26 de junio de 2008

Los días persiguiéndose: Príncipes de las ostras (26/06/2008)

La princesa de las ostras es una comedia de Lubitsch en la que los ricos parecen balleneros y los príncipes, violinistas tiesos. La ostra es otra vulva para los horteras, pero, como todos los moluscos, acumula la mierda del mar, los metales pesados y hasta las meadas tibias y cartilaginosas de las sirenas. Lubitsch no podría haber elegido nada mejor que las ostras para su sátira contra la riqueza sucia, la vanidad, la gula y la vulgaridad. Las ostras y cuatro camareros por comensal le sirven al genial director para retratar a toda una casta de engreídos que aún seguimos viendo, esos comecoños del dinero y del poder que retozan en los jardines de sus eructos y engullen con satisfacción el simbolismo de sus propios mocos. Ostras, marisco, fetiches de los que chupan sus ganas de superioridad lascivamente, como el pie bello y sudado de una señorita. Ostras, marisco, como si dejaran en los salones el olor de sus ingles, su orina de lobos en público. El mundo se divide entre los que hacen mariscadas y orgías y los demás que sólo los miran mientras cae el vino por su papada y parecen sentarse a la mesa sobre una escupidera, cagameándose a la vez que cenan. Luego, los que hacen mariscadas y orgías se dividen entre los que sólo se están limpiando el culo con su propio dinero y los bellacos que se convidan con dinero público, sumando a su obscenidad esa satisfacción que dan la piratería y el latrocinio, la lujuria de los botines.

No sé qué se supone que debería ser ese Consejo Audiovisual de Andalucía, convento de peritos televisivos, geómetras de la caja tonta o brahmanes de las videotecas. Pero sé que ha sido un empeño del poder en el que han colocado esbirros y guardianes que tienen el hambre de los criados. Una cena de Lubitsch o quizá aquella otra de los mendigos de Buñuel en Viridiana, eso es lo que nos traen estos rebañadores de gran gañote y vientres sucesivos preparados para las papillas de sus dueños, los sapos de su vergüenza y el lujo de las cáscaras. Un oficio que se presenta con cisnes asados, almirantazgo de crustáceos, bandejas como carrozas, camareros como porteadores, cascadas de vino, timbales hechos de jabalíes, todo libidinoso e impúdico como mamadas bajo el mantel. Tranquilos, que paga el pueblo para que se trabajen el buche de acuerdo con la dignidad del cargo. Las mariscadas “inherentes” son la bandera de esta democracia de dedos amorcillados y boca sedosa de pringue. La gran teta pública los alimenta en camadas, los acuna en su flato, los baña en copas de balón, los condecora de lamparones y aún defienden el derecho a que así sea, pues se lo merecen por arrimarse a los que un día lo ganaron todo y se convirtieron en amos, que no en gobernantes. Pidamos luego independencia, rigor, integridad, trabajo, vocación de servicio, a aquéllos a los que el poder ha puesto triclinios en los restaurantes de lujo para que el presupuesto público los corone de solemnidad y les apacigüe sus voraces estómagos agradecidos. Qué menos, pensarán, tendría que devolverles el pueblo, a ellos, los que se desviven por su bienestar, ellos sobre los que recae tanta responsabilidad, ellos los de la “alianza estratégica” con los andaluces. Sí, ponerse tibios a nuestra salud, con nuestro dinero, qué menos que eso para el indispensable Consejo Audiovisual, sustento de nuestra libertad. Poco me parece para la dignidad de su ministerio. Creo que deberíamos nombrarlos, en una gran ceremonia chavesiana, príncipes de las ostras.

