26 de septiembre de 2008

Los días persiguiéndose: Andalucía, nada (25/09/2008)

Mientras el PP andaluz hacía en Córdoba su congreso de sueños marineros, en Madrid, Esperanza Aguirre hacía el suyo entre el karaoke y la bolera americana. Esperanza Aguirre es la ambición rubia a lo español, un poco lo que comentábamos de Madonna la semana pasada, inteligencia y fuerza de mujer superviviente, guerrera, con algo de dominatriz para cierto tipo de machos amenazados o desplazados. Con dudas, yo soy más de Gallardón, del que ya he dicho que, o bien es un político verdaderamente excepcional, o el más hábil de los tramposos. De todas formas, una fiera de la política, más seductor y más prestidigitador que Aguirre, más látigo de seda que guantelete de hierro, más veneno en el vino que en las flechas. Pero aun tratándose de dos candidatos a suceder a Rajoy (hay quien sólo piensa en él en pasado), fue significativo que a los titulares nacionales llegara incluso que Esperanza Aguirre había subido a su gloria con la canción Mamma mia, mientras que los tambores agitanados de Arenas parecía que sólo ocurrían en una cocinilla de este país, que eran algo montado para el servicio, para los pelagansos y lavanderos de una política menor. Pensé que, de nuevo, Andalucía era pequeña o invisible en España. Contaba más el pinchadiscos que ponían en Madrid que el asalto a las Tullerías que se planeaba en Córdoba.

Lo dicen cada vez que hay elecciones, que Andalucía es un granero de votos, pero parece que la nuestra es una pesantez temporera y una cosecha que se pudre pronto o se llevan en el pico el viento o los pajarracos. Me refiero a esa contradicción que existe entre nuestro gran tamaño y lo poco que representamos políticamente en España, que al final deja el peso de ese granero en un montón de cáscaras. Creo que esto es así porque nuestros gobernantes autonómicos sólo tiene dos actitudes. La primera, cuando a España la gobierna el PP, es la confrontación; estrategia de no conseguir nada para echarles la culpa luego en las siguientes elecciones. La segunda, cuando el gobierno es “amigo”, lacayismo y entrega a los intereses de ese gobierno, aunque se opongan a los de Andalucía. En cualquier caso, sumisión a la conveniencia partidista del PSOE. Andalucía no cuenta ahora porque su voz es una reverberación del gobierno de Zapatero y, cuando mandaba el PP, era sólo una llorera que sacaba beneficios electorales de cada cosa que iba mal (otra vez eso de “cuanto peor, mejor”). Comparen a los socialistas andaluces con los catalanes, a ver si Montilla refrena sus reivindicaciones para no hacerle feos a Zapatero o emborronarle sus cuentas de ratoncito a Solbes. Pero aquí la deuda histórica vuelve a guardarse en el cajón y en el sudoku del dinero somos los últimos de la fila.

Nos han hecho mudos, invisibles, laterales, apenas un calzo que el PSOE coloca en su mapa para que no se le termine de descolgar todo, algo como su criado enorme y bobo, su pachón grande y pulgoso. En la política nacional no tenemos voz, intención, discurso, presencia; de los medios recibimos ninguneo y del país, lastimita. Por eso lo que canten en la comunidad de Madrid será siempre más importante que lo que hambreemos o luchemos en Andalucía. Somos como un gigante talado, como un gran apellido arruinado, como un muñón que se arrastra, tamaño sin fuerza, no más que sombra y peso muerto. En España nos asignan el sitio de la leña, nos mandan entrar por la puerta del lechero. Alguien se ido ha encargando de que sea así. Han conseguido que no seamos nada, y los siguen votando.

22 de septiembre de 2008

Congreso PP-A: Hambre de gobierno (22/09/2008)

Hasta el triunfo llega un momento en que parece farolillos tirados. El domingo de clausura era una mañana de barrenderos cruzándose con resacosos, mientras Córdoba escalaba montañas de nubarrones en el horizonte. Pensé en la crisis, que moja todas las fiestas con ese mismo tamaño inabarcable de la tormenta. Arenas ha salido triunfante y magreado, pero el congreso estaba montado para eso como si fuera su despedida de soltero. Muchas veces durante estos días se me ha venido a la mente una frase de Amanece, que no es poco, esa maravilla tan simbólica y venenosa de José Luis Cuerda, cuando aquel paisano celebraba la llegada del alcalde gritando: “Todos somos contingentes, pero tú eres necesario”. Este Arenas ontológico, verdadero centro del congreso, y el PP sobón que nos han enseñado a su alrededor, me han parecido una exageración y, aún más, una fealdad innecesaria. Pero estos congresos, estos ceremoniales políticos, son danzas mahoríes. Todo está ya decidido, planeado, dicho de antemano, pero sin la gente vibrando, como guijarros sobre un altavoz, las ideas desnudas aburren igual que las ecuaciones y, sobre todo, no asustan a nadie.

