28 de julio de 2009

Somos Zapping 26/07/2009

Beatus ille. Más reportajes sobre el verano de los ricos (los ricos parece que siempre viven en verano) en Comando actualidad. De nuevo nos pasean por La Milla de Oro de Marbella, lujo arabizante, cielos particulares de mármol, grandes casas almendradas donde uno se imagina los váteres con perla dentro. Entre piscinas de champán y caballos estucados, me preguntaba qué es el lujo en realidad. Lujo tiene curiosamente la misma raíz que lujuria, así que debe de ser como el vicio de la carne del dinero, el dinero copulando por pura gana de pecado. Lujo fueron en su día las especias y los tintes (la palabra fenicio venía a significar algo así como “los de la púrpura”). Lujo puede ser un zapato o un velero, siempre que haya esa ajustada proporción de hambre sin necesidad con algo de precio, hartura, desgana y capricho. Hasta hay un lujo de los pobres, que es el que la Junta utiliza en su propaganda. Ya saben, “Andalucía de lujo” y todo lo que de ese concepto se deriva. Es esa estafa que consiste en tratar de vendernos como oro (oro más sano, puro y valioso) las mantecadas, majados, alfarerías, fresqueras, paisajes u oleajes que el pobre maneja o ve por la ventana. Un aceite, una fruta, una playa, una sierra, un rebaño, el sol como un capacho que se vuelca sobre nosotros, la misma “alegría” que hace el cereal de esta tierra, todo eso nuestro lujo incomparable, eso que nos hace felices en taparrabos. Veo en Salud al día a una frutera oronda y nutricia que nos presenta sus tomates de esta manera: “Es un lujo lo que tenemos en Andalucía”. El lujo del tomate, ya ven. Tengan otros por ahí dineros, industrias, trabajo y sucio hollín, que nosotros tenemos el lujo del picadillo, el pan esponjado, la sombra de los pastores y la nana de las moscas. Beatus ille.


Innovación de la semana. Sin duda, en Tecnópolis lo hicieron como homenaje al aniversario de la llegada del hombre a la luna. Toda la televisión ha estado flotando estos días atrás en la audacia tecnológica del proyecto Apolo, en el romanticismo de queso de la luna y en sueños de escafandra. Creo que el primero que imaginó un viaje a la luna fue Kepler, en su obra Somnium, quizá inaugurando la ciencia ficción. Luego Julio Verne, Méliès o Arthur C. Clarke colocaron allí sombreros de copa, merengue o monolitos cantantes. En este ambiente de gesta, retrospectiva y celebración, Tecnópolis tenía que poner a Andalucía allí en órbita, cosa que hay que reconocer que consiguieron esta semana con dos reportajes en torno a Cazalla de la Sierra. En nada quedaban los recuerdos de aquellos astronautas, como fundando el mismo cielo, al ver al representante de una cooperativa textil de Cazalla recordar la épica de sus últimas décadas: “En estos 35 años hemos hecho trajes de gitana, pantalones, pijamas, sábanas, uniformes de trabajo, ropa militar...”. Es imposible imaginar un homenaje más adecuado a la aventura humana de la exploración de lo desconocido y a la valentía de llevar al límite la tecnología. Los “raíles para pasar los pantalones” de una costurera a otra que nos contaba el reportaje consiguieron emocionarme al darme cuenta de dónde puede llegar el ser humano con inventiva e intrepidez. Casi tanto como su siguiente reportaje, sobre una fábrica de tapones de corcho también por allí cerca, envidia de esta parte del Sistema Solar. Son cosas como éstas las que me hacen recuperar la fe en la humanidad. Conquistamos la luna, confeccionamos pijamas, descortezamos alcornoques... Vi a Andalucía tan decidida en la conquista de la inmensidad y del futuro, tan posibles todos nuestros sueños, tan cerca cualquier luna...