23 de junio de 2008

Somos Zapping 22/06/2008

Corrupción gazpachera. Qué sería de la corrupción sin su periódico toque de gazpacheo andaluz... De lo de Marbella apenas quedaba ya el recuerdo de la casa de Roca, mezcla de la de un taxidermista loco (Norman Bates disecaba bichos) y la de un Torrente que hubiera ganado la primitiva; quedaban unas lágrimas de folclórica entre manojos de pelo de sus moños y quedaban bolsas de basura con los millones oliendo a escarola. La operación Malaya ya ha pasado de moda, suena a telenovela de otra época o a cantante de la OTI, como los que se acuerdan de Rubí o de El Puma cantando Pavo real. Pero he aquí que el choriceo televisivo se nos vuelve a refrescar con Estepona. Parece que esto de la lucha contra la corrupción se va ir limitando a abrir algún cofrecito por la costa andaluza cada dos o tres años, así que todavía nos quedan muchos alcaldes esposados abriendo los informativos y muchas veces que nuestros gobernantes autonómicos salgan con el bigote erizado del susto y la palangana de Pilatos. Ahora, Estepona. El día en que la policía entraba en el ayuntamiento de Estepona como a una redada de puticlub, la televisión burbujeaba de morbo y nos dejaba perlas como anillazos de concejal de urbanismo. En Las mañanas de Cuatro, alternaban una y otra vez imágenes de Antonio Barrientos con otras que ellos creían que correspondían a Jesús Gil Marín. Pero no, no era Jesús Gil Marín el que sacaban, sino Antonio Sanz, al que alguien había confundido con el hijo del Ostentóreo. Pobre Antonio Sanz. Vale que no sepa elegir sus chaquetas, pero de ahí a igualarlo con el heredero de Gil... No vi una rectificación, no sé si es que no llegó o me la perdí zapeando (Estepona triunfaba en cada canal como no lo haría ni una boda de la familia Ordóñez). Todas las cadenas se deleitaban en la maldad de los malísimos, pero también dejaban su sesgo. Iñaki Gabilondo, que no me gusta porque le da a los informativos el tono que tengan su humor y sus tripas ese día, recalcaba que en Estepona “todos los partidos estaban manchados”. ¿Todos? ¿Y por igual? ¿Pero no está en la cárcel un alcalde del PSOE al que Chaves le había permitido pactar con ex gilistas? La Sexta llamaba a Barrientos “un garbanzo negro”. Canal Sur se apresuraba a sacar a Zarrías recalcando que los implicados habían sido expulsados del partido. Ridículo (ese Barrientos buscando novia en un programa como de época Un, dos, tres...), morbo televisivo, vergüenza de nuevo para Andalucía y ese asco de ver cómo las ratas huyen del barco. Esto nos ocupará unos meses. Pero ya vendrá el próximo escándalo. Qué sería de la corrupción sin su periódico toque de gazpacheo andaluz...


Armas de mujer. Lo que son las casualidades, sobre todo en Canal Sur. La ministra Bibiana Aído acababa de pasar una semana entera ganando su propio campeonato de tonterías y poco después ya la vemos con Jesús Quintero, ese hombre que redime y acuna, purificándose a base de primeros planos y caídas de ojos. No le parece a uno bien que una ministra de Igualdad utilice armas de mujer. Sí, porque la ministra había cambiado su peinado (un ondulado hechizante), hablaba en susurros y se emulsionaba en sonrisas. Vamos, que estaba de un sexy que mareaba, perdonen la sinceridad. Hubiera enamorado hasta a Jiménez Losantos. El fallo que tuvo es que siguió confundiendo las buenas intenciones con la competencia política. Nadie puede pensar que no sean loables y necesarios el empeño y los objetivos de su ministerio. Lo que ocurre es que la bobería afea mucho a un político, casi tanto como lo artificioso, lo vacuo y lo postizo. Contó que de pequeña tenía un muñeco que cantaba La Internacional y llegó a invocar el lema de los hippies: “Haz el amor y no la guerra”. Esas palabras casi hacen que me caiga del sofá. Comprendo que cautivara a Zapatero. Pero para llevar un ministerio, apreciaríamos más otras cualidades que ese pelo trigueño ondulado que estuvo persiguiéndome toda la noche.


Inherente. Ya sabemos para qué sirve ese Consejo Audiovisual de Andalucía: sirve para que ellos se pongan púos en restaurantes de postín a costa del contribuyente. ¿Cómo criticar al poder que te lleva a hincharte de ostras de gañote? Y dicen que es algo “inherente” al cargo... Lo inherente al cargo me parece que es la poca vergüenza.