El domingo, día como detrás de una cortina para el PP andaluz, el lema del congreso pasó de “Andalucía en el centro” a “el cambio ya está aquí”. El cambio es una palabra que han usado todos, una palabra barata. Hasta Chaves sigue diciendo que el cambio es el PSOE, como si sólo se tratara de la muda de su pelaje viejo. Si el PP quiere gobernar en Andalucía, no le bastará con enseñar esa palabra tatuaje, sino que tendrá que ir explicando ese cambio, no sólo con papeles, sino con hechos, andanzas. Ayer, Javier Arenas, con clavel en la solapa, y aun con todos los bolsillos llenos de diminutivos (otra afectación suya de este congreso) hizo en su discurso todo un programa de gobierno con revoluciones y demoliciones frente a la soberbia y la vagancia de Chaves y el talante (“talante detrás y delante”, dijo) de Zapatero. Si llega a presidente de la Junta, no vivirá en palacios con palcos en las alcobas y despachos alicatados de millones, no permitirá que la elecciones andaluzas coincidan con otra, sólo estará 8 años, comparecerá cada semana en el Parlamento para contestar a las preguntas de la oposición, limpiará a la administración de enchufados, saneará lo público, hará que la educación deje de producir parados en serie... Sólo le faltó decir, como Guerra, que a Andalucía no la va a conocer ni la madre que la parió. Recordé algo que mencionó Beneroso el sábado: cambiar personas, un partido por otro como sillas de sitio, no sirve para nada. El cambio tiene que hacer temblar todo el maderamen de esta Autonomía, porque para el maquillaje y el fregoteo por encima, ya está el PSOE. Lo que sigo sin entender es a qué clases de hipotecas tiene que atender a Arenas dentro de su partido para sacar, en medio de los problemas que nos asfixian y tras enumerar una larga ingeniería de soluciones para nuestro males, esas obsesiones curiles del aborto, el “adoctrinamiento” de EpC y otros eslóganes del cuerpo místico de la derecha.

Rajoy llegó como si lo persiguieran en un zoco y se sumó luego a las ganas de cambio aunque no se acordaba de los años que llevaba aquí el PSOE. No sé si Rajoy le conviene al PP andaluz, no sé si aún hace daño, porque quizá es todavía como el paraguas que se dejó olvidado Aznar. Lo presentaron con un vídeo en el que se le oía decir “he estado mucho por aquí”, pero a lo mejor ése es el problema. Ha sido un congreso de hambre de gobierno y de atornillamiento en ese centro que a veces se les ve y otras se les emborrona. Lo mejor, la participación de organizaciones sociales, ese soplo tan nuevo aquí, donde todo es partidismo orgánico y el ciudadano se limita a ser una máquina de votar cada cuatro años. Ahora queda que el cambio pase de intención a realidad. Y eso ya no es una fiesta, ni una coronación, sino un trabajo herrero inmenso como la misma Andalucía.

Somos Zapping 21/09/2008

Corruptores. Recuerdo cuando septiembre olía a lápices de colores como recién talados, a libros como sábanas limpias, a un azúcar de lo nuevo amontonado. Lo que no recuerdo es que oliera a político, a baba de político, a manaza de político como de viejo verde allí entre los niños. Nunca vinieron a visitarme políticos al colegio, pero eran otros tiempos. Tan pequeños, ya hacíamos muchos diagramas de Venn y muchos quebrados con algo de jeroglífico y de naipe. Creo que los políticos empezaron a invadir las escuelas a la vez que comenzó a idiotizarse la educación. Creo, en realidad, que lo segundo es consecuencia de lo primero. Creo que los políticos se acercan a los colegios para asegurarse de que producen desde muy pronto los ciudadanos incultos y aborregados que les interesan. Vi en Canal Sur la noticia del comienzo del curso escolar, los lloros de los niños, aquella colonia nueva que ponen las madres el primer día, la vuelta a la fila, y, luego, como mandan estos tiempos, el político: Chaves, en mi pueblo, en un colegio de Sanlúcar, en una estampa repugnantemente castrista de niños usados como monitos para moverle banderas al poder. Le regalaron un dibujito de él con chiquillos de la mano, un dibujito que uno imagina encargado y muy planeado desde los despachos políticos, indecente propaganda a costa de los más pequeños. Me dio ese asco que dan los pervertidos, los tocapichitas. En la escuela, los políticos ya no son sólo corruptores del conocimiento, sino de la inocencia.


