29 de noviembre de 2007

Los días persiguiéndose: El alma de las células (29/11/2007)

Cuando los primeros hombres vieron en sueños que les hablaban los muertos, con armas de guerrero o cabeza de oso, inventaron los espíritus. Con esos espíritus que les soplaban en la oreja llenaron la naturaleza y poblaron el cielo. Mucho después, los filósofos harían cristalería con ello, las almas platónicas le pondrían un delgado forro al ser humano y lo harían inmortal a través de un tropo. Los sucesivos y torpes intentos de racionalización de esa primera superstición animista nos han dado igual la mala ontología que las religiones o la new age con ouija. Todavía hay quien piensa que un vapor divino nos hace humanos, que la muerte aún nos derrama en otra cosa que no es estiércol, que nos habitamos como una concha y que, como aquellos cazadores primitivos, el muerto aún vive en una constelación o en los ojos de un antílope que aparece con el crepúsculo. Nada ha podido hacer la ciencia contra esta superstición primordial. Siguen viendo almas en la carne, en los bosques, en las cúpulas, en la espuma y en las células. Para ellos, lo vivo es un fantasma.

Han abierto ahora una investigación penal contra el Banco Andaluz de Células Madre porque alguien ha vuelto a acusarles de asesinar almas o sus microscópicos cubículos, algo así como de matar niños en su fase líquida. Los preembriones les parecen víctimas herodianas y unas completas almas enrejadas que ya son objeto de moral, de crimen o de perdón. Sin embargo, esto es sólo una opinión fruto de una concepción religiosa particular de la naturaleza humana. Yo, por ejemplo, tengo otra. Pienso que la moral sólo implica a los seres sensibles y que debe buscar la manera de que los humanos vivan minimizando su sufrimiento y garantizando además su libertad. Pero la capacidad de sufrir y de ser libre implica sensibilidad y consciencia. Luego hacer moral con seres que no son ni sensibles ni conscientes sería como hacer moral para las piedras. No puedo medir la condición humana ni en la ecuación de un código genético ni en un sello que ha puesto sobre la química del carbono algún dios. Veo al ser humano cuando siente, actúa, piensa, sufre, anhela. Frente a los derechos de un conglomerado de moléculas, yo antepongo la sanación de los enfermos y la disminución de su sufrimiento. Poco me pesa ante esto el alma imaginada de unas células nadadoras. Dirán que, claro, es sólo otra opinión. Cierto. La cuestión sigue siendo, pues, cómo debe manejarse la ciencia cuando se acerca a tan delicado terreno. Y en este sentido creo que la ley debería favorecer el bien público antes que dogmas tan parciales, discutibles y mal fundamentados.

Defienden la vida, dicen. Pero yo diría que no, simplemente defienden el señorío y la simiente de su dios, igual que cuando rechazan los métodos anticonceptivos (el mandato bíblico de la reproducción sólo pretendía hacer los ejércitos de su tribu y de su dios más numerosos). Defienden la vida, qué curioso, los mismos que han justificado cruzadas o gustan del linchamiento de los pecadores, para los que tienen preparado un nada amable infierno aquí o en otro lado. Pero defender la vida es acabar con el dolor de los vivos más que buscar en las jeringas limbos para el alma de las células. Y seguramente es también desembarazarnos por fin de la dictadura de los espíritus, la que quieren imponer en lo público tantos que viven en ella felices, salvajes y ciegos.

