31 de enero de 2008

Los días persiguiéndose: Descartes y ascensos (31/01/08)

Cándida Martínez se ha ido con su sonrisa flipada, ha cambiado de columpio, ha corrido la sillita. Entre cuneros, paracaidistas y exiliados, las listas de los partidos se llenan de consejeros ineptos, de alcaldes eméritos o agotados, de fichajes de rematadores de cabeza, de jovencitos con hambre criados en el partido igual que aguiluchos. Lo de Cándida Martínez es un descarte, no una promoción. En el Congreso se duerme como en un solárium y sólo los que aspiran a los bancos azules o a guillotinar al jefe del partido ven en el hemiciclo un velódromo. Para Esperanza Aguirre o Gallardón, un escaño hubiera sido vestirse con tahalí, escuchar por las mañanas la trompa de caza. Para Cándida Martínez, será el alto tacataca de la jubilación. Al Congreso se llega por ambición o por ruina, por eso la parte que no es coliseo de gladiadores es montaña de elefantes y desván de esqueletos. En las escaleras se juntan los que trepan con los que se han dado el batacazo, los más vivos y los más muertos todos colganderos.

Los partidos van dando premios, retiros, oportunidades o cochecitos lerés a sus postulantes o desahuciados y Cándida Martínez es el ejemplo perfecto de un pescado pasado aprovechado para el último adobo. Cándida Martínez, junto con Carmen Calvo, me parecen de los más nefastos políticos que ha dado esta tierra a la miseria autonómica y luego a la nacional. Las dos en áreas tan sensibles e importantes como la educación y la cultura, fuerzas motrices del progreso convertidas por ellas en parchís y en circo de payasetes, hicieron del fracaso complaciente y del cinismo exhibicionista su sello. Ahora han acabado, como niñas con disfraz de princesita subidas a una cabalgata, para tocar el silbato a los senadores o dar palmas a compás en los debates, que en política es como quedar de perchero o verse sentado en un orinal con patito. Allí no pueden hacer demasiado daño y, aunque uno preferiría una especie de calabozo para inútiles de la política, me alegro en parte de estos descartes, incluso cuando incluyen billetes a Disneylandia.

Hay quien se marcha a dormir entre los leones borbónicos, igual que aquel loco de la canción de Sabina, y hay quien irrumpe en los parlamentos como una chacha mandona. Entre esos ascendidos hay que mencionar a Sánchez Gordillo, quizá también escapado con capirote de Marinaleda como de Ciempozuelos, Loco de las Coles del comunismo (si no venían ustedes La hora chanante, no sabrán quién es este Loco de la Coles, pero echen mano de You Tube). Peinado de rastrillos, talibán de un sovietismo en barbecho, Sánchez Gordillo representa como nadie lo que le estorba a la izquierda para entrar en este siglo, pero se ha impuesto en Sevilla entre los tortazos linderos de IU y seguramente lo veamos antes que a Valderas en el Parlamento andaluz, colectivizando pelusas. Estuve en Marinaleda, donde sentí como en ningún sitio el agobio de la uniformidad, del pensamiento totalitario y del arredilamiento de un pueblo, y desde entonces este hombre me da el escalofrío de los bieldos y de las momias.

Unos se marchan a un retiro mollar y otros entran a incendiar la paja de los parlamentos, pero todo parece pensado para que se mantenga la mediocridad de la política, eterno tentetieso. La partitocracia conserva sus vicios y tristezas y por eso no importan tanto los nombres. Hay un desencanto que no depende de los figurantes. Esto no lo van a arreglar las nuevas listas con perdedores o con advenedizos.

Somos Zapping 27/01/2008

Regreso al refrito. No hay quien le quite a Paco Lobatón su gusto por las humedades, las telarañas y los desenterramientos. Hasta para tirar de archivo hay que tener talento y gusto, que es lo que tenían por ejemplo Salas y Summers cuando nos desempolvaban la vieja tele y eran capaz de hacernos sentir nostalgia, y no sólo asquito. Pero la vocación necrófila de Paco Lobatón le hace traer una televisión de morgue, con viejos sucesos, artistas y personajes como muertos del Titanic; con unos recordatorios de idioteces o truculencias y unos homenajes no ya pretéritos, sino orinados por el tiempo. Cuando vi a Lobatón ante Joaquín Petit (dos fijos en esta tele pública andaluza que tan bien abraza y paga a sus fieles) manifestando su ilusión y entusiasmo ante un nuevo proyecto, pensé que iba a ser otro de sus desfiles de descuartizados, pero casi es peor, porque se trata de unos recuerdos televisivos que resultan como si hubiera abierto el ataúd de su abuela. De entrada, el nombre es tan facilón como tonto: Regreso al futuro, como aquella emblemática película ochentera. Por lo menos, en aquella película, sí había un futuro al que regresar, mientras que en ese programa no sólo Lobatón, sino todos los andaluces y su televisión, parecen vivir en un pasado intacto. Este domingo sufrimos una larga retrospectiva de Los Morancos con gloria de toreros; el recuerdo de un pirado que fue noticia en el 93, el santón de Baza, el que hizo que la gente del lugar se quemara la retina cuando anunció que “la Virgen enseñaría las puertas del Cielo dentro del sol”; un recorrido sin ton ni son por fandangos de Manolo Caracol a Los del Río, y hasta un extraño añadido, un reportaje sobre los cuernos que provocan las mujeres del este que van a la recogida de la fresa en Huelva, que no sé qué tiene eso de viaje en el tiempo. El programa es un reciclado extremo del refrito con otras inserciones inexplicables y al que, además, una manera de seleccionar los temas que es directamente proporcional a su estupidez o a su morbo, e inversamente proporcional a su interés, convierte en un pastiche intragable, insano, agusanado, en una alacena del moho totalmente prescindible. Es como querer extraer melancolía de unas mondas.


