25 de junio de 2009

Los días persiguiéndose: El síndrome de Atocha (25/06/2009)

Madrid se come a reyes y a mamelucos, a poetas de carpetilla que llegan al Café Gijón y a taxistas de Illescas, a meritorias con el culo lleno de paja y a políticos de Ave. Madrid es una capital artificial, geométrica, sin puerto ni templo ni historia hasta que la eligieron entre rebaños para ser el corazón de un imperio. Pero por esta villa pasaron luego la gloria, los espadachines, las dinastías, la decadencia, los carromatos de mierda, el arte, las revoluciones, los ejércitos, todo eso que hace aún de Madrid la pensión de España, con su portera y su sereno. Todavía hay que hacer la mili en Madrid, todavía hay que peregrinar a Sol a ver que el país es lotería y bocatas, todavía hay que llegar a Atocha donde comienzan su cielo de hierro y su rueda desbocada. Sabina le hizo una canción o poema a Madrid, una de mis letras favoritas, terminando en Atocha, precisamente porque él sabe que allí empieza todo para los andaluces. El primer hollín en la nariz, el primer reloj de sol, la primera puerta sin destino, el primer general con pito, el primer sablazo, la primera sombra de sus edificios que era como la de aviones, la primera soledad, tan alta... Llegué la primera vez a Madrid con el bigotillo de los 13 años y me bautizaron con patatas bravas en la Gran Vía, que me pareció, entera, un cine dado la vuelta igual que un guante de señora. He ido muchas veces luego, a visitar a novias y amigos, a que me echaran amablemente de las redacciones, a recibir un premio o a que no me lo dieran, y siempre estaba ahí esa sensación vertiginosa de llegar o despertar en Atocha, con algo de acuario, de confitería, de invierno, de capilla, de acería, de barriga de ogro, de hospital de desahuciados y de página de Tolstoi.

Madrid se come a los curas y a las meninas, a las artillerías y a los paletos, a los tratantes y a los políticos de la provincia. Chaves tiene el síndrome de Atocha, que es el de no soltar la maleta, el de oler a gasolina y a churro y a viaje de soldado, el de tocar una dirección en el bolsillo, el de confundir los tamaños del mundo, el de escribir a la madre al pueblo. La Carrera de San Jerónimo, llena de tiros, desfiles y decapitados en las tribunas como en sus camas de caoba, no es el Hospital de las Cinco Llagas, mausoleo del sociatismo andaluz, plaza heredada, mueble con apellido. A Chaves, que ya estuvo en el Congreso en otro tiempo o realidad, se le olvidó eso como se olvida siempre al llegar a Madrid el precio del billete de metro. En Madrid no asustan sus modos de dueño, sus tretas de ganadero, sus pisadas por la casa. En Madrid, donde el pueblo se piensa cada mañana si despide a las monarquías o funda una resistencia, donde defenestraron a Borbones, validos, afrancesados y corazones de Jesús; en Madrid, lugar de todas las guerras y museos, Chaves sólo es otro que ha llegado a Atocha con el papelón de su pueblo, un número de teléfono y un recado. Da pena verlo en el Congreso como si no hubiera salido de su gallera, con el idioma que usaba para sus mozos y reyertas, herido como el cateto herido, aún patéticamente augusto ante esa conmiseración con la que suele mirar la capital el chorreo de Atocha que viene a comerse el mundo o a morir disuelto entre miles de otros curritos, genios, mimos o secretarias. Se le queda el acento, la furia, el agravio y el tamaño de donde viene, se le queda la melancolía como se les queda eso en los ojos a los que llegan a Atocha, donde todos los relojes se ponen en hora y hay que empezar la vida cogiendo un taxi.