Andaluces colilleros. Entiendo por qué lo consideran peligroso. Gallardón seduce, ante el pueblo habla como sacándolos a bailar, sabe mezclar la política con cierta desnudez de su corazón, con poemas y sueños de la infancia; no va de salvador ni de leñero, transparenta sus dudas y hasta sus debilidades, quizá fingidas; parece que le han inyectado el suero de la verdad. Es una bestia política. Lo escuché con atención y puede que con miedo, en la encerrona de Tengo una pregunta para usted. O tenemos a un político excepcional o tenemos al peor de los tramposos. En la arena del pueblo, le sacaban los mendrugos de la crisis, las dobleces de la ideología, la religión de los partidos y de los nacionalismos, hasta que un andaluz, un joven sevillano, tuvo que dar la nota. Después de declarase “ateo político” y confesar que no sabía nada de política ni de historia porque le había tocado la Logse, le hizo la única pregunta que según él podía hacerle, la pregunta de los gorrillas, de los tiesos, de los pasotas, de los tirados: “¿Tiene un sigarrito?”. Y de repente vi a todos los andaluces en ese papel triste, vergonzoso y quizá real, el de aparcacoches, menesteroso, superviviente de la calle, pillo, sableador, esquinilla, colillero, despreocupado de los grandes temas, al sol de su indolencia, de su pasividad, de su ignorancia asumida, de su rendición que le parece hasta simpática. No era el cinismo de Diógenes de Sinope ante Alejandro, según aquella famosa y seguramente falsa anécdota, era toda una confesión orgullosa de pobreza material, mental, física, de la ausencia de toda voluntad, criterio, ganas, fuerza, esperanza, expresada en ese cigarrito, todo un símbolo de lo que han hecho de Andalucía sus gobernantes. Tenía que ser un andaluz. ¿Por qué tiene que ser siempre un andaluz?


La botella colorá. En la televisión, lo andaluz nunca es casual. Tiene un cometido, un rol, es una máscara griega del chistoso, el ignorante o el pobre. No sé si el anuncio se ve fuera de Andalucía, aunque supongo que sí. No creo que se haga un anuncio de detergente diferente para cada autonomía. Éste al que me refiero es de Ariel y saca a dos vecinas balconeras de marcado acento andaluz. Una le pregunta a la otra, que va de blanco impoluto, “cuánto se gasta en detergente”. “Poco, yo compro baratito”, le contesta. El anuncio termina recalcando que el detergente tan apañado y barato, ese “Ariel básico”, es “el de la botella colorá”. No roja, “colorá”. El pobretón tiene su detergente básico para pobretones; el pobretón es andaluz y el color de la botella del detergente, también. Lo menos que se despacha, parecen decir, es lo que nos corresponde. ¿Será la deuda histórica otra “botella colorá”?

Congreso PP-A: Braveheart (21/09/2008)

El día de la apoteosis de Arenas, la gente le fue haciendo desde temprano escalinatas, jardines, pirámides. Este congreso ya parecía ayer la playa de Troya, con ruido de escudos y el templo de Apolo a la vista. Traían para el asalto sillones desde fuera, como si fueran catapultas, madres o novias de soldados y naves de Madrid. A Javier Arenas lo están haciendo héroe de una manera escultórica, carolingia y un poco ridícula. Ya le inventan hasta milagros, y aunque todavía no han dicho que nació de una virgen o que lo sumergieron en la Laguna Estigia, Antonio Sanz le atribuyó el primer día la hazaña de haber recorrido Andalucía 8.300 veces. Poco antes, los que estábamos en el pabellón creímos que nos iban a pisotear caballos o que Excalibur nos iba a rozar la espalda cuando sonó una música épica entre Braveheart y la venganza de los Sith. Desde la mesa del congreso, lo que seguía pareciendo Arenas era un Robocop que daba abrazos. Se están pasando, y aunque este PP andaluz es decididamente presidencialista, en política aún debería haber diferencia entre la unanimidad y el chamanismo. Todavía no había hablado Arenas, pero ya dejaba estampas de Imperator y hasta de madonna renacentista, cuando ayer se le acercó su hijo pequeño para sentarse en su regazo, seguido por todas las cámaras. Estuvo feo usar al hijo para la foto, que los políticos así recuerdan al hombre del saco y a que lo suyo consiste en engañar con piruletas. Hay trucos, arengas y estética de guerra en este congreso en el que a Arenas se le entregó ayer una espada flamígera. Pero es la misma guerra de siempre aquí, en la que ya deberían saber que no bastan los timbales y el vudú.

La mañana preparaba sus alfombras y todo parecía un preludio wagneriano para Arenas, crescendo escenificado por ponentes, invitados y la voz un poco afónica o con bufanda de Teófila Martínez. Cuando se empezaron a votar resoluciones, esas cosas que hacen en estos congresos para que no se crea que todo ha sido una peregrinación, hubo quién manifestó la duda de que se hubieran repartido cartulinas con el “no”. En esto, todavía no hay distingos entre partidos. Los partidos cantan a la democracia hacia fuera, pero hacia dentro lo que hay es filas de soldados y órdenes con señorío y verticalidad. Llegué a ver dos noes, cuando se votaba la ponencia sobre su “andalucismo constitucional”, pero nadie se acordaba ya de ellos cuando los refuerzos, de aquí, del resto de España o de un dulce limbo de no-muertos, volvieron a florear a Arenas y a hacer rodar por el salón las cabezas de Chaves y de Zapatero, como pelotas hechas de calcetines: Soraya Sáenz de Santamaría, que parecía una niña con cerillas; Esperanza Oña, descargada para el evento de sus abalorios y collares de candelabros; Pío García Escudero, que empezó hablando de toros; y Gallardón, como un relevista de sí mismo. Tuvimos hasta una aparición enlatada de Manuel Pimentel (él ya era el centro antes de que Arenas enmarcara esta consigna), un vídeo en el que habló con palabras de monje copista sobre la cultura y el talento. Uno sigue diciendo que el PP (y Andalucía) perdió con Pimentel a un gran político, pero toda guerra tiene sus caídos.