De dulce. Hemos hablado alguna vez de Andalucía es su nombre, que, según la sinopsis que me ofrecen, es una serie que “refleja la identidad de los andaluces y su capacidad para construir su realidad social y política”. Interesa mucho crear identidad andaluza, sobre todo cuando el partido político que reina intenta que se le asocie a ella. Así pues, todo el heroísmo de la Autonomía, todo nuestro éxodo de la pobreza y todas nuestras bellezas o cateteces son exaltadas en este programa como triunfos de nuestra raza y, subrepticiamente, también de nuestros políticos. Para fundar identidades hace falta poco. En realidad, sólo que alguien gane con eso. Lo demás es cuestión de darle tono épico y fondo de banderas. Como en el programa de esta semana, en el que la gloria de Andalucía quedaba definida nada menos que... por los dulces. Sí, la identidad, las señas inequívocas, la singularidad, el espíritu y el orgullo de Andalucía en sus dulces, alfajores, yemas, tocinos de cielo, arropes, mostachones, pestiños y piononos de monja, contados como imperios. Todo eso que “lleva la huella de un remoto pasado” y que nos distingue de otras cocinillas por la “finura”, a decir de una especialista. Vean qué satisfacción, la cultura como carolingia de las bizcotelas, igual que adornar con sedas nuestro hambre secular. Habrá otras tierras que se funden en dioses o filósofos, que aquí lo hacemos con las poleás, el arte del hambre, el único torreón que podíamos levantar aquí. Sí, la identidad y la realidad social que hemos construido en Andalucía a partir del ruido de las tripas...


Notas de precampaña. Información electoral en las noticias de Canal Sur: Chaves nos vuelve a hacer “referente de la modernidad” y pide que el PSOE “se movilice con humildad”, mientras IU se declara “anticapitalista” y ya va enseñando a Sánchez Gordillo con jersey de Evo Morales (¿se lo imaginan de consejero de Agricultura, planeando koljoses?). Pongan ustedes los comentarios, que a mí me da la risa.

24 de enero de 2008

Los días persiguiéndose: El hombre y la máquina (24/01/2008)

La tecnología puede que nos haga un día inmortales, aunque no sabios. Los frikis que meten ordenadores en peceras de aceite, con luces de ovni, con caretas de Darth Vader, con quirófanos para el overclocking, puede que hablen el lenguaje de las máquinas, pero no están haciendo nacer filósofos en los garajes. La propaganda política ha confundido conocimiento con información, nos quieren hacer creer que Internet es el oráculo, el Mamotrectus o la Tabla de Esmeralda del nuevo hombre, pero la Red la hacen los adolescentes pajilleros, los cienciólogos pirados, los trekis, los magufos, los alargadores de penes, los salvajes con cámara en el móvil. Por cada artículo de la Wikipedia hay toneladas de tetas, insultos, mentiras, basura. La cultura y su demolición están en el mismo nivel en la Red, y eso puede ser maravilloso o acojonante. Como ocurre con toda invención humana, Internet es una herramienta que pueden usar la inteligencia o la necedad para multiplicarse y afianzarse. Un troll de chat y un investigador no se distinguen por el ancho de banda que utilizan. Los políticos, de nuevo, están confundiendo los medios con los fines. El mega que promete Chaves le sale seguro más barato que una educación de calidad, con la diferencia de que ese mega puede servir para llevar sobre raíles a los analfabetos de la globalización, sin más beneficio.

Ha sido la tecnología, desde la Revolución Industrial, la que ha inculcado el falso concepto de progreso sin fin. Es más, se ha llegado a identificar la tecnología con el progreso mismo. La ciencia y el artefacto han fascinado hasta a los propios poetas, y uno recuerda versos a las máquinas de Pessoa o Kipling (“aun con todo nuestro poder y peso y medida / nada somos sino hijas de tu cerebro”, hace decir Kipling a la maquinaria moderna). A mí también me fascinan. Soy de la generación que programó en el Spectrum y empezó a soñar con viajes estelares (Sagan, Asimov, por supuesto). Pero aun así, hasta Sagan y Asimov empezaban por fundarse en Mileto o en Alejandría. Nuestros políticos, sin embargo, creen que la máquina hace al hombre, en vez del hombre a la máquina. Su fijación por la tecnología como mueble, como obelisco, como altar, sólo refleja su desconocimiento y una fe hueca, infantil, en una nueva magia o religión. Las sucesivas modernizaciones de Andalucía, confundidas con un desván de aparatos, son el mejor ejemplo. Pero esas “hijas de nuestro cerebro” nada son sin la mano diligente, sin el conocimiento fundado, sin la educación bien dirigida. Carecemos de ese cimiento, así que nos encontramos con esta política que sólo da jóvenes con electrodos como monos sobre un Sputnik.

Ahí tenemos a la Consejería de Innovación, igual que una iglesia rara fundada en Faraday, contratando noticias en los medios para que el sabor metálico de una tecnología salvadora nos envenene de falso progreso. Sí, que parezca que esta Andalucía de carretones, de economía alfarera, de analfabetismo secular, navega por la estratosfera y ha alcanzado la salud de los hibernados, la felicidad del soma, el magisterio mesmeriano, el sueño del Universo controlado con botones. Pero la tecnología no es progreso, sino una herramienta de la inteligencia para conseguirlo. Y en Andalucía el hombre y la máquina no dejan de escarbar raíces, de pasar hambre y de fracasar tenazmente en el futuro, a pesar de todas estas bombillas de calambre y de fiesta.