Los días persiguiéndose: Juventud (23/07/2009)

Están pisando a los gorriones, están gritando sus colores y sus muslos, están agitando las pulseras de su juventud y chocando sus motos y caderas, todo ese atletismo de ser joven. Los veo en las plazas como alrededor de un ombligo, con una fuente de salud y carne, con árboles aplastados por contenedores y zapatones, cuando la noche pone su lengua en el asfalto y enciende las farolas con un dedo de hierro. El helado derretido del pelo de las muchachas, los brazos de arquero de los muchachos, los capitanes y gacelas de su edad bailando con cristales y naranjas. Los veo ahora, haciendo gasolineras en los parques, tribus en el verano, tatuajes en el pubis de la ciudad, calaveras en el futuro. Algo le pasaba a esta juventud mientras los políticos se perdían en sus bolsillos o sus biblias, mientras se peleaban las naciones o empezaban a hundirse las monedas del mundo. Cada generación se rebela contra la anterior, espanta a los viejos, cuestiona lo sagrado, provoca al policía; no hay nada nuevo en eso. Dicen que ya en un papiro egipcio un escriba se quejaba del poco respeto que demostraban los jóvenes de su época. No quiero hacer un artículo de jubilata, de cascarrabias, de bastonazo. Pero algo se ha roto ahora como una brújula y nuestra juventud está pasando de dormir en los porros y escupir al profesor a la violación y al asesinato, de la flojera a la sangre, de la incivilidad a la amoralidad.

La juventud siempre será corte de manga, pedrada a los cristales y cuerpo de su saliva. Están creciendo en su abundancia, en la arrogancia de su eternidad, y tienen cierto deber de ser salvajes. Pero sin educación, referencias, objetivos, valores, sucumbirán a ese natural salvajismo. Eso es lo que hemos conseguido. Ésta es la generación de la aciaga Logse, de la escuela demolida, de la abolición de cualquier autoridad o esfuerzo o excelencia, del mundo gratis, de la televisión basura, de la carne barata, de la cultura como algo enemigo y elitista, del igualitarismo estupidizante, del pavor a las reglas, de la confusión de lo vulgar con lo “democrático”. Toda una tropa nefasta de políticos, pedagogos, publicistas y mercaderes (públicos y privados) lo han ido haciendo posible, con la ayuda de padres que ya empiezan a ser de esta misma tanda de hijos perdidos de la democracia. No se trata de discutir si hay que preparar mazmorras u horcas para los niños de 13 años, sino de asumir el fracaso de todo un sistema de educación y de valores, y emprender con valentía un cambio sin el cual nuestro futuro estará condenado a la barbarie. Pero los políticos están más contentos con la masa ciega, inculta, acrítica y llevadera; ésa que ahora se forma en las escuelas sin saber y en las calles sin horas, en el botellón y el politono, en la televisión de chistes, tonadilleras, polvazos y pichichis; fruto inevitable de esta sociedad enferma de irresponsabilidad, banalidad y pasotismo que patrocinan sus dueños.

Veo a esta juventud, velocidad en sus ojos, sexo en sus camisetas. En sus plazas amontonan el caramelo de sus cuerpos junto a perros muertos o rosas recién violadas. Hacen ruido de campanillas con el pelo, las hebillas, los vasos y las manos. No parecen sucesores ni asesinos de nadie, más bien sólo palomas suicidas, bebiendo de sus precipicios. Algo les pasaba mientras el mundo adulto atendía a los bancos y a los planetas. Son los hijos de lo que hemos hecho, enseñándonos procazmente la lengua y el culo.