26 de noviembre de 2007

Somos Zapping 25/11/2007

El rey de Andalucía. Los reyes, que empezaron siendo legitimados por la lanzada y por los brujos de la tribu, alcahuetes de los dioses, y han terminado adornando burgers, repartiendo caramelos a los niños y musicando los cuentos, son literatura mágica. Están a la distancia de los animales que viven en las constelaciones, e igual que ellos gobiernan o median en las cuitas de los hombres sin bajar a la tierra. La realeza implica separación, elevación, perpetuidad y paternidad celeste sobre los demás. No podían haberle llamado nada más exacto y simbólico a Chaves que rey de Andalucía. Chaves con mastines a los pies, con maestros de capilla y de banquetes, con guardia pretoriana, con la eternidad de sus salones, con el dedo taumatúrgico, con la copa de vino de la savia de esta tierra; Chaves fundacional, sostenedor, protector, esencializador de Andalucía. Eso, un rey. Lo mejor que trajo ese programa, Tengo una pregunta para usted, fue ver a ese rey fuera de su corte, como rodeado de los mendigos del reino. Lejos de sus aduladores, de sus probadores de comida, de sus violistas de cámara. Aunque hubo preguntas blandas, el pueblo le puso por delante sus mendrugos cotidianos, en la sanidad, en la educación, en su paro, en su pobreza, en su rabia. Más allá de los laberintos de los jardines junteros, en los que sólo habitan faunos borrachos, Andalucía pena, sufre, hambrea, y ese olor de pueblo llegaba por fin hasta sus Tullerías y a su nariz acostumbrada a pavos reales. Esta vez no podía hablar de la derechona, no podía decirles, como a la oposición, “y tú más”, y las cuentas de su cocina no convencían al que no come. Con su hermano que no importa que trinque de la Junta, con sus 3000 euros ahorrados, con sus hijos estudiando en el extranjero (¿no sirve para ellos la excelencia de la educación pública andaluza?), Chaves decepcionaba y su cara dejaba ver que sentía las piedras arrojadas a su capa. Fue el espectáculo de un rey apaleado. De vuelta a sus palacios, seguro que se bañó para quitarse la peste a chusma y pensó que nunca más saldría a las calles, llenas de sans culottes, si no era en carroza.

Tapa borbónica. A la infantita Sofía ya le han dedicado un pan en un horno madrileño, y no es el primer caso de ternurismo gastronómico-monárquico, ni mucho menos, desde aquella panadera del emperador que hizo Romy Schneider. Es la forma que tiene el pueblo de bajar la realeza a sus fogones, a su mesa, una mezcla de vasallaje y paletismo, como una adoración de pastores. No podía tardar la borbonada del “por qué no te callas” en tomar su sitio entre el pueblo castizorro y plebeyo, y, a la par que triunfa el politono, un bar sevillano, según nos muestra Andalucía directo, ha diseñado una tapa inspirada en el suceso. Tiene chacina ibérica con dos huevos, un revueltito y la bandera de España encima hecha de chorizo y queso. Hasta Buenafuente se cachondeó del tema y para igualar el absurdo, decidió bautizar con esa misma frase un escalón de su plató. Pero a uno le parece que en esta chorrada de la tapa hay bastante más que homenaje o babosería. Nuestra cultura es la de los pícaros, y en Andalucía, tierra de hambre, aún más. Como vendedores de reliquias, aprovechamos las supersticiones para vender; como sablistas, usamos las desgracias y las alegrías para que nos fíen en la taberna. No es patriotismo lo de esta tapa, es que estamos en Andalucía y ésta es la tierra de sobrevivir con lo que va cayendo, del forastero que llega y de la moda que buscan los tontos. Da igual una tapa patriótica o un cuadro flamenco de sosos para los guiris.

El cucharón. Era una escena de cementerio, Paco Lobatón entrevistado por Joaquín Petit. La afición a la carne putrefacta de uno y las fantasmadas de buhardilla del otro, en un aquelarre televisivo. En Canal Sur no sabe uno nunca cuándo lo que sale es actual o antiguo, pero me estremecí cuando Paco Lobatón dijo que estaba muy ilusionado con un “nuevo programa”. ¿Otra de sus casquerías en La Nuestra, quizá? Qué suerte tienen los dos. Paco Lobatón y sus pajarracos hurgando en los estómagos, Joaquín Petit y su patético onanismo con micrófonos, siempre tendrán sitio en su televisión amiga. Da igual la basura o la idiotez que ofrezcan. Hace mucho que les dieron el cucharón, para que se hartaran.