Cuando Arenas empezó a hablar, se apartaron las nubes. Se llevó diez minutos dando las gracias, se emocionó recordando nombres como el tito de todos, pero pronto llegaron los mandobles, sin dejar de hablar de ilusión, ganas, optimismo, orgullo. No dijo nada nuevo, pero tampoco se esperaba. Para ganar, va a echarse a la calle. Sin embargo, otra vez siguió el mismo discurso que los obispazos con el aborto, la muerte digna y la EpC. ¿Todavía no ha aprendido qué es lo que les da tufo de derechona? Todos votaron luego por estirar las piernas y salió el muchacho de la película con números búlgaros. Sí, éste es su congreso, pero cuidado con los personalismos. Sólo en el cine gana el héroe solo, y sin que se le caiga el sombrero. Y a veces, ni ganan.

Congreso PP-A: Ecumenismo con redención (20/09/2008)

No les acompañan la ceremonia ni el cortinaje de los otros, los dueños de Andalucía. Si el congreso del PSOE en Granada, con muchos pisos, palcos y salones de música, era como una caja de bombones del poder, lo que ha montado el PP en Córdoba, en el Parque Joyero, que tiene algo de parada de camiones, es otra cosa más modesta y como fontanera, como una cancha de colegio algo triste y algo llovida. No era tanto el tamaño menor de todo, ni el cableado o la tecnología más escasos y sin fluorescencia, sino cierto ambiente desangelado, de ausencia o levedad, como si los del PP pesaran menos. Es la diferencia que quizá hay entre celebrar un gran cumpleaños, que es lo que hacen los socialistas cada vez, y ese trabajo galeote y achaparrado de ser oposición por condena, por historia, y reunirse para empujarse entre todos hacia arriba, con las fuerzas que puedan quedar.

“Andalucía en el centro” es el lema que han elegido, junto a verdes discretos y pequeños iconos de casitas, de familias con triciclo y de otros como de mapa del tiempo. Me acordé de aquella maldad de Alfonso Guerra, cuando dijo que si llevaban tantos años viajando hacia el centro, de dónde vendrían los del PP. En Andalucía, ese centro es su supervivencia. Saben que si lo usan sólo como mantra o como espantapájaros, irán heredando sucesivamente la oposición igual que los otros el poder absoluto y el toque de Midas. Antes de llegar, supuse que la diferencia de ambiente entre el congreso del PSOE y el del PP iba a ser la que hay entre un concierto de Ana Belén y otro de Julio Iglesias. Pero además de que el PP parezca el pobre, han descartado la estética pija, la uniformidad del Amo a Laura, el tipito de las regatas, las correítas y politos con tiras rojas y amarillas. El puestecillo que alguien ha colocado a las puertas del pabellón, lleno de la santería de la Patria como para un partido de la selección, tiene poco éxito. Nadie agita banderas de cuartel, como cuando salieron las monjitas a la calle; aquello no huele a la derechona, a esa mezcla de dinero y correaje. No sé si esto es por consigna o por evolución, pero para describir al PP andaluz como guateque de pijos apenas me han dejado alguna melena perdida entre un público que ya no está formado por notarios y sus viudas, por civilones y por montañeros marianos.

Han empezado por el maquillaje, veremos hasta dónde llegan. De momento, han invitado al congreso a sindicalistas, empresarios, oenegés, no para que hagan bulto, sino para que larguen desde el atril, ahora que hay tanto de lo que largar. Parece que quieren tirar de sociedad civil para sus ideas, y eso me parece saludable mientras no sea pose. A los sindicalistas (Francisco Carbonero, Manuel Pastrana) los abrazaba Arenas como si fuera el novio de la boda, y el público aplaudía cuando hablaban de fortalecer el tejido empresarial y de desterrar la cultura de la subvención. Fue extraño y quizá hasta cursi, como esas películas en las que se hacen amigos un americano y un ruso. Van de ecuménicos, y también de andalucistas, un andalucismo que han cogido por el racimo de lo verde y lo tópico, quizá por compensación (ay, aquel 28-F…). Pero se han pasado. Sí, vergüenza ajena sentí por un vídeo de presentación lleno de morenazas, abanicos y zarcillos, con Javier Arenas secándose el sudor entre vides, con muchas banderas blanquiverdes y una rumbita que decía cursiladas de este rango: “Existe un lugar donde la luna es de plata”, “Andalucía, bella gitana que se engalana por bulerías”…

Pero, sobre todo, éste sin duda es el congreso de Arenas, al que todos trataban como al Redentor, flotando en la unanimidad. Tanto a Ana Mato como a Antonio Sanz, que hizo el discurso de David ante Goliat, sólo les faltó besarlo en la boca. “El mejor político andaluz de la historia”, escuché un par de veces. Pues que se aplique, porque después de ésta sólo le queda la gloria o la crucifixión.