Somos Zapping 19/07/2009

De tapas. Lo anunciaban como “el descubrimiento de una cultura única”, igual que si nos fueran a presentar la aldea de Astérix. Cuando Canal Sur habla de cultura, ya sabemos que hay que echarse a temblar. Yo siempre insisto en que cultura es todo lo que hace el ser humano (el canibalismo también es cultura, por ejemplo), y que lo que hay que mirar es la altura de la manifestación cultural, que puede llegar a arte, que puede hacer civilización, o quedarse en pintoresquismo o incluso salvajismo. Pues después de esa presentación con ínfulas achelenses, resulta que la cultura a la que se refería el programa eran... ¡las tapas! Sí, De tapas se llama la nueva osadía cultural de Canal Sur, que parece una involución del programa de Roberto Sánchez Benítez, Aquí estamos, donde el plazoletismo, los tópicos y la autosatisfacción de los pueblos se ha achicado aún más hasta caber en un perol. Se trata de lucir el contento y el amor de los vecinos por las glorias de sus chocos o cebollinos autóctonos, más las varias hermosuras de la reportera, todo en ese tono de regocijo cervecero cuyo objetivo es siempre el mismo: convencernos de lo felices que somos aquí sin más que nuestro sol y nuestras garbanzadas. De tapeo, pues, con cantantes flamenquitos, futbolistas del lugar, “trovadores andaluces” y otros frikis o personajes esquineros de barra, la cosa se iba macerando en ese aceitoso potaje idiosincrásico que pretende hacer paraíso de esta tierra tan golpeada; ese sur complacido según el espíritu flojón que tan bien nos retrata El Arrebato, al que le basta que le den “cervecita y caracoles”, y que tanto conviene ya sabemos a quiénes. La cultura del sopón es poca cultura, pero cuando no hay otra cosa y hacer patria de los tortillones contenta y enfervoriza al pueblo, para qué necesitan más.


Sinfonía ecuestre. Si aquí la cultura puede ser un guiso de habas, no digamos si a alguien le da por poner zahones a los violines o cascabeles a los pianos. Entonces ya les parece la releche. Veo en televisión el anuncio de una de estas cosas agromusicales y castizohorteras que hace Manolo Carrasco, un concierto para establo y orquesta, una sinfonía de boñigas o algo así que él llama “Sinfonía ecuestre”. No sé si el engendro hiede más musical o freudianamente. Esa fijación por el caballo, obvio símbolo fálico, daría para mucho análisis en Andalucía. Recuerdo la brillante explicación que de ello ofrecía el histórico documental “Rocío”, de Fernando Ruiz Vergara, auténtica joya. Pero bueno, que se psicoanalice ya cada uno si quiere. Lo que me interesa es que la ridiculez hipogrífica que perpetra Manolo Carrasco es otra muestra más de la cultura devaluada y catetizada que se las da de mayúscula y, además, racial. ¿Sinfonía ecuestre? Como decía Leonard Bernstein, lo que hace que la música sea sinfónica es el desarrollo, pero lo de Carrasco no deja de estar, musical y visualmente, a la altura de un tiovivo de feria. Este hombre no tiene remedio: carece de gusto y eso no cambiaría ni obligándole a escuchar todas las sinfonías de Mahler y Sibelius seguidas. No quitará los mordentes como no se quitará las casacas con puñetas, seguirá sonando a charanga y peinando a su pequeño pony. Seguirá siendo ridículo con cuadra o con filarmónica.


Resistencia. No sé si fue un gazapo o el sabotaje de un trabajador de los informativos de Canal Sur, rebelde y harto. El caso es que en una noticia sobre protestas en Venezuela, rotularon “resistencia contra Chaves” (sic). Quizá aún quedan héroes e insurrectos.

Los días persiguiéndose: La sentimentalidad y la pela (16/07/2009)

Ahora que hasta el sol es otra moneda a punto de rodar sobre España, veo a una recia parlamentaria del BNG en la Diputación Permanente del Congreso defendiendo la ley catalana de Educación, las lenguas fáunicas y esos “países” como cada uno con sus guardavacas. Dada la torpeza con que se expresa, uno diría que, para estar trapeando continuamente con tanta lengua, le falta mucha gramática. Y es que ya sabemos que la lengua es para ellos más estaca que tesoro y más política que libros. “Aquéllos que tenemos cultura propia”, dice la buena señora (cultura que no le ha servido para aprender a hablar). En realidad se refiere a tener una tribu, y esa “cultura” suya apenas son sus cocinillas autóctonas y silbidos de los campos, sus fiestas de mozos y su meteorología en los huesos. Hace mucho que la cultura aquí es esa mezcla larga, complicada y a veces contradictoria de herencia griega, derecho romano, cristianismo (sí, como insistía Ortega y Gasset) e Ilustración, o sea, lo que llamamos Occidente. Lo demás es botijería. Los nacionalismos no son arborescencia, sino miopía cultural. La cultura no está en sus veladas de los ayuntamientos, sino que, aunque les pese, aún está en Cicerón, Santo Tomás, Kant, Montesquieu, Voltaire, Goethe o Sartre. Ver a esa pobre mujer afirmar que ella sí tiene una cultura, reduciendo el concepto a sus nanas y gachas, da la medida perfecta de la pequeñez de estos nacionalismos encastillados y catetos. Pero es ésta una ficción que necesitan para su sentimentalidad. Una sentimentalidad que, en última instancia, sólo es un medio para alcanzar otros objetivos.

