Madrid se come a los curas y a las meninas, a las artillerías y a los paletos, a los tratantes y a los políticos de la provincia. Chaves tiene el síndrome de Atocha, que es el de no soltar la maleta, el de oler a gasolina y a churro y a viaje de soldado, el de tocar una dirección en el bolsillo, el de confundir los tamaños del mundo, el de escribir a la madre al pueblo. La Carrera de San Jerónimo, llena de tiros, desfiles y decapitados en las tribunas como en sus camas de caoba, no es el Hospital de las Cinco Llagas, mausoleo del sociatismo andaluz, plaza heredada, mueble con apellido. A Chaves, que ya estuvo en el Congreso en otro tiempo o realidad, se le olvidó eso como se olvida siempre al llegar a Madrid el precio del billete de metro. En Madrid no asustan sus modos de dueño, sus tretas de ganadero, sus pisadas por la casa. En Madrid, donde el pueblo se piensa cada mañana si despide a las monarquías o funda una resistencia, donde defenestraron a Borbones, validos, afrancesados y corazones de Jesús; en Madrid, lugar de todas las guerras y museos, Chaves sólo es otro que ha llegado a Atocha con el papelón de su pueblo, un número de teléfono y un recado. Da pena verlo en el Congreso como si no hubiera salido de su gallera, con el idioma que usaba para sus mozos y reyertas, herido como el cateto herido, aún patéticamente augusto ante esa conmiseración con la que suele mirar la capital el chorreo de Atocha que viene a comerse el mundo o a morir disuelto entre miles de otros curritos, genios, mimos o secretarias. Se le queda el acento, la furia, el agravio y el tamaño de donde viene, se le queda la melancolía como se les queda eso en los ojos a los que llegan a Atocha, donde todos los relojes se ponen en hora y hay que empezar la vida cogiendo un taxi.
25 de junio de 2009
Los días persiguiéndose: El síndrome de Atocha (25/06/2009)
23 de junio de 2009
Somos Zapping 21/06/2009
Mejor pobres. En Comando actualidad, de TVE, los ricos de Marbella aparecían en esta crisis más alicatados que nunca. Yo diría que esta crisis sólo ha ampliado las terrazas y ha limpiado las piscinas. Lamborghinis y casoplones hacían aún un oasis o un Malibú en esta Andalucía del paro. No sé si en la tele nos enseñan el lujo para espantar el pesimismo económico o para que el pueblo se dé cuenta de que es mejor ser pobre que tener esos salones de rico mezcla de safari y galeón, tan espeluznantemente horteras. Quizá por eso nos sacaron después a Carmen Lomana, de profesión sus tocadores, mujer que no es que sea simplemente pija, sino que va disfrazada o alfombrada de todas las imitaciones y caricaturas de pija. Recordé que a esta señora, que yo no conocía, la había visto hace poco en el programa de Paz Padilla. Allí le preguntaron si era verdad que tenía un armario sólo para los chaneles, y ella dijo, con la boca de pegamento, que “sí, pero bueno, es una cosa normal”. Yo creo que nos sacan a esta gente, y con más razón en Canal Sur, para convencernos de que en realidad les tenemos que agradecer a los políticos esta crisis, de que es mejor ser pobre que ser así, como esta Carmen Lomana, tan vulgarmente amanerada, tan caramente inelegante, como si se comprara barreños incrustados de diamantes.
Innovación de la semana. Hasta esta Segunda Modernización de Andalucía, uno no creía que fuera posible el increíble avance del cultivo sostenible de hortalizas. Uno pensaba que sembrar tomates y lechugas era como montar una central nuclear, como poco. Menos mal que Tecnópolis nos abre los ojos con ese atrevimiento que han tenido en una cooperativa de Lebrija. Y no se queda ahí la cosa. Están investigando, “gracias a la Consejería de Innovación”, cómo cultivar almendros, que supongo que por primera vez no serán radiactivos. También producen “biomasa”. Qué moderno suena eso, ¿qué será? ¿Están haciendo tritio con azadones, están usando la zanahoria para un nuevo método de confinamiento magnético que haga posible la fusión? No, la biomasa sólo es forraje vegetal para quemar. Cuánta modernidad cabe en una carretilla...