20 de enero de 2008

Somos Zapping 20/01/2008

Sum sum. Después de las compresas de nubes, de las burbujas con carita, del olor de los remolinos, de las bailarinas en frascos, de las coladas anfetamínicas y de los orgasmos del champú, creo que solamente vienen los anuncios de la Junta. Su publicidad institucional ha sobrepasado el surrealismo, la sinestesia, la ñoñería, la chaladura, como no lo habían conseguido esos perfumes levemente sáficos, esa fibra para cagar guindas, esas empresas aseguradoras que se te meten en la cama o esas acuarelas que hacen las menstruaciones de los spots. Al menos, en estos anuncios, después del viajecito de LSD de 20 segundos, la cosa se sustancia en la braga, en un aerosol, en un yogur o en una póliza. Sin embargo, en los de la Junta, lo que venden es el flipe por el flipe. He intentado cogerle el corte a esa campaña de “el mañana de Andalucía lo decides tú hoy” y no he sido capaz de encontrar qué información de interés público transmitía ni qué hecho relevante de la Autonomía nos hacía llegar, que es lo que uno supone que debería hacer la publicidad institucional. El anuncio consiste en que varias personas, con pinta de formar parte de un grupo de terapia y como poseídas por el espíritu de la Junta que es una misma voz en off, nos van recitando esto: “Cada día tengo la oportunidad de hacer realidad lo que otros soñaron antes y empezar lo que otros podrán alcanzar. Hoy podemos decidir cómo cambiar lo que nos rodea. Tenemos la llave del futuro. Podemos hacer un mundo que avance sin agotarse, más justo, más solidario. Y aunque no será fácil, merece la pena intentarlo. El mañana de Andalucía lo decides tú hoy. Junta de Andalucía. Andalucía al máximo”. ¿Pero esto, de qué va? Sólo se me ocurre que sea una campaña para disuadir a suicidas, en plan qué bello es vivir. Eso, o descarada propaganda de partido pagada con dinero público, a la que además se le ha ido la mano con la estética “sum sum”. Creo que sólo les faltó poner de banda sonora aquello del musical Oklahoma (“Oh, what a beautiful morning! / oh, what a beautiful day!”). Aunque en realidad lo que falla es el final, eso de “Andalucía al máximo”. Lo suyo hubiera sido rematarlo con algo como “hoy me siento flex”, “¿te gusta conducir?”, o “piensa en verde”. No, mejor aún: “Porque yo lo valgo”.
Vídeo del anuncio

Cosas de niños. No abandonamos la publicidad, que hace de la época electoral otras Navidades. Después de ver el diseño de su campaña, he concluido que el PSOE de aquí va a darnos a los andaluces el potito. Ya nos trataban como a niños y siguen suponiendo que nos chupamos el dedo, así que basar su propaganda en bebés era bastante lógico, aunque no original (recuerdo una campaña de Iberia que también vació las plantas de maternidad). Pero no está mal traída ésta del PSOE, no. Entre otras cosas, por ejemplo, nos indica la capacidad del partido para identificar los problemas de los andaluces, o sea, que el chorrito de pis vaya hacia delante o hacia abajo, todo un reto tecnológico para impulsar nuestra modernización. Y qué mejor bienvenida a esta Autonomía que invitar a mamar de la teta, de la teta pública, claro, como hacen ellos y sus arrimados. Sí, no deja de tener su sentido, aunque viendo en la noticias de Canal Sur a Pizarro o a Chaves ante esos carteles con lactantes, me doy cuenta de que parecen ogros o esos tipos que se llevan el cochecito con el sobrino a los parques para ligar con las titis. Bebés, los andaluces somos bebés y el PSOE nos distrae con sonajeros, nos canta nanas, nos asusta con el coco, cura nuestras escoceduras históricas y está pendiente de que echemos el flatito del sentido crítico, no nos vaya a dar dolor de barriga. Eso, más la ternura de sus cuentos: Érase una vez que se era “un mundo donde ser mujer ya es una oportunidad, donde las enfermedades se curan antes de nacer, donde hacerse anciano es disfrutar como un niño, donde serás todo lo que quieras ser...” Ea, mi niño, ea, que mi niño va a “bien pensar, bien aprender y bien trabajar”. Ea, mi niño, ea, cuatro esquinitas tiene tu cama y muchos consejeros de la Junta que te la guardan... Ea, mi niño, ea, dichoso tú que vienes a esta tierra del paro, la incultura, la superstición, el folclore, el carpantismo, la dormidera, el enchufe, el subdesarrollo, la mediocridad, la complacencia, la inercia, la propaganda, la homogeneidad, el caciquismo... Bienvenido al paraíso que han preparado para ti tus amorosos y eternales gobernantes. Apañado vas, hijo.

