29 de marzo de 2010

Somos Zapping: Cantineras y padrecitos (29/03/2010)

Pitas, pitas. Hay que tener cuidado con las metáforas de animales, que igual hacen heráldica que lo ensucian todo. Una paloma en el cielo puede ser un ángel con Dios en el pico, pero también puede ser el mismo cielo en posición de cagarnos. Hay que tener cuidado, que los corrales apestan y los mulos cocean. Ahora nos ha venido con lengua suelta y palos de gallinero Esperanza Aguirre, esa mujer que hace zarzuelas con la boquita, especie de dueña de la que bien podríamos decir lo que escribió Quevedo: “Más charló que una azuda y una aceña”. “Pitas, pitas”, nos llama Zapatero mientras los andaluces zureamos o cacareamos cluecos, según ella, y así nos lo han sacado en todas las televisiones (yo lo vi en lo de Wyoming, donde hicieron graciosas salchichas con la frase y con Aguirre). Parece que, por una razón u otra, Andalucía siempre tiene reservado por ahí el rincón de la paja, pero ése es tema aparte. Esperanza Aguirre va de castiza, y es verdad, porque nada hay tan español como llamarse perros o gallinas o cabrones o cabestros o puercos o palomos cojos, animales todos de insulto reverendo, mezquino y matarife. Sólo “hijoputa” vence aquí a las bestias, palabrota que por cierto también ha usado Aguirre en sus maneras legionarias de hacer política. No, no voy a ponerme digno ni a salir con eso del “insulto a Andalucía”, que es otra vulgaridad. Tampoco voy a entrar en si los subsidios nos hacen flojos o nos tapan la boca, que no es la cuestión. Pero si las autonomías, los pueblos y los políticos empiezan a llamarse unos a otros con metáforas de chiquero, esto va a ser un lodazal. Aguirre tiene boca de jarro y pulla de cantinera, y aquí quizá hay símiles también rurales pero menos estercolados que los que le salen a ella. Hay que tener cuidado con las metáforas de animales, sobre todo si pretenden restablecer esa España de linde, vergazo, berrido y leche agria.


Dinero de ida y vuelta. Sólo me voy a detener en un coletazo televisivo de ese Consejo de Ministros que tuvo lugar en Sevilla y que en Canal Sur retrataron como poniendo monedas sobre monedas igual que mudéjar sobre mudéjar. Me refiero a la entrevista que le hizo Mabel Mata al presidente (a ella le encantaba decir eso de “presidente”, dejando caer encima de la mesa los pliegues de las mayúsculas y terciopelos con los que entonaba la palabra). Fue, como era previsible, una de esas entrevistas con alfombra donde las preguntas llaman al lucimiento del entrevistado, y hasta los pequeños peros de la periodista parecía que sólo daban el pie para que Zapatero colara su argumentario. La manera de empezar ya fue llamativa. Después de subrayar lo histórico del evento, Mabel Mata comenzó a enumerar los regalos que nos había traído Zapatero a casa en sus camellos. Sacó antes que nada la economía sostenible como una reluciente corona, y luego continuó así: “Pero es que, además, también se aprobaron medidas y ayudas para las zonas afectadas por el temporal y también supimos más, supimos que, por fin, (...) se pusieron de acuerdo para saldar la deuda histórica”. Noten ese “pero es que además”, que significa “por si no fuera bastante [la ley de economía sostenible]”. Parecía una de esas presentaciones que hacía José Luis Moreno, con halagos en ristra. Pero lo mejor fue la explicación que encontró Mabel Mata para no liquidar la deuda histórica con todos sus millones contantes y sonantes. Eso sí que fue un ejercicio de saltimbanquismo, chocante hasta para ese periodismo servilón que transparentaba: “Pero sí es cierto que hay que recordar algo [en lo] que insistía el Gobierno de la Junta, y es que la Junta debe dinero al Estado y por lo tanto, si hubiera entregado ese cheque con el dinero (...) habrá sido, para que nos entiendan cada uno en su casa, una especie de cheque de ida y vuelta, porque se habría restado el dinero que se debía”. ¿Cómo? Intenten ustedes encontrarle sentido, porque yo no soy capaz. No sé si eso significa que la deuda histórica se compensa con lo que Andalucía le debe al Estado (entonces, ya estaría saldada), o que no nos dan el dinero para que no nos liemos sumando, restando o trasegando millones, o que, simplemente, su desfachatez es inconmensurable.


Amor filial. Llamarlo y rotularlo “Pepe Griñán” es poco. Al presidente de la Junta deberían llamarlo en TVE y Canal Sur directamente papi, papito, o mejor opaíto, como corresponde al tierno paternalismo con el que el PSOE cuida de su Andalucía formada por churumbeles y ahijados. Pepe todavía suena a quiosquero amable, a profe bueno o a cura enrollado, y ésa no es la relación que tiene él con su amado pueblo. Es cobarde o tibia la televisión pública. Papito Griñán sería lo suyo. Y el Día de Andalucía se debería celebrar el 19 de marzo. Sería una bonita y merecida demostración de amor filial.

25 de marzo de 2010

Los días persiguiéndose: La política es así (25/03/2010)

Viendo al nuevo gobierno de Griñán en fila, con aire de pequeña gloria copera, pienso que lo que parece es un equipo de fútbol de pueblo, de ésos patrocinados por empresas de grúas, de ésos que visitan al párroco con trajecito de domingo después de jugar en polígonos o regadíos. Quizá es porque tengo sobre la mesa la Historia del fútbol que me acaba de enviar mi amigo y colega Juan Antonio Bueno Álvarez, Biblia del deporte rey que han escrito él y Miguel Ángel Mateo y que va desde Homero hasta los calzoncillos de Cristiano Ronaldo, deteniéndose ante cada gol como en una pinacoteca. Están en la portada Pelé, Maradona, Cruyff, Di Stefano, como dioses de la geometría y de los cropanes, todos esos hombres que componían cantatas con los pies y mandaban sobre el balón como sobre halcones. A su lado, el equipo de Griñán desplegado en el periódico se me aparece como una alineación de tuercebotas, leñeros y trotones. Lejos de la “excelencia” que tanto ha pregonado Griñán, son ese equipo que lucha por la permanencia armado con lo que tienen: viejos cabecillas de vestuario y jóvenes ascendidos por sus patadas (no aprendieron de los mayores otra cosa), todos muy conscientes de su rango cuartelero. Más fidelidad que talento, más cicatrices que imaginación, más galones ganados en las duchas que genio descarado en el terreno de juego. Como el fútbol, quizá la política, simplemente, también “es así”.