20 de junio de 2008

Los días persiguiéndose: Los culpables (19/06/2008)

Estuve en Estepona en aquella moción de censura de 2001 contra el alcalde Antonio Barrientos, ahora detenido. Estepona tenía una belleza vulgar, como de flor bañada en agua de colonia, igual que toda la Costa del Sol. Parecía un Miami con bingos que mantenía un corazón de panadería de pueblo. Pero la política olía a entrepierna y el Mediterráneo era un cagadero con desinfectante verde. El GIL hacía tiempo que había convertido en eso toda la costa, contaminando a los partidos, corrompiendo las almas y el paisaje, acabando con los inocentes. Titulé aquella crónica “El poder a toda costa”. Entonces fue el PP el que se alió con ex gilistas tránsfugas o conversos para arrebatar la alcaldía al PSOE, siguiendo la táctica (fea y sospechosa) que ya había usado en La Línea. Luego, el mismo Barrientos les devolvería la jugada. Como digo, nadie parecía ya inocente, igual que ocurre en las timbas o en los puticlubs. Pero no ser capaz de encontrar vírgenes en aquella política de cocodrilos de spa tampoco significa que todos sean igual de culpables.

No esperemos a los dioses, que sólo aplican su justicia a los muertos; ni a la policía, que sólo aparece en el lugar del crimen para rodear el cadáver con tiza. Desde los italianos que llegaban a la isla de Ellis, a la que llamaban "L’isola delle lacrime", y después se vengaban repartiéndose las ciudades entre las “familias”, sabemos que ciertos negocios no pueden mantenerse sin untar a una parte de los políticos, la pasma, la judicatura y el periodismo. Vuelvan a ver El Padrino, esa Biblia de nuestra época. La corrupción es imposible de erradicar en su totalidad. Pero cuando se llega a la impunidad, cuando los corruptos se encuentran tan seguros y tranquilos que crean castas y se extienden haciendo cabotaje por Andalucía durante años, es que se saben con las espaldas bien cubiertas. Sigamos el rastro del dinero, como dijo Garganta Profunda a Bob Woodward, pero también el de los silencios, a ver adónde nos lleva. Los que han callado, los que han consentido, los que no veían ni olían nada cuando los ediles y los gerentes de urbanismo se pavoneaban como jeques y en el mar encallaban pirámides de piscinas y culos. “Tolerancia cero”, “sorprendidos en nuestra buena fe”, dice Álvaro Cuesta, secretario de política municipal del PSOE. “Expulsados del partido”, se apresura a aclarar Gaspar Zarrías. Alegraría saber que aún existe tanta ingenuidad en nuestros políticos, pero los conocemos y sabemos que suelen manejarse más en el cinismo que en la candidez. Me pregunto si sería más grave que fueran culpables por complicidad o por incompetencia

Marbella, Estepona, la hidra de la corrupción entre miopes y untados, entre ineptos y bandidos. Un poder que en Andalucía controla hasta el último pedo no ha visto llegar ni ha sabido derrocar a la Babilonia con palmeras electrificadas y comisionistas de marisquería que crecía bajo su sol de merendero. En Estepona, ahora sí, estaban los suyos, y hasta Chaves iba allí como a los cumpleaños de Don Vito, a soltar peroratas sobre la buena democracia de los que sirven y callan. La policía llega a Estepona tarde, igual que barrenderos tras la fiesta, pero se lleva los papeles de los años del PSOE, que escurren mierda, y en la Junta los ciegos vuelven a ver de repente como en los falsos milagros. Negarán tres veces a los que han pringado, hasta que cante el gallo. No quedan inocentes en la política, pero conoceremos a los auténticos culpables de toda esta vergüenza porque ahora se esforzarán en parecer los más dignos y escandalizados.