23 de junio de 2009

Somos Zapping 21/06/2009

Fútbol en la calle. Entre ascensos, descensos y decesos, el fútbol es lo que provoca aquí más lágrimas y marabuntas. En todas las televisiones vimos la “marea verde” del Betis, una cosa como entre iraní y trianera, con José Manuel Soto de gurú, personaje perfecto para resumir Andalucía en la rumbita, el hambre de chacina y los relicarios del fútbol, esa religión de las pipas y el barrio. También vimos al Xerez subiendo muy largamente a Primera, con gloria, histerismo y política. Sí, porque las cámaras de Canal Sur 2 pronto buscaron en el palco a la alcaldesa del PSOE, Pilar Sánchez, a la que Antonio Bustos llamó “alcaldesa de primera”. “Agradezco a la Junta de Andalucía su apoyo, que aquí está el consejero...”, dijo emocionada. Aquí, la Junta hasta mete goles, y Canal Sur los canta, por supuesto, con la pasión que corresponde. Al lado de la alcaldesa, Luciano Alonso, el Consejero de Turismo y Deportes, parecía fingir sudar la camiseta o rematar de cabeza, y nos felicitaba a los andaluces por la gesta: “Vamos a ser el 20% de la Liga Profesional, y Andalucía va a ser la que tiene más equipos, por tanto es un día muy importante”. Además, “estaría bien que el Jaén suba, porque el G-8 sería el G-9”. El fútbol, única alegría de los pobres, única preocupación de los andaluces y único triunfo de la política. Como para no salir a la calle locos de alborozo.


Mejor pobres. En Comando actualidad, de TVE, los ricos de Marbella aparecían en esta crisis más alicatados que nunca. Yo diría que esta crisis sólo ha ampliado las terrazas y ha limpiado las piscinas. Lamborghinis y casoplones hacían aún un oasis o un Malibú en esta Andalucía del paro. No sé si en la tele nos enseñan el lujo para espantar el pesimismo económico o para que el pueblo se dé cuenta de que es mejor ser pobre que tener esos salones de rico mezcla de safari y galeón, tan espeluznantemente horteras. Quizá por eso nos sacaron después a Carmen Lomana, de profesión sus tocadores, mujer que no es que sea simplemente pija, sino que va disfrazada o alfombrada de todas las imitaciones y caricaturas de pija. Recordé que a esta señora, que yo no conocía, la había visto hace poco en el programa de Paz Padilla. Allí le preguntaron si era verdad que tenía un armario sólo para los chaneles, y ella dijo, con la boca de pegamento, que “sí, pero bueno, es una cosa normal”. Yo creo que nos sacan a esta gente, y con más razón en Canal Sur, para convencernos de que en realidad les tenemos que agradecer a los políticos esta crisis, de que es mejor ser pobre que ser así, como esta Carmen Lomana, tan vulgarmente amanerada, tan caramente inelegante, como si se comprara barreños incrustados de diamantes.


Innovación de la semana. Hasta esta Segunda Modernización de Andalucía, uno no creía que fuera posible el increíble avance del cultivo sostenible de hortalizas. Uno pensaba que sembrar tomates y lechugas era como montar una central nuclear, como poco. Menos mal que Tecnópolis nos abre los ojos con ese atrevimiento que han tenido en una cooperativa de Lebrija. Y no se queda ahí la cosa. Están investigando, “gracias a la Consejería de Innovación”, cómo cultivar almendros, que supongo que por primera vez no serán radiactivos. También producen “biomasa”. Qué moderno suena eso, ¿qué será? ¿Están haciendo tritio con azadones, están usando la zanahoria para un nuevo método de confinamiento magnético que haga posible la fusión? No, la biomasa sólo es forraje vegetal para quemar. Cuánta modernidad cabe en una carretilla...

Los días persiguiéndose: Nana del Betis (18/06/2009)