Vídeo de la campaña


17 de enero de 2008

Los días persiguiéndose: Letra muerta (17/01/2008)

Yo no me levanto con ningún himno patrio desde la mili, donde la bandera y la Marcha Real, irreconocible en aquella versión sólo con la parte de corneta, olían al coñá y a las barreduras del cuerpo de guardia. Que se cuadren los granaderos o los nuevos soldados enfermera, los Aquiles millonarios del balompié o los segadores del hockey hierba, los políticos que chulean al patriotismo o los arrimados que trincan subvenciones, los de las casas museo o los de los archicuernos históricos en la chimenea, los fachas o los conversos, los de Riego o los de Blas Infante, los del Cara al sol o los de La marsellesa. Yo me abstengo, por la trampa, el daño, la simplificación, el fanatismo, las empalizadas y los salivazos de todos los nacionalismos y todas las hileras. Quizá un día pensé que llegaría a levantarme con el final de la Novena de Beethoven, música un poco hortera y versos universalistas de Schiller para la nueva Europa. Pero la Unión Europea, que parece un bufete, también me ha decepcionado, y además me gusta bastante más el final de la Octava de Mahler, y eso que tiene lírica de convento. Me levantaría antes con el Morgen! de Richard Strauss (partitura como de nieve para un poema solar y esperanzador del anarquista o individualista John Henry Mackay) que con palabras futbolistas que pretendieran definir mi pertenencia a razas de la historia o a mitos navegantes. No, yo no soy anarquista. Simplemente, ya pasé la edad de las nanas y dejé atrás las posturitas de lealtad de los mosqueteros.

Los deportistas podrían inventarse ellos una danza de marmita, como el Haka mahorí de los All Blacks, y los políticos otra manera de hacer patria sin tirabuzones en los símbolos, y así nos evitarían estos debates idiotas sobre letras de pastores y sentimientos de cantina. A esta España, que ya definí como una matrimoniada, no la ve nadie marchando a compás con rimas de marines ni con maitines laicos, de ahí el fracaso de la iniciativa, que no es culpa del texto, sino de esa intención de llevarnos a todos a cantar los domingos de la nación, cuando ni sabemos lo que es la nación ni nos sale cantar nada en este corro de caníbales. He dicho alguna vez que los sentimientos no se legislan, y menos aún se pueden consensuar en estrofas con toldos de cielo y veredas hasta el mar, aquí donde con la tierra hacemos pellas para la boca del otro. Los himnos, como las canciones para la comba, disimulan su ridiculez en su edad. Nuevos, no tienen ni sentido ni perdón. Han intentado hacer patria empezando por el final, por la orla o por el funeral, pero una letra no define una patria, aparte de que una patria tampoco tendría que definir nada, ni siquiera colores.

Miren, sin más, el caso de Andalucía. Aquí sí tenemos himno con letra, con historia y hasta con martirologio. Suena a reforma agraria, a hambre con aceitunas, a pueblo levítico y a libertad a caballo. Pero ha quedado para inauguraciones, para guapeo de los políticos y para empapelar leyes paralíticas. Tenemos un himno muy cantabile, que aun así ha visto caducar la rebeldía, enrocar todas las esperanzas y hasta desaparecer el andalucismo que le dio origen. Letra muerta, sentimientos emputecidos, gloria de cementerio, lírica de canallas, abrigo de ingenuos, comida de listos, estribillo de lavadero para el pueblo, foto al sol para los dueños, éste nuestro igual que los otros, con versos o tamboradas. Yo, por eso, no me levanto con ningún himno.

Somos Zapping 13/01/2008

Desenterramiento en directo. Qué enfermizo espectáculo en directo, seguir a los perros buscando sangre o braguitas, a los guardias civiles como colilleros de cadáveres. Pero sí, lo anunciaron como si fuera un pasacalles y conectaron con Mijas para retransmitir la batida en busca de la joven Amy o de su rastro truculento. Fue en Mira la vida, programa que parece que ha sustituido su alfarería y sus fresqueras por la carroña. Ya tienen un nuevo filón para el morbo, una Madeleine más cercana, para llenar la mañana con círculos de buitres, familias llorosas, todas las posibilidades de morir o caer a un pozo o desaparecer en furgonetas blancas (¿no era eso de la furgoneta blanca una leyenda urbana?). Desde que Rafael Cremades lo dejó, me había dado la impresión de que el programa evolucionaba hacia otra amabilidad de cocineros y consultas gerontológicas, que disminuía su nivel de catetismo, quizá ayudado por esa serena elegancia que tiene la encantadora Silvia Medina o la maternidad como panificadora que parece irradiar Mariló Maldonado. Pero ahí estaban sus reporteros al pie de las zanjas contando que se habían encontrado pantaloncitos, vísceras que luego resultaron de animal; y un público que se dividía en apostar si la chica estaría muerta o secuestrada, y la propia Mariló Maldonado que cambiaba su tono repostero por una voz fuerte de gravedad o inminencia, igual que si diera instrucciones para una evacuación, y dejaba las preguntas más morbosas en el aire para ser contestadas después de la publicidad, como mandan las reglas de los que rebañan desgracias en televisión. Y me estremezco al imaginar el repugnante triunfo que hubiera supuesto para ellos retransmitir en directo el terrible hallazgo (no lo quiera el Hado) del cuerpo de la joven, describir su horror y su postura y su desenterramiento. Prefiero que se dediquen a los embutidos de cada pueblo y al reúma de cada señora. Mejor la catetada que el canibalismo.

Cuanto antes, mejor. Tenía en la mano la marioneta de un pollo y volvía sonreír mucho, demasiado, como colocada de plastilina o témperas. Por supuesto, era Cándida Martínez, la consejera de Educación, que inauguraba un centro escolar para niños de “0 a 3 años” (así lo dicen, seguramente porque “menores de 4 años” les sonará de derechas) al que las noticias de Canal Sur daban dimensión de puente colgante. Estoy obsesionado con esa sonrisa, lo saben ustedes porque la menciono mucho. Esa careta, esa ortodoncia de cinismo, ese maquillaje como de japonesita envenenadora que ríe al servirte el té, me enoja, me subleva. Es como si riera en el entierro de los niños, que al fin y al cabo es eso la educación andaluza. Se felicitaba la consejera de que en esta legislatura se hubiera llevado a cabo “la escolarización de 3 a 6 años” (vaya avance, porque yo, hace más de tres décadas, ya me escolaricé a los 3, y con la diferencia de que a los 6 ya estaba multiplicando) y de que ahora hicieran “esta apuesta por los niños de 0 a 3 años”. Pero yo no sé si es una buena noticia, porque, teniendo en cuenta el nivelito que exhibe nuestro sistema educativo, eso quizá sólo significa que la idiotización y el aborricamiento de los chiquillos andaluces comenzará a una edad más temprana y por tanto será más efectiva e indeleble. Cuanto antes, mejor, pensarán. Quizá por eso sonreía tanto.