15 de junio de 2008

Somos Zapping 15/06/2008

El guiñol Aído. Desde que nombraron ministra a Bibiana Aído, Canal Sur la ha ido tratado como a un ángel anunciador, la portadora de la antorcha de la Igualdad con los mantos y los rayos de las alegorías enredados en sus anillos. Volvía a esta tierra desde Madrid y en los informativos la sacaban en cuadros de Giotto, en imposiciones de manos y en curaciones milagrosas del machismo. Confundían a la ministra con una musa y todo resultaba ridículo y devoto como en una especie de marianismo progre. Pero era un bluff, un ministerio ocupado por una escaparatista. Hija de los clanes y de las cuotas, ha ocupado en el Gobierno el sillón de la idiotez que ya ocupó otra andaluza, Carmen Calvo. Parecía imposible superar lo de “jóvenes y jóvenas” de Carmen Romero, cuando la chica que pasó de la burocracia del flamenco a la bancada azul soltó lo de “miembros y miembras”. Parecía imposible superar lo de “Pixie y Dixie” de Carmen Calvo, cuando Bibiana Aído nos deslumbró con que la Academia ya había reconocido “anglicismos como fistro y guay”. ¿Anglicismos fistro y guay? ¿Reconocido el lenguaje chiquitistaní por la Academia? Deben de estar contentos el feminismo y la progresía al ver que una chica jovencita, mona y tonta ha llegado a la cima de la política por ser precisamente chica, jovencita, mona y tonta. Era el empujón definitivo que necesitaba la digna causa de la igualdad entre los sexos. Y deben de estar orgullosos también sus padrecitos aquí en Andalucía, al haber regalado a la política nacional otro mediocre iletrado. La cuota andaluza en el Gobierno parece que se limita a proporcionar, una y otra vez, al payasete de turno del gabinete, al incompetente ridículo, a la florecilla boba. Con Aído ha nacido otro guiñol andaluz, más carne de zapping. Y ya van siendo demasiados.


Matanza coral. A Rafael Cremades le pega mucho todo eso de enseñarnos lo que hace la gente en sus cocinillas, de ahí que quede tan bien en este otro concurso sobre lo que canta Andalucía en la ducha o en el tendedero que es Viva mi coro. Menos le pega a Cristina Peña pasar de acompañar a Wyoming a meterse en estas zambras de barrio. El programa es una secuela de Se llama copla, pero hecho con peñas enteras en vez de con solitarias planchadoras, más un toque chocante de Sorpresa, sorpresa, porque Cremades se va los pueblos para darles a los coros la buena nueva de su selección buscándolos entre procesiones de la patrona y repostería del lugar. Veo una coral polifónica con más buena intención que voces y un conjunto levemente folk que parece acompañar a María Ostiz o a Mocedades. Pero lo que abundan más son esos insoportables coros rocieros o romeros, los tontipijos de las rumbitas con flato de rebujito, meneo jaquetón de culo y culto al medallón y a la patilla, que crecen en los pueblos al calor del verbenaje y de ese mal gusto avinado de lo feriante que aquí algunos hasta se atreven a llamar nuestro arte (por cierto, era la primera vez que un concurso de este estilo veía cortar jamón en los ensayos). Toda una pretendida balconada canticoral, en fin, que se quedó en el Sarandonga de Lolita, ese himno chovinista y lamioso de Creó Andalucía, las Habaneras de Cádiz un poco aguadas, alguna canción de Marc Anthony o Nino Bravo, u otra de Luis Miguel que, interpretada por tíos con chaquetilla corta, parecía cantada por su cochero sevillano. La verdad, no sé qué necesidad hay de escuchar a aficionados queriendo convertir su domingo de paella en intento de música, pero ya sabemos cómo es Canal Sur con tal de conseguir el aplauso de las plazoletas. Para evaluar esta matanza del arte coral (bueno, salvemos al conjunto polifónico de Algeciras, que al menos tiene empeño y gusto y se presentó con Händel) hay un increíble jurado que merece comentario aparte. Vale que Julio Pardo hace sus cositas de carnaval, aunque tampoco sea Georg Solti. Pero el cantante de No me pises que llevo chanclas, inventor del agropop, o Las seventies, esas rubias al unísono que creen que cantar a dos voces es chillar el doble durante sus horteradas antimusicales, eso ya es de cachondeo. Para desinfectarme de todo esto, tuve que escuchar enterita la Octava de Mahler. ¿Que qué es eso? Pues algo que lamentablemente todavía no han versionado los de Siempre así porque no terminan de cogerse con el meneo de culo.