El fútbol es el sucedáneo de la guerra y es la última escuela de héroes. A veces hace esculturas de un segundo, puentes colgantes para que pase un solo soldado y vidrieras para que las rompa una sola paloma; a veces roba arte o ingeniería de la mesa del Gran Arquitecto y crea con sus triángulos y rectas de colores composiciones de Kandinsky o jardines con laberinto de los que se escapa bailando un aristócrata o un arpista. A veces, también, se embarra de fanáticos y alcoholizados, chulazos y mesías, taberneros y posturitas. Uno estaba decepcionado o asqueado del fútbol, pero luego llegan Xavi, Iniesta, Messi, o hasta Guti, y te hacen de nuevo religioso. En esta política nuestra aún estamos esperando el genio que nos devuelva el domingo a su templo, el ruido a su música y la inteligencia a su podio. Cuando Zapatero, en medio de la crisis y de la lluvia de almohadillas, metió a melenitas sin toque y a vendedores de colonias y se quedó sin centro del campo, nos dimos cuenta de que el genio no iba a ser él, aunque hablara como los entrenadores argentinos, con dulzura, filosofía y retruécanos. Cuando Griñán viene a salvar al club del descenso pero pone de delanteros a los masajistas, de medio volante a un hijo y de centrales a los viejos mastuerzos, nos hemos dado cuenta de que tampoco va a ser él el que traiga la gloria y la revolución. Dejar a Pizarro o recuperar a Paulino Plata es como alinear a Goicoetxea o fichar a Julio Alberto. Hacer un gobierno equilibrando las provincias es como mantener en el equipo las jerarquías de vestuario, no para que haya juego, sino para no encontrarse con un motín de capitanes. Si esperábamos galácticos y artistas delineantes, nos han dado rompepiernas y catenaccio. Si quedaba una esperanza de volver a primera división, Griñán se la ha cargado haciendo de su gobierno algo así como esa eternidad en el ahogamiento y la melancolía que define a mi querido Cádiz. Me voy a leer esta historia del fútbol profusa y como griega que ha escrito mi colega por pensar que, al menos ahí, el talento y la magia aún ganan a la mediocridad y a la marrullería. En nuestra política, ya vemos que no hay fuelle ni cerebro para que ocurra algo así.

22 de marzo de 2010

Somos Zapping: El miedo a las bombillas (22/03/2010)

Misión de audaces. Ignoro cuál puede ser la necesidad o la motivación para semejante alarde melodramático, que creo que no he visto nunca en televisión. Pero a él se rindieron, tan aficionados como son en Canal Sur al efectismo ternurista: llevaron a Juan y Medio a su programa de la tarde en silla de ruedas y allí lo plantaron como para que hiciera geriatría desde la propia cama articulada de la cosa. Estaba entre atropellado y veterano del Vietnam, que es quizá una forma de convertir en heroísmo la profesión de presentador. En Canal Sur los presentadores son más que eso, son artificieros, son soldados abatidos en su misión, son valientes que se juegan la vida por su audiencia de mesa camilla y vuelven recién ametrallados a seguir defendiendo la colina de la vulgaridad, arrastrando una pierna que cuelga y sacándose las balas con cuchillos. Canal Sur necesita sus generales rodeados, el pirata con la pata de palo que guarda el último cañón o el francotirador que resiste con las tripas fuera, el héroe que muere matando y con las botas puestas para que al pueblo no le falte la risotada. Nada puede impedir que Canal Sur cumpla con su sagrada cruzada, y si el presentador que la capitanea tiene que aparecer con una flecha clavada, pues mejor, que eso aún enardece más. Quién se atreverá a decir que sólo se trata de acomodados y biencomidos que viven a costa de la idiotización del pueblo, cuando están ahí con su pierna volada y la última granada en la boca. Esa misión de audaces suya, esa manera de ser mártires y espartanos... Le deseo a Juan y Medio una pronta y total recuperación, pero creo que desaprovechó el efecto. Si hubiera hecho coincidir su regreso entre morteros con alguno de sus telemaratones, Andalucía entera habría llorado como en El paciente inglés.


Campos magnéticos. No era la hora del miedo, sino la de las cocinillas, pero en Mira la vida querían un rato de susto y misterio y se dispusieron a encogernos el corazón con lo que tenían a mano, que eran sólo focos y abrelatas. Invitaron a Javier Sierra y a Enrique de Vicente, vividores de estos asuntos, y Mariló Maldonado hizo con ellos el intento de meter todo Iker Jiménez en diez minutos de turmix, mezclando caras de Bélmez, apocalipsis mayas, espiritismos de comedor, cuberterías enterradas de Dan Brown, poltergeist (ella dijo “postelgeis”, o sea, algo así como unos pósteres gays para chinos), y en ese plan. Pero, entre tantos enigmas chorras pasándonos la mano por la nuca, en ese ambiente en el que se pretende que dé miedo hasta abrir la nevera, lo más terrorífico, lo más acojonante eran... ¡los campos magnéticos! Poniendo toda la cara de misterio de la que era capaz, la presentadora miró a la cámara y, como si de fondo aullara un hombre lobo, su pregunta nos erizó a todos el espinazo: “¿Hay algún campo magnético aquí?”. Mujer, esperemos que sí, al menos el de la Tierra, porque sin él nos freirían los rayos cósmicos y el viento solar, y eso sería más chungo que el fin del mundo de los mayas. Lo que ocurre es que ella no se acuerda de la EGB, cuando nos explicaban lo del campo magnético terrestre, los bonitos cinturones de Van Allen y demás. Mariló tiene que temblar ante una brújula, y no digamos ante los imanes de frigorífico. Qué miedo esos plátanos y cerezas que aguantan los dibujos de los hijos y la lista de la compra, signos sin duda de espíritus y presencias... Espero que al decir yo ahora que, en realidad, cualquier carga eléctrica en movimiento genera un campo magnético, ella no se tenga que esconder debajo de la cama. “Cuéntame cosas que me hagan dormir esta noche, ¿eh?”, le pedía ella a Javier Sierra, que sólo había dicho que “vivimos rodeados de cosas invisibles”. Lo mal que lo debe de pasar con las emisiones de FM, la pobre. Pues aun así, se levantaron con un medidor para intentar localizar un campo magnético especialmente intenso (“si está encantado no me lo digas, que entonces el lunes no vengo”, insistía ella). Y fue entonces cuando a todos se nos paró el pulso al encontrar uno... ¡provocado por una bombilla de bajo consumo! “Ahí, ahí justo había un campo magnético y lo hemos detectado”, decía asombrada Mariló Maldonado, señalando a la bombilla más como a un nido de ratones que como a un vórtice de otra dimensión. La ignorancia sí que da miedo, más que los muertos y las bombillas.