Yo fui una vez del Betis, o algo así recuerdo de noches de Estudio Estadio quizá tras Curro Jiménez, de esos cromos de Gordillo con sus tobillos atacados por cocodrilos, de esa Copa del Rey del 77 que a mí me parecía que habían ganado en los cropanes. Yo tenía una equipación completa del Betis, puede que falsa, de la que me sorprendían la longitud de las medias y la profesionalidad que éstas me regalaban, más incluso que el balón, mi primer balón de reglamento, también blanco y verde, que era duro y lujoso como un balón de hueso tallado y que en las tapias sonaba a campanazo y en los muslos a fusta. Yo era del Betis en mis querellas con las macetas y los gatos, con goles marcados a sábanas y gallinas, con postillas en las rodillas y una caterva de chiquillos que tiraban las carteras sobre trencas, escalones, puntillas y avisperos. Yo era del Betis no sé por qué, quizá porque esos colores me olían como a planchado en mi casa y a dulce en mi colegio. Pero también, cosas de la infancia, fui del Comando G y de los Nuevos Vengadores y de los hombres de Harrelson. Ninguno de aquellos febriles amores militantes sobrevivió luego demasiado. Fui tirando más al baloncesto y sólo volví a recaer en el fútbol más tarde, con el comienzo de la quinta del Buitre, haciéndome un poco de aquel Real Madrid milagroso y orquestal, pero entonces ya nada podía ser tan apasionado, ni tan mío. Yo fui del Betis igual que fui a veces Sandokán con una caña, pero ser Sandokán ya no me es posible. Creo que para mucha otra gente sí es posible y veo a adultos con su equipo como si éste fuera aquel Comando G mío, o más bien como si ellos mismos pudieran volver a ser ese Comando G. El fútbol es una infancia que no entiendo ya en curritos, quiosqueros, industriales, abuelas o novietas. Al menos este fútbol con el alma madrera, el corazón en escudo, el barrio catedralizado y el chocolate en domingo.

El Betis medio caído por su ciudad con su gloria y sus altares, como una procesión coja; el Betis usurpado o acaudillado, el Betis hundido en su río de folclóricas, el Betis comido por los cangrejos de su morería, por los piojos de sus santos. El Betis, lo han matado o humillado o salvado de nuevo igual que tantas veces. La afición del Betis ha salido a la calle como paseando sus viejos colchones blanquiverdes, setenta mil personas o más, con colores de servilleta y pasión de niños. Quizá no se dan cuenta de que el aciago Lopera fue posible por esa misma pasión, esa infantilidad, esa santería. Volverá a llegar otro salvador y será otra madre que zurcía y ponía veriscró, otro capitancillo del recreo, otro curita arremangado, y aplaudirán los que ahora piden venganza. Sale la gente a defender su sentimentalidad y sus calcomanías, pero veo que los andaluces sólo llenan la calle por mitologías y nanas, y eso no me da esperanza sino tristeza. Ni la pobreza, ni el paro, ni la incultura; nada de eso nos llama a la movilización, sino sólo si una Virgen se cambia de collar o unos gladiadores se descosen los calzones. Andalucía ha gritado qué es lo que le importa, y es tener el domingo salvaje de los niños y el heroísmo con hambre de las plazoletas. Ea, mi niño, ea, suena la nana del Betis para chiquillos mal dormidos, enfurruñados de estar sin patio, con sus juguetes por universo y el mañana de la siguiente merienda. Quieren la felicidad de los balonazos entre pájaros, como esa felicidad simple y barata que nos daban de chicos los gusanos de seda. No piden más. Y creo que no merecen más.

14 de junio de 2009

Somos Zapping 14/06/2009

Paz y eternidad. Ahora está de lunes a viernes, o es que me atormentan sus apariciones. El programa de Paz Padilla ya parecía repetirse aunque no fuera una repetición, en una especie de pesadilla de espejos donde se multiplican ella, el Risitas y otros andaluces abombados, alargados o arlequinados en esa decoración horrible que es como el tocador de una prima locaza de la Pimpinela Escarlata. Lo veo y no sé si son refritos o es verdad que Canal Sur le ha otorgado la noche como al fantasma en camisón que es ella a veces. Allí están, por ejemplo, Andy y Lucas, otra vez, como traperos con guitarra, y es imposible discernir si es algo nuevo o viejo, o es la eternidad de Andalucía manifestándose. Les escucho decir que están en la “Champions League” de la música porque los han nominado a los Grammy, esa cosa de raperos chatarreros y culonas del soul; o que “nosotros no seremos aún más grandes de lo que somos porque nos gusta el bar de la esquina”. Ya ven hasta dónde llega el ego de estos iconos de la juventud iletrada y satisfecha de aquí, lo que les engorda esa gloria como de ir de su pueblo a Las Vegas sin soltar la pelusa del catetismo, el manillar de la motillo y la casete de El Melli. ¿Está pasando eso que veo, ya pasó, o es que seguirá pasando siempre? El falso arte y la falsa gracia, la conversación de casapuerta, las palabras atrancadas, los personajes de baratillo... Todo igual o repetido, copiado o estirado, en ese programa que querían hacer un poco cubista con el perfil de Paz Padilla y la tapicería ajedrezada de los asientos, pero sólo es hortera. Ahora, encima, de lunes a viernes. Se regurgitan en la noche o es que no termina la pesadilla.