13 de junio de 2008

Los días persiguiéndose: El sexo de los camiones (12/06/2008)

Los camiones de España han tenido hijos con tractores y sindicalistas, y así tan multiplicados y engordados de su fruta, su leche y la rudeza de sus padres, están tapando todos los poros del país con su forma de bacilos atravesados. Pero no pasa nada porque los ministros no hacen la compra, y menos las ministras, que eso va contra el género, la igualdad, la paridad y la concordancia. Los transportistas están haciendo una huelga de hombres, con sus cosas de la gasolina, del taller mecánico y de los sacos por acarrear, una huelga de hombres cabreados que parece que ha llenado el país de botellas vacías de cerveza, como en esas timbas que supongo que siguen haciendo los hombres. Aquí podemos levantar ministerios de igualdad y pelearnos por el sexo de las palabras (ya no tienen género, sino sexo, con su violencia y sus cópulas, con su seducción y sus venganzas) pero nos encontramos con la curiosidad de una huelga totalmente ibérica de hombres en sus asuntos machos, una huelga como de hinchas futboleros que han ido yendo a mamporros de las tabernas a las gasolineras. Sí, esto de los camioneros es lo más parecido a una huelga de hombres y ya vemos que queda una guerra sucia, violenta, sin ducha y sin comida caliente. Seguro que esta huelga salvaje se arreglaba si alguien propusiera abordarla desde la perspectiva de género. Es una huelga nada paritaria, toda violencia machista, a través de la que estos hombres están canalizando su agresividad, sin duda porque no tienen un teléfono ministerial que los atienda y les explique cómo está cambiando el rol masculino en el gremio de los transportistas.

Pero dejemos la guasa. Llevar el sexo a los camiones o a ciertos neologismos malparidos es el mismo absurdo. Uno piensa que la verdadera igualdad no puede venir de extender a todo la división de los sexos, que es como llenarnos de biombos, sino precisamente de lo contrario, terminar con esas divisiones que parece que le ponen a cada lugar de la vida o del idioma ropa interior diferente. O sea, que el sexo sólo contara para el sexo, para la biología y el amor, y que en lo demás no hiciera falta siquiera hacer referencia a él. Recalcar continuamente la existencia de dos sexos, multiplicar por dos cada palabra y cada colectivo, no deja de ser otra manera de seguir colocándonos en barracones separados, como si volvieran aquellos colegios de señoritas y cadetes. Todo lo opuesto, piensa uno, a lo que debería ser la igualdad: la consideración de cada persona por sí misma, como ser humano libre y único con sus derechos y dignidad, sin tener que distinguirse con tocado o con sombrero en cada frase o en cada auditorio. La ministra Bibiana Aído ya es una reverenda madre de sus tonterías pero lo más grave es que no sirve a la causa de la igualdad, sino que la ridiculiza. Eso de miembros y miembras es una estupidez lingüística pero sobre todo creo que continúa siendo un camino equivocado para que dejemos de vernos como hombres y mujeres y nos tengamos al fin sólo por seres humanos. Las cuotas y las paridades, las palabras con colita o sin ella, la sexualización obsesiva de todo, no hacen más que poner otros azules y rosas sobre los antiguos que ya había. Ya tenemos suficientes divisiones en patrias, sangres, lenguas, credos, ideologías. Me cansa tanta categorización banal de lo que somos. Hay una huelga de hombres, transportistas o transportistos, pero lo importante es que hay una huelga. Y hay sexos, pero lo importante es que hay personas, ciudadanos. A ver para qué serviría en este conflicto arriero ponerles sexo a los camiones...