Para qué. Se preguntarán si no voy a recrearme en el Consejo de Ministros de Sevilla, en los directos, embelesos, regalos, salvaciones y preces de Canal Sur al respecto. Pues no. Para qué. Si nos creemos que hay duendes en las bombillas, cómo entrar en el misterio de que Canal Sur narre como un milagro mariano el aura de la economía sostenible o una deuda histórica liquidada con dos milloncejos y algunos descampados.

Los días persiguiéndose: Cultura de la muerte (18/03/2010)

Que no respiren por uno las máquinas, que no tenga el hacha de Dios la última palabra, que no nos muramos cagados, que no padezcamos para que sigan contentos los dueños de nuestra vida. En Andalucía se ha aprobado ahora la primera ley autonómica sobre muerte digna, que no es eutanasia ni suicidio, sino sólo que tengan piedad y respeto en los hospitales por el que entrega la cuchara sin querer dejar el cuadro de una crucifixión. Pero, en realidad, no sé si “digna” es la palabra adecuada. El sufrimiento puede ser digno para muchos, y, de hecho, el cristianismo se sustenta en la tortura consentida de su propio Dios. Yo puedo considerar inmoral que el sufrimiento agrade a los dioses y sirva como expiación, pero esto sólo es una opinión. No es cuestión de dignidad, pues, sino de libertad. Hasta hace no mucho, la vida te la podía quitar sin muchas explicaciones el amo, el inquisidor, el rey o el alguacil. Y, con la misma arbitrariedad, por supuesto Dios, que suele llamar a deshora, cuando le falta personal allí arriba o le sobra aquí abajo, según sus cuentas de gobernanta. Lo fundamental es si la vida de uno le pertenece a otro, al señor, al Estado o a Dios. Yo creo que la propia vida no es un permiso ni un préstamo, y por ello no hay mayor acto de libertad que disponer de ella, que es una manera de negar a sus dueños y a los contratos que hemos imaginado con ellos. No hay que llegar a querer matarse por lucidez, como Cioran, para defender la libertad siquiera de pensarlo, aunque sea sólo por espantar a los que nos dicen que no podemos. Pero no, esta ley no va de matarse, sino de decidir hasta dónde está uno dispuesto a seguir viviendo sin ganas o sin tripas. Por eso no quería hablar tanto de esta ley en sí como de un martillo ideológico que suelen sacar algunos cuando rondan estos temas. Es lo que, desde ciertas posiciones normalmente religiosas, vienen en llamar tenebrosamente “cultura de la muerte”.

Sacan este martillo cuando creen que vienen doctores asesinos, vampiros de la izquierda, rojazos con guadaña que disfrutan, de puro malvados, asesinando fetos y viejos. Lo de asignarles la “cultura de la muerte” les coloca a ellos consecuentemente defendiendo la “cultura de la vida”, y a ver quién puede oponerse a la vida así entorchada. Pero su visión es más oscura de lo que parece. La vida y la muerte siempre se han pesado interesada y ambiguamente aquí y en los Cielos. A pesar del “no matarás”, es la Biblia la que condena a muerte por adulterio o por coger ramitas en el Sabath. A pesar del mandamiento (y de la ley terrena), matarse y matar tienen sus categorías, y así el mártir o el homicida pueden pasar fácilmente a la consideración de héroes, cosa que los dioses miran enseguida de otra manera, convirtiendo el castigo en premio. Por los dioses y sus mundanos intereses se ha matado como por ninguna otra causa. Y todavía son en su mayoría piadosos religiosos los que, aquí o en América, defienden la pena de muerte (castigo ejemplar y bíblico, claro). No, ellos no representan “la cultura de la vida” ni los otros “la cultura de la muerte”. Simplemente, hay algunos que reclaman que la vida y la muerte tienen amos, que son Dios, sus ayudantes o sus soldados, y otros que dicen que es el hombre el que dispone de su existencia, y, usando sus luces, puede incluso negar que los líquidos tengan alma y los humanos una deuda que pagar con dolor. No sé quiénes ganarían acarreando muertos o salvados. Pero sé que un Dios que se complaciera en el sufrimiento inútil para demostrar quién manda merecería ser expulsado no del Cielo, donde no hay nadie, sino del corazón.

15 de marzo de 2010

Somos Zapping: El Cristo del CSI (15/03/2010)

Semana Santa friki. Por esta época empieza el despliegue laicista de Canal Sur, como corresponde a una televisión pública progresista. O sea, que todo se llena de besapiés, costurería de santos, Cristos ebanistas, alcobas de Vírgenes y fe sobredorada (anda que si a Canal Sur lo manejara la derecha beatona...). Pero no bastan la galería de pasopalios ni los candelabros de la sangre, además hay que tratar el asunto con la debida reverencia, tono de catequista y respeto de hijo. Por eso, cuando un Cristo de Jaén vuelve después de mucho tiempo a su camarín, la reportera de Andalucía directo tiene que decir: “Este año es histórico, porque hace 173 años que Jesús no estaba en su casa”. Noten la veneración y la ternura que hay en pensar que Jesús tiene casa en Jaén y que ha vuelto a ella después de haber estado por ahí perdido y llovido. Pero aún la devoción se puede unir al frikismo, como en el curioso caso del Santo Cristo de la Universidad, que también nos contaba AD. Se trata una talla tremebunda calcada a partir de la Sábana Santa de Turín y del Sudario de Oviedo, fuentes fiables y científicas a más no poder. Toda una “investigación forense, arqueológica e histórica”, decían en las noticias; algo que “va a sobrecoger a los devotos y a los científicos”, comentaba la reportera de AD. Con plantillas para las heridas y mapas para las tumefacciones, el escultor, Juan Manuel Miñarro, explicaba cómo había hecho con el Cristo todo un CSI. A mí me parecía, la verdad, una de esas cosas de frikis, como dibujar y creerse los planos de La Estrella de la Muerte de La guerra de las galaxias o aprender el idioma klingon, que sin existir dan lugar a ingenierías, gramáticas y cultos. Qué más da, cuando hay esa fe y esa ingenuidad, que la Sábana Santa sea un fraude lavandero y el Sudario de Oviedo uno más de esos millones de astillas de la cruz o griales milagrosos. Se podrían haber inspirado en la Pasión según Mel Gibson y el resultado hubiera sido igual de satisfactorio. Yo me acordaba de lo que dijo Bertrand Russell, que es dudoso que Jesús existiera pero, si existió, desde luego no sabemos nada de él. Sí, qué más da, con la piedad y la reverencia encantadoras de Canal Sur y de esta Andalucía donde hasta los mitos tienen pensión, quirófano y parte médico.