Los días persiguiéndose: La isla bonita (18/09/2008)

Miré una fotografía de Manhattan que tengo colgada, por si le habían salido gusanos estos días, pero el edificio Chrysler, que es como el minarete del capitalismo, me seguía pareciendo inderrumbable por mucho que los periódicos se empeñen en anunciar que Nueva York va a quedar para los traperos, los suicidas y los borrachos del Bowery. Hay quien dice que Manhattan significa precisamente “el lugar en el que nos emborrachamos”, aunque otros prefieren conducir su etimología hacia “isla de las colinas”, que le da paralelismos con Roma, orogenia y bronce de imperio. De todas formas, aquella isla donde el hombre clavó el cielo y le puso ascensores ha resistido ya terremotos del dinero, pisadas de gorilas y tajos del fuego de Alá. No puedo ser antiamericano porque, a pesar de la Norteamérica del rifle y el peto, de las cruces en llamas y el diseño inteligente, de la doctrina Monroe, la caza de brujas y los “hijos de puta” tan suyos de Franklin D. Roosevelt (o de G.W. Bush), fue allí donde se le dio muerte al Antiguo Régimen, antes que en la Revolución Francesa, y donde nació la democracia occidental fundada en esos “derechos evidentes” de la Declaración de Independencia. Estados Unidos quizá sea desconcertante y bipolar, a la vez aquel Camelot y el juez Lynch, cuna de las libertades y del puritanismo más retrógrado, pero su imperio del mal es una caricatura, una simplificación, una amputación, afectación de progres y eslogan de incultos. En Wall Street tiemblan sus ladrillos de oro, los paper boys llaman a los suicidas, y Zapatero justifica nuestra crisis mirando allí donde empiezan el dinero y los hierros de occidente. Los americanos vuelven a tener la culpa de todo, de las injusticias, la economía, la obesidad y hasta de los Cuarenta Principales.

Miré la foto de Manhattan, que a pesar de todo parece eterna, y la de Madonna en la portada de este periódico, que también lo parece. No han caído el edificio Chrysler ni los muslos de esta mujer que aún llena los estadios a pesar de que no tengamos para la hipoteca. Como Manhattan, ha pasado posguerras, épocas de optimismo, crisis o rebeldía; de break dance, mal gusto y hombreras. La otra reina del pop, la australiana Kylie Minogue, quizá es más una resucitada, pero Madonna, rubia de King Kong, siempre estuvo. Aquí nos han vendido la música americana como otra manera de contaminación y dominación cultural por la basura, pero la verdadera música americana es el jazz, afinación del blues de los esclavos, música de la pobreza y del dolor de tripas como nuestro flamenco. La crisis económica mundial lo que suena es a saxofón (al de Charlie Parker quizá, que vivió moribundo), pero Madonna es el eterno optimismo americano, la alegría, la fuerza y el negocio que hay siempre en sus rubias, que supieron sobrevivir a los gángsters, a la gran depresión y a trabajar en las cafeterías entre pellizcos y tarta de manzana (American pie, dicen allí). Leo que en la Cartuja pronunció algunas palabras en español, como en aquella vieja canción suya, La isla bonita. No sé si la cantó, pero hubiera pegado mucho en esta isla bonita que también nos aguitarra la Junta, la Andalucía que baila descalza, morena de penas. A Madonna le recuerdo coreografías con sombreros como del Crack del 29, y ahora la veo en esa foto de portada cabalgando en un cochazo con otro sombrero de copa, plateado como los bancos. Madonna, “la ambición rubia”... Les echamos la culpa de la crisis o de todo a los americanos, pero ellos tienen la eternidad y la ambición de sus rubias, de sus estatuas y de su dinero alicatado en Manhattan. Aquí, sólo tenemos una economía pobre y campera entre chamizos. Sí, aquí, donde no pasamos de ser una isla bonita...