22 de noviembre de 2007

Los días persiguiéndose: Extremismos (22/11/2007)

Lo que le pasa a esta España de muertos con capote es que ha seguido adelante sin terminar de enterrar varios siglos y ahí los tenemos, como arcones o pianos llenos de arena por la casa. Ni el XIX, con los nacionalismos de su tisis, los carlismos de sus infantones y sus curas de trabuco; ni el XX, siglo de los totalitarismos, de fasces contra hoces, hemos sabido apagarlos aquí a su hora. Lo malo de la memoria histórica es que nos damos cuenta de que viven aún los mancos lepantinos, el paletó de Fernando VII, los anarquistas con morral y los franquistas con sol de moneda romana, en una especie de fiesta veneciana de la que nadie se va, como en El ángel exterminador de Buñuel. Parece que un día perdimos definitivamente la oportunidad de la modernidad y desde entonces vamos con los harapos de la historia, con todos los abuelos a caballo y con todos los relojes del siglo anterior, como traperos de nosotros mismos. Igual que el cateto es ése que no puede evitar llevarse su pueblo allá donde va, el español es ése que no puede evitar meter el carretón de sus siglos en todo lo que hace. Somos contemporáneamente antiguos, somos eternamente pretéritos, andamos pendientes de resolver o pagar algo así como un préstamo fenicio que nos ha llevado la historia entera y que todavía dejaremos en herencia a nuestros hijos. Por eso no me gusta esto de la memoria histórica, cuando la historia es nuestra bola de preso, nuestro oro con el que nos hundimos por avaros, por pobres o por sucios.

Hemos visto a los franquistas en su 20-N, la España con boina, crucifijo y bayoneta que sólo se viste de ella un día al año y que ya no da ni para llenar una plaza. Pero el franquismo no está muerto porque no era Franco, sino otra cosa de la que Franco sólo era su monja. El franquismo es la novia de la Patria, la Religión en su fragata, los cojones con correas, y esto, en este país embalsamado en su historia, tiene todavía otros escapes, otras formas, otros conversos. Igual que su extremo opuesto. En Granada unos supuestos antifascistas salieron a demostrar su ideología que resultó ser otra hoguera diferente de muebles. Yo también soy antifascista. Lo que habría que preguntar a estos antifascistas chatarreros es si son demócratas, porque a lo mejor también vienen de otro siglo, son otro siglo como si llegaran de Waterloo, tanto o más que los fachas. Con mechones del Che y cuellos de Mao y cucharones de Lenin se levantan otros paredones y otro Estado o anti-Estado tan contrarios como indistinguibles del fascista. También tienen ellos su historia, hay historia para todos cuando España está gorda de sus siglos inconclusos. Son los extremos, dicen, claro. Pero hay muchos extremos. Ortega y Gasset ya nos previno sobre esto. Para Ortega, el extremismo significa enfocarlo todo en una tarea, en una obsesión, en un problema, o sea, renunciar a analizar lo que nos rodea como totalidad, como complejidad. Es la simplificación maniática y ciega. El extremista todo lo reduce a la Patria, la religión, el campesinado, la propiedad, la ecología o lo que elija su extremismo. También hay un extremismo de la historia, y es el que maldice a España: que en la historia, sus justas, sus cuentas, su peso, su bendición, está todo. Empezar a hacer historia, no seguir en su repaso, en su responso, es lo que necesitaríamos. Pero viejos fueros y lápidas, viejos soldados y herreros, los extremistas de la historia en varios disfraces, arrastran España con su roña monumental, ideológica, melancólica y podrida, como una gran tortuga de siglos.

