26 de marzo de 2009

Los días persiguiéndose: ZP, grogui (26/03/2009)

Escribo tras ver a Zapatero en la tribuna del Congreso de los Diputados, grogui, con las manos cinerarias, supurando la cera de los Cristos. Zapatero va a la Carrera de San Jerónimo como a su entierro diario. Los muertos con los que vive, un Gobierno de desahuciados, intubados, todos con la pupila fija, entregando la cuchara, le han contagiado la necrosis definitiva. Si hay algo peor que esta crisis es darse cuenta de que el Gobierno no puede o no sabe hacer nada con ella. Contra la cuerdas, Zapatero sólo torpeaba y balbucía retruécanos, ahogos, frases suspensivas. Un presidente no puede subir ahí a espantar moscas, ni sacarle a la oposición aquello de El Perejil cuando todo se va a pique. Nunca lo vi tan impotente ni tan perdido. Parecía que le habían hecho subir borracho, a recibir burlas, a verle rodar por esas escaleras por las que han chocado tantos huesos. Ya no lo salvará ni la remodelación del Gobierno, que no se ha atrevido a hacer cuando debía y que, si la hace, sólo servirá para pasar los cirios a nuevos difuntos.

Yo no he sido de los creyentes, del clan de la ceja ni de la religión bautista del talante. Pero pensé sinceramente que este hombre que venía a enterrar el felipismo quizá podría hacer una socialdemocracia moderna. Me equivoqué. Con la sonrisa franciscana y la flor de agua de los payasos, alimentó la locura de la mitología nacionalista, hizo una política territorial del prorrateo, convirtió el progresismo en caricatura y, cuando llegó la crisis que aquí es doble (la internacional y la de nuestra débil economía especulativa y ferrallista), se le ha quedado sólo media lengua, el discurso de los espantapájaros, de la sopa de los pobres. Pensé igualmente que el zapaterismo podría cambiar el sociatismo andaluz, viejuno, atrincherado, gordinflón, señoritil, estático y podrido. De momento, sus pactos de no agresión dejaron intacto a Chaves y a su imperio, y ahora, con Zapatero cada vez más débil, uno empieza a pensar que ese cambio de generación y de sábanas tampoco se producirá.

Zapatero muere arcangélicamente, no puede con la crisis ni con el país zarandeado por todas sus esquinas. Se le acabaron la baraka, sus panes y sus peces, ese espiritismo de las buenas intenciones y las manos abiertas de su Evangelio. El Congreso se lo come, su castillo de popa hace agua, sus ministros figurines o búhos viven de transfusiones, y eso que al PP lo acosan la corrupción y el cainismo y Rajoy ha sido salvado por las elecciones gallegas en el último momento, cuando también hacía cola para su entierro. En Andalucía, Zapatero puede arrastrar en su caída al Régimen, o bien, si el PSOE-A aún logra una mayoría agonizante en las próximas elecciones, hacer que sobreviva a su estatua yacente y darle otra vez cuerda a la vieja guardia de aquí. No sé si los estertores de Zapatero ayudarán al adiós de Chaves o más bien apuntalarán su búnker. En todo caso, Arenas se enfrentará a una fiera asaeteada y eso siempre es peligroso. Todo dependerá de cómo el PP andaluz se gire al centro, que es bastante más que quitarse la corbata. Un día tendrá que elegir entre las hipotecas que aún le debe a la derecha y ganar las elecciones, así que ellos sabrán si les conviene seguir haciendo de monaguillos o conformar un partido moderado y eficaz que pueda pasar por fin de siglo en Andalucía. A Zapatero, grogui, descoyuntado, se le caía el techo del Congreso y vi cómo aquella esperanza de otra socialdemocracia era devorada finalmente por sus flores. A algunos ya sólo nos queda UPD, porque una derecha que se atreva a ser centro parece tan difícil como que resucite el mesías leonés de entre muertos y lombrices.