El torero piloto. Me he acordado de Enrique Romero, el de Toros para todos, viendo un antiguo episodio de Frasier, serie genial a la que recurro últimamente para descontaminarme del humor cagalero de Canal Sur. A Frasier le regala su padre un cuadro horripilante y chillón, una escena taurina que él describe como “un torero rabioso matando a un toro epiléptico”. Era inevitable que eso me llevara a Enrique Romero, cuyo mundo transmite la misma sensación. Me doy cuenta de que he ido haciendo en mi disco duro una colección como de estampas dadá de este hombre, de su programa que convierte la tauromaquia en parchís y de otras apariciones suyas, siempre anfetamínicas. Enrique Romero llama al absurdo, es el absurdo, es como el sombrerero loco de Alicia en versión taurina. Hay algo en él que transporta irremediablemente a un universo extraño, infantil, incognoscible, fuera de la lógica, de la cordura, de la adultez, del gusto, entre el flipe lisérgico y una Disneylandia del bombero torero. Recuerdo haberlo visto cocinando en su casa sacando toros de felpa y vestido de traje de luces (o eso imitaba su delantal). Recuerdo mi estupor pasando una y otra vez la grabación de unos segundos de su programa, empeñándome sin éxito en encontrarle explicación: un toro corría por el campo y habían rotulado en letras como de saloon del oeste esto: “Afriquito no corre. El toro saltavallas”. ¿En qué realidad podrían tener sentido estas palabras juntas? Pero nada comparable a lo que vi el otro día, casi un ready made. De nuevo me chocó el rótulo, lleno de toda la gravedad del camperismo: “El toro desde el cielo. Tienta de machos”. Pero la verdadera maravilla vino luego: un tipo con un casco de piloto toreando una vaquilla. Sí, un tipo que se baja de un autogiro y sin soltar el casco coge el capote. Era como el Cuarteto de los helicópteros de Stockhausen bajado a nuestra altura cultural. ¿Absurdo? ¿Ridículo? Ay, esto es Andalucía...

Los días persiguiéndose: Europeas (12/06/2009)

Vean lo que les importa Europa, hecha en Bruselas un casino, una piedad de museo, una escalinata de burócratas. En Valencia sirve para absoluciones, en Andalucía para legitimar a los interinos o para acechar al régimen, en Génova para unas primarias y en Ferraz para notar el primer temblor en sus cristalerías. Los ciudadanos votan o no votan por costumbre, por fidelidad, por convicción, por venganza, por asco y hasta por odio, pero luego los políticos meten todo en su saca creyendo que el pueblo le ha dado la razón al diablillo que les habla sobre el hombro. Los domingos de elecciones, piscineros y confiteros, con pereza y campanas, dan para más hermenéutica y profecías que la Biblia. Han visto al enemigo ahorcado o a Barrabás salvado por la plebe; han visto eclipses con la luna sangrando o el carro de Elías. Están entre los sueños de Jung y las monedas en los ojos de las pitonisas, pero nadie sabe lo que ha dicho el pueblo de verdad, salvo, quizá, que Europa está lejos y Zapatero herido en un ala.

Ha sido una campaña sucia, hecha por alcaldones para su barrio, por meritorios para su guapura, por cazadores para su hambre, mientras Europa era una excusa, el palacio con eco para los pedos domésticos. Esta Eurovisión de frikis, cabezas rapadas, partidos de celadores y orgullos magiares está tan lejos de los Estados Unidos de Europa como nuestra política lo está de la caballerosidad. Europa fracasó con el frenazo de aquella Constitución a medias, apenas una sopa de estrellas para una realidad de países bunkerizados, y ya sólo nos sirve de alto coliseo para los españolísimos mamporros entre partidos vecindones. Entre Bruselas y Estrasburgo harán la tarta de las banderas, la ruleta de las nacioncillas, con tirones de manga de oeste a este. La gran Europa se vuelve a fragmentar en reinos godos e imperios de un castillo, y aquí ayudamos subdividiendo los resultados de estas elecciones provincialmente, con cada señor y cada clan de partido contando sus votos y sus dientes conservados o perdidos. Lo mismo Montilla que Griñán, lo mismo Camps que Esperanza Aguirre, lo mismo Zapatero que Rajoy... Hasta a González Cabañas vi el otro día bordándose los resultados de Cádiz en el pecho. Las extrapolaciones a las generales o a las autonómicas que huelen a guisoteo, los saltitos en los balcones que anticipan advenimientos, las abstenciones que tienen dueño, Aquiles que dice que va alcanzando ya a la tortuga... Mucha adivinación me parece a partir de los que fueron el domingo a una misa negra o a sacar el perro, con Europa dormida en lejanas nieves.