El nacionalismo siempre está entre la sentimentalidad y la pela, o una cosa le sirve para llamar a la otra. La patria y la identidad son sólo constructos levantados y alimentados por grupos interesados en que se les identifique con ellos, y así conseguir legitimidad para el poder, para el control, para el dominio. Vean el uso que se hace de términos como “anticatalán”, incluso por el PSOE, durante este chanchullo de la financiación autonómica. Esta palabra es en sí un desvarío, una perversión. Ni el Estado, ni los pueblos (se conciban como se conciban), ni los lugares tienen por ellos mismos ideología, doctrina, opinión, sentimientos; no al menos en una democracia con un Estado de Derecho sano. No, cada ciudadano tendrá los suyos y el ámbito de lo público debe salvaguardar los derechos de todos bajo el imperio de la Ley. ¿Cómo se puede ser, pues, “anticatalán”? Tendría el mismo sentido que ser “antiatlántico”. Sólo si una élite o incluso una mayoría (da igual) ya ha definido lo “catalán”, si ha decidido que su ideología, opiniones y sentimientos son los propios, los correctos, los que deben ser universales para toda la comunidad, cobra sentido lo de “anticatalán”. Pero eso es totalitarismo. “Antialemanes” decían otros, recuerden. Ciudadanos o partidos buenos y correctos y catalanistas, o malos, traidores y anticatalanes, dependiendo de si acatan o no esa inmoralidad democrática. Y la casta nacionalista, decisora y dueña.

De la sentimentalidad a la pela, al poder. Estas ficciones sirven para su saca, y no más. A veces pienso qué ocurriría si en Andalucía tuviéramos un nacionalismo como el catalán o el vasco. Quizá hubiéramos ganado la altivez de ser egoístas en vez de pedigüeños, de exigir “lo nuestro” en vez de apelar a la “solidaridad”. Pero enseguida concluyo que ningún beneficio compensaría de esa locura política, cultural y moral que es el nacionalismo pueblerino y filofascista.

13 de julio de 2009

Somos Zapping 12/07/2009

El héroe. A sus ridículas noches de detective cantante, de saxofones aulladores, de entrevista que le hace un paraguas mojado a otro en el paragüero; al ñoño, afectado, subterráneo y dócil programa de Joaquín Petit, en fin, llegó Griñán. El comienzo tuvo un aire de cosa de Raymond Chandler, con fotos de Griñán en blanco y negro y su voz susurrante hablando de cómo “había visto Andalucía hacerse”, con su explicación sobre llegar a la presidencia sin desearlo, el poder como deber heroico e inesperado que se acepta abrumado, como cuando Arturo sacó a Excalibur de la piedra. Griñán artúrico, Griñán Cenicienta, Griñán como reinterpretando Las sandalias del pescador, mientras Petit inflaba ese heroísmo, ponía su mejor cara de bollito, que es la que pone ante el poder, y parecía que más que una entrevista le hacía un masaje de pies por debajo de la mesa, con algo de geisha. Atentos al calado de sus preguntas: “¿Qué le dijo su madre cuando le contó que iba a ser presidente de la Junta?”, “de los amigos siempre se aprende algo, ¿qué ha aprendido usted de Manolo Chaves?”, “¿recuerda cuál es la última película que vieron juntos?”, “es difícil elegir una película, pero, ¿tiene alguna preferida?”, “¿qué destacaría de lo que ha aprendido de las mujeres?”, “¿qué música le pondría a este momento de crisis mundial?”. O así, o de ésas con alfombra para que Griñán soltara el mitin o se adornara (“yo defiendo a Andalucía”, y en ese plan). Toda la noche haciendo piececitos el poder y sus sombrereros...