Honestidad sin duda. Todavía estaba yo recordando las palabras de Chaves en Ratones coloraos, aventando su “honestidad” como ese pañuelo de la ceremonia gitana, abominando de los políticos que utilizan “los dineros públicos –qué castizo, viejil y quevedesco este plural para el dinero-- en beneficio propio”, cuando me encuentro en las noticias de Canal Sur, miren la casualidad, a su hermano Leonardo Chaves, coronado por el logotipo de la Junta. Se trataba de algún acuerdo sobre espiritismos esportivos en el que había entrado su Dirección General, que recuerden es la de Tecnología e Infraestructuras Deportivas. Sí, la que adjudica de vez en cuando obras a otra empresa de cuyo nombre Chaves no quiere acordarse y que desde luego nada tiene que ver tampoco con su familia, que quede claro. Y es que cuando esa “honestidad” es tan obvia y manifiesta, la duda ofende.

11 de enero de 2008

Los días persiguiéndose: Chaves contra Obama (11/01/08)

Expulsaron al Imperio Británico con un ejército de granjeros, colonos, reverendos y galeotes (más la ayuda de Francia) y fundaron la democracia moderna sobre triángulos masónicos antes de que el París sin calzones se echara a la calle. La Revolución Francesa les pareció luego a los historiadores más pictórica y más salvaje para ponerle fecha a la Edad Contemporánea, pero uno siempre ha visto en la Declaración de Independencia de los Estados Unidos el verdadero hachazo al Antiguo Régimen. Todavía guardan armas en la leñera por si les vuelve a invadir un rey inglés, han pasado solamente la mitad de la infancia de los cowboys y han llegado a convertirse ellos mismos en el Imperio, pero siguen siendo la referencia de Occidente, a la que Europa, desunida, desenraizada, no ha sabido contraponer su modelo. Sus elecciones como nocheviejas, sus candidatos con chapas, su bipartidismo con mascota, nos extrañan y nos fascinan. Aún les quedan horcas, biblias repujadas con balas y cruces en llamas, pero esa manera callejera, movediza, múltiple y larga de vivir la democracia que tienen me despierta algo así como envidia.

Hillary, Obama, una mujer y un negro, que sólo se habían sentado en la Casa Blanca en las películas, emparejados con Spiderman, pueden inaugurar un nuevo Camelot, ahora que el Partido Republicano se ha enterrado hasta la gorra en Arlington, donde los fusiles juntan a los pájaros. Hillary, Obama. Hay guión de boxeo, todo un género en Hollywood; hay un musical itinerante por los estados, hay cada día un home run en la última entrada, y es todo tan puramente americano como excitante, para nosotros que estamos acostumbrados a una política donde los partidos son muebles, cuarteles, cancillerías, piramidones. Una novedad contra otra novedad, un reto contra otro reto, una película contra otra película. ¿Se imaginan algo así en Andalucía? Listas abiertas, primarias en cada provincia, postulantes atrevidos y críticos, savia nueva, candidatos sin miedo, ningún aparato decidiendo nombres según los servicios prestados.

Me imagino a Chaves contra algún Obama (¿quién podría ser, en este PSOE sin disensiones?), cuerpo a cuerpo, palabra contra palabra, diariamente y por cada pueblo, y a las bases eligiendo entre ellos sin que estuvieran pendientes de un puesto en una diputación, de un número en la lista de un ayuntamiento, de una subida en el escalafón, de un sillón en algún consejo o empresa pública. Pero claro, lo primero es que en Estados Unidos haría una década que Chaves no se podría haber presentado a la reelección, y éste sería otro PSOE, quizá sin el culo redondo, con gente joven y osada que aspirara a cambiar las cosas, que no conociera siquiera el españolísimo mandamiento político de tragar, callar y esperar. Y si hubiera ocurrido lo mismo en el PP, quién sabe, puede que volviéramos a tener a Pimentel, a Amalia Gómez, un liberalismo moderno y centrista por encima de los monaguillenses, los señoritos, la carcunda, el facherío de las Azores.

Y aún nos atrevemos (¡nosotros, con esta partitocracia semifeudal!) a tachar de infantiles sus caravanas, sus guirnaldas, sus delegados a caballo, sus virginianos con sombrero de tres picos... Pero en Estados Unidos está ahora la democracia de cumpleaños y de bolera cada día, con toda la calle metida dentro, mientras en Andalucía nos esperan, otra vez, sólo momificaciones y papados.