19 de noviembre de 2007

Somos Zapping 18/11/2007

El Gobierno gobierna. Somos nuestro lenguaje, según Heidegger, de ahí que la ontología haya sustituido por este giro lingüístico su espiritismo. Pero del giro lingüístico creo que no sabe mucho la generación Logse, de la que forman parte no sólo sus alumnos amorralados, sino también sus burócratas y políticos (recuerden el sopapo de la Asociación de Profesores de Instituto a los textos de Cándida Martínez y su Consejería de regaliz). Somos nuestro lenguaje y además nuestras ideas llegan donde nuestra gramática, y eso significa que los políticos que nos gobiernan se encuentran en un estado mental de solecismo, de retruécano y de vacío. Por eso vemos muerto al parlamentarismo, que se supone que debe unir en una sola esgrima la retórica y la política, artes demasiado altas para esta caterva de mediocres. En el debate sobre los presupuestos, en una tarde televisiva larga como de ciclismo, hubo muchas perlas, pero yo me quedo con la intervención del portavoz socialista, Manuel Gracia, y la teoría de la Democracia con la que nos ilustró, todo un compendio de majadería: “Cumplimos con nuestro papel, la oposición se opone, el Gobierno gobierna, los ciudadanos nos escuchan, nos atienden y ellos juzgan y se pronunciarán. Esta es nuestra utilidad, que no es poca cosa, pero tenemos que creérnoslo nosotros mismos”. “El gobierno gobierna”, a ver qué más queremos, qué más argumentos o explicaciones se pueden pedir después de esto. “El Gobierno gobierna”, y encima algunos se quejarán, claro. ¿Cómo puede ir mal Andalucía si “el Gobierno gobierna”, hombre? Y en cuanto a los presupuestos, tranquilos, que “continúan una política económica y presupuestaria” y “continúan haciendo los gastos estratégicos que han definido la situación de Andalucía estos cuatro años”. Con eso, que era todo y nada, que podía ser bueno o malo, poco nos decía aparte de mostrarnos su cabeza calva de ideas por dentro. Sin parlamentarismo, sin política, sólo un lenguaje idiota dando vueltas en el vacío como una mosca atrapada en un vaso. El Gobierno gobierna y los tontos mandan. Evidentes verdades.

Buenas personas. Salían primeros planos de las bocas de los locutores y las buenas personas llamaban a otras buenas personas como pidiendo un beso. Sí, porque la propaganda de Radio Andalucía Información decía que el periodista tenía que ser “buena persona” y eso los oyentes lo reconocían, lo necesitaban y lo buscaban. O sea, que las buenas personas y los buenos periodistas eran ellos y los buenos andaluces que lo sabían eran todo su público. Viva yo y viva mi gente. El periodismo, que es un sacerdocio, sí necesita buena gente, pero aún más necesita valientes, independientes, rebeldes, inconformistas, que es lo que desde luego no hay en la radiotelevisión pública andaluza. Amamantados por el poder político, sumisos con él hasta la babosería, todavía se ponen como modelo de bondad y profesionalidad. Y sin embargo, a la prensa libre, a los periodistas que no lamen zapatos, tan escasos en esta tierra, a ésos son los que critica Chaves en sus discursos y los que hasta lleva a los tribunales por ejercer su profesión, como ha ocurrido con Paco Rosell y Javier Caraballo. “Buenas personas”, se llaman ellos mismos los de una emisora cuyos informativos son la agenda de los consejeros de la Junta, los de esta radiotelevisión pública al servicio perruno del poder. Hay que joderse.

De lujo. Ante un guiri que se está comiendo una rebanada de pan con aceite y diciendo “wonderful”, el buen andaluz, como la señorita de la publicidad institucional, lo que debe decir es “qué wonderful ni wonderful: de lujo”. Aunque parezca mentira, no es que la Junta haya hecho publicidad de cómo ser cateto, sino de productos andaluces, aunque unir lo uno con lo otro resulta bastante efectivo. Pero esta campaña con tanto lujo de jamones (lo del lujo es expresión de pobres, de ahí que el eslogan nos pegue tanto) tiene otras enseñanzas. En el último anuncio que he visto, dos puestos vecinos exhiben su mercancía de tomates idéntica y sólo el que los proclama “de lujo” atrae a la clientela. Perfecto. Si la moraleja del primero era el orgullo del catetismo, en éste es que no importa lo que se venda sino la propaganda que se le haga. Como para negar que son de la Junta...

