La gracia de la mierda. Hay largas familias andaluzas como circos enteros que están ocupando las tardes de María del Monte dando una especie de estampa franquista, bíblica y granjera, de salud y alegría reproductiva. Eso de que la felicidad está en la familia es muy de derechas, y sacar a tanto bisnieto de comunión, también. El conservadurismo de esta falsa progresía canalsureña ya no se puede negar. Pero aparte esto, demasiado a menudo ve uno en esta sección unas exhibiciones de analfabetismo y montunería que no sé si dan más pena o vergüenza. Si somos así, hacer espectáculo de ello es verdaderamente una lástima y una obscenidad. Si no somos así, es que están empecinados en que lo creamos, que no hay aquí más que esa “buena gente” que no sabe ni hablar ni comportarse y que a partir de ella debemos medir nuestra autenticidad. Claro que lo que me encontré no hace mucho fue ciertamente un caso extremo: la familia de Las Carlotas, entre otras varias y sonrojantes bajunerías y vulgaridades, contando que si los niños decían palabrotas les untaban la boca con mierda. Anda que se reían poco de la gracia. Pero más repulsión que la misma mierda me produce el que nuestra realidad se defina con la ordinariez y que sea un empeño de la televisión pública el que nos reconozcamos en ello con coros de risotadas.
Publicidad. No salgo del programa de María del Monte, musa montonera de esta columna. Tengo que confesar que, con toda la publicidad institucional que nos inyecta la Junta, verdeando sus maravillas, o el Gobierno, quitándonos las alegrías y los vicios, esta forma de propaganda no recuerdo haberla visto nunca tal cual. Vale, los presentadores nos han metido en el salón colchones, cuberterías o cuadros de ciervos, y los actores de las series no es raro que aparezcan en sus mismos decorados con yogures laxantes o consolas de dar saltitos. Pero... ¿anunciarnos así una ley? Pues sí. Estaba María del Monte con su pareja de viejitos cuando en la parte superior izquierda de la pantalla apareció de repente la palabra “publicidad” y, en vez de tintes o jalea real, la señora se puso a vendernos las bondades ¡de la nueva Ley de Dependencia! Extraño, sospechoso, pero en fin, nada que objetar salvo apuntar la maldad de que, dado el público del programa, pocos acertarían a leer la palabra “publicidad” y lo tomarían pues por una sincera opinión de la presentadora. Lo que uno agradecería es que eso de poner “publicidad” en una esquinita lo hicieran también en las noticias de Canal Sur o en Tecnópolis. Puestos a ser legales...
No hay comentarios:
Publicar un comentario