10 de enero de 2008

Somos Zapping (especial): La honestidad del perezoso (10/01/08)

El paisaje en el que Jesús Quintero entrevista es como una güisquería llena de asteroides o migas de ratón, pero con Chaves fue el territorio de un gato frente al de un perezoso, con dos velocidades de caza, de tretas, de miradas, de amagos. Chaves no tiene pudor, lo sabemos, a la hora de hacer campaña gratis en la radio y en la televisión que su partido dirige con un ex portavoz a la cabeza y con comisarios con tienda de campaña tras las fotocopiadoras. Después de aquella nochevieja con Juan y Medio y sus niños haciéndole la adoración de los pastores, creo que sólo me sorprendería verlo aparecer en Arrayán. Pero Quintero tampoco es Mar Arteaga, la que le prepara entrevistas con tobogán, ni Tom Martín Benítez, que es como su mariachi enamorado. Quintero sabe que aún tiene licencia para meter la uña, aunque no deje de sonreír o de emborrachar. De hablar con Quintero nadie sale del todo vestido ni del todo virgen. Quintero usa con la gente de la tierra, igual que Carlos Herrera, el truco del ceceo oportuno, de remarcar el acento para mostrarse cercano y amigable, y eso lo utilizó mucho con Chaves en las preguntas delicadas, que hizo sin sangre pero con filo. Fue una caza sin destrozo. Chaves sabía que no se sentaba a la mesa de las autopsias, porque Quintero aún sabe dónde trabaja. Pero Quintero también sabía que nadie esperaría verlo hacer de rapsoda del régimen.

Quintero dejaba sus arañazos y Chaves dejaba su manera torpe y pilosa de esquivar. Quintero soltaba preguntas como bombas con paracaídas y Chaves contestaba según su sabido catecismo. Los 18 años que lleva gobernando Chaves le merecían al Loco de la colina un largo y elocuente “uffff” y se atrevió a sacarle su pseudomonarquía: “Eso es para sentirse un virrey, ¿no?”. Chaves dijo lo de siempre, que está ahí porque la gente quiere, una obviedad que en nada niega los armiños con los que maneja Andalucía. “¿Cuántas modernizaciones necesitamos para ser ya modernos de verdad?”, le inquiría Quintero, y Chaves escapaba con algo así como con el perpetuum mobile, el desarrollo sin fin y eso de señalarnos otra vez el horizonte inalcanzable hacia el que corremos con la lengua fuera desde hace décadas. Decepcionante. Peor salida tuvo cuando Quintero le invitó a explicar a los andaluces “que la Junta no tuviera conocimiento de la corrupción marbellí”. “Eso sólo lo puede saber la policía”, contestó. Claro, es que en todas las llamadas, visitas y papeles que la Junta y Roca intercambiaron tanto tiempo, nada hubo que les hiciera sospechar, ni tampoco en el pestazo de la ciudad y sus gilichulos. Ni siquiera fue capaz de autocrítica con el demoledor informe PISA sobre educación, afirmando que aún era ésta “la generación de andaluces mejor preparada”, y que al fin y al cabo “estamos en el 96% de la media de la OCDE”, aunque esto signifique que sólo países como Turquía, Bulgaria o Tailandia están por debajo de nosotros.

Pero sobre todo, Chaves insistió mucho en su “honestidad”. Seguramente quería decir honradez, porque las primeras acepciones de esta palabra se refieren más a asuntos de cama y de cuernos. “¿Qué es lo más imperdonable de un político?”, le preguntaron (y esto sirvió precisamente para la promo del programa): “El utilizar los dineros públicos en beneficio propio”, dijo el presidente. Como sabemos, él no tiene a ningún familiar que haga negocios con la Junta, ni hay socialistas ni amigos chupando de la gran teta, con subvenciones, empresas adjudicatarias o productoras pata negra de Canal Sur. “La honestidad es el único patrimonio que yo voy a dejar a mi familia. No dejo casa, no les voy a dejar dinero porque no soy rico de cuna (?)”. ¿Pero no dijo en Tengo una pregunta para usted que había ayudado a pagar las hipotecas de sus hijos? Seguramente, tantos actos honestos y modestos se le confunden en la cabeza. Pero lo que me dejó boquiabierto fue la interpretación que hizo de la sentencia del juicio contra los periodistas de EL MUNDO. Quizá es que tiene el mismo nivel de lectura que deja su penoso sistema educativo. Según él, una sentencia anterior afirmaba “que no hubo espionaje” y el juez en ésta última se había basado en que “el derecho de información está por encima del derecho al honor”, cuando lo que deja claro es que la información fue “veraz y diligente” y que existieron los seguimientos.

El espectáculo del gato contra el perezoso, en fin, nos dejó un gato sin mucha hambre, pero sobre todo un perezoso que resulta increíble cuando habla, como si lo hiciera ese mismo mamífero o su peluche. Sonreí, luego, cuando otro entrevistado por Quintero, Hilario López Millán, cantó aquella copla de Rafael de León que decía “mira que miente más que parpadea”.