HD o Guadalcanal. Saludo con entusiasmo que Canal Sur esté haciendo ya pruebas de emisión en alta definición. Quizá pronto salten a las 3D y podamos ver en todo su volumen esas carnes raciales de Se llama copla, o a Roberto Sánchez Benítez metiéndonos en el ojo su bolígrafo. Sin embargo, se diría que, como pasa tantas veces en Andalucía, las osadías y adornos de modernidad se tienen que llevar algo de lo cotidiano, de lo básico, como si no hubiera para todo a la vez, como si para estirar un lado se tuviera que encoger el otro. Así, las células madre se tienen que comer algo de los servicios de urgencias, los ordenadores portátiles tienen que dejar a otros escolares estudiando con goteras o, en este caso, la alta definición tiene que compensarse con minutos bellamente setenteros. Era el día en que Canal Sur iba a ofrecer el partido Real Madrid – Olympique de Lyon en brillante HD, muy publicitado por cierto, pero, haciendo zapping, me encontré con que la Xena de Canal Sur 2 temblequeaba de manera extraña. Efectivamente, unas nostálgicas y muy analógicas interferencias, al más puro estilo de aquellos televisores Werner de mi infancia, hacían oleajes en el cielo y en el pelo de unas valquirias que parecían Colombo. No, no es que renqueara un “mux”, como se dice ahora (o sea, cada canal de la TDT que incluye, multiplexadas, varias emisiones, o más propiamente, “servicios”). No, tanto por la TDT como por el cable de ONO, las interferencias eran las mismas, y se mantuvieron largo tiempo. Estaban en la señal original, tan digital se supone. Sólo faltó que saliera aquel mensaje de Guadalcanal, cuando se iba el enlace y nos quedábamos sin canción de Fofó. ¿Será posible aquí la HD sin que nos cueste nieve, melancolía y décadas por otro sitio?


Ópera para Lunis. Hay dos maneras infames de vender cultura a un pueblo que se supone inculto: una es bajar el nivel, o sea, que la cultura sean Las Carlotas; y otra, que la cultura de verdad se presente de forma molona o infantil. Esto es lo que hace un breve espacio de Canal Sur que se llama Andalucía y cultura, donde vi a una chica (coronada por el logo de la Junta, claro) cambiando su ropa de botellón por un vestido de noche y haciendo ridículos mohines y pucheros por la pena que le daba el argumento de Turandot. Era como la Raquel Revuelta de Paco León, pero paseando por la ópera. No sé si pretendían que se culturizaran los andaluces o los Lunis.

Congreso Extraordinario PSOE-A: Lampedusa coronado (14/03/2010)

El sábado, la apoteosis de Griñán no había dejado ni migas. Todo ha sido rápido y limpio como un buen crimen. La gente seguía votando cosillas, resoluciones, papeles en blanco, por estirar las piernas; en los atriles, segundones tiernamente aplicados hablaban en verso de “juventud sostenible”; por las capillas del Palacio de Congresos, la gente flotaba sin brújula entre dados con logotipo y cables pelados de una “Andalucía 2.0” que había dejado allí su stand como un minigolf. Pero daba la impresión de que no tenían siquiera conversación, de que el congreso no había dado ni para cotilleos. Menos mal el desplante de Cabaña, que se cayó de la Ejecutiva Regional a la hora del póker (por no inaugurar una guerra en Cádiz, quizá), o nos hubiésemos quedado sin mojar nada en el café. Un militante de base lo resumía así: cuando preguntaba cómo iba el congreso, todos le decían que “bien”, y eso era como decir que le estaban tomando el pulso a un muerto.

No, este congreso no ha cambiado nada. Ya lo sentenció Felipe González, que está entre chocho, pirata y reverenda madre: se ha pasado de un “cosecha del 82” a otro. Para este relevo de sumiller, hecho en las cuevas sin mover las telarañas del vino y del aire, no hacía falta tanta gente, supernovas, cortinajes ni amenazas de sangre. No ha cambiado el discurso: ellos son los padrecitos bienhechores de nuestra historia, este pueblo tiene una alianza mosaica con ellos, Andalucía está que se sale, sigue ese sonajero de la “economía sostenible” o el otro que se inventó Griñán, la “economía de la igualdad”; la derecha es malísima, los banqueros con purazo han traído el paro, el optimismo les dora la frente y las células madre o “el potencial climático” (?) hacen innecesario el pan de cada día.

Y tampoco ha cambiado tanto la Ejecutiva Regional: es rocosamente aparatista y sigue apoyada en la herencia de Pizarro (por eso se abrazaban a él al ir subiendo como mises a la tarima). ¿Dónde están “los mejores”, la “excelencia”, “la inteligencia y la capacidad” que invocaba Griñán? ¿En Rafael Velasco, en ese Cabaña que se les rebotó pero era fijo en la quiniela? Bueno, sí hay una novedad: una “secretaría de redes sociales” que nos twiteará el hambre. Por no cambiar, no ha cambiado ni su cinismo: exhortaba Griñán a que los socialistas salieran a pregonar sus ideas porque ellos no tienen medios de comunicación (!); hablaban de “relevo modélico” en la presidencia de la Junta, decían que Andalucía “ha derribado los muros de los tópicos”, presumían de una deuda histórica medio cobrada en monedas de chocolate, abanderaban la democracia interna con números búlgaros y, en fin, nos tomaban el pelo con idéntica arrogancia.

Estaba por salir Griñán a hacerse el emocionado y el guerrero, pero los más críticos (alguno hay) me hablaban de Lampedusa (ya saben, eso de “cambiar todo para que todo siga igual”) y de cierta decepción después de haberle dado al nuevo Secretario General un cheque en blanco para que, finalmente, deje el mismo paisaje con barquitos. Quizá lo compense en la renovación del gobierno, me decían. Pero, mientras, en el pantallón, a Griñán le daban enhorabuenas compañeros, actrices, cantantes, Barenboim confundiendo la política con un minué, y hasta unas limpiadoras que lo atienden, orgullosas de que el Presidente les salude (vaya recurso indecente, una Juani diciendo lo bueno que es el señorito). Luego subió Zapatero a inflar todo su socialismo faquir desde Andalucía, a augurarle triunfos y a regalarle espejitos mágicos a Griñán, a ver en las costillas de esta tierra innovaciones y conquistas, y a seguir subiéndonos en su caballo de cartón.

Todo rápido y limpio como un buen crimen, sí. Con la multitud aplaudiendo, Chaves acabó en su sarcófago y Griñán en su triclinio. Todavía queda una duda, porque estas dos posturas llaman casi igual al veneno y a la daga. Pero, de momento, por entre las cascadas artificiales del Palacio de Congresos de Sevilla, hacia un sol como vestido de comediante para ese día, creo que el que salía era Lampedusa coronado.