WSS. El apagón analógico, qué apocalipsis para nuestro analfabetismo en tecnología. Aquí se diría que va a acabar con toda la audiencia de María del Monte como un mal invierno. Cuántos reportajes sobre pueblos siempre como serranos, por Huelva o por otros sitios, con pavor ante el digital advenimiento, cuando todo consiste en llamar a un antenista y, si acaso la tele no es de las más nuevas, comprar un cacharro que se conecta igual que un viejo vídeo VHS. Pero casi es más chocante el atraso de las propias cadenas de televisión. No hablemos de emisión en alta definición, aquí sólo disponible por satélite, y que la novísima TDT aún ni se plantea. No, es que, sin ir más lejos, emitir en formato panorámico todavía parece que les supone lanzar sus presentadores a la luna (el personal flipa ahora porque La Sexta o Telecinco lo han hecho en algunos eventos señalados). Hace poco, me encontré precisamente con que Canal Sur hacía un intento torpe de emitir en formato panorámico. Era un concierto de jazz, a horas de carta de ajuste, que me asustó con la imagen de los músicos estiradísimos, como sometidos a la tortura del potro, y encajonados en el tradicional 4:3 a pesar de que mi aparato está configurado para detectar el formato de la emisión y adaptarse. Esto era así porque Canal Sur desconoce u olvidó algo que se llama WSS (widescreen signaling, o señalización de pantalla panorámica), unos pocos bits que se incluyen en una de las líneas de la imagen (la 23 en PAL) para que el televisor identifique el formato y para no pensar que los técnicos de la cadena son linotipistas. No sabían, no querían o no podían hacerlo bien, y la prueba definitiva era que la “mosca” (el logo) tampoco estaba adaptada. Es decir (acertada analogía nos dejaba eso): o veíamos las proporciones correctas del solecito de Canal Sur sobre una realidad deformada, o, tras cambiar manualmente a 16:9, veíamos a los músicos con proporciones humanas pero el logo de La Nuestra grotesca e ignorantemente abombado. En verdad, para traer la modernidad a Canal Sur habría que quitar mucha roña antes de pensar en lujos panorámicos.

Los días persiguiéndose: El paripé (9/07/2009)

Se gastan mucho en cera y banderas, en tapetillos y juegos de té, para hacernos creer que aún hay instituciones, pero sólo hay partidos. Los ayuntamientos se citan con sus patronos, las autonomías se citan con el Estado, un consejero sube a palacio o un ministro llega como el ditero, pero las ciudades, las regiones y los gobiernos o gobiernillos no se hablan de una almena de lo público a otra, sino de un peldaño del partido a otro, si son compañeros de siglas, o bien de una línea de arqueros a otra de enemigos vikingos, si no lo son. Lo peor de esta política tumefacta que nos ha tocado es que ha perdido precisamente el sentido de lo público, y esto significa perder el sentido del Estado y la democracia, de su arquitectura y sus objetivos. Las instituciones sirven y representan a los partidos, no a la ciudadanía; sólo son las diferentes habitaciones con más o menos muebles que los partidos han ido tomando en la gran casa común, como en aquello de Cortázar que daba tanto miedo. Cuando Gabriel Almagro, delegado del Gobierno andaluz en Cádiz, se jactó en un mitin en Alcalá del Valle de que los proyectos que solicitaba a la Junta el ayuntamiento, con alcalde de IU, en realidad los aprobaba o los tiraba a al papelera el jefecillo local del PSOE, no sólo estaba reconociendo la realidad de esta perversión, ni la normalidad con que ellos la viven: estaba manifestando la alegría por esa audacia y por ese triunfo del poder y los intereses del clan sobre lo público. En cualquier lugar civilizado hubiera constituido un escándalo, pero aquí, tan inmaduros democráticamente, tan acostumbrados a esta partitocracia de raíces sicilianas, a Pizarro le pareció que bastaba con disculparlo por el calentón de pico, como si lo grave hubiera sido mencionarlo, no el hecho en sí. Pero qué le vamos a pedir a Pizarro, sargentón que representa como nadie esa política sucia de secta y familia, donde partido y Junta, PSOE y Andalucía, se atocinan en una sola cosa, con los mismos escudos, la misma manaza y la misma caja.