No seré yo quien diga qué significan o qué han traído o cambiado estas elecciones. Que pierdan la cabeza los astrólogos de la corte, que son los que se la juegan con sus reyes. Diré mejor lo que no significan, lo que no han traído y lo que no han cambiado. No significan el indulto de Camps ni de Chaves, que los pecados y los delitos se puedan lavar con votos, que la corrupción se legitime en las urnas. No han traído la verdad ni el futuro, pues el pueblo un día despierta con hambre o rabia y degüella a partidos enteros y le da la vuelta a todas las vanidades y certezas. No han traído tampoco otra Europa a nuestros pies, una Europa en la que casi nadie pensaba, por la que casi nadie se levantaba de la cama. No han cambiado la política infecta, el olor de sus matanzas, su tierra quemada, sus instrumentos de destripar y engañar, sus cuadros de bandoleros. No han cambiado mi escepticismo. Ni mi esperanza.

Somos Zapping 7/06/2009

Morerías. A Obama le van a llover jamones, azulejos, giraldillos, macetones, repostería almendrada y hasta botellas con agua de aljibe. No sabe el pobre cómo las gastamos aquí cuando se nos saca el pueblo por la tele, cuanto más en un foro internacional de ese calibre. El andaluz de cestillo siempre está ahí con su bollo, su matanza, su medalla y su postal para regalarlos igual a Rafael Cremades que a Roberto Sánchez Benítez, igual a una infantita que a Bill Clinton. Tras mencionar Obama a Andalucía, Córdoba y sus mil y una noches, me di cuenta que los informativos de Canal Sur parecían algunos de mis paisanos de Sanlúcar cuando han salido en la tele Las Carlotas, con ese orgullo como de que hayan retransmitido su cocina vía satélite. Este catetismo, agigantado por Obama, tenía que llegar a las instituciones y a los políticos, que de repente han visto ensalzados los minaretes de su gobierno, las glorias de sus patios y la historia de sus oficinas de turismo. Todas las modernizaciones de Andalucía se diría que desembocaban en esa mención de Obama, nuestra tierra por fin referente mundial en lo político, lo cultural y hasta lo moral... Poco importa que Obama sacara un mito, una coletilla de cicerone. Si aquí se soportaron entonces tres religiones fue por pragmatismo más que otra cosa. A los musulmanes les venía mejor cobrar impuesto religioso a judíos y cristianos (eso no lo dijo) que forzar conversiones. Así, y más tras una invasión relámpago como fue aquélla, mantenían el poder y sacaban beneficios sin malgastar fuerzas en la represión y sin trastocar la estructura social y económica, que hubiera supuesto un caos contraproducente. Obama puso muchos cojines de más y los adornó con inquisiciones traídas de otro siglo, pero aquí ha sido suficiente para afianzar el eslogan oficial de la multiculturalidad (que suele servir de camino como guantazo a la derechona), para hacernos trasatlánticos, para unir nuestras morerías con las alabanzas de la administración americana al Ave o a los molinos de viento y, en fin, para regalarle un póster o un anuncio como de marca de café a la casta gobernante andaluza. Es igual, no dejan de parecer catetos con capacho y vecinos de Las Carlotas. Aunque se arroben en Canal Sur con Obama, ni aquellos califatos ni estos discursos nos sacan de pobres ahora ni nos convierten en un ajedrez de marfil en el mundo.