Somos Zapping 22/03/2009

Hipocresía verde. En el cestillo del cambio climático han metido no sólo al planeta asfixiándose por sus chimeneas, sino también un rebujo de ensaladas vegetarianas, pilates de amas de casa, pies descalzos, feng shui de las lámparas, anuncios de cachorros perdidos, música de tetería, altares de flores y pipas de agua. Es esa religión verde que no es ecología, sino una especie de espiritismo de picnic, un fundamentalismo mentolado de los zumos y los molinillos de viento. Poco tiene que ver la ciencia ecológica con esa moda, ese nuevo hippismo magro, pero los políticos pronto se han dado cuenta del filón que tienen ahí, la rentable demagogia que les ofrece ese póster en el que mezclan el sol como una margarita, los hielos fundiéndose, los linces cojos, el exorcismo de los humos, los desayunos con fibra, la diuresis, los grifos y los enchufes malvados, la santificación de los tomates y los humificadores, los sepelios de la basura, la poca sal en las comidas, los carriles bici, los venenos de la electricidad... Desde bañarse a comer un yogur, cualquier cosa entra en el “cambio climático”, y el apostolado de todo ese batiburrillo han sabido incorporarlo a su propaganda. Veo el anuncio de la Junta en el que una familia declara que “el protocolo de Kyoto está muy bien, pero sin la contribución de todos no es posible”. Por ello, presentan “el protocolo de los García Ramos”: “no pasar tanto tiempo en la ducha”, “no dejar la radio encendida”, “coger menos el coche”... No dicen nada del cagar, pero será lo próximo que derrita los polos. Es todo tan ingenuo que hace sonreír. ¿Pero qué hace en realidad el Gobierno andaluz, los desinfectados gurús de tan verderona, falsa y astringente religión? Pues dar ejemplo cortando una calle entera en Málaga con la flota de sus cochazos oficiales. “Coger menos el coche”, decía el padre del anuncio, pedaleando e invitando a “ecoactuar”... Ya ven que el “protocolo de la Junta” es muy diferente al de los García Ramos y no incluye ni la bicicleta ni la palangana, sino el despilfarro y la hipocresía. Que otros salven al planeta, ellos ya están salvados.


Mutación. Pensé que era un trailer del increíble Hulk o algo así: fogonazos verdes con tamboradas guerreras, letras de rayos gamma, jóvenes transformados por la radiación... Pero no, era el anuncio de la Junta promocionando su bono cultural, que por lo visto otorga musculatura mental a través de un bebedizo. “Tendrás el poder de la cultura en tus manos”, decía, como si hablara, enseñando su martillo o sus ganchos, aquel Thor o aquel Doctor Octopus de nuestros cómics. Pero la cultura no la da la teletransportación en mitad de un cine, sino la educación, esa educación que ellos han destruido con la misma ceguera y brutalidad de La Masa. La cultura no es una mutación, no es algo que llega por accidente de laboratorio o que otorga el sol amarillo de la Junta a unos jóvenes por su densidad molecular (para los que no sean suficientemente frikis, aclaro que esto va por Superman). La cultura es un largo hábito y enamoramiento que no va a venir en su ovni a los 18 años porque la Junta regale un talonario. A esta generación botellonera educada en Andy & Lucas y en el desprecio al esfuerzo y a la inteligencia, no se la va a empujar a escuchar a Mahler ni pagándoles. Además, teniendo en cuenta lo que la Junta puede considerar “cultura”, lo mismo el bono sólo les sirve para ir a escuchar a Pitingo o a las nuevas tonadilleras que engloria Canal Sur, o para ver eso de El lince perdido. Más educación y menos píldoras de superpoderes, es lo que necesitamos. Después del anuncio, todos los jóvenes andaluces volvían a su estado normal y enclenque, como Bruce Banner, y alrededor sólo había escombros.

19 de marzo de 2009

Los días persiguiéndose: Campañas (19/03/2009)

Los niños son gatitos, el idioma es un áspid, Dios es un dentífrico. Así es el lenguaje de la publicidad, la misma que nos intenta convencer de que el coche engorda el miembro viril, de que el dinero viene como una pizza si lo pides, de que el yogur da la juventud o de que la Junta nos invita a un balneario. No se vende un producto, se vende una fantasía. España expone sus sueños, sus complejos, sus fantasmas, sus cruzadas, en cielos con alcayata o en autobuses como zepelines. Es el escaparate de lo que somos, obispazos contra los siglos, nacionalismos con tijera, dioses encontradizos, política de almanaque. Lo bueno de esta moda de campañas es que adornan la ciudad con ese tamaño que tienen los interrogantes colgados; lo malo es que el mensaje de una doctrina, una reivindicación o una trampa se reducen a un eslogan y a una adhesión. La edición digital de este periódico preguntaba el otro día a los lectores, bastante tendenciosamente, si les parecía bien la campaña de la Conferencia Episcopal contra el aborto, y uno no sabía si se pedía opinión sobre el hecho de competir con los pintalabios en las vallas o sobre el aborto mismo. Lo que me pregunto yo es cuántos de los que ven bien esta campaña protestaron por el anuncio ateo, o cuántos de los que estuvieron de acuerdo con el anuncio ateo no quieren en Cataluña ese otro que pretende reivindicar la libre elección de idioma en la enseñanza.