16 de septiembre de 2008

Somos Zapping 14/09/2008

El cepillo de los muertos. De nuevo, el espectáculo de los muertos y el luto de los mirones. No podían dejar a las familias en su íntimo dolor, no. Las televisiones, los políticos y los obispazos aún tenían que hacer con los muertos el último palco, desfile, ganancia. Canal Sur empezó su informativo a las 8 de la noche, con Carlos María Ruíz como principal enterrador o marmolista, para traernos en directo el funeral de Estado (?) por las víctimas del accidente de Spanair, retransmitido como una ópera. “Cada detalle refleja la solemnidad inmensa del acontecimiento”, decía, como si fuera una investidura de doctores o una coronación napoleónica. Cómo le gustan a la televisión los muertos y sus galas. Así, entre la lentitud de los hisopazos, pudieron recordarnos una vez más los detalles de las “familias que murieron enteras”, ese “matrimonio con su pequeña hija”, “el largo calvario de la identificación de cadáveres”, las historias de los que “volvieron a nacer”, todo ese enfermizo regurgitamiento del morbo. Para mantener la audiencia, anunciaban una y otra vez el protagonismo especial que iban a tener en la ceremonia “los 18 niños muertos”, como esos cebos que ponen en los programas basura. Ya ven: no cambien de canal que pronto van a hablar de los niñitos muertos... Repugnante. A los reporteros, Carlos María Ruíz les recordó “el deber de contar tanto dolor”. ¿Deber? Más bien canibalismo. Había otro repelús en la Almudena, pero quizá no es momento de hablar de ello: reyes a los pies de cardenales, un funeral de Estado religioso (¿no es el Estado aconfesional?), Rouco con el funcionariado de consolar a las almas hispánicas y llevarlas todas (católicas o no) hacia su dios de pan, todo lo que de tridentino le queda a este país todavía tan incivilizado... Hasta eso se me olvidó al ver cómo Canal Sur nos traía de nuevo el espectáculo interesado de los muertos, igual que si recogieran el cepillo con sus últimas monedas como dientes.


La depre y la costura. Atónito me dejó el titular en el informativo de Canal Sur: “El paro perjudica la salud”. No es que el parado no tenga para dar de comer a su familia o que la hipoteca lo ahorque con las cortinas, no, es que no tener trabajo le produce ansiedad, estrés, insomnio, depre y otros achaques como de marquesa. Tendrían que hacer Consejero de Empleo a Roberto Sánchez Benítez, el teleñeco de Salud al día, que pronto acabaría con el problema a base de verduras y pedaleo, de papayas y siestas, de sonrisitas y eucalipto. Total, las medidas contra la crisis que aprueba la Junta tampoco van mucho más allá. Pero siendo Canal Sur como es, hasta esta noticia tonta necesitaba compensación. No podía quedar esa palabra, “paro”, flotando con su fealdad en la sobremesa para desasosegar a los andaluces. Así que en las siguientes nos alegraron con que todavía hay actividades económicas que crecen, como las nuevas tecnologías y... ¡la moda infantil! Sí, lo mismo podemos recolocar a todos los parados de la construcción e incluso a los de Delphi haciendo pantalones de peto o bordando ositos. O, como dijeron en la noticia que vino a continuación, en “el segundo polo aeronáutico” del país que tenemos aquí para dar cobijo a los miles de especialistas en la cosa que da esta tierra, más que encofradores y camareros. El paro es simplemente depre y la economía se salva con la costura o con una tecnología que para nuestros curritos es marciana... ¿En qué mundo vive esta gente?


El telefonazo. El reportaje sólo iba a sacar una calle sin asfaltar, pero se trataba de un ayuntamiento socialista dentro de un tradicional feudo provincial socialista, y eso era demasiada acumulación de socialismo. El telefonazo desde los despachos de Canal Sur llegó y el reportaje no se emitió. Si por semejante bobada saltan los muelles del poder y meten la tijera en Canal Sur, imaginen lo que ocurre a diario con los grandes asuntos, con la corrupción, con el nepotismo, con los abusos y mentiras de la Junta. Si en Canal Sur tienen a un comisario político para los baches, qué no harán en los informativos, hasta dónde no llegará el control de estos bellacos que han hecho de Andalucía su hacienda y de la televisión pública su ministerio de propaganda y atontamiento...

Ilustración: www.canalsu.blogspot.com

Los días persiguiéndose: Fin del mundo (11/09/2008)

Ayer no fue el fin del mundo, aunque Zapatero habló, todavía entre las sábanas de sueño que trae septiembre, de tiempos duros y de prepararse para consolar a los pobres como monjitas. En la tribuna del Congreso, el presidente parecía que sólo repartía mendrugos, mientras lejos, los científicos del CERN encendían a chasquidos el Gran Colisionador de Hadrones, al que llaman “la máquina de Dios”, el acelerador de partículas que algunos zumbados siguen diciendo que va a tragarse el planeta en un agujero negro. Tranquilos, moriremos antes de la melancolía de los banqueros que de disolvernos en espuma cuántica. A Zapatero no lo salvará un fin del mundo, veremos la recesión antes que nuestra caída en sumideros de singularidad (en realidad lo de singularidad es un término relativista inaplicable ya, a pesar de que a Hawking y a Penrose les dio para ejercicios académicos). Siempre hay un Apocalipsis a la vista y ahora podemos escoger entre muchos el que nos dé más vértigo o ardor. El calentamiento global por culpa de la voracidad humana tiene poesía y drama euripídicos, con eso de Gaia vengándose desmelenada; el agujero negro del colisionador de partículas nos remite a Ícaro, a Prometeo, a Frankenstein y de nuevo al castigo por nuestra vanidad y curiosidad (el saber, el comer del Árbol del Bien y del Mal, les pareció a los dioses suficiente para expulsarnos del Paraíso). También algunos políticos, entre vísceras, han visto el Armagedón en la desintegración de la Patria o del dinero. El mito del fin del mundo nos ha acompañado durante toda la historia, pero uno piensa que la miseria y el sufrimiento humanos no requieren de grandes cataclismos, están ahí de manera más continua y empecinada y no tienen que quedar arrasados los continentes o chupados los océanos para que nos preocupen. Entre el fin del mundo de los oscuros agoreros y el cielo en la tierra de nuestros gobernantes debe de haber un término medio que serían simplemente la realidad o la cordura.