Ni bello ni útil. Jesús Quintero trajo hace poco a su programa de soplar velas y silencios a dos chiquillos de los de Juan y Medio, pero fueron ellos los que lo entrevistaron a él, aunque con preguntas que parecían también de él. Sí, fue como una autoentrevista con pajes intermediarios. Quintero se refirió a Menuda noche como un “hermoso programa, útil y bello”. Supongo que es una de esas frases que salen con la luz torcida de su estudio, que hace guapos a los feos y sabios a los colgados. Pero me animó a volver a ver Menuda noche, por comprobar hasta qué punto el ambiente de habitación con estufa de cisco del programa de Quintero le había abotargado el sentido. Comprobé que aquello sigue siendo un circo de pequeños monitos de lo andaluz, travestidos de mayores, usados para proyectar los afanes y la autosatisfacción de los adultos. Vi a inocentes de tres o cuatro añitos haciendo de tonadilleras para regocijo del personal, con trajes de flamenca durante las ferias y con tipo rociero durante el Rocío, todos nuestros tópicos en miniatura; vi su amaestramiento perruno, su infancia casi pervertida como de mises infantiles, esos críos hechos juguetes, mascotas, loritos. No me pareció bello ni útil, sino trabajo para la fiscalía de menores.

Los días persiguiéndose: Descreer (4/06/2009)

Es una religión sin dios, una religión sólo de hombres que escuchan sus adentros como campanas, o quizá ni siquiera es religión. Siempre he sentido simpatía por el budismo, sistema que parece contradecir sin más que enseñar una alpargata todo el feudalismo dogmático, toda la zoología, el negocio, el intervencionismo y la crueldad antropomórfica de los dioses de las religiones occidentales, que son generales con barba, padres odiosos, esclavistas con rayo en el dedo, usufructuarios de la culpa y redentores por el sufrimiento y la ignorancia. Los budistas llevan el Universo en un cuenco, mientras otros llevan sus dioses a caballo; los budistas buscan de dentro hacia fuera, mientras otros no dejan de esperar lo que baja de las escaleras del cielo, desde donde el mundo es un parchís. Donde otros ponen venganza, sometimiento, castración y cilicio, ellos ponen una moral de paz, equilibrio, serenidad y desapego. Ningún budista inició nunca ninguna guerra contra otra religión ni preparó hogueras para infieles. Aun así, yo no podría ser budista porque de vez en cuando hablan de espíritus que van de flor en flor o de vida en vida, o creen que la calva de un lama muerto asoma en un niño al que hacen monje de manera carcelera. A Osel lo encontraron con 14 meses en Bubión, donde el cielo es de piedra, y dijeron que era la reencarnación del lama Yeshe. Se lo llevaron a la India y lo trasplantaron a un trono como una escupiderita. A los 18 años, el pequeño saltamontes dejó el monasterio y ahora, más hippie que budista, ha reconocido en este periódico su infancia de sufrimiento. Hasta el budismo hace descreídos, y eso que no tienen apenas nada que creer.

Entre el creer y el descreer, me quedo con lo último. Descreer aunque sea un poco, lo justo para que pueda haber sentido crítico, ese mínimo grado de escepticismo sin el que es imposible buscar la verdad. El que cree ha renunciado a buscar, pues ya lo encontró todo. El que cree ya no se pregunta, sólo afirma. Dudar es el antídoto contra cualquier fanatismo. Y no hablo sólo de religión. Habría que descreer de la política, lo primero. De la progresía que es un teatrillo y del liberalismo que es una timba, de los partidos hechos castas y de los líderes campeones de la demagogia. Ahora que llegan las elecciones europeas como en un domingo sin autobuses, habría que descreer también de esta Europa mausoleo, poco más que una biblioteca de políticos sin pueblo. Aunque condenen a Barroso por faltón, habría que descreer igualmente de la Monarquía estatuada, intocable y paternal. Habría que descreer de los brotes verdes, de los nuevos modelos sostenibles sostenidos en las nubes, de la España plural tan llena de ideologías homogeneizantes, de la Historia que justifica venganzas, privilegios o cadenas, de los eslóganes para bobos, de los que nos rescatan por los pelos y de aquello de nosotros contra ellos. Descreer de tantos papas, santones, banderas y crucifijos; de tanta verdad por la cara y tanto fango por la boca; descreer de los buenos tan buenos y los malos tan malos, de los golpes en el pecho y de las manos en el fuego, de los salvadores de la Patria y de las sonrisas de los mimos. Hasta Zapatero y Griñán deberían descreer de Chaves, y nosotros de todos ellos. Descreer de los unos y de los otros, de sus herencias y metempsicosis. Descreer y quizá al final abandonar el monasterio o por el contrario quedarse, pero no ciego como un lama ciego o niño como un pequeño Buda cagón, sino consciente, alerta, crítico y libre. Descreer aunque sea un poco, o entre los dioses, los políticos y los antepasados nos harán necios y esclavos, que es lo que siempre quisieron.