Tenemos a las diferentes Españas o Antiespañas a cartelazos en la cabeza, compitiendo por su estampita, tapando unos anuncios con otros en una pugna como de varios cantantes en el pueblo la misma noche. Esta guerra de cepillos encolados me parece tonta, pero la afición al garrote y a la hoguera de los otros es tan nuestra como la atávica incivilidad que nos define. Si estuviéramos educados en la libertad, nos daría lo mismo que se publicitaran dogmas igual que tintes, ideologías igual que lavadoras, incredulidades igual que bífidus. Podríamos discutir esos dogmas, ideologías o incredulidades, pero no el hecho de que salgan a la calle a bocinazos o a doble página. Los obispos sólo hacen de obispos, como los vendecoches hacen de vendecoches; los ateos sólo proclaman que ellos existen a pesar de una mayoría asfixiante, como existe el español en Cataluña estrangulado de manera similar. Alguien en Doñana se molesta porque han hecho del lince algo así como la mascota de Herodes. Otros se sublevan porque los ateos se atreven a declarar con guasa que el trono de Dios está vacío o es tan humano como los demás. En Cataluña espanta la blasfemia del castellano expuesto entre semáforos. A mí, sin embargo, lo que me preocupa es el miedo que nos da aún la libertad de los otros, la libertad para que cada cual exprese sus convicciones como tenga a bien sin que inmediatamente les acechen guillotinas, inquisiciones, censores, tachones y gomas de borrar. Si los líquidos tienen o no alma, si Dios nos creó de sus barbas y triángulos o sólo es el atrapasueños que el ser humano colgó sobre su cuna, si la lengua es una falange del totalitarismo o la canción unísona de un pueblo, eso se podría y se debería discutir. Que todo esto ande por autobuses, solares o farolas, no. Veo ahora una publicidad de la Junta de Andalucía, dinero público usado como propaganda partidista, y eso sí me da ganas de protestar. Esos otros carteles con sus ideas o morales esquematizadas en peluches o entrecomillados, más verdaderos o más tramposos, deberían llamar a la reflexión, pero no a la condena, no al anatema. Si estuviéramos acostumbrados a la libertad, claro.

Somos Zapping 15/03/2009

Premio. Al fiel y dócil lacayo le esperan empresas públicas y ayudantías junteras, nunca más caminará solo, lejos del calorcillo del presupuesto y de la descansada oficialidad. Rafael Camacho, voz de su amo, pasó de la portavocía explícita a esa otra in pectore que confiere la dirección de la RTVA, y de ahí, ahora, a la cochera de enchufados, agradecidos, quemados y otros tocatrompetas y servilones que son las empresas satélites de la Junta, ésas que, ya ven, son capaces de perder en un solo año el equivalente a lo que nos van a pagar de deuda histórica. Da mucho que pensar que el mismo dinero que se supone va a compensar nuestro eternal atraso en infraestructuras y servicios ya se lo ha ido tragando año tras año esa urdimbre de siglas y cargos abanicadores de la Junta, pero así funciona esta Autonomía. En otro lugar quizá eso sería suficiente para levantar guillotinas, revoluciones, pero aquí, en Andalucía, hace mucho que la desvergüenza política derrotó al pudor y el sesteo a la rebeldía. En una empresa pública de “consultoría tecnológica”, pues, recala Rafael Camacho, donde no sabemos si aplicará la sabiduría que ya acumularon en Tecnópolis para convertir en vanguardia la compota de castañas, las muñecas de flamenca o los burrotaxis. Después de dirigir el ministerio de propaganda y atontamiento que es la RTVA, después de avanzar en ese objetivo canalla de embrutecer, conformar y narcotizar a la sociedad andaluza, Camacho obtiene su premio, especie de jubilación de SPA, cargo y despachito blandos desde donde seguirá cobrando por firmar neologismos idiotas y producir bombillitas de propaganda.