9 de junio de 2008

Somos Zapping 08/06/2008

Innovación a tope. A veces no puedo resistirme y, en domingos de desgana o de morbo, me vuelvo a dejar arrastrar hacia el mundo pitufo al que invita esa marioneta de calcetín que es Roberto Sánchez Benítez. Lo dejo al azar por si la casualidad le da a Tecnópolis una oportunidad para redimirse, pero es inútil: el catálogo de chorradas no tiene interrupción ni techo. En busca de la innovación andaluza, el programa nos lleva esta vez a un sitio al que la Consejería de Innovación ha otorgado el nombre de Centro Tecnológico de la Cerámica de Andalucía, donde hacen... ¡tejas y adoquines! Allí, señores con bata blanca parecen moverse en la ingravidez alrededor de ladrillos de gafas o verificando si los baldosines resbalan. Sin duda, con eso llegaremos un día a las estrellas. Aunque nada comparable con el siguiente hito tecnológico: las sandías de Almería. No, no se trata de cultivos hidropónicos o variedades nacidas de la ingeniería genética, sino simples sandías híbridas que siguen examinando al peso y por el método del picotazo. Acabarán por descubrir los patatales y eso encumbrará nuestra industria tecnológica. Y aún hay más. ¿No decía Arthur C. Clarke que cualquier tecnología suficientemente avanzada sería indistinguible de la magia? Pues ahí tenemos a la Andalucía más vanguardista y mágica en una tienda dedicada al feng shui que ha abierto por ahí una señora. Ya saben, un color y una planta en cada pared para dirigir las “energías”, o una figurita de un dragón en el rincón adecuado para que vayan bien los negocios. “Unos consejos que nos ayudarán a mejorar la energía de nuestro entorno, gracias a proyectos innovadores y pioneros en Andalucía”, remataba idiotamente la voz en off. Pero no, esto no se acaba. Tenemos más innovación “en el sector de la automoción”. ¿Coches de hidrógeno o conducidos por inteligencia artificial? No, una familia que se ha llevado el ordenador a su autocaravana, que le da a su hijo un DVD portátil, que nos enseña su cama de 1,50 (!!!), su frigorífico y su microondas, y que, eso sí, ha puesto placas solares en la ruló. Estoy deseando que llegue la próxima cita “con la innovación y la calidad de vida en Andalucía”. Tienen que ser gloriosos los reportajes que les dediquen al azadón y a la nevera de playa.


Más centros tecnológicos. Aún anonadado por la existencia de ese Centro Tecnológico de la Cerámica, me encuentro en las noticias de Canal Sur con una larga exposición de las medias de nuestro Gobierno autonómico contra la crisis (perdón, desaceleración que causa un ajuste fuerte etc...), donde descubro que aún tenemos otros centros ante los hasta aquel Instituto de Energía Fotoatómica de Mazinger Z resulta ridículo. Tranquilos, pues, que ante la crisis, nuestros gobernantes van a activar hasta su máximo rendimiento... ¡el Centro Tecnológico de la Piel en Ubrique o el Centro Tecnológico de la Piedra en Macael! ¿Se refieren quizá a hacer monederos y a picar en las canteras? No, eso se queda para el mundo atrasado que aún no conoce la Segunda Modernización. Y eso que todavía no funciona a toda su potencia el Centro Tecnológico del Borrico...


Buenas noches y buena suerte. Resulta abrumadora la capacidad que tiene Joaquín Petit para la cursilería vacía y para el ridículo estético y ético, ya le toque la armónica a la luna o le cuelgue los abrigos a sus amos en su perchero de detective. Se celebraba el décimo aniversario de Canal 2 Andalucía, que a partir de ahora se llamará Canal Sur 2, y al ver a Petit en el atril, redondito y ahuecado de su propia afectación, supe que nos iba a regalar una de sus joyas. Y así fue. Petit, servilón del poder, enchufado agradecido, tuvo el descaro y el impudor de citar a Edward Murrow, aquel honrado y valiente periodista que se enfrentó nada menos que a McCarthy durante la caza de brujas. Una cita que, dicha en la televisión pública andaluza, sólo podía tomarse como sorna o como insulto a la inteligencia: “La televisión puede enseñar, puede arrojar luz, y sí, hasta puede inspirar, pero sólo lo hará en la medida en que nosotros estemos dispuestos a utilizarla con estos fines”. Qué precisa descripción de lo que no es la televisión de aquí. “Buenas noches y buena suerte”, remató Petit con la oronda satisfacción con la que termina siempre sus pamplinas.