Foto: Jesús Morón

Congreso Extraordinario PSOE-A: Los vivos y los fantasmas (13/03/2010)

Todos los congresos políticos huelen a barnizado, a falso, a exposición de cocinas sin enchufar. Pero éste, más. Lo han tenido que adornar para que no sea La rendición de Breda, El entierro del Conde Orgaz, una coronación napoleónica o una puñalada veneciana. Desde el PSOE han querido meter debates sobre horizontes y pájaros, sobre futuros evanescentes y saltos hacia el sol; han querido fingir que los había convocado la crisis o una nueva era (invitaron hasta a una federación de taekwondo). Pero no, era un ajuste de cuentas, un asesinato freudiano, una limpieza de bajos, la apoteosis mal empujada de Griñán con el cuento de un cambio que nadie ha visto todavía. “Ganamos el futuro”, éste es el eslogan, que parece el de una compañía de seguros o el de una maquinilla de afeitar de Fernando Alonso. En el salón, las pantallas hacían un alegre tetris de verdes y rojos, los aplausos se disparaban con un interruptor y los discursos contaban su periódico del día y gritaban los estribillos de los tontos (Pajín), pero todos sabían que iban al entierro de Chaves como al de un torero y a la boda de Griñán con su incertidumbre, su marronazo o su fracaso.

Velasco, que es la prueba de que la revolución es un camelo, apareció con galones a medio pegar y le puso al evento acento histórico, hito fundador y triunfo de democracia asamblearia. Con su aire habitual de bailar chotis, se dejó caer con la humorada de que el PSOE “no es el partido del dedazo”. Pero fue un dedazo el que sacó a Chaves de la Junta, otro el que puso a Griñán como heredero y otro el que le dará a Velasco poder sobre un aparato donde, por salvar el alpiste, ahora resulta que no sólo son todos fieles griñanistas, sino que además siempre lo fueron. Ha sido un dedo el que ha movido la misma unanimidad pajarera de estos congresos desde Chaves hasta Griñán y, en fin, será un dedo el que purgue, maquille o reconduzca a este PSOE en su voladizo.

Pero debía parecer un congreso histórico, salvador y orogénico. Por eso llevaron a las viejas glorias a enseñar la osamenta y a firmar postales. Allí estuvieron Escuredo y Borbolla, que aún tienen ese otro estilo a lo Alfonso Guerra y pueden decir que la derecha “es vieja como cagar en el campo” o hablar de “una crisis de cojones”. Tenían que llevarlos para que se viera el antes y el después como los milagros de los gordos, para que tuviera sentido ese vídeo que nos pusieron en el que los jornaleros se convertían en ingenieros atómicos y las alpargatas en aerogeneradores. No faltó en el revival ni Felipe González, que participó junto a Cándido Méndez en un debatillo moderado o aventado por una María Antonia Iglesias “ciega de pasión”, como dijo ella. Felipe y María Antonia, juntos, daban miedo como un museo de cera.

Cuando Chaves subió a hacer balance épico de su era, se le saltaron las lágrimas. Era como un Papa que necesitaba muchas décadas y muchos desfiles para morirse y dejaba en la despedida monjas desvanecidas. Pero todavía fue capaz de la última pirueta, afirmando que el cambio de dinastía y de caballo ya estaba pensado y que Zapatero sólo se le había adelantado un poco. Dejó largos y sentidos agradecimientos como en los Oscar y recogió su hatillo uniéndose, igual que dos cowboys que se alejan, a Luis Pizarro, al que también todos habían ido dándole las gracias como enrollándolo en la mortaja.

Griñán presentó su candidatura única con querencias de primogénito, recuerdos de partiditas de mus, derechona malvada, llamamientos a la unidad y futuros twiteros. La tarde, luego, se rellenó de comisiones con sombras, ministros y consejeros de la Junta repensándose el mundo como desde su peluquería, quizá para disimular tanto olor a difunto. Por fin, Griñán fue proclamado Secretario General con el oleaje de siempre. La verdad, Griñán seguía pareciendo indistinguible de Chaves y ya no sabíamos quiénes eran los vivos y quiénes los fantasmas

Foto: Carlos Márquez

11 de marzo de 2010

Los días persiguiéndose: PSOE en 3D (11/03/2010)

Aunque se trate de ver la misma película en una pecera, tampoco yo he podido resistirme a las 3D. Quitándome de encima las pelusas que soltaba Avatar, que no tiene mucho más que esa sorpresa de que se te derrame encima, recordaba yo que ya había probado aquello en la Expo del 92, en el pabellón de Fujitsu, con la imagen más temblona pero básicamente idéntico principio. Ahora, en Sevilla, el Congreso Internacional de TDT también prueba las tres dimensiones, a pesar de que aquí todavía la gente anda llamando al sobrino para que le enchufe la otra, tan nueva y ya tan vieja. La tecnología va por delante de los contenidos, dicen, un poco como la propaganda política va siempre por delante de la realidad, sacando volúmenes y olas de la triste planitud en que vivimos.

Yo creo que lo que le va a faltar al congreso extraordinario del PSOE andaluz van a ser las gafas 3D. Un PSOE en tres dimensiones, con Griñán saliéndose de la pantalla, cubicándose en las rodillas de los andaluces, haría por fin tocable la falsa revolución de este partido flotante en su vacío. Igual que en el cine, además, uno terminaría concentrándose en la sensación de que te caes en la película, de que te salpica en los pies o te sopla en la oreja, sin que importen el guión, la historia, la sustancia, y no hay nada mejor que eso para una política que quiere impresionar con vértigos y explosiones sin tener más que ofrecer. Mareado en las profundidades artificiales, todavía no demasiado conseguidas (aún parece que todo está pintado en tres o cuatro cartones superpuestos), no prestaríamos atención a que la película no cuenta nada, a que los tentáculos inflados siguen siendo mentira, a que las gafas hacen que la imagen pierda contraste, nitidez y foco, y, sobre todo, a que tampoco ha cambiado tanto la cosa desde aquello que vimos en los tiempos de la Expo.