Los días persiguiéndose: Nana del Betis (18/06/2009)
El Betis medio caído por su ciudad con su gloria y sus altares, como una procesión coja; el Betis usurpado o acaudillado, el Betis hundido en su río de folclóricas, el Betis comido por los cangrejos de su morería, por los piojos de sus santos. El Betis, lo han matado o humillado o salvado de nuevo igual que tantas veces. La afición del Betis ha salido a la calle como paseando sus viejos colchones blanquiverdes, setenta mil personas o más, con colores de servilleta y pasión de niños. Quizá no se dan cuenta de que el aciago Lopera fue posible por esa misma pasión, esa infantilidad, esa santería. Volverá a llegar otro salvador y será otra madre que zurcía y ponía veriscró, otro capitancillo del recreo, otro curita arremangado, y aplaudirán los que ahora piden venganza. Sale la gente a defender su sentimentalidad y sus calcomanías, pero veo que los andaluces sólo llenan la calle por mitologías y nanas, y eso no me da esperanza sino tristeza. Ni la pobreza, ni el paro, ni la incultura; nada de eso nos llama a la movilización, sino sólo si una Virgen se cambia de collar o unos gladiadores se descosen los calzones. Andalucía ha gritado qué es lo que le importa, y es tener el domingo salvaje de los niños y el heroísmo con hambre de las plazoletas. Ea, mi niño, ea, suena la nana del Betis para chiquillos mal dormidos, enfurruñados de estar sin patio, con sus juguetes por universo y el mañana de la siguiente merienda. Quieren la felicidad de los balonazos entre pájaros, como esa felicidad simple y barata que nos daban de chicos los gusanos de seda. No piden más. Y creo que no merecen más.
14 de junio de 2009
Somos Zapping 14/06/2009
El torero piloto. Me he acordado de Enrique Romero, el de Toros para todos, viendo un antiguo episodio de Frasier, serie genial a la que recurro últimamente para descontaminarme del humor cagalero de Canal Sur. A Frasier le regala su padre un cuadro horripilante y chillón, una escena taurina que él describe como “un torero rabioso matando a un toro epiléptico”. Era inevitable que eso me llevara a Enrique Romero, cuyo mundo transmite la misma sensación. Me doy cuenta de que he ido haciendo en mi disco duro una colección como de estampas dadá de este hombre, de su programa que convierte la tauromaquia en parchís y de otras apariciones suyas, siempre anfetamínicas. Enrique Romero llama al absurdo, es el absurdo, es como el sombrerero loco de Alicia en versión taurina. Hay algo en él que transporta irremediablemente a un universo extraño, infantil, incognoscible, fuera de la lógica, de la cordura, de la adultez, del gusto, entre el flipe lisérgico y una Disneylandia del bombero torero. Recuerdo haberlo visto cocinando en su casa sacando toros de felpa y vestido de traje de luces (o eso imitaba su delantal). Recuerdo mi estupor pasando una y otra vez la grabación de unos segundos de su programa, empeñándome sin éxito en encontrarle explicación: un toro corría por el campo y habían rotulado en letras como de saloon del oeste esto: “Afriquito no corre. El toro saltavallas”. ¿En qué realidad podrían tener sentido estas palabras juntas? Pero nada comparable a lo que vi el otro día, casi un ready made. De nuevo me chocó el rótulo, lleno de toda la gravedad del camperismo: “El toro desde el cielo. Tienta de machos”. Pero la verdadera maravilla vino luego: un tipo con un casco de piloto toreando una vaquilla. Sí, un tipo que se baja de un autogiro y sin soltar el casco coge el capote. Era como el Cuarteto de los helicópteros de Stockhausen bajado a nuestra altura cultural. ¿Absurdo? ¿Ridículo? Ay, esto es Andalucía...