5 de junio de 2008

Los días persiguiéndose: El Mundo (05/06/2008)

Los periódicos no son la Biblia, aunque a veces traigan el Apocalipsis en las portadas. Son el envoltorio diario de la democracia, que viene como el pan. “La prensa no es objetiva”, me reprochan con frecuencia. Pero no, la prensa no tiene que ser “objetiva” (¿quién decide eso?), sino libre, y eso es lo que distingue a las sociedades civilizadas. Midan la libertad de prensa y tendrán la calidad de una democracia. Por la mañana, los kioscos arden igual que los taxis, pero el poder, sea el que sea, sabe que se levantará con una ducha fría por la espalda. Los titulares se contradicen y hay cuchillas de todos los tamaños encartadas, pero no teman. Lo espantoso sería llegar un día y encontrar la unanimidad junto a las cajas de donuts y las revistas de ganchillo. Ese día, habría que huir de aquí porque no tendríamos democracia. Cada mañana me incendio con los periódicos, me indigno con los periódicos, me alegro de tener periódicos y hasta de que se maten entre ellos con los políticos por el medio. Hay columnistas que me repatean, hay editoriales increíbles, hay noticias tendenciosas, hay cabeceras que saben a ricino. Doy gracias por todo ello, pues son el escaparate de la libertad.

Antes de escribir aquí, yo compraba EL MUNDO para leer a los grandes, a Umbral, a Raúl del Pozo, los que llenaban sus columnas de hojas de acanto, que era con lo que yo soñaba. Ya me lo había recomendado un amigo más bien anarquistón, fíjense: “Es un periódico moderno, muy a la americana”, me decía. Por entonces, EL MUNDO ya formaba parte de la historia de España. Aquel día de hace casi ocho años, cuando Paco Rosell me llamó para decirme que quería contar conmigo, fue uno de los más felices de mi vida, eso no puedo negarlo. Pero no es agradecimiento ni lealtad babosa lo que me une a este periódico, sino más bien confianza y respeto. Se lo han ganado sus profesionales, que me demostraron su independencia, su pasión, su espíritu crítico, que me enseñaron tanto, que perdonaron mi bisoñez y mi impetuosidad. Como en todo trabajo, ha habido broncas y desavenencias, pero me publicaron salvajadas, respetaron mis opiniones, mis obsesiones, mis columnas a menudo totalmente contrarias a la línea editorial. Un periódico que me hizo sentir libre, a pesar de no estar de acuerdo (esta pasada legislatura del odio, sobre todo) con mucho de lo que en él aparecía. Cuando salí del armario declarándome aquí mismo masón, algunos colegas de logia pensaron que EL MUNDO me iba a dar la patada. “Tirando a rojete y encima masón, no pegas nada allí”, me decían. Pero yo sabía que eso no ocurriría.

Este periódico, que aún me hace fruncir el ceño con ciertos titulares, me enseñó lo que era la prensa verdaderamente libre. Ahora, cuando lo acosan desde el poder, cuando sientan en el banquillo a sus periodistas por hacer su trabajo y lo intentan asfixiar negándole publicidad institucional, me doy cuenta de la importancia de lo que hacen y de la valentía de todos los que lo hacen. Sí, los periódicos se equivocan, se alinean con los partidos, son parciales o exagerados o hasta sectarios. Que así sea mientras se mantengan libres, mientras le arañen la conciencia al poder y a la sociedad, mientras a los políticos, a los burócratas, a los falsos dueños de todo les dé sarpullido leerlos. Que sean rebeldes, incómodos, puñeteros. Como lo ha sido siempre este periódico. Que arda cada día el kiosco o estaremos comprados, esclavizados, muertos. Aún estoy orgulloso de que EL MUNDO me pinche por la mañana en las manos. Y de que la casta del poder en Andalucía lo tenga por enemigo.