Somos Zapping 31/05/2009

Normal. Zapatero ya se ha dado cuenta de lo que se ha llevado a Madrid, la última cacatúa del felipismo, los viejos zahones de una política de vaquería. Por no entrar en el feudo andaluz cuando debía, por darle a Chaves una salida sin horca ni vergüenza, ahora le pisan las alfombras ministeriales botos llenos de cagajones. Lo bueno que tiene todo esto de Chaves en la Corte, incluso antes de que apareciera su hija con poderes, es que nunca se ha hablado tanto de Andalucía en los medios nacionales como ahora. Primeras páginas en los periódicos, titulares en todos los informativos, protagonismo en las tertulias de radio y televisión... En España parece que han descubierto otro siglo que vivía en este país, una selva oculta con sus bosquimanos, una alta tierra como sin romanizar. Por ahí fuera alucinan oyendo a Martín Soler, a Luis Pizarro, al mismo Chaves defendiendo lo indefendible... Una hija del presidente de una autonomía contratada precisamente para gestionar ayudas ante la Junta... Lo más normal del mundo en este reducto de logreros y enchufados, claro, igual que su cadena de hermanos distribuidos a lo largo de todo el recorrido de los presupuestos públicos... Normal, sí, y cuanto más se empeña Chaves en declarar esta normalidad, mejor muestra los modos bucaneros de su régimen. Ahora saben en España cómo hemos ido funcionando, ahora estamos en el escaparate.


La cabila. 20 años de sevillanas, 20 años de chistes, 20 años de rumbas, 20 años de Rocío... Semana tras semana, Canal Sur exhibe su historia que es la nuestra, la de una Andalucía revolcada en su larga borrachera, en su despatarramiento con vino por el pelo, con dioses en hatillos, con musiquillas de palitroques, con risas en pedorreta, con cultura de alberca; toda esa cabila que somos, sin gusto ni inteligencia, asalvajada y contenta, alfarera y caballar, arrastrando nuestros carretones y jamonerías, celebrando nuestro medallismo de lo hortera, esa eucaristía de nuestros pies en salmuera. ¿Es lo que somos, o lo que han hecho de nosotros? Canal Sur le pone cada semana escarapelas a nuestra vergüenza, que no a nuestro ser. Nos deja sin esperanzas retratando la eternidad de Andalucía en infiernillos folclóricos, fiestas cacharreras y arte rebajado a sus babas y lloriqueos. Otro bonito escaparate.


Fanática sin saberlo. Veo a la sacerdotisa de todo eso, María del Monte, que parece que ha ido recogiendo en sus trajes de flamenca la cosecha entera de lechugas, santerías, cucañas y garbanzadas de esta tierra. Ella representa como nadie ese orgullo de lo andaluz amacetado y la avilantez de su triunfo, que es algo así como la dictadura cultural que hubieran impuesto unos muleros. Ella estatúa algo más grave que el tópico, que el simple reduccionismo folclorista de lo andaluz: un fanatismo del que ni siquiera se da cuenta. Como tantos otros “andaluces profesionales”, cree que habla, siente y piensa no más que lo que debe hablar, sentir y pensar el andaluz auténtico, el “buen andaluz”. No es consciente de la barbaridad, del totalitarismo que trasluce esto. No concibe que se pueda ser de otra manera, y por eso habla de Andalucía como si fuera sólo su peineta, por eso se dirige al pueblo como a su espejo reverberante, por eso define con mayúsculas indiscutibles el Arte y la Gracia de sus pobres palmoteos, por eso en el barullo agropecuario del Rocío dice “la Señora”, sin inmutarse. No sabe que es una fanática. No entiende que ella no es Andalucía, que Andalucía no tiene que ser ella.