Escenifican citas, fingen diálogos, amañan seducciones. Griñán y Chaves se reúnen con toda la parafernalia de dos ejércitos. La consejera de Economía Carmen Martínez Aguayo va a visitar al secretario de estado de Hacienda poniendo la cara redonda de contar monedas. Pero van a sonreírse y a cruzar cucharillas de azúcar, y todo es como un incesto de primos sobre las alfombras del Estado. El partido ya sabe lo que quiere, lo que le conviene y lo que va a ocurrir. Ni Griñán con su cortijo regalado ni Martínez Aguayo con su encomienda de echar un baile en Madrid se opondrán nunca al tongo que cuadrará el sudoku, a la mano catalana que Zapatero necesita en el Congreso, a los grandes movimientos de cordilleras en los que se juegan el culo. Todo es un paripé. Igual que la Junta reparte la tela a los alcaldes del PSOE, igual que las diputaciones barajan con trampa las ciudades, igual que todo mira a la suprema comandancia del partido, la financiación autonómica sólo tiene un bolsillo, que es el suyo, no se equivoquen. Salones con sofá para desmayos, autoridades que enredan sus pulseras, instituciones que besan o violan una bandera como subiendo una falda... No nos ocultan la obvia y aciaga realidad: que han pervertido lo público, que han terminado haciéndolo negocio doméstico, que han podrido la democracia y se felicitan entre ellos con besos babosos. No hay instituciones, sino partidos. No hay cargos de la ciudadanía, sino jerarquías del clan. Es más que un paripé. Es una estafa.

Somos Zapping 5/07/2009

Sostenible. Bajo el sol como una tortilla, veo a las familias chancleteras de suegra y sandía y me pregunto si van a la playa “sosteniblemente” o, por el contrario, a construir allí una refinería. Esa inquietud, claro, me la ha dejado Tecnópolis, ese programa que más que sostenible es sostenuto, o sea, mantenido en pulsación, energía, carácter y tempo en esa tocata que le hace al poder y a su propaganda. Si ya nos sorprendieron hace poco con la innovación de plantar tomates sosteniblemente, ahora también resulta que hay una manera igualmente sostenible de ser domingueros y, supongo, pronto nos enseñarán cómo también puede ser sostenible el cagar. En el reportajillo sólo querían decirnos que no fuéramos guarros en la playa, pero ser limpios es un término facha. Lo suyo es ser sostenibles con las colillas, las latas y las cáscaras, cosa que antes era sólo civismo y ahora nos convierte en héroes profilácticos y rescatadores de la biosfera bajo la inspiración de nuestros gobernantes margaritos. Un amigo que trabaja en esas asesorías de todo me contó una vez que muchas veces su trabajo consiste sólo en inventar un palabro o un retruécano que disimule lo feo o enmarque lo vacío. “Segunda modernización”, “normalización lingüística”, “pacto por la Justicia” o “impulso democrático”, son buenos ejemplos, igual que el “desarrollo sostenible” y todas las escobillas que arrastra. Para la ONU, significa “satisfacer las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer las posibilidades de las del futuro para atender sus propias necesidades”. Loable y enorme intención aprovechada por los políticos de aquí para guapearse, de manera que hacer todo “sostenible”, ya sea una tomatera, un sombrajo, un botijo, una berza o las palas y cubitos playeros, los verdea de conciencia ecológica aunque nada en el planeta se pudra o se salve con eso. Tecnópolis, que recoge todas esas ñoñas barreduras para gloria de sus dueños políticos, “sostenibiliza” lo obvio o lo directamente idiota. La cara dura sostenible es su mayor enseñanza.


Innovación de la semana. Seamos justos: de vez en cuando, Tecnópolis acierta en el vértigo de nuestra modernidad y en el brillo iridiado de nuestra tecnología. Quedé ionizado de asombro, sí, con la última aportación de Andalucía a la innovación que nos enseñaba el programa con justificado orgullo: los parques de atracciones con sus tiovivos, pasajes del terror y trenes de los escobazos... Sin poder recuperarme del impacto, aún siguieron con más: el zoo de Jerez con su sol de lagartos y monos en pompa, o ese poblado del oeste en Almería entre Hollywood y Bud Spencer. Tremendo salto hacia el futuro hiperespacial que en Andalucía ya vemos que es presente.