2 de junio de 2008

Somos Zapping 01/06/2008

Rafael Camacho (I). El poder se ejerce en las trascocinas. La política no se hace en el Parlamento, donde nuestros gobernantes sólo se exponen como cuadros. La política de verdad se hace en los restaurantes, se hace a esa hora tibia del cubata tras el café, se hace en hoteles que parecen el transiberiano, se hace en eventos y festivales, se hace entre amigotes y furcias, donde los arrimados, los adeptos (no sé por qué ahora les dicen “adictos”), los enchufados, los mantenidos, los trepas se rozan con los políticos para pactar con ellos negocios y fidelidades que los mantengan. Así funciona el poder en Andalucía y así consigue que haya siempre un tentáculo suyo en cada aspecto de la vida de la Autonomía, desde el mundo del dinero al de la cultura. En esas lateralidades de la política, donde no se ve política pero sí su mano ahí metida, obscena y viscosa, es donde se mueve todo. Me ha vuelto esta reflexión siguiendo esta semana el periplo de Rafael Camacho, el director general de la RTVA. Rafael Camacho me parece uno de los ejemplos más repugnantes de la podredumbre de nuestra democracia, un vocero del Partido colocado sin pudor para hacer de la radiotelevisión pública el ministerio de propaganda de la Junta. Seguirlo a él es seguir un rastro de babas, ver los foros en los que le adulan significa identificar inequívocamente quién sirve al poder con la espalda tronchada y la sonrisa del agradecido. Sigámoslo, pues, hoy, por salones orinados y plateas incestuosas.


Rafael Camacho (II). En el atril, Rafael Camacho habla como ante un espejo. Hay azules y brillos a su espalda, en grandes pantallones que le hacen celestial o aparecido. Usa la falsa modestia y el recatado orgullo de los hipócritas y los puritanos. Su misión de manipulador y propagandista él la convierte en sacerdocio, en monacato. Suenan aplausos de unanimidad desde un patio de butacas donde los presentadores de Canal Sur se han hermanado con periodistas de la cuerda y políticos con cara de bufé, todos asintiendo al compás. Es la retransmisión de la gala de los premios de la Asociación de Telespectadores de Andalucía (ATEA), sospechosísima entidad que le ha concedido al director de RTVA un premio (¿por su labor de comisariado político?). Presentan Enrique Romero, el de los toros, y Esther Martín, de Los reporteros. Hay algo en la gala de navidad en familia o de cumpleaños de un padrino, de fiesta de “los nuestros”. Por parte de la asociación, un tal Antonio Jurado da las gracias a Canal Sur, a Monteseirín, que también está allí, menciona a Rafael Cremades que conoce bien, dice, los sinvivires de ATEA. Aún el alcalde de Sevilla saldrá también a entregar un premio. No es el que le han dado a Se llama copla, ese icono cultural de la Andalucía del régimen, sino otro para Matías Prats, que parece un extranjero entre la impúdica promiscuidad endogámica del acto. Cambio de canal con asco. Era como asistir a una cama redonda del poder y sus adláteres, donde todos se comían la boca con entusiasmo, indiscriminación y rijosidad.


Rafael Camacho (y III). Lo veo con la reproducción de una carabela en la mano, plata falsa y premio de concejalía como un trofeo de futbito. Por lo visto en el Ayuntamiento de Isla Cristina identifican su misión goebbelsiana con una especie de cabotaje al servicio del Partido. Pero no es el único reconocimiento a Rafael Camacho que incluye la noticia de Canal Sur ese día. Además de la carabela que a él le queda bucanera, también nos cuentan que le van a dar el Camaleón de honor del Festival de Islantilla. Sí, ese festival que un día trató de cine y ahora, descarado instrumento político, con la dirección de ese Carlos Rosado del que hemos conocido su facilidad para mezclar eventos con los negocios propios, sirve para presentar Arrayán como cima del arte y a Canal Sur como motor de la cultura chancleteante que preconizan, a la vez que dan bombo a lo que hacen las productoras de los amigotes. Pero éstos han sido únicamente dos ejemplos de la desvergüenza con la que el poder se maneja y se entremete. Sólo hemos seguido a Rafael Camacho. Imaginen lo que ocurre todos los días en la ancha Andalucía socialista.