La metralleta. Mientras a Rafael Camacho le regalan el mando de una casita de muñecas por sus servicios, su sucesor, Pablo Carrasco, va haciendo méritos para seguir sus pasos. Está ya a la mitad de la escalinata. De producir programas basura en la pata negra ZZJ, a justificar esa misma basura de una manera apostólica. El vergonzoso programa de María del Monte, establo de todas nuestras boñigas, morcillería de todas nuestras bajezas, le hace sentirse “orgulloso”. Sus chistes cagameones, sus andaluces como mandriles, su alegre empeño por expulsar a pedos cualquier rastro de inteligencia, le parecen muy apropiados porque “hacen reír a 500.000 andaluces” y tampoco les obliga a salir a la calle “con metralleta” (???). No, la metralleta la tiene Canal Sur, y con ella están asesinando el buen gusto, la dignidad de los andaluces, la imagen de esta tierra devuelta a sus gracias de almorrana, a la hilaridad del pobretón, el vago, el inculto y el vocinglero; a la despreciable satisfacción en una felicidad monicaca que, eso sí, resulta tan apreciada, tan conveniente y tan inofensiva para el poder. Tanta lucha, tanta necesidad (histórica, moral, estética, resarcidora) del andaluz por escapar de sus tópicos de graciosismo, despreocupación, trivialidad e ignorancia, y nada menos que desde la radiotelevisión andaluza toda esta colección de lastres y vergüenzas se proclama festivamente como orgullo y hasta servicio público. Son dañinos, destructores, infames y aciagos; son los pervertidores de cualquier esperanza de dignidad para esta tierra, son los que nos hocican hacia lo más abyecto convenciéndonos de que así somos, de que así debemos ser, de que así debemos estar contentos, de que no podemos llegar a más, de que nuestro sitio está en el borricaje, la bajunería y el vinazo de la carcajada estúpida y animalesca. Así son, y por ello el poder les dará premios, cargos, sillones. Si siguen el camino del lacayo, como hizo Camacho, como está haciendo Carrasco, rebajar y destruir Andalucía les reportará una buena recompensa.

12 de marzo de 2009

Los días persiguiéndose: La herencia (12/03/2009)

Como los reyes, tienen corte, bardos y sangradores; como los reyes, tienen la picha consagrada y el dedo taumatúrgico. Pasan el sello, pasan una corona, pasan una infanta o un delfín con todos sus anillos de cama a cama o de familia a familia. Nuestros gobernantes no llegan ni se van acarreados por el pueblo o las bases de sus partidos, sino que se suceden, se heredan en alcobas austrinas, traspasan el poder poniendo sus manos enfermas sobre la cabeza de primogénitos o validos, entre confesores y viudas. El pueblo no tiene nada que decir en sus misas y concilios de partido, y el mismo chambelán que anuncia que el rey ha muerto y grita que viva el rey le dará luego las papeletas ya escritas para que vote en domingos ciegos de luz el futuro que ya han planeado en comandita.

Esa palabra, “sucesión”, sea de Chaves o de otros, remite al orinal de los reyes, en esta democracia de estirpes, ahijados, camarillas, mayorazgos. El pueblo sólo tiene candidatos ya con sus retratistas buscados, después de que otros los hayan elegido según la limpieza de sangre o la fidelidad a una espada. Sucesión: el rey viejo entrega a un vástago sus collares y sus escudos, la herencia que ellos piensan que es el pueblo, la autonomía, el país. Se traspasan toda la democracia como un caballo. Pero no somos herencia, no somos yeguadas, y los gobernantes o sus gabinetes que tras noches en blanco, visitas de arcángeles o echamientos de cartas eligen “sucesor” han confundido la democracia con su cofre. Lo hizo Aznar elevando su dedo como un cayado, lo hicieron otros como Pujol o Fraga. Y siempre dan enclenques consanguinidades, príncipes enfermizos, niños de papá a los que atormentan las pesadillas de los usurpadores.