Los científicos van a encender de nuevo el Universo y el mayor experimento de la historia no nos matará, sino que nos desvelará otros secretos para comprender o quizá enmarañar aún más la existencia. Tampoco nos matará del todo la crisis económica, aunque traiga en este septiembre ceniciento mañanas y líderes de entierro o de hospital. Algo que no sea ni el miedo ni la sedación es lo que necesitamos, pero no nos lo dan los políticos. Rajoy aún personaliza en Zapatero la catástrofe, como si fuera un meteorito, y sigue hablando de él con las barbas en llamas. Zapatero parece que sólo se enfrenta a la crisis levantando la Biblia de la izquierda, usando aromaterapia y guardando cama. En Andalucía, ya ven que la respuesta ha sido más endeudamiento y ningún ahorro para sus gastos de corte, playa para Chaves y maní para los sindicatos, guateques de consejeros y nuestra economía débil guapeada aún más por la propaganda. No, no habrá fin del mundo cuando choquen los protones como pequeños cubazos de Universo y quizá deje su rastro el bosón de Higgs, la “partícula de Dios” que otorga masa a las demás. Seguramente aquí estamos condenados a morir más lento, morir sin morir entre la decadencia de la política, los tambores de los adivinos y la mentira de las palabras. Un fin del mundo les hubiera ahorrado a nuestros prebostes levantarse y fingir, pero todo sigue en pie, dolorosamente tangible aunque caedizo. El misterio de lo real puede estar más cerca en aquellas cuevas del CERN. Esta política, sin embargo, aún es más inextricable que el Universo.

Somos Zapping 7/09/2008

Tontos del pueblo. Se empeña en exagerar eso de hablar con papas en la boca y se le nota una querencia a lo pueblerino que le pone como alpargatas ante la cámara, pero a pesar de esto, sigo creyendo que Manu Sánchez tiene ingenio, todavía por desbastar, eso sí. Sin embargo, falta mucho para tener en él a un Buenafuente andaluz, que es lo que intenta. Manu sigue en su plazoleta, no se quita la pinta de maletilla del humor, un humor de corto alcance, como de su pedrada, por esa incapacidad de escapar de lo local, maldición de todos los humoristas de esta tierra. Su reciente intento de hacer de un paisano suyo un nuevo Chiquilicuatre ha resultado bochornoso. Aún hay diferencia entre la parodia y la exhibición de monstruos de verbena. Creo que no he terciado mucho en aquella polémica, ahora pasada, del Chiki-Chiki, pero a mí me divirtió mucho esa pantomima nada chusca, sino al contrario, muy pensada y calibrada, que pretendía ser una mofa de la música basura triunfante hoy en día, cosa que consiguió dejar patente precisamente con su éxito. Pero el José Pardo que nos presenta Manu no es un actor en el papel de enseñarnos lo estúpida que sigue siendo la masa, sino un señor con un plomillazo dado, más en la línea del frikismo morrallero de Jesús Quintero que otra cosa. Vi a este José Pardo con pinta de taxista cantando su Atanafúa, que así se llama el malparto, un interminable berreo acompañado del desguace de una guitarra, mientras Manu bailaba con un raro estilo Pulp Fiction cani, y se me cayó la cara de vergüenza. Aún más cuando este tipo nos mostró su otra habilidad, que es recitar con la misma voz de monseñor Amigo la homilía de la boda de la Infanta Elena. Ya está bien de hacer televisión con los tontos del pueblo y además pretender que eso sea humor inteligente de los gafitas, en el caso de Manu, o etnografía de tasca, en el de Quintero. Vamos a terminar pensando que los tontos del pueblo son ellos.


Bandoleros. Andalucía es su nombre sigue intentando hacer “realidad nacional” de esta tierra a base de épica autonomista, historias muleras y unos guiones como sacados de un almanaque de caja de ahorros. A los bandoleros andaluces dedicó un reciente programa, cosa que uno considera un acierto en esta época de bandidaje. Eso sí que forma parte de nuestra idiosincrasia actual, el mangar, el llenar alforjas, el entrar a saco con la faca, el poner el trabuco en el pecho, y encima hacer con eso héroes del pueblo. Con la cursilería tremolante que caracteriza al programa, nos invitaron a pasear por el “atlas sentimental de la delincuencia” y pensé que nada podía ser más andaluz que eso, aunque mejor que por las serranías del XIX deberían pasearse ahora por la Costa del Sol, por los ayuntamientos podridos y por los despachos covacheros en los que se cuece la corrupción política y urbanística. El programa todavía parecía dejar como excusa para el bandolerismo nuestra pobreza o la gloria de la ópera. Más difícil resulta encontrar una excusa para el expolio y el emputecimiento de lo público que hacen ahora entre unos y otros. Quizá sólo nuestra abulia, nuestra dejadez, que hace aquí más realidad nacional que los bandoleros con patilla y el pan con estrellas de los montes.