Ver vídeo del anuncio

15 de noviembre de 2007

Los días persiguiéndose: La borbonada (15/11/2007)

Y el Rey, con sus reales cojones, soltó la borbonada que de vez en cuando hace época aquí, donde siempre vamos cargando con el cuadro de un rey para inaugurar lo que sea, una revolución o un museo con lanzas y tapices. La Monarquía venía siendo últimamente la piñata de las Españas, pero un rey que se pone un día la casaca puede volver a recuperar al pueblo que está sin padre. La Monarquía no es más que un Estado con padre, que tiene la necesidad de un padre y espera de él un modelo, unos modos, una autoridad, un cabreo para poner orden en la mesa. Claro que un padre deja tanto una herencia de relojes y navajas como de traumas freudianos, y entre matar freudianamente al padre y desear que nos ofrezca su abrazo y su tabaco andamos todos en la vida y anda España con su historia de reyes padrazos o padrastros. Aplaudo el gesto del Rey mandando callar a Chávez, caudillo de los bocazas, aunque no por ser un guantazo de padre ni el bastonazo de un monarca. Recuerdo aquello de La flauta mágica, cuando uno de los iniciados del Templo de la Sabiduría hace notar que el nuevo candidato, Tamino, es un príncipe, y Sarastro le contesta que “aún más, es un hombre” (creo que me hice masón por esta frase). Así que yo, que tengo la manía de mirar a los hombres como tales, y no según se me aparezcan con el plumón de la aristocracia o de la plebeyez, lo que vi fue a un hombre irritado ante una mala educación ejercida con desparpajo, impudicia y provocación. Lo que a uno le hubiera gustado es que el tapabocas hubiese salido de Moratinos o del mismo Zapatero, pero podría haber venido igual de alguna institutriz que hubiese en la sala, como el regletazo de una monja, sin mediar majestades imperiales ni misionerismos ni cóleras de Aguirre, que ahora le sirven a Chávez para alimentar su paranoia y su populismo precolombino.

Una simple cuestión de educación no es un debate sobre la Monarquía ni sobre los viejos oros de España ni sobre la melenita regatista de Aznar ni sobre el acomplejado ceceo de Zapatero por el mundo, pero eso es lo que están haciendo aprovechando la borbonada. Todo sirve para esta reyerta de los partidos que ya van haciendo demasiado largo su recreo de tirachinas. Rajoy acusa a Zapatero de haber fortalecido a Chávez acementando su cara y nuestro Chaves hace de alguna manera equivalentes en la pelea a Rajoy y al dictadorzuelo venezolano. También, ante el regreso de esta real figura paterna encojonada, después de tanto tiempo sirviendo de abuelo de las Navidades de España o de otra estopa para los mecheros de los idiotas, vuelven los medios a resaltar ciertas avilanteces republicanas. Así, nos recuerdan que ya son varios los ayuntamientos andaluces que han pedido la III República. Pero tranquilos, eso en realidad no es nada republicano porque, como suelo recordar, al encalar los ayuntamientos con su ideología demuestran que no tienen ni idea de lo que es la res publica. La borbonada, como todo lo que ocurre en este bendito país de garrotes colgados, ya está haciendo bandos. Y en esos bandos hay quien parece carlistón, quien es acusado de facha, quien fuma mazorcas con los indígenas, quien ha encontrado al padre tras su siesta o quien se ha dado cuenta de que no quiere padres. Yo soy de los que no quiere padres en el Estado, pero el justo cabreo de un particular me sirve igual que el de toda una pinacoteca con gorguera. Lo de Agamenón y su porquero sigue valiendo, aunque no se dividan los siglos en borbonadas.