Chaves no quiere que se hable de su “sucesión”, aunque fue él con su bocaza el que comenzó todo. A mí tampoco me gusta hablar de “sucesión”, por todo lo que queda dicho aquí. La política no debería ser cuestión de linaje, con un partido, una autonomía o un país reducidos a simple ajuar. Chaves ya se ha heredado a sí mismo demasiadas veces y un hijo con su apellido no aportaría un cambio significativo. Yo preferiría hablar de “renovación”, porque me cuesta trabajo admitir que la socialdemocracia en Andalucía sólo pueda ser este régimen egipciaco, omnímodo, marrullero, mostrenco, comilón y estatista. Y esa renovación no tiene nada que ver con sustituir la vejez regia de Chaves por un descendiente de las mismas familias hacendadas. La sucesión significa el dedo señalador desde arriba, el suave cambio de cortinas y ropajes de un legatario, mientras que la renovación es el terremoto desde abajo. Pero es difícil imaginar revoluciones en una estructura de partido que se ve poderosa, imbatible, con tentaciones de Eternidad y Absoluto. Está claro: lo único que puede salvar a la socialdemocracia en Andalucía es una catarsis, y eso sólo ocurrirá si estos falsos socialistas señoritos pierden el poder. Entonces no tendríamos ya a un rey que sólo se limita a ponerse la peluca del anterior y a contemplar los mismos valles desde su almena, sobre los esqueletos podridos de sus antecesores.

Nuestros gobernantes, con las telarañas y las águilas de los reyes, se suceden dándose besos o acaso puñaladas, a espaldas de la ciudadanía. La cuestión no es la sucesión de Chaves por un trasunto, sino si llegará a nuestra política el fin de esta era de monarcas emparentados con los dioses. Me dará igual Chaves que alguno de sus infantes. Lo que hay que pensar es qué será de Andalucía mientras consista en una herencia.

Somos Zapping 8/03/2009

Quejíos. En la taranta de El Patillas, cante de minas, cante de ahogo y quinqué, no hemos visto esta vez la pena de nuestro pueblo encorvado, sino la vergüenza del cazo y del engorde de los alcaldones, con el vecindario en verbena de toreros. Todas las televisiones sacaban al alcalde de Alcaucín en su quejío y, antes o luego, a su pueblo aplaudiéndolo cuando la policía se lo llevaba como si los migueletes apresaran a un bandolero. En Alcaucín ha habido millones de gallinero y folclore de mulillas en un espectáculo penoso e incomprensible. ¿Somos pillos que veneramos siempre al príncipe de los ladrones del barrio, somos palmeros de cualquier poder que nos ponga un plato y un catre, somos esos pobres que han decidido que la honradez es un lujo? Pues ahí estaba, un pueblo como hecho sólo de cuñados, enchufados y convidados del bar, vitoreando a un cargo electo acusado de corrupción. Ya vimos los mismos vítores en la Marbella gilista, con el pueblo contento de ser robado a cambio de cuatro macetas más y cuatro putas menos en las calles y de las propinas de los gordos de allí. Ay, esa taranta... ¿Somos pobres de quejío y tizne, o una cena de pícaros viles como aquélla de Buñuel?


Mandamientos. La experiencia nos dice que los mitos y las supersticiones, para que estén tan arraigados que los que los fabrican puedan vivir de ellos, hay que inculcarlos a edades tempranas, antes de que se desarrolle el sentido crítico. Da igual en religión o en política. Miren lo primero a lo que atienden los nacionalismos más o menos pueblerinos o racistas: la escuela. Ikastolas o galescolas que vayan moldeando las mentes inocentes hacia sus interesadas esencias, nostalgias, paraísos, héroes y odios. No soporto ver a niños obligados por los mayores a participar en cosas que no entienden ni les corresponden. Así ocurrió en Andalucía directo, el fin de semana de nuestras glorias del 28-F, en un reportaje (“y usted, ¿se siente andaluz?”, rotulaban) sobre padres que llevaban a sus hijitos al Museo de la Autonomía. Allí les pintaban la cara de verde y blanco y unos payasetes los dirigían en un recorrido “por la historia de la consecución de la Autonomía”. Les habían hecho hasta jugar a “manifestarse”. A un chiquillo que dijo que lo que más le gustaba del Día de Andalucía era el desayuno mediterráneo en la escuela, la reportera le continuó insistiendo, pues aquello tenía poca carga identitaria: “¿Aparte de la comida, que es lo que más te gusta de Andalucía?”. “Pues las tradiciones, me gusta mucho la feria, la Semana Santa...”, contestó. “¿Pero tú te lo tienes estudiado, o es que te gusta de verdad?”, siguió. Me quedé anonadado. ¿Estudiado? ¿Es que hay ya un catecismo del andaluz, con el aceite, la feria y la Semana Santa entre sus mandamientos? Aquello terminó con la voz en off de la reportera y la imagen de una chiquilla china adoptada, que apenas hablaba, allí jugando: “Un 28-F que celebrará como una buena andaluza”. Pero peor fue el remate, ya desde el plató: “El ideal andaluz con andaluces ideales”. ¿Ideal andaluz? ¿Andaluces ideales? ¿Y quiénes son los no ideales? La perversa homogeneidad, qué miedo me da siempre. Buenos y malos andaluces según comulguen o no con el mito, el folclore, el sentimiento, el circo o el perol diseñados por el poder para que ellos y esta tierra se tomen por una misma cosa, para que luego Chaves y Canal Sur luzcan en el 28-F como nuestros padrecitos. Cómo aborrezco las patrias, sus ortodoxias, sus camelos, sus dueños, sus profetas, sus preceptores y sus floristas.