Premios. A Tecnópolis le dan pocos premios para los que se merece realmente. Ahora ha sido la Academia de Televisión la que le ha dado uno (esa academia en la que hace de Pantocrátor otro arrimado y otro inventor de grandilocuencias y modernizaciones gazpacheras, Manuel Campo Vidal). La sintonía del programa con las estrategias de estupidización, amuermamiento y empastillamiento de la sociedad que planean los políticos; su vocación de eco, su seguidismo y adoración hacia sus amos, lo hacen merecedor de todos los premios en los que el poder tenga mano y migajas. Ver en el atril a Pablo Carrasco, auténtico ministro de propaganda andaluz, y a Roberto Sánchez Benítez, el único click de Playmobil que presenta sus cositas de plástico con aires de astronauta, lo decía todo. Enhorabuena y gracias por abrirnos los ojos, Tecnópolis.

Los días persiguiéndose: El eslogan (2/07/2009)

Hemos visto a Michael Jackson morir con uniforme de húsar, con su lujo de unicornios por su casa, con ese oro de chocolate de los niños. Hemos visto a Kaká comulgado por el madridismo, vendido en obleas o calcetines carísimos. Nos espantan los millones que valen un hombre y un póster, pero todo es dinero y negocio, en la tierra y en el cielo, en el arte, el espectáculo, la religión y la política. Hasta Dios vale lo que sus estadios y su clientela. Esta crisis económica llama mucho a esa demagogia en la que se pesan los parados contra los pies y guantes de diamantes de futbolistas o bailarines. Pero eso es la industria, eso es el mercado, un producto a la venta, un saco por llenar que puede ser humano, metálico, transparente o incluso inexistente. Los discos de Michael Jackson tenían música y espejos; el Real Madrid tiene otra vez modelos núbiles y soles lavanderos en el aire; la política tiene, como últimamente, el eslogan y el milagro. Y eso es lo que se vende, eso es lo que compra el pueblo cueste lo que cueste, y así se van transformando los iconos en ganancias. Me paro hoy en los atriles y cartelones del PSOE andaluz, cuando tras ellos sólo hablan cabezas cortadas. La política empequeñecida, infantilizada, no vale como idea, igual que no valen como mera carne el esqueleto de Jackson o las alas de Kaká. La política, igual que estos hombres-imperio, vale como producto, marca, magia, sentimentalismo y flash. Y si, para la inmortalidad o la facturación, Jackson necesitaba un chasquido y Kaká un cromo, la política necesita, por todo, un eslogan.

He repasado los eslóganes del PSOE aquí, siempre como en gradiente: Andalucía “imparable”, “al máximo” o “de más a más”. Cantaban al movimiento porque se veían parados, se iban hacia las segundas derivadas por negar su horizontal y constante linealidad. Y sin embargo, su último eslogan, que he visto en una foto con Chaves encastillado, es diferente: “Saber que podemos”. No es ya un eslogan vertiginoso, sino que parece asumir su quietud, aunque haciendo de ella una sabiduría. Es como imitar el “yes, we can” de Obama pero desde la tumbona. Es un matiz importante, porque no es “poder” para ponerse a hacer, sino “saber que pueden”, que parece un paso previo antes de levantarse. Si Aristóteles nos habló de la potencia y el acto, el PSOE se limita a tomar conciencia de esa potencia para seguir contemplándose parado. Aun así, tiene cierto sentido que el PSOE andaluz, tan telarañoso, se ponga levemente aristotélico. La modernidad necesitó matar a Aristóteles. Es precisamente contra la física y la lógica de Aristóteles que pudo nacer el pensamiento moderno. Con Galileo primero, que posibilita la explicación mecánica del mundo natural; con Descartes luego, que la amplía y además establece el principio de subjetividad racional; y para qué hablar de lo que quedaría de la lógica aristotélica tras Russell, de la “potencia” y el “acto” después de la fenomenología o de Sartre. Aún mas atrás que Aristóteles, el PSOE se queda en la pre-potencia (el guión lo hace más significativo). Su eslogan medio aristotélico es tan pre-moderno como su política, hecha de atrasar relojes y de retorcer la lógica o pensarla acostado, igual que Aristóteles su física. Toda metafísica implica hoy, ya, una teoría del conocimiento. Toda política implica hoy, ya, sólo la alegre venta de banalidad. En realidad, nadie del PSOE pensaba tan hondo cuando sacaron ese nuevo eslogan para su negocio.