12 de noviembre de 2007

Somos Zapping 11/11/2007

Presente y futuro. Canal Sur es un espectáculo estático como una pecera. Los programas repetidos (niños, viejitos, marujas, folclóricas) y las noticias intemporales (consejeros, inauguraciones, la misma cosa que viene siempre a salvarnos) burbujean en círculos. A veces me parece que el vídeo ha echado a andar él solo con alguna grabación que hice hace meses o años, cuando me salen Joaquín Petit cantando con su impudor como una borrachera o Juan y Medio como aquel poli de guardería de Schwarzenegger. O como esta vez, que veo a una reportera desde la Casa Rosa, una reportera con aire inaugural y vaticano, y me obliga a comprobar si es la actualidad o es mi cinta. Yo ya había visto un anuncio con pisos izados como toldos, con el logo de la Junta como llevado por gruístas, con una voz cálida y apaciguadora que se felicitaba por aquel pacto por la vivienda, un logro con el tamaño de sus cielos acementados. Y sin embargo, aquella reportera me decía que, tras una reunión de la Junta con los sindicatos y la patronal, “comenzaban oficialmente las negociaciones para alcanzar el futuro Pacto andaluz por la vivienda”, que aquello era “el embrión de la ley que regulará el acceso a la primera vivienda” y otros vagos porvenires. No, no era una grabación y eso había sucedido esta misma semana. Simplemente, la propaganda de la Junta se había adelantado a la realidad, por ir aprovechando el tiempo y, al parecer, la sobreabundancia de dinero público. Aquí ya no hay presente ni futuro, todo se confunde en esta eternidad de lo parado. Lo que será ya es, y lo que no será, también lo es igualmente; lo solamente pensado existe como en la ontología de San Anselmo y los deseos tienen su forma corpórea y ya vendible. Ni presente ni futuro, sino el tiempo con truco en el que sustentan ciertas teologías o ciertas estafas.

Circo de gordos. Son unos gordos cada vez más gordos y unas exhibiciones impúdicas de su morbidez como un funambulismo inverso, el de mostrar con todos sus cacharros cuán exageradamente gordo se está. María del Monte quizá está compensando con ese tamaño de los gordos de su Operación kilo una tarde con menos presencia, desde que ese ratito suyo de antes del informativo, el de su concurso con sevillanistas levemente limosneros y marujas en pos de una minicadena, lo ocupa el resumen de Se llama copla (hubo un día en el que llegué a verla, más que repetida, trinitaria, cuando al concurso acudió una tal María de la Colina y hubo como un encuentro de gemelas de moño, folclore, mofletes y nombre). Los gordos le compensan, pues, aumentando la densidad del programa o combando el tiempo como las estrellas muy masivas. Para acentuar este efecto, María del Monte no se contenta con que aparezcan el señor o la señora sobraditos de arrobas contando su problema. No, hay que ir hasta el espectáculo del asco, hasta el borde de la vomitona, como el gordo de los Monty Python en El sentido de la vida. Si una chica cuenta con orgullo que desayuna tres o cuatro veces durante la mañana (dos tostadas de pan de pueblo, un paquete de donuts y una baguette de a metro, todo antes de sentarse a almorzar), el programa nos lo va poniendo por delante para que el estómago se nos achique y la glotonería de la moza se nos traduzca en arcadas. Si la chica se comió una vez una tarta de 50 centímetros de diámetro enterita, allí nos la sacan. Tampoco basta con que el gordo nos diga lo que pesa, sino que hay que conducirlo hasta una báscula industrial donde parecen reses y sus kilos un precio. O sacarnos sus pantalones como sábanas tendidas, o pedirles que cuenten cómo no son capaces de abrocharse los zapatos, qué risa. Un circo de gordos. El que les faltaba.

La Virgen lotera. En la idiosincrasia del andaluz, no puede faltar su proverbial superstición. Por eso Andalucía Directo se fue a Santiponce, a contarnos con alegría y casticismo que la gente anda loca comprando para la lotería de Navidad el número de la fecha de la coronación de su patrona. “Dame uno de la Virgen, que este año nos toca”, pedían las señoras, besando luego el décimo. Qué inocencia, qué candidez. Qué pena.