Innovación de la semana. Otra vez en Tecnópolis: “Un secuestro de bandoleros en plena sierra de Cádiz”. Teatrillo para turistas. ¿Cómo soportamos tanta modernidad?

Los días persiguiéndose: El sueño de los faunos (5/03/2009)

Ya han oído al PNV, partido hecho de las piedras y los cereales de aquel lugar igual que las diosas de los segadores (Deméter siempre, claro), decir que considerará una “agresión política” su salida del poder. Vacíen un tronco y tendrán a Osiris o a esta política aún mitológica, la religión de las cabañas que es el PNV y que acertadamente ha criticado Patxi López. Y sin embargo, no hay tanta diferencia entre esta concepción del gobierno como propiedad de una casta elegida, de unos hacedores de lluvia de la tribu, y esa “alianza” con los andaluces de la que habla el PSOE de aquí. En los dos casos, creen que su ideología ya quedó establecida como espíritu y linde de la propia tierra, que gobernar es algo que les corresponde por linaje y que el Partido brotó de los ríos y los tamarindos para respirar por el pueblo, para ser el propio pueblo. Un socialista, Patxi López, advierte al PNV que no es la religión vieja de las comadres y los adanes leñadores, mientras aquí, el sociatismo andaluz se tiene por fundador, arcángel e Iglesia de Andalucía. No hemos avanzado tanto desde que adorábamos al sol y a la madre de las mieses. La política aún huele igual a bueyes sagrados, y eso nos hace primitivos más que nuestros ídolos de madera y trigo.

Un partido no es esencia, ni padre, ni bandera. Los pueblos no vienen con su ideología como con su sombrerito típico. Ni el PNV allí ni el PSOE aquí guardan una identidad, un alma, un Arca de la Alianza o una primera piedra de nada. En Democracia cambian los gobiernos y no hay por eso mudanza o despeñamiento de dioses, ni simas que se abren en los valles, ni plagas que matan a las vacas. Pero vemos que el poder convierte en reyes y sacerdotes a los políticos, de ahí que sea tan importante la alternancia, antes de que lleguen a pensar que el paso de las estaciones, la abundancia de las cosechas y la salud de las parturientas dependen de su presencia y su nigromancia. No es sólo un pecado del nacionalismo. Cualquier poder mantenido suficientemente en el tiempo termina usando el truco bellaco de identificarse con la tierra o el pueblo o la historia, echando mano de la propia edad como legitimación y convirtiendo en blasfemia las críticas que se le dirigen. Esa “agresión política” a la que se refiere ahora el PNV sintiéndose no desalojado del poder por las urnas, sino derrocado de un derecho eterno, me recuerda a ese “insulto a Andalucía” o a sus “instituciones” que suele sacar nuestro sociatismo cuando traidores y malos andaluces osan censurar su labor política. No hacen falta mitos del Rh, ni razas nativas de ovejas o de hombres, ni países cuyos nombres susurran los bosques; bastan el tiempo y el poder para que un partido se haga uno con el suelo y el cielo y el alma de todo un pueblo, para que usurpe su voz y su destino, para que ocupe a caballo el lugar de la libertad. Imagino al PSOE fuera del gobierno de Andalucía y pienso que sería como verla por primera vez sin dueños, sin patriarcas, sin apóstoles, sin caseros, sin niñeras, sin faraones, sin escribas, sin gurús, sin templarios. Algo así supongo que deben de estar sintiendo ahora muchos en el País Vasco. Sería saludable, sería normal, en eso debería consistir la Democracia. Ni derrocamientos ni felonías, sólo un cambio de gobierno, sin que tengan que trasfundirse sangre, esencias, dogmas; sin que nada en las raíces de la tierra o en la eternidad de las alturas sea o deje de ser nueva o vieja verdad. Puede ocurrir en el País Vasco, donde la política remitía al sueño mitológico de los faunos. ¿Ocurrirá en Andalucía?