El PSOE andaluz en 3D, eso sí que sería una buena estrategia. Justo lo que necesitan para inventarse planetas, enseñarnos orquídeas extraterrestres que nos besan, volar sobre dragones y enamorarnos de un centauro azul o de un árbol de luciérnagas, todo tan espectacular como borroso. Creo que, si no se lo han planteado, es porque hay en este PSOE gente a la que no le caben las gafas, o que quedarían igual de planos, o a los que sería difícil sacarlos incluso del blanco y negro. A Luis Pizarro, por ejemplo, que ya es antiguo en las dos dimensiones de los periódicos y de Canal Sur, hombre de un solo ojo, mirada fija, profundidad cero, tecnología de la manivela, celofán sobre la tele de nuestros padres (de chiquillo uno hacía eso para imaginársela en color), sería imposible montarlo en una nave tridimensional y que resultara creíble. A lo mejor van a defenestrarlo del nuevo PSOE por esto, porque no hay quien lo venda como personaje que se sale de su bulto. Hasta en los mundos abombados sintéticamente quedaría como un cartelón allí apoyado. También está la duda de Velasco, proyección reducida de la figura de Pizarro, al que no sabemos si podrían remodelar en 3D o está condenado a vivir en los dos ejes de su heredada chusquería y su sectario aparatismo. Velasco puede ser la medida de la hondura de este congreso. Si al final entra en la nueva dimensión de este PSOE, sabremos que el intento se ha quedado en aquellas gafas azules y rojas para ver los cromos de los cropanes, tan lejos de una revolución tecnológica como el PSOE andaluz de un verdadero cambio. Yo no me creí Avatar ni aunque me mordiera. Tampoco me creo este PSOE, con o sin moda de novedad, con o sin gafas 3D.

Somos Zapping: El centro del mundo (8/03/2010)

Canal Sur contra The New York Times. Recuerdo el cachondeo que se armó hace años en Cádiz con unas guías turísticas de Salvat que igual ponían a los coristas a bailar samba que a los toros a pastar en las playas. De vez en cuando, un guiri mira de lejos y confunde a un guardia civil con un torero, como pasó con el 23-F. Pero, también de vez en cuando, un cateto de los de aquí se siente agraviado porque en Nueva York no conocen sus adobos y forma algo así como lo del Maine o lo del Motín del té, pero con manteca colorá. Es lo que pasó el otro día en Mira la vida, a cuenta de una crónica sobre el Carnaval de Cádiz que publicaron en The New York Times y que les pareció un insulto a estos guardianes nuestros de las alacenas idiosincrásicas y de esa culturetilla del botijo mudéjar, el fenicio feriante, las piconeras colombinas y el trimilenarismo de casapuerta. El NY Times había titulado algo así como “desempleo persistente, perenne sindolor”, cosa en la que tienen más razón que un santo. Y no lo digo yo, ni ningún guiri “con prejuicios”, que es lo más bonito que le dedicaron los comentaristas del programa, tirándose del moño y revolviéndose en sus sillas, a la periodista que firmaba el artículo, al periódico, a todos los estadounidenses y no sé si a la VI Flota formada ante la Caleta. No, eso ya lo dijo el año pasado el coro de Tino Tovar, Cadilandia: “En Cádiz no hay crisis mientras haya Carnaval y Semana Santa”. Lo mismo es que Tino Tovar es de la parte caleti de Manhattan, o de los americanos con peto de Puertatierra. No, lo que ocurre es que aún hay andaluces despiertos y críticos, aunque lo que abunde más, sobre todo en Mira la vida, sea el andaluz con orejeras, con el babero de su complacencia y el macetón de su paletismo. La artillería cateta que desplegaron en el programa contra todas las barras y estrellas americanas sí que fue bochornosa. Un tal Antonio Garrido, inquietante híbrido de belenista andalusí y miembro del jurado de Se llama copla, sacó el comercio con América, la fundación de San Antonio, las vírgenes de Nuevo México, lo de “la ciudad más antigua de Occidente” y, en un descacharrante rapto de chovinismo, llegó a afirmar que “somos Andalucía, la tierra más culta del mundo”, no sin antes dirigirse a todos los americanos de esta manera orgullosa y madrera: “Criaturitas de Dios, es que ser analfabeto es muy duro”. Si lo sabremos aquí. Es casi tan duro como ver hacer academicismo a un saetero de lo palurdo. Por su parte, Adela Utrera, repartiendo como babuchazos de madre, se preguntaba “qué se puede esperar de una país en el que te dicen que el envoltorio de un juguete es un envoltorio, no el juguete”. No es lo mismo, claro, que preguntarse qué se puede esperar de un lugar en el que se bautiza a la gente con vino. También Mariló Maldonado les recordaba que en Andalucía somos “solidarios, a la cabeza de donaciones”(?) y les pasaba por la cara la Constitución de 1812 a ésos que se creen padres de la democracia moderna, ya ven. Así, los ilustrados andaluces de Canal Sur, la superioridad cultural e intelectual de Andalucía y esta grandiosa civilización milenaria que se resume en María del Monte, iban poniendo en su lugar a los americanos masticachicles, incultos y prepotentes. A mí se me caían las lágrimas de la risa. En Nueva York deben de estar encogidos de vergüenza e inferioridad. Y eso que los de Mira la vida no contraatacaron con la gloria de nuestras papas aliñás. Eso lo dejarán para enemigos que estén a su altura.


El nuevo Parvulito. No nos debe extrañar la avilantez del apostolado cateto de Antonio Garrido o Adela Utrera, porque hemos visto lo mismo en las apoteosis institucionales del 28-F y en la cartelería que Canal Sur ha hecho con ello. No encuentro mejor ejemplo y compendio que esa cosa que nos han puesto esta semana con el título de Somos Andalucía, especie de Enciclopedia Álvarez del autonomismo rampante, orgulloso y ridículo, que tenía hasta estribillo (de vez en cuando, el locutor decía ahuecando la voz: “nuestra comunidad autónoma: Andalucía”). No salía Viriato, pero, aún mejor, y con música de Gladiator, nos retrataban como “tolerantes”, “pacíficos” y “cultos” (les faltó “sostenibles”) ya cuando llegaron los romanos. Esta tierra que “se levanta rica y diversa, remota y actual”, que “ha pasado del subdesarrollo (...) a hacer realidad el sueño de los forjadores de Andalucía”, todo con muchos piropos para sus riquezas morunas y hasta para sus cielos azules y surferos, para “el patrimonio inmaterial del sentimiento andaluz”, para los olivos poetizados, para todo el bronce de las civilizaciones estatuadas aquí y para todos los azulejos de las banderas. Hasta llegamos a ser “el centro del mundo”, nos dijeron. ¿No les suena todo esto? Sí, yo ya lo vi en El Parvulito.