5 de noviembre de 2007

Los días persiguiéndose: Viudo de izquierda (05/11/2007)

Muchos estamos viudos de izquierda y eso se siente en los huesos igual que dormir en una cama vacía de política, grande y salada como la de un almirante sin familia. Los politólogos ya no suelen hablar de estos conceptos, izquierda y derecha, y ahora manejan esquemas vectoriales con dos ejes (libertad económica y libertad personal) donde los partidos e ideologías se ubican en coordenadas como un alpinista. Pero la izquierda y la derecha eran referencias para no equivocarse de acera, de barrio, de parroquia, de cantante, de guateque, que se entendían sin trigonometría, y por eso las siguen utilizando los curritos, las señoronas, los propios políticos que tienden a la simplificación en una sociedad simplificada, los periodistas que en verdad miran a izquierda y a derecha en los bancos parlamentarios, y los sentimentales que ven la política como una novia que tienen desde el colegio, tan fiel y vulgar y ya desenamorada. Uno está sin izquierda porque aquello que fue un día, que se levantó contra los privilegios, la injusticia, las monarquías de Dios y sus pelucas, terminó también en privilegios, injusticia y monarquías del proletariado y sus herrerías; se bañó en sangre, se vistió de mitología, trajo otro vasallaje al Estado convertido en monstruo, confundió la igualdad con la uniformidad, despreció la libertad sometiéndola a un bien común decidido por burócratas y fue tan dañina como el Antiguo Régimen y tan semejante al fascismo que sólo podíamos distinguirla por el color de sus banderas y de sus muertos. Lo que le ha pasado a la izquierda, o a una parte significativa de la izquierda, es que no ha sabido coger la postura de la Democracia, que es algo que ya desde la revolución americana, se pongan como se pongan, no tenía vuelta atrás. Todavía hay un comunismo fracasado que no sabe salir de su cajón de martillos. Y una socialdemocracia que en España pasó de la esperanza a la corrupción, y que ahora se muestra como infantilismo cuando no como régimen dormilón, morrocotudo y propagandista, que es el caso de Andalucía.

Izquierda Unida es la izquierda desubicada, pelona en sus mitos, confusa de tantos herrajes, que va muriendo del nuevo siglo como los telegramas y no se da cuenta. Aquí, Rosa Aguilar pronunció la palabra mágica, refundación, pero la han ahogado pronto entre tribus de novecentistas, afiladores de hoces, cheguevaristas de puestecillo, compañeros del metal, románticos del porro, viejos de puño escayolado, apedreadores de duquesas, flautistas de la izquierda, comunistas de calcetín. Hay como un miedo de matar a los abuelos, de quedarse sin canciones, de vender sus antiguas máquinas de coser heredadas. Así dan una tristeza de circo sin sitio, de viejo circo que sobrevive con payasos orinados y leones con moscas, fuera de tiempo, de moda, a otra velocidad que no es la del mundo, sino la de sus carretas como jaulas y la de sus músicos malos, lentos como factores de estación. Llamazares ha ido bebiéndose su formol, matándose con su partido como un borracho en las últimas. Y ahora, una nueva candidata, Marga Sanz, manda una carta a los militantes en la que llama a un “proyecto de Estado puesto al servicio de la mayoría social” (!) y hace suyas estas palabras de Rossana Rossanda, comunista italiana de posguerra: “La izquierda, o es anticapitalista o no es izquierda”. Esta es la renovación de Izquierda Unida, un embalsamamiento sobre otro. Por eso estoy viudo de izquierda. La mía sería una izquierda laica, republicana, respetuosa con las libertades individuales, que olvidara a los dictadores con guerrera, que enterrara a sus santones, que supiera administrar la solidaridad sin abolir la propiedad, que buscara el progreso sin internarnos en comunas, que se diera cuenta por fin de que el Estado no tiene que ponerse al servicio de la “mayoría social”, sino al servicio de todos, que eso es lo público. Pero me parece que estoy viudo de una izquierda que nunca ha existido. Sólo veo el mismo desfile, apestoso y patético, de momias con bieldos.