Los días persiguiéndose: Europeas (12/06/2009)
Ha sido una campaña sucia, hecha por alcaldones para su barrio, por meritorios para su guapura, por cazadores para su hambre, mientras Europa era una excusa, el palacio con eco para los pedos domésticos. Esta Eurovisión de frikis, cabezas rapadas, partidos de celadores y orgullos magiares está tan lejos de los Estados Unidos de Europa como nuestra política lo está de la caballerosidad. Europa fracasó con el frenazo de aquella Constitución a medias, apenas una sopa de estrellas para una realidad de países bunkerizados, y ya sólo nos sirve de alto coliseo para los españolísimos mamporros entre partidos vecindones. Entre Bruselas y Estrasburgo harán la tarta de las banderas, la ruleta de las nacioncillas, con tirones de manga de oeste a este. La gran Europa se vuelve a fragmentar en reinos godos e imperios de un castillo, y aquí ayudamos subdividiendo los resultados de estas elecciones provincialmente, con cada señor y cada clan de partido contando sus votos y sus dientes conservados o perdidos. Lo mismo Montilla que Griñán, lo mismo Camps que Esperanza Aguirre, lo mismo Zapatero que Rajoy... Hasta a González Cabañas vi el otro día bordándose los resultados de Cádiz en el pecho. Las extrapolaciones a las generales o a las autonómicas que huelen a guisoteo, los saltitos en los balcones que anticipan advenimientos, las abstenciones que tienen dueño, Aquiles que dice que va alcanzando ya a la tortuga... Mucha adivinación me parece a partir de los que fueron el domingo a una misa negra o a sacar el perro, con Europa dormida en lejanas nieves.
No seré yo quien diga qué significan o qué han traído o cambiado estas elecciones. Que pierdan la cabeza los astrólogos de la corte, que son los que se la juegan con sus reyes. Diré mejor lo que no significan, lo que no han traído y lo que no han cambiado. No significan el indulto de Camps ni de Chaves, que los pecados y los delitos se puedan lavar con votos, que la corrupción se legitime en las urnas. No han traído la verdad ni el futuro, pues el pueblo un día despierta con hambre o rabia y degüella a partidos enteros y le da la vuelta a todas las vanidades y certezas. No han traído tampoco otra Europa a nuestros pies, una Europa en la que casi nadie pensaba, por la que casi nadie se levantaba de la cama. No han cambiado la política infecta, el olor de sus matanzas, su tierra quemada, sus instrumentos de destripar y engañar, sus cuadros de bandoleros. No han cambiado mi escepticismo. Ni mi esperanza.
Somos Zapping 7/06/2009
Ni bello ni útil. Jesús Quintero trajo hace poco a su programa de soplar velas y silencios a dos chiquillos de los de Juan y Medio, pero fueron ellos los que lo entrevistaron a él, aunque con preguntas que parecían también de él. Sí, fue como una autoentrevista con pajes intermediarios. Quintero se refirió a Menuda noche como un “hermoso programa, útil y bello”. Supongo que es una de esas frases que salen con la luz torcida de su estudio, que hace guapos a los feos y sabios a los colgados. Pero me animó a volver a ver Menuda noche, por comprobar hasta qué punto el ambiente de habitación con estufa de cisco del programa de Quintero le había abotargado el sentido. Comprobé que aquello sigue siendo un circo de pequeños monitos de lo andaluz, travestidos de mayores, usados para proyectar los afanes y la autosatisfacción de los adultos. Vi a inocentes de tres o cuatro añitos haciendo de tonadilleras para regocijo del personal, con trajes de flamenca durante las ferias y con tipo rociero durante el Rocío, todos nuestros tópicos en miniatura; vi su amaestramiento perruno, su infancia casi pervertida como de mises infantiles, esos críos hechos juguetes, mascotas, loritos. No me pareció bello ni útil, sino trabajo para la fiscalía de menores.