Somos Zapping 28/06/2009

Números. No hacía falta un estudio llenito de gráficos confiteros y tablas de mantisas para medir la pluralidad de la televisión pública en Andalucía. Ya era evidente esa pluralidad: hay chistes de pichas y de chochos (cumpliendo la paridad de género), de vagos, analfabetos, muertos de hambre y mariquitas; hay sevillanas, rumbitas, fandangos y andilucas; hay romerías, carnavales y ferias. Anda que no hay pluralidad y variedad, eso sí, transversalmente vulgar y concienzudamente partidista. Pero mejor dejemos la ironía. El Consejo Audiovisual de Andalucía, que cuando se reúne su mayoría socialista parece la cocina donde comen las criadas y los mayordomos de palacio, ese órgano pensado para la justificación, el guapeamiento y el disimulo de la basura y la manipulación de la televisión pública, ha sacado un cartapacio como de cursillista, un estudio relojero en el que han pretendido evaluar con el metro torcido el “pluralismo político” de los informativos de Canal Sur y las desconexiones territoriales de La 1. La conclusión, por supuesto, contra todas las evidencias de la inteligencia y el rigor, es que son pluralísimos; es más, casi rebeldes contra el poder. Tanto, que en el informe original afirmaban que en el primer trimestre del año, Chaves sólo había salido 16 segundos en los informativos regionales de TVE. Se les fue la mano, o el impudor; se equivocaron con el Excel o es que sufrían en ese momento su cíclico empacho de ostras de gañote, que ya sabemos que el estómago lleno confunde mucho a la mente. Corrigieron el dato, pasando de 16 segundos a más de siete minutos, pero eso no quita la tramposería que empapa todo el estudio. El “pluralismo” no se mide con cronómetro, que así eso sólo parece los resultados de un mundial de natación. No es el tiempo, sino la selección, la prioridad y el lugar de las noticias; su tratamiento, su tono, su sesgo y hasta sus silencios; qué frases se extractan de las declaraciones y cuál es su contexto; y, en resumen, cómo sirve todo esto mayormente de floreamiento al poder y de guantazo a la oposición. Las páginas y páginas de números temblones y variables sin relevancia, de quesitos de colores y contaduría papelera, no son nada sino la matemática del despiste. Tan útiles pueden ser los números bien cocinados que ya hemos visto a Manuel Pérez Yruela pasar de la sociología de encargo a la portavocía del Gobierno. No es fácil medir con números la labor lacaya, sumisa y aplaudidora de la televisión pública andaluza. Ni necesario. Bastan el regusto que dejan los informativos, su estética de Nodo, el coro baboso y la balconada que le ofrecen al PSOE. Todo eso que salta a la vista, tan vergonzosamente, sin manómetros ni percentiles. El hecho, la dolorosa verdad que ni todos sus números con peso cereal pueden negar, es que los medios públicos son siervos de partido y ministerio de propaganda. Como los que han pintarrajeado ese estudio.


Walker tertuliano. Walker, ranger de Texas, justicia fascistona, puñetazos vengadores. Se nota que ha llegado el verano a Canal Sur porque Bertín Osborne ya sale con sus vaquillas y porque Walker se ha ido comiendo el mediodía, poco a poco, quitándole primero un cuartito de hora a El meridiano y luego sustituyéndolo por sus espuelas y sombreros. Tal como estaba quedando El meridiano, apenas una tertulia como la de Ana Rosa Quintana, empezando con temas como Ronaldo, el caso Alcáser o los ombligos de Facebook, o con preguntas como “¿sobrevivirán los espetos de sardinas en Málaga?”, creo que ya da igual la ridiculez de Chuck Norris que lo que trataban sus tertulianos.