11 de diciembre de 2006

Somos Zapping 26/11/2006

Diagnóstico educativo. Después de unos números que eran gusanitos y de un abecedario llevando chistera, la consejera de Educación, Cándida Martínez, aún sonreía en las noticias de Canal Sur. Era una sonrisa en la que la luz hacía arco iris igual que sobre las letras de la palabra Andalucía, grabadas en la carcasa del ordenador portátil abierto en la mesa y que parecía una sandwichera de exposición (creo que sólo Arrayán saca más ordenadores sin venir a cuento que la Junta en sus propagandas). Pobre orgullo debería representar para un gobierno supuestamente de izquierdas haber destrozado la educación pública hasta reducirla al columpio. Sin embargo ella sonreía, oronda, porque “el sistema educativo ha funcionado, ha funcionado el profesorado, han funcionado los centros, ha funcionado maravillosamente bien la inspección educativa andaluza y ha funcionado el sistema informático”. La consejera no es que hubiera estado probando fusibles, sino que se felicitaba por el resultado de eso que han llamado “pruebas de diagnóstico educativo”, que es un test como pensado por Súper Coco que han presentado a los alumnos y en el que sólo ha faltado preguntar nombres de Pokémon. En este periódico pudimos leer precisamente una carta al director del delegado de la Asociación de Profesores de Instituto de Andalucía que denunciaba sus “claras deficiencias”: preguntas sobre “coloquialismos”, Andy & Lucas apareciendo como “modelo literario”, cuestiones que incluían la respuesta en el enunciado y hasta un recibo con la palabra “electricidad” bien visible para que el alumno demostrara la eficacia del sistema educativo andaluz señalando si se trataba de un recibo de la luz, del agua o del gas. Veo en las imágenes de la noticia a una clase de quinto curso devanarse los sesos ante dos relojes dibujados, uno con las doce y cuarto y otro con las dos y media. ¿Qué tremendo problema plantearían? Pues con esta tomadura de pelo, doña Cándida sonreía y se aplaudía. “Nuestros profesores y nuestros directores están contentos”, decía. Y eso que ni siquiera los resultados han sido buenos. “Un nivel medio que se corresponde con nuestra situación socioeconómica y sociocultural”, remataba Casto Sánchez Mellado, Director General de Ordenación Educativa. ¿Pero ésta no era la tierra de la excelencia? Ni con unas pruebas para idiotas, cocinadas por sus propios expertos, logramos escapar del bochorno. Esto es lo que le iluminaba el rostro a doña Cándida, que parecía el panadero de Barrio Sésamo.

Curtirizando”. No bastaba con el concursito del bote de cristal, en el que la Andalucía de la dentadura en el café con leche que conforma su audiencia, su target, demuestra cada día que no distingue los conceptos de mayor y menor. En La buena gente, programa que está logrando que echemos de menos a Juan y Medio, todavía pueden hacer más por glorificar esa obscenidad que representa la satisfacción ante la ignorancia, premiada como autenticidad o idiosincrasia. Por ejemplo, sacar a varias señoras de su público o de su patinillo y ponerlas a hacer reportajes por hoteles o por el extranjero, para que su sorpresa ante el mundo y su desconocimiento de todo nos haga la gracia de esas películas en las que un cavernícola descongelado visita la ciudad. La andaluza media, enguatada en su barrio, de repente se enfrenta a comidas de por ahí, a otros idiomas, a recepciones elegantes, y los consiguientes comentarios catetos hacen desternillarse al plató. Sí, qué risa. A una señora la mandan a Roma (“me habéis dado lo que nunca había esperado”, decía la pobre). A otra, a un desfile de moda andaluza en el que se queja de que no ha visto “lunares y volantes” y donde pregunta a las modelos si de aquí les gusta más “el puchero o el gazpacho”. A la tercera señora, la envían a lo que ella llama un “cótel” (sic), un evento gastronómico marroquí en Sevilla. “Qué gente tan elegante, me tendría que haber traído mis brilleríos”, se lamentaba. Se llevó todo el tiempo diciendo “chislaba” (sic) y cuando le preguntaron por la comida explicó que no se trataba de “lentejas ni habichuelas ni espaguetis ni albóndigas ni flamenquines”. Con todo esto, claro, ella se estaba “curtirizando” (sic) mucho, además de poder expresar su amor “patrónico” (sic) por algún famoso. Ésta era la gracia de la cosa, la risa que nos da ser catetos. Duele la realidad, pero duele más su exhibición. Cómo le gusta a Canal Sur que el andaluz se sienta palurdo, analfabeto y feliz...

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