2 de marzo de 2009

Somos Zapping 1/03/2009

Banderas. Las banderas, qué bien se llevan con ellas las corbatas, los faldones y los besos, esos besos como de coronel (Sabina dixit) que se dan a su sombra de cielo tendido igual que ropa. Día de banderas, viento estacado, taparrabos de Hércules haciendo de cortina y de medallón. El patriotismo andaluz de nuestros gobernantes es sólo un babero de banderas. Eso parecía la blanca y verde, llena de las migas y la saliva de vino de todos ellos. No se celebran Andalucía ni sus batallas, sólo el destino que les hizo dueños de esta tierra y les proporcionó la gran comilona. Canal Sur nos llevaba a la celebración del 28-F con lirios de banderas y patio de reclutas, y mientras sonaba el himno y la cámara pasaba por todo el Gobierno andaluz igual que si fuera un equipo de fútbol en un final, se oían las protestas de los mineros de Boliden, acampados no lejos del lugar de la ceremonia, como apedreando el falso altar. Era una imagen exacta y dolorosa: los políticos en su jardín de estatuas y al otro lado la Andalucía real, abandonada a sus problemas, sus puños, sus gritos, sus mendrugos. Luego, durante el discurso en la entrega de la Medallas de Andalucía, Chaves, con todos sus armiños por encima, habló de la globalización, de las hipotecas basura americanas que nos habían arrastrado a la desgracia. Chaves y su corte, que nos han mantenido pobres hasta sólo poder ofrecer nuestros huesos pelados a la crisis, se lavaban las manos, y la bandera de Andalucía quedaba manchada de la huella de sus dedazos orondos, perfumados, salchicheros.


Todo en uno. Eso del Régimen no es una fantasmagoría, se ve y pesa como un gran pirámide. Es ese mazacote en el que Andalucía, la Junta, Chaves y Canal Sur son una sola cosa. Ya no sabemos de quiénes son los cumpleaños cuando Canal Sur dedica programas y galas al 28-F, a sus veinte años, a la vejez de sus presentadores, de sus políticos, de sus cantantes y de esta Autonomía, todo en uno, fundido, indiferenciado. En retrospectivas del ayer o felicitaciones de hoy, sale María del Monte llegando a caballo de verdad o a caballo de ella misma, sale Tom Martín Benítez como el churrero feliz de las noticias oficiales, sale Manuel Chaves jurando por primera vez su cargo de presidente de la Junta en 1990, emparejado en leyenda o en edad con imágenes de Lola Flores; sale Roberto Sánchez Benítez, antes de que se chutara gominolas para mayor gloria de la propaganda de la Junta, entrevistando a un ministro; salen épicas de la Autonomía como algo de bandoleros, sale Juan y Medio en sus diferentes etapas de bigote, salen El Arrebato y Bisbal, dos cantantes con rulos; salen la Expo y el AVE y el 18-F, salen Carmen Sevilla balando con una ovejita y Los del Río (“andaluces universales”, decía la voz en off) con su infame Macarena... Todo esto, en una gala del 28-F con aires onanistas, entremetido en los informativos o en ese programa aniversariero que presenta Carlos Herrera, que parece en él degradado de periodista de verdad a pregonero o guía de museo. La felicitación a los andaluces por el 28-F se une a otra por el éxito de Arrayán, los cantantes sandungueros del lugar siguen a autopiropos por la labor informativa de Canal Sur; los políticos socialistas posan para su pinacoteca a la vez que gimen Andy y Lucas... Y me doy cuenta de que todo forma parte de lo mismo, de que han conseguido esa unidad tan peligrosa y espeluznante que caracteriza a los totalitarismos, esa unidad orgánica, estructural, ideológica y estética. Ir y volver del Parlamento a Juan y Medio, de Chaves a Agustín Bravo, del Estatuto a La banda, de la Autonomía al niño del tambor, de las banderas patrias a los chistosos. Todo es lo mismo, suena a lo mismo, sirve a lo mismo. Todo esto en una única celebración, ¿no les da miedo? A mí, mucho.