4 de marzo de 2010

Los días persiguiéndose: Funeral (4/03/2010)

Me dormí en los discursos como en los entierros. Al fin y al cabo, se trata un poco de regalarle la medalla a un muerto, de grabar una flor en un nicho y de ser todos viuditas de perla y urna para un soldado metafórico, sentimental, un poco hijo como todos los maridos, que se nos fue o se nos perdió. Me refiero a esto de Andalucía, su día, su foto, sus herederos, su infancia, esa biografía de padre o mejor de madre que se recuerda en un entierro con coro de pájaros y encajes de caoba. Sí, a mí me parecía un entierro, por lo callado del homenajeado, por lo quieto de su sueño, por las novias que le salían, por la ceniza con la que blanqueaban las fachadas. Una fecha y un martirio pueden fundar cualquier cosa, las patrias que ganaron su nombre o el pueblo que se casó con él mismo, tumultuosamente, en la calle, como esa bodas de miles que hacen por Japón o por ahí, que parece que a nadie le importa en realidad el novio que le toca. O sea, que no necesitamos hacer nada ni llegar a nada, Andalucía se cumple automáticamente cada año siendo su propia fiesta. Celebrar el “ser” tiene la ventaja de que siempre se “es” algo, en este caso autonomía, multitud, memoria o melancolía. Celebrar el conseguir, el superar, el avanzar, el conquistar, requiere otra valentía y otro mérito. Ese celebrar el “ser” sin más oficio es lo que me parece en el fondo un funeral, porque sólo el muerto es para siempre lo mismo, sólo el muerto ha renunciado ya a toda ambición, sólo el muerto tiene esa paciencia.

Así que Andalucía “es” y eso se conmemora con una felicidad en la que no pasa nada, ni siquiera un acontecimiento verdaderamente feliz. Nuestros gobernantes hacían discursos ontológicos y marmóreos mientras el muerto de Andalucía era llevado por caballos y jardines en su día. El muerto se arrojaba a una fuente, se metía en un piano, se pintaba un nuevo retrato, se enceraba sus uñas, se aburría en su trono, se pudría en su majestad, y a mí todo eso me daba sueño y frío como un paisaje de niebla. Fuensanta Coves parecía hablar de los que pintarrajean o revientan las tumbas, de los que quieren despertar al muerto, esos profanadores que dudan de la santidad, la eternidad y el sueño de la cosa, la autonomía, la política, el largo entierro que ellos ofician con tanto respeto. Los muertos están bien como están, creo que quería decir. Ya tienen sus usufructuarios y sus limosneros, ya tienen su museo y sus vigilantes. El muerto quejándose les estropea toda la ceremonia y además da susto. Según Coves, la democracia, la libertad y el espíritu crítico deben de acompañar a Andalucía muriéndose también como sus esclavos egipcios. Un silencio apacible y repugnante de huesos en un altar es lo que a ellos les gusta. Creo que el Parlamento que ella lleva es eso, una cajita de huesos. Lo que dijo justifica aún más la rebeldía y las ganas de una resurrección que los espante como a palomas o coyotes. Griñán, por su parte, doró al muerto en sus óleos de treinta años y aún habló de “confianza”. Parecía que sólo propagaba su lepra.

Sí, me dormían y hastiaban tantas diademas para los muertos y tanta alegría que les da a ellos estar habitados por un hondo hormiguero. A mí el muerto, Andalucía, me sigue dando más pena y rabia cuando lo pasean y menean como un pendón. Yo creo que lo que se hace cada 28-F es destaparlo y volverlo a asesinar ante un pueblo al que confortan esas supersticiones. Era un funeral que ni consolaba ni devolvía a un padre o a un héroe. Diría que durante todo el día llovió tristemente sobre Andalucía como sobre sus huérfanos y cementerios.

Somos Zapping: Colada de banderas (1/03/2010)

Atrapasueños. No era el anuncio de Cruzcampo, aunque tenía ese mismo alcohol en vena de las sinestesias sentimentales y ese mismo domingo de espuma de las banderas. “Es el día de la luz, del arte, de lo auténtico, de la alegría”, nos insistía la propaganda de la Junta en Canal Sur haciendo de este 28-F un zumo mental y una acuarela de olores. Destilando Andalucía no sale siquiera una autonomía o un pueblo, sino una especie de Navidad institucionalizada y permanente que nos envuelve en sus mantitas y hojaldres inmateriales. A Andalucía la describen sensaciones meteorológicas, risas de pastores, transparencias en el aire. Parece que nada hay aquí que pese, que se toque, que se sustancie. Luz, arte, autenticidad, alegría, nos cuelgan redondos y vacíos como esos atrapasueños que protegen a los chiquillos y a los crédulos. Así nos anunciaba la Junta este día o escarapela. Con palabras como éstas hemos visto vender café, detergentes blanqueadores o compresas. Tampoco nos vamos a sorprender ahora de que nos vendan Andalucía como una sábana que hay en el cielo, pintando el viento o nevando en los corazones. Alimento en verso es lo único que tienen para darnos.


Épica. Esa vieja épica, la historia que puso lágrimas en las barbas y la pana, una guerra contra enemigos canallas y como afracensados, esas manifestaciones con un verde como de fruta que se quemó. Este 28-F ha sido más redondo en número, pero idéntico a los anteriores. Los reportajes del pueblo subido a sus banderas, la pizarra casi radiofónica del Casino de la Exposición, las zancadillas de la UCD, las canciones y pelos como de Lole y Manuel retratando ese indigenismo tierno, esperanzador y algo pirata cuando la autonomía parecía una descolonización. En Los reporteros, una mujer que pedía entonces el sí en el referéndum “para que haya justicia social en Andalucía” resumía toda la ingenuidad de aquella infancia. Sí, porque aquella autonomía de cantautor luego se nos hizo burocracia, creó dueños, acomodados y vividores, élites complacientes y sesteras, mientras el pueblo seguía pobre, inculto y adulado en sus eternidades. Las banderas me parecían muy pisadas, como algo que se quedó por el suelo en el cumpleaños de unos niños. Tiene razón Anguita, al que Canal Sur nos mostraba en una cuña, seguramente sin entender que él estaba negando precisamente todo ese festivalismo satisfecho y dominguero de una autonomía que huele sus florones: no es un día de “celebración”, sino de “lucha”, decía Anguita. Sabe que hace treinta años no subimos a ninguna montaña ni ganamos ese paraíso de palomas blanquiverdes que nos pintan, sino que sólo nos dieron unos duros aperos que han acabado enterrados y mohosos igual que una herradura. Aquella Andalucía con tantas ganas de ser más, ¿qué han hecho con ella? Sólo sustituir una servidumbre por otra, unos padrastros por otros, unos balcones de guerra por unos balcones de verbena, un sueño por un dormir. Esa vieja épica, esa esperanza de tantas cosas, esa calle como despertada por el hambre. 30 años hace, 30 años llevamos echándole arena a todo aquello. Canal Sur le hacía reportajes y glorias y parecía una traición más que un homenaje.