8 de enero de 2008

Somos Zapping 06/01/2008

La postura del faraón. La monarquía ya es en sí una cosa aturronada y el mensaje navideño del Rey quizá cumple esa función de estampita y hojaldre. El Rey aparece como un paisaje y habla siempre como del clima de la patria, sin decir en realidad nada importante, sino vagos universalismos, buenas intenciones, neutrales evidencias. No debe ser de otra manera, porque una democracia no puede permitir que parezca que el Rey está dando sus opiniones particulares, ni que nos riñe o nos educa gravemente como un padre sentado a la mesa. Es una tradición que se podría discutir, que a mí me parece innecesaria y curil, pero que al fin y al cabo está allí sin que nadie la mire, como otra cinta u otro velón puesto en la salita. A lo que uno no le ve ningún sentido es a esta moda de los presidentes autonómicos tomando prestada la postura de faraón de la monarquía y casi su música de capilla para soltarnos en fin de año su propaganda camuflada en confeti. “Reflexiones sobre el año que termina”, llamó Chaves a su discurso como hecho en una pecera de caoba, con fondo de papel pintado y libros de atrezzo, en una atmósfera de brillos y filtros de gasa como si la que nos hablara fuera Sara Montiel. Un año “trascendente para nuestra Comunidad”, en el que “se han dado pasos en el camino del progreso”, un Estatuto salvador que “ya está desplegando sus competencias”, un “aumento de nuestro bienestar” y “una tierra de futuro”, más otros pétalos que él mismo se echaba por encima, conduciendo la carroza del éxito. Parecía que en cualquier momento, por detrás de las banderas recién peinadas, iba a salir un violinista. Eso no es un mensaje institucional, sino propaganda de estilo Nescafé, y como tal debería ocupar el espacio que ya tienen los otros anuncios de jamones, electricidades y virguerías de la Junta, no aparecer durante la cena familiar como pidiendo el aguinaldo. Estando dentro de la misma categoría que los colchones de látex que nos entremeten en los programas mañaneros, debería igual que en ellos aparecer sobreimpresionada la palabra “publicidad”. Pero Chaves quizá se cree lo que le dijo aquél, que es el rey de Andalucía, y por tanto tenía las trompetas para llamar y el deber de convocar a los pastorcillos y a la estrella de Belén, que parece un poco el logo de la Junta, para dejarnos la Buena Nueva que es él mismo, envuelto para la fecha como un mazapán. Pero no, ni así parecía poder conseguir la postura del faraón.

Vídeo del mensaje de fin de año de Manuel Chaves

Payasos. Nochevieja, champán por las tetas, gente descalza por entre los añicos del año. En Nochevieja, la televisión toma el mismo aspecto de fiesta puerca y de ponche de meados que tiene fuera la noche entera. Refritos, basura, canciones de lata, batacazos de culo. En Canal Sur se decantaron por sus niños enanizados, aupados por Juan y Medio ante la jaula de loros que formaban los graciosos más oficiales de Andalucía: Los Morancos, Paz Padilla y Manu Sánchez. Ya hemos hablado muchas veces de ese circo de pulgas para jubilados que es el programa, pero en esa noche, especialmente, resultó una vulgaridad sobrepuesta a otra vulgaridad como una cenefa horrorosa sobre otra cenefa horrorosa. Sería el ambiente pegajoso de la Nochevieja, pero los invitados no se limitaron a ser graciosos a su manera casapuertera, sino que parecía que habían llegado al plató todos borrachos, pero borrachos como cubas, como justo antes de ponerse el tanga en la cabeza. Por la calle, otros payasos borrachos me resultaban más simpáticos.

Disco del año. Recuerdo, de Clásicos populares, la anécdota de aquél que siempre terminaba el año escuchando el Vals triste de Sibelius. Me acordé viendo en La Uno un especial que montaron para elegir el disco del año, lleno de canciones fresquitontas que no me sonaban de nada cantadas por otra gente que tampoco me sonaba, pero que deben de ser lo más en el botellón. Sin embargo, lo mejor fue la promoción, en la que personajes más o menos conocidos nos decían cuál era su favorito. Cuando vi a José María del Nido afirmar que para él el disco del año había sido Ganas de vivir, de Andy y Lucas, comprendí que todavía había algo que podía superar el ridículo de su estética de monaguillo, y hasta la vergüenza coplera de toda esta bendita tierra.

4 de enero de 2008

Los días persiguiéndose: Perspectiva (04/01/2008)

Entre epifanías de obispos y de petardos, hemos visto llegar el que será también un año de puñaladas. Año bizco, bisiesto, con mal fario dicen los supersticiosos, año con mariscales y reconquistas, derby fanático de las dos Españas, elecciones a muerte echando a los perros por delante. En marzo, el mes dedicado a Marte por los romanos, los españolitos verán que el deshielo no trae más que ejércitos y los tibios seremos barridos por el odio, la revancha, las tribus de los partidos con cuerno de batalla. Como todas las guerras, ésta también es inventada, pero realísima. Igual que ocurre con los dioses o con la magia, no importa que no sean verdad, basta con que la gente se comporte como si lo fueran. Todos los sacerdotes, astrólogos, mesías y políticos de la historia lo saben. Desconfíen de los agoreros, los que anuncian el fin del mundo o el paraíso lleno de viñedos, que tales cosas no son nunca ciertas ni los políticos se encargan de esos asuntos, sino de contar siempre las mismas monedas.

Año nuevo, que viene con gafas de bombillas, buenos propósitos y reyertas de borracho. La gente se pone bragas rojas y pide cosas a los relojes y a las velas, y yo lo único que pido, si acaso, es perspectiva. La perspectiva sólo requiere distancia y un poco de escepticismo, pero ya sería suficiente para reconocer a las ideologías en su cortedad y a la política en sus falsedades. Nos han mentido diciéndonos que somos una ideología con otra enfrente a derribar. Las ideologías son sistemas particulares de vida, y el señor de derechas se siente decente con la suya y el progre se siente quizá luchador con la propia. Pero lo que haga el de derechas con su domingo o el progre con sus poemas no es tan importante como el sistema común que sostiene a ambos y les garantiza la libertad. Este sentido de lo común, de lo público, es el que ha perdido la política empeñada en enfrentarnos como hinchadas. Y no me refiero sólo a los políticos, sino a cierta gente tan apegada a su propia ideología que es incapaz de entenderla como opinión, sino como verdad que debe imponerse a un enemigo. Vi el otro día la apalomada manifestación por la familia cristiana en Madrid y yo sólo me preguntaba: si los cristianos evidentemente tienen familias cristianas con valores cristianos, ¿qué es lo que piden? ¿Que los no cristianos tengan esos mismos valores? Sí, hay una incapacidad de ciertos individuos para reconocer la libertad de los otros de decidir su propio camino, igual que para darse cuenta de que las leyes deben salvaguardar esa libertad más allá de sistemas de valores particulares. Con esta incapacidad, además, algunos hacen su trinchera. Traslademos esta miopía beligerante a la política y tendremos la guerra que padecemos.