Los días persiguiéndose: Descreer (4/06/2009)
Entre el creer y el descreer, me quedo con lo último. Descreer aunque sea un poco, lo justo para que pueda haber sentido crítico, ese mínimo grado de escepticismo sin el que es imposible buscar la verdad. El que cree ha renunciado a buscar, pues ya lo encontró todo. El que cree ya no se pregunta, sólo afirma. Dudar es el antídoto contra cualquier fanatismo. Y no hablo sólo de religión. Habría que descreer de la política, lo primero. De la progresía que es un teatrillo y del liberalismo que es una timba, de los partidos hechos castas y de los líderes campeones de la demagogia. Ahora que llegan las elecciones europeas como en un domingo sin autobuses, habría que descreer también de esta Europa mausoleo, poco más que una biblioteca de políticos sin pueblo. Aunque condenen a Barroso por faltón, habría que descreer igualmente de la Monarquía estatuada, intocable y paternal. Habría que descreer de los brotes verdes, de los nuevos modelos sostenibles sostenidos en las nubes, de la España plural tan llena de ideologías homogeneizantes, de la Historia que justifica venganzas, privilegios o cadenas, de los eslóganes para bobos, de los que nos rescatan por los pelos y de aquello de nosotros contra ellos. Descreer de tantos papas, santones, banderas y crucifijos; de tanta verdad por la cara y tanto fango por la boca; descreer de los buenos tan buenos y los malos tan malos, de los golpes en el pecho y de las manos en el fuego, de los salvadores de la Patria y de las sonrisas de los mimos. Hasta Zapatero y Griñán deberían descreer de Chaves, y nosotros de todos ellos. Descreer de los unos y de los otros, de sus herencias y metempsicosis. Descreer y quizá al final abandonar el monasterio o por el contrario quedarse, pero no ciego como un lama ciego o niño como un pequeño Buda cagón, sino consciente, alerta, crítico y libre. Descreer aunque sea un poco, o entre los dioses, los políticos y los antepasados nos harán necios y esclavos, que es lo que siempre quisieron.
Somos Zapping 31/05/2009
La cabila. 20 años de sevillanas, 20 años de chistes, 20 años de rumbas, 20 años de Rocío... Semana tras semana, Canal Sur exhibe su historia que es la nuestra, la de una Andalucía revolcada en su larga borrachera, en su despatarramiento con vino por el pelo, con dioses en hatillos, con musiquillas de palitroques, con risas en pedorreta, con cultura de alberca; toda esa cabila que somos, sin gusto ni inteligencia, asalvajada y contenta, alfarera y caballar, arrastrando nuestros carretones y jamonerías, celebrando nuestro medallismo de lo hortera, esa eucaristía de nuestros pies en salmuera. ¿Es lo que somos, o lo que han hecho de nosotros? Canal Sur le pone cada semana escarapelas a nuestra vergüenza, que no a nuestro ser. Nos deja sin esperanzas retratando la eternidad de Andalucía en infiernillos folclóricos, fiestas cacharreras y arte rebajado a sus babas y lloriqueos. Otro bonito escaparate.
Fanática sin saberlo. Veo a la sacerdotisa de todo eso, María del Monte, que parece que ha ido recogiendo en sus trajes de flamenca la cosecha entera de lechugas, santerías, cucañas y garbanzadas de esta tierra. Ella representa como nadie ese orgullo de lo andaluz amacetado y la avilantez de su triunfo, que es algo así como la dictadura cultural que hubieran impuesto unos muleros. Ella estatúa algo más grave que el tópico, que el simple reduccionismo folclorista de lo andaluz: un fanatismo del que ni siquiera se da cuenta. Como tantos otros “andaluces profesionales”, cree que habla, siente y piensa no más que lo que debe hablar, sentir y pensar el andaluz auténtico, el “buen andaluz”. No es consciente de la barbaridad, del totalitarismo que trasluce esto. No concibe que se pueda ser de otra manera, y por eso habla de Andalucía como si fuera sólo su peineta, por eso se dirige al pueblo como a su espejo reverberante, por eso define con mayúsculas indiscutibles el Arte y la Gracia de sus pobres palmoteos, por eso en el barullo agropecuario del Rocío dice “la Señora”, sin inmutarse. No sabe que es una fanática. No entiende que ella no es Andalucía, que Andalucía no tiene que ser ella.