Triunfo. Y tras Los reporteros, un especial de Se llama copla... Imposible nada más reivindicativo, luchador, rebelde; imposible un ejemplo más claro de lo que hemos conseguido después de treinta años: la revolución de unos mozos y mozas enjaezados cantando a su provincia. Mereció la pena aquel combate contra esclavitudes, señoritos y miserias, por ver este fruto, este triunfo. Esta Andalucía por fin liberada y dueña de sí misma se pone las enaguas de sus abuelas y se monta feliz en las jacas que la sometieron. Bravo.


La mosca. Lo miraban Griñán y Doraemon, Clavero y Mabel Mata, Eva González y Enrique Romero; lo miraban corridas de toros y discursos institucionales, maratones solidarios e himnos cantados con las tetas. Lo miraban como a la mosca de plástico que era, ese logotipo que había puesto Canal Sur durante “el gran día de Andalucía” y sus largas vísperas. Lo miraban en La banda unos escolares que jugaban a votar a los “10 andaluces más importantes de la historia” (una chiquilla votó a Bisbal, dándonos la perfecta medida de la pedagogía de lo “democrático” hoy en día). Lo miraban los políticos en el Parlamento y Andalucía entera desde sus antiguas rejas. Y yo también miraba, pero no me daba para medallas ni para orgullos toda esa colada de banderas.

Especial 28-F: Remedos románticos y mentiras (28/02/2010)

Andalucía era cartelería, novelilla, bandoleros y toreros con la sangre enfajada (el bandolero es un torero con trabuco), mozas que aún tenían pies y niños egipcios, tierra donde la luna escondía sus minas. A ojos de aquellos viajeros del XIX, Andalucía era la pasión, y además una pasión diferente, primitiva, distante de la de aquella Europa; una pasión que el Romanticismo, invirtiendo el espíritu ilustrado, convertía en encanto, pureza, exotismo, aventura, estética. Aquí se suele hablar mucho de cierto barroco fundador, pero el casticismo andaluz es una idea netamente romántica: es la victoria de la sensación y el sentimiento sobre todo lo demás. Y esta idea todavía sobrevive, todavía nos identifica. Basta ver los anuncios turísticos en Canal Sur (“déjate llevar por las sensaciones...”). Creo que si esta idea de Andalucía ha triunfado ha sido porque convierte en positivo, en seductor, en heroico, algo que desde otro tipo de pensamiento (ilustrado, positivista, economicista o incluso ético) sólo podría ser oscuro, mediocre, triste o fallido. Pero el romanticismo transforma las taras en belleza igual que transformaba las tumbas en alcobas y a los suicidas en estatuas.

Con ese brebaje de alegría y tragedia, de besos y navajas, de placer y dolor, de gracia y rapto, de frivolidad y tremendismo con el que nos hemos emborrachado y en el que nos gustamos, se fueron haciendo los teatrillos de los Álvarez Quintero, los dramas de Lorca, el ambiente de los tablaos y las películas de Estrellita Castro, hasta terminar en Canal Sur. El andaluz pobre y feliz, hambriento y risueño, ignorante y salado, ahíto de las sensaciones de sus carnes abiertas, de sus sopas de vino y cebolla, está igual en Morena clara que en la tarde de Juan y Medio o en la sonrisa de Roberto Sánchez Benítez cuando espanta la crisis con gazpachos o exclamando “con este sol y esta alegría...”. El andaluz arrebatado, predestinado, condenado, está igual en Bodas de sangre o en la Carmen de Mérimée que en los personajes de apuñalamiento, venganza o fracaso que entrevista Jesús Quintero o Andalucía directo con cada asesinato o cada ventisca. Eso sí, está ya sólo como amaneramiento, como vicio y como ganancia. Es lo único que ha cambiado la televisión.

La televisión ha sustituido al folletín, al café cantante y a Cifesa a la hora de definirnos en las mismas llagas y los mismos cascabeles de siempre. Ese topiquismo no era del todo verdad ni mentira en el XIX, en los 50 ni ahora; lo que sí parece muy real es su necesidad, la necesidad de ese ideal romántico, consolador, enardecedor, que tiene este pueblo que ha carecido de casi todo. Canal Sur es involutivo, antiguo, decadente, ufano, pero no se limita a recoger esa necesidad, esa herencia más o menos deformada, sino que la utiliza, retuerce y agiganta para sus intereses. Y, hoy, en la televisión pública, de aquí o de Madrid, esos intereses son uno solo: la servidumbre al poder político. Así, ese ideal romántico de Andalucía es usado por Canal Sur como adulación, como conformismo, como huida, como distracción. Al pueblo se le atiborra de sus fiestas, sus santos con encaje, sus musiquillas de patio, sus toros con Cristo, su risa a boca llena; se le convence de que es feliz sin que le haga falta más, y ésa ya es una victoria de los que mandan, además de llevarlos en recua hacia los noticiarios donde la política de nuestros gobernantes se percibirá como otra eternidad, otra identidad, otra verdad enraizada en la tierra y los corazones de Andalucía.

La copla o los chistosos no son perversos en sí. Son perversos si son lo único o lo máximo. Alentando y glorificando el arte sin escuela, el talento barato, la gracia del analfabeto; encumbrando a todos esos sevillanistas agambados, esos graciosos de cucharón o esas nuevas tonadilleras rezurcidas, lo que se hace es derrocar el verdadero arte, la verdadera excelencia, y desalentar y desengañar al pueblo de querer ser otra cosa, de ir más allá. Nada tan dócil como un pueblo ignorante y satisfecho de ello como de sus cocidos. Esto lo saben Canal Sur y sus dueños, e, incluso, para que nadie se quede fuera de ese ideal del andaluz feliz, amacetado y “auténtico”, se vulgariza todo lo posible. Así, desde Estrellita Castro hasta Las Carlotas o María del Monte, aún se diría que hemos retrocedido.

Canal Sur conlleva, además, una fundamental contradicción: a la vez que nos regresa a la cretona y nos acuna sentimentalmente en el tópico reconfortante, el discurso político le obliga a que Andalucía parezca hipermoderna y vanguardista. Así, sus programas nos sacan guiñoles aviónicos, ciencia abombada y vahídos de astronauta que en realidad no hay o que son anécdota en esta tierra pobre y agropecuaria; así, nos hacen sostenibles en las nubes que nos aplastan, sabios en las escuelas donde fracasan nuestros chiquillos o victoriosos en derechos para los que no hay dinero. Andalucía, pues, a la vez coplera y cosmonauta, inventora y caballista, chistosa y grave, ignorante y catedrática, revolucionaria y beata, ecologista y verbenera. Esa Andalucía imposible, esa Andalucía inventada. Remedos románticos con mentiras de modernidad, y todo sirviendo a la política: ésa es la imagen de Andalucía que da nuestra televisión. Después de todo, aquella Andalucía que era rosal de sangre y gitanería de la luna quizá no engañaba con tanta y malvada intención como ésta.