Necesitamos perspectiva para ver que por encima de las ideologías está la democracia misma, y que es lo que peligra en esta guerra, porque una democracia no puede buscar la exclusión ni la destrucción del diferente. Por eso no entiendo esas manifestaciones; por eso mismo, igualmente, aquí en Andalucía, no me cansaré de protestar contra un régimen que ha sometido toda la vida pública a sus intereses particulares y que se limita a justificarse con eso de que al otro lado está la derechona. Es la salud de la democracia lo que está en juego, pero ningún partido pide por ello, sino por un triunfo con degollamiento del otro. Sin embargo, para darnos cuenta de esto hace falta distancia, perspectiva. Y es cada uno el que debe dar un paso atrás en sus convicciones, en sus certezas, y mirar luego el paisaje quemado que está dejando.

Somos Zapping 30/12/2007

Candelás. Otra Nochebuena andaluza, nueva o mezclada con las pasadas, Navidad migotera, celebración de cisqueros. La Navidad diferencial andaluza no ceja en sus harapos aunque cambien un escenario de carretas por otro como un bingo de Marina D'Or. Ni aun así pudieron dejar de sacar gente alrededor de fogatas, simulando rezos a un frío primigenio, como si viviéramos en una época anterior a la invención de los techos, como si copiáramos la Navidad de los cherokees. A pesar de que salen también las niñas poperas de moda, parece que hay que dejar claro de alguna manera que somos gente de descampado o de caravana. No sé qué misterio nos une con las noches al raso, quizá nuestra alma de espantapájaros, esa pobreza nuestra del relente. Me inquieta, me molesta esto más que ver de nuevo a Andy & Lucas como bajados de su motillo o al Linterna cafeinizado en ese sainete malo donde hasta Manu Sánchez sólo tiene la gracia de imitar a un pavo. Me molesta incluso más que el ridículo de otro programa que pretende como hacer sinfónica una música de botijo porque así canta nuestra tierra por Navidad. Sí, ver que nos retratamos como un pueblo aterido, esas candelás, qué manía, esas sombras de quinqué, ese primitivismo carbonero del que aún no hemos escapado.

La tecnología del jarrillo. Nuestra Navidad acarrea leña o espera la suerte de los pobres, toda la esperanza mísera que nos define. María del Monte sorteaba décimos metidos en roscos de reyes y hasta un programa especial nos ilustraba con gran gravedad las supersticiones de la suerte, las “vibraciones” de los números y las varitas mágicas de la necesidad. Ante esta realidad, me cruzo en la programación de Canal Sur con nuestras veleidades tecnológicas y todo se me llena de ironía. No es sólo Tecnópolis, ese ingenuo intento de galactizarnos enseñándonos un tiovivo a pedales, ni esos anuncios fotovoltaicos de la Junta que nos hablan de “una Andalucía solar, una apuesta redonda”. Tenemos programas más serios, como Andaluciencia, presentado por mi admirado Manuel Lozano, verdadera Minerva, pero que tampoco son capaces de sacarme de mi amargo escepticismo. Nos muestran salas blancas, todo el buceo de la electrónica y todo el ozono de la ciencia que, es cierto, se maneja en Andalucía, y sin embargo sabemos que todo eso no deja de ser una anécdota. Sí, el peso de la industria tecnológica aquí es insignificante, en esta tierra de cereal, espuertas y camareros con adobo. Esto no es Silicon Valley, no es Japón, ni siquiera Finlandia. La inversión en I+D+I, por mucho que nos la saquen como hechizo, es ridícula. Ni la tecnología tiene aquí tamaño, ni se traduce en la sociedad andaluza que sigue siendo como molinera, que usa más que nada el invento del jarrillo de lata y aún alucina ante un simple ordenador. Nos hablaba el programa de “empresas de alto nivel industrial que usan tecnología punta”, y es verdad que alguna hay. Pero son un leve chispazo entre freidurías, ladrillos de gafas y serones. Agrandarlas, hiperbolizarlas como gusta la televisión pública andaluza, es sencillamente espiritismo y propaganda. Tanta alta tecnología, y aquí todavía con migas de pastores y candelás en Nochebuena.

Boca de pez. Creo que el anuncio no es de la Consejería de Educación, aunque podría serlo. Algo en su boca de pez y en su satisfacción en fresquera me recordaba exactísimamente a doña Cándida Martínez, en una de sus explicaciones después del informe PISA sobre educación, el que dejaba la escuela andaluza a alturas africanas. Sí, porque en el anuncio, un pescado hablaba así: “Soy un besugo de Andalucía y estoy bueno, bueno”. Luego, no sabemos si era el pescadero el que remataba: “Andalucía, al máximo”. Maximizar los besugos es ciertamente uno de sus mayores logros.

El suceso. Aquello de los hilillos de plastilina de Rajoy con el Prestige fue un buen ejemplo de que en las catástrofes no hay que usar lenguaje coloquial. No, lo suyo es el eufemismo levemente cientifista, que es a lo que recurrieron los sabios de Canal Sur en las noticias al contar que el New Flame reventaba con toda su basura en el Estrecho. “Suceso medioambiental”, lo llamaron. A ver quién se asusta con eso. Qué maestría.