Somos Zapping 04/11/2007

Ejército verde. Ágatha Ruíz de la Prada se preguntaba si tenía que tirar de la cisterna, Adolfo Domínguez hablaba de los tejidos que hilaba Gandhi... El planeta, ya ven, está salvado. El movidón climático de Sevilla ha tenido ambiente de discoteca y temperatura de pabellón de testigos de Jehová. Con eso no sé si se hace un ejército verde, como decían los informativos, pero sí una party de película de Woody Allen llena de burgueses neuróticos. A mi escepticismo se ha sumado el rechazo por tanta propaganda, adocenamiento y mesianismo. Ya preparan como a vendedores de aspiradoras a los que van predicar esta moda convertida en verdad por el interés de los burócratas, el amarillismo de los medios y el medievalismo de muchos ecologistas. Será que tengo vocación de hereje, o simplemente que no me creo las cosas porque sí, pero yo no entiendo esta locura. No entiendo que el CO2 que produce el hombre en su actividad, insignificante al lado del que emiten todos los seres vivos, sea la causa de un cambio en el clima; ni que ese mínimo porcentaje de CO2 pueda influir más que las variaciones de la actividad solar; ni que se diga que la temperatura depende del nivel del CO2 cuando las curvas muestran que es el CO2 el que sigue a la temperatura, normal pues cambia su solubilidad; ni tampoco entiendo cómo hubo periodos mucho más cálidos que éste en la tierra cuando no existía actividad industrial (¡en la Edad de Bronce y en la Edad Media!). No entiendo, en fin, demasiadas cosas, y Al Gore y sus famosillos ni me lo explican ni me convencen. Aun así, en los informativos de Canal Sur, que le han dado al evento la cobertura y el tono de un concilio, hacían referencia a los “intereses que intentan esconder o minimizar este problema”. ¿Intereses o pulcritud intelectual? Pero ahí está la nueva religión que excita a modistos, escritores, faranduleros, cazasubvenciones, políticos y periodistas, todos como vegetarianos hipnotizados, y que hasta le arruina la vida al pobre primo de Rajoy. A mí no me gusta predicar. Utilicen sus luces. Vean la “verdad incómoda” de Gore y luego ese otro documental que anda rulando por Internet: La gran estafa del calentamiento global. Y juzguen.

Besapiés en la radio. El logo de Canal Sur le coronaba la calva a Chaves como las potencias de los cristos y pensé que aquello quedaba muy propio en el besapiés que le volvía a montar la radio andaluza. El cartelón de Canal Sur como una hornacina para el santo patrón, como el armiño de su majestad, mientras Tom Martín Benítez le hacía la entrevista como un gato que se le arrimaba a las piernas, o al menos así sonaba. Verlo (pusieron las imágenes, cómo no, en las noticias de La Nuestra) le daba al momento ese punto de desayuno o palanganeo en palacio que se pierde en la radio. Entre otras cosas, Chaves dio la fecha de las elecciones andaluzas, que es también la de las generales, y alabó a Gore llamándolo “líder del cambio climático”, como dándole la vuelta a su misión redentora. Pero no pude prestarle atención. Todo mi ser estaba ocupado sintiendo el inmenso asco de la servidumbre de los medios públicos ante el poder político.

Premio para la vergüenza. Parece que capitanean el espíritu de esta tierra con la pringá del puchero y quizá por eso les han dado un premio en las Jornadas Gastronómicas de Andalucía en Madrid. Concretamente, por “sus méritos como difusores de los valores andaluces”, según decían en las noticias de Canal Sur. Estamos hablando de César y Jorge Cadaval, o de esas croquetas que forman cuando se juntan y que se llaman Los Morancos. Así que Andalucía no sólo tiene ciertos valores propios, sino que curiosamente coinciden con esos valores de freiduría que ellos encarnan, toda esa mezcla de vocinglería, ignorancia y catetismo autosatisfecho, aderezada con bigotes de gambas, ferias de borracho, sobacos de vago y bufonería de retrete. Vaya colección de valores andaluces la de nuestros ínclitos embajadores, vaya modelo de lo andaluz el que difunden Antonia y Omaíta a base de analfabetismo, chillidos, babucheo y regüeldos. Mucha indignación cuando Vidal-Quadras se mete con Blas Infante, y aquí dando premios a quienes sólo nos hacen sentir vergüenza y pena.