Los días persiguiéndose: Morbo y necesidad (26/02/2009)

No sé si incendiarán Facebook, si prohibirán los ombligos y los novios en moto con su frío de aviadores. No sé hasta qué punto la tragedia de Marta está haciendo que la gente pierda la cordura. El padre o el pueblo, con velas y nudos en las manos, piden la cadena perpetua, castigo casi bíblico, eterno crujir de dientes. Yo me pregunto en qué casos. ¿Cuando el asesinato forme vendaval en las barriadas y en los medios? ¿Cuando alcance un mínimo de share en la televisión? ¿Pedirán tribunales populares, con bieldos hacia los precipicios? Yo no soy partidario de la cadena perpetua, de los pozos con ratas ni del Diablo de Dante masticando con sus tres bocas a los malvados por toda la eternidad. Todo eso me parece muy propio de la crueldad judeocristiana, de los dioses que se alimentan de sangre y culpa, pero no de una sociedad civilizada. Entiendo el dolor, la rabia, pero si el castigo para siempre ya me parecía sadismo por parte de estos dioses, por parte del Estado, y además empujado por la turba linchadora, me parece un fracaso y una inutilidad. Sí, una inutilidad. No tenemos más que mirar a Estados Unidos, el país de la silla eléctrica, donde ni siquiera la pena capital les libra de records de criminalidad, donde el corredor de la muerte está atestado de pobres y excluidos, algunos inocentes, que acabaron allí sólo por tener abogados malos o elecciones a la vista. Al padre de Marta le diría que la venganza no hará que duerma mejor. Me temo que nunca sirvió para eso.

En todo caso, esto nos hace constatar ese divorcio que existe entre la Justicia y el pueblo. Y aunque los casos de Mari Luz o Marta, tan sensibles, tan emocionales, son extremos, ciertamente la Justicia y la ciudadanía parecen hablarse desde muy lejos y con idiomas muy distintos. Seguimos sin confiar en una Justicia lenta, desbordada, desfasada, manejada como entre viejas tenedurías; una Justicia donde desbarran jueces y jurados, y que, para colmo, desde aquella Ley del Poder Judicial con la que Alfonso Guerra declaró muerto a Montesquieu, duerme blandamente en los tentáculos de la política. Que robagallinas y arrancadores de matas de poleo terminen en la cárcel mientras corruptos y terroristas tienen a la Ley por jardín, es algo que sigue chocando y no sin razón. Espectáculos como el de Garzón y Bermejo, con sus conchabamientos y causas generales, o los de los jueces que ponen su moral, su ideología y sus prejuicios por encima de la legislación; todo esto, en fin, es lógico que nos desasosiegue. Ahora parece que no hay más que esas cadenas perpetuas que se piden a bocados, pero creo que lo que necesitamos urgentemente es una Justicia moderna, independiente, eficaz, sin sus almenas kafkianas, y una Ley equilibrada, proporcionada, ejemplarizante y útil. Más que con horcas o mazmorras eternas, ganaríamos por ejemplo endureciendo las penas por corrupción, malversación de fondos públicos, cohecho y prevaricación, auténtico cáncer que amenaza con comerse a la Democracia misma. Desde “el clan de la gomina” hasta Ohanes, pasando por el paradigma de Marbella, vemos que la corrupción sale demasiado barata. Hay quien ve sus breves años de cárcel como una inversión aceptable porque luego retornarán a la sociedad igual de ricos y perfumados. Si la Ley asusta tan poco que un alcalde no duda en usar dinero púbico para irse de putas, imagínense cómo tiemblan si las corruptelas les hacen millonarios. ¿Pero quién grita en las calles por todo esto? Aún nos puede más el morbo que la necesidad.