Matanza coplera. Ya tenemos de nuevo Se llama copla, y desde el casting, desde la primera cosecha callejera de andaluces luneros, como clavellinas del pueblo. Lo anunciaban con uno de los Vier letzte Lieder de Richard Strauss de fondo, nada menos, quizá como burla a la buena música, antítesis de este programa. Pero yo tenía curiosidad por verlo porque Eduardo Bandera adelantaba que “sólo 50 participantes han sobrevivido al casting”, así que quería saber cómo habían ido matando a los demás. ¿Nos matarán un día también al resto de los andaluces no suficientemente copleros? Pero no, no los mataban, es que el presentador había dicho una tontería. No los mataban pero por si acaso los participantes se persignaban y hasta se encomendaban a la Virgen del Rocío: “Eso es lo primero”, explicaba uno de estos modelos de buen andaluz. El andaluz de tapetillo de televisor pasó el casting y sobreimpresionaron este rótulo: “¡La Virgen del Rocío ha escuchado sus oraciones!”. Ya ven lo que nos queda que aguantar.

4 de septiembre de 2008

Los días persiguiéndose: La misión de los muertos (04/09/2008)

Me daban miedo las lápidas, ese encaje de los muertos. Yo tenía que pisarlas y era como pisar ciempiés, yo tenía que pasar junto a ellas y era como pasar entre los velos que movían todos aquellos esqueletos. Aquella larga galería, con la altura de sus dioses ahorcados, con la temperatura de la muerte cuando ya es piedra o aljibe, aquella iglesia comida por dentro de difuntos, sus lápidas con escudos de armas, cruces cuchilleras y monedas de la muerte, lo que tenía aquel mármol de cama para serpientes. Yo era pequeño y mi madre me llevaba a aquella iglesia para ver a un cura viejo que vivía allí en un infierno de santos con los ojos y los corazones sacados, de estampas ardiendo en aceite y sangre, muy arriba, después de pasar por aquella galería y subir una escalera que parecía colgar como un talud de la tumba más alta. Aquel cura tenía conocidos, influencias, no sé a qué colegios o milicias quería mandarme mi madre (nunca me mandó), pero me llevaba de vez en cuando a verlo y yo temblaba con el frío de los muertos y el horror de aquella santidad podrida de velas, fémures y llagas. A mí se me quedó para siempre la impresión de que en las iglesias no vivía ningún dios, sino un ejército de muertos vigilado por otros muertos. No sé qué muertos eran, aristócratas o mártires de la Patria, muertos antiguos como godos o soldados del Glorioso Alzamiento. Pero nunca pensé que fuesen muertos amigos ni enemigos míos. Ellos pertenecían a otro tiempo, ese tiempo suyo sin ojos, y yo sólo pensaba que estaban allí para asustarme y para arrastrame junto a ellos por las noches, esa misión de los muertos sin más historia, inocencia o culpa.

A los muertos se les puede hacer justicia, altares y escarnios, pero en realidad es algo que se les hace a los vivos que quedan, sus dueños o usufructuarios. Tengo sentimientos contradictorios con esto de la memoria histórica, la dignidad de los muertos y su florecimiento tan tarde. Reconozco mi bando, si hay que elegir uno. Yo también habría sido fusilado sin duda por los Nacionales. Pero no sé hasta qué punto quedan todavía esos bandos o pueden redimirnos los muertos. Aún hay tiempo para homenajes, sí, pero me temo que es demasiado tarde para la justicia, como para la venganza. Esto no es Argentina ni Chile, donde los asesinos aún se visten en los cuarteles, los partidos, el poder. No sé si lo que quieren Garzón u otros, ahora que sólo quedan hijos y nietos de aquello, es identificar las castas de los chivatos, de los jefecillos de pelotón y del Movimiento, estigmatizar genealogías de fachas igual que antes estaban estigmatizadas las familias de rojos, por los pecados de los padres y los fantasmas de sus librerías. Se diría que pretenden repartir ahora entre los que quedan la herencia de los buenos y los malos, por seguir pintando ese cuadro que todavía vende. Puede que persistan las dos Españas, pero de otra forma. Nuestra inmadurez democrática, es verdad, lo hace posible. La derecha de aquí es reaccionaria y beatona, pero ya no es aquélla que mataba por su imperio de águilas perdido. No creo que quede nadie que tenga sobre sí el peso de aquellos muertos, y buscar a los culpables en fotos o en apellidos es macabro y puede que injusto. Más allá del homenaje a los inocentes, a los masacrados, ve uno demasiada intención política, apropiarse un bando y señalar al partido enemigo todavía en el otro. A mí me daban miedo las lápidas y creía que ese miedo era la única misión de los muertos. Aún tengo cuidado de no hacer sobre ellos merendolas, espiritismos, resurrecciones ni aquelarres.