigo”, y siempre mirando más hacia los huecos del Congreso y los sudokus de Zapatero que a nuestras emergencias. La huida o patada hacia arriba de Chaves, dejando herederos, interinos y amigos con derecho a cucharón, sólo ha cambiado una pereza y una propaganda por otras. Así se ha presentado Griñán con sus 100 días de gobierno como una preñez inesperada. Antes de hundirse en la sal de agosto, antes de que todo se convierta en la galleta de la carne y en una cuchillada horizontal de luz en los ojos, Griñán ha contemplado su reino de mendrugos y nos ha dicho que todo está magnífico y que sólo morirán las medusas, sosteniblemente.

Griñán no ha sido el ateniense del primer discurso, sino ese Juan Pardo de las viejas canciones al que él se parece tanto. Griñán, que le confesó a Joaquín Petit que siempre estuvo acompañando el proyecto de Chaves o su salud, fiel y lateral como esos probadores de comidas de los emperadores, recogió una Andalucía en la que el partido tiene los pies tan bien esponjados que cualquier cambio sería una idiotez. Para aparentar que Chaves no había dejado un busto en sus asiento, como Lopera, le encargó a un poeta con lira aquel discurso que arrobó hasta a este periódico. Pero uno sabía que Chaves no podía haber pactado su suicido a cambio de dejar aquí a un revolucionario, que en Andalucía no había perestroika y que Pizarro seguía guardando todas las llaves del Régimen. Así lo dejé escrito, cuando la gente decía que en el Hospital de las Cinco Llagas Griñán había cantado un recitativo con órgano, como Jesús en las pasiones de Bach, y a mí me parecía que lo había hecho con acompañamiento de fagotes, que es el fondo que se les pone en música a los osos, los payasetes y los aprendices de brujo. Griñán va de leído y de melómano, pero le gusta Verdi como a los organilleros y a los cursis sin oído, y yo desconfío aún más de los que tararean a Verdi que de los que cantan todavía La internacional. Pronto, pues, los modos, tics, siestones y argumentos heredados le quitaron a Griñán la toga para dejarlo en lo que es, otro manijero en el mismo cortijo, otro primo en el negocio familiar, el último loro de aquel felipismo que no abandona Andalucía. Con un millón de parados, más del 25%, aún no hay aquí guillotinas en las plazas ni incendios en el partido. Sólo la invocación, de nuevo, a la Andalucía “de vanguardia”, llena de molinillos de viento y sostenibilidad de los jaramagos, parchís paritarios y hambre repartida, con la Junta providente y la derechona quitándole los migotes a los pobres. 100 días de la última edición de nuestra eternidad. A punto de llegar agosto, Griñán parece comido por cangrejos, como toda Andalucía.