De la gracia al estercolero. Era nuestra graciosa oficial, con su lengua de nudos y su sombra descuadernada, como la tata feúcha y simpática que hay en todas las familias. Tenía una gracia natural aunque un poco mojonera y una gramática como su cuerpo de guita, pero al menos no fingía ni pretendía ser otra cosa, no como ese Manu Sánchez que quiere ser un académico con serón. Ya escribí una vez que me daba pena que Paz Padilla hubiera pasado de graciosilla a huelebragas en ese programa, Sálvame, que hace de Telecinco un bidé con tamaño de piscina. Pero el otro día la vi alcanzar la cumbre, pues presentar ese programa masticando algo mientras continuaban los cotilleos de los bajos y a un tipo le cortaban las uñas de los pies en el plató, resulta ya una pocilga difícilmente igualable. Ahora sólo es graciosa de hurgar la narices o los culos de otros, y eso es acabar con su gracia, que la tenía, o emputecerla de la manera más triste y decadente posible. Ahora es sólo una payasa vendida al morbo y al estercolamiento televisivo nacional. Sí, me da mucha pena.
Cultura 1. Veo en Canal Sur el anuncio de un disco de alguien que no conozco, El hijo de la Paquita, como el hijo de una quiosquera. Dice el anuncio que “sus letras hablan de ti y de mí” y yo me desternillo al pensar que el disco cuenta las intimidades del actor que presta su voz a esta publicidad y del escuchante, como si estuvieran liados. Se trata además de un cantante que “triunfó como autor y ahora triunfa como artista”. Cabe preguntarse, claro, que si no era artista mientras era autor, qué clase de artista será ahora que canta sus letras. Segunda carcajada, pues. Si ya el anuncio se luce de esta manera, cómo será el disco. Cultura andaluza, dirían en Canal Sur. Y de qué nivel.
Cultura 2. Al otro lado de la cultura andaluza, veo en Tesis un reportaje hagiográfico y sobón sobre García Montero. La verdad, parecía Juan Ramón Jiménez. Sí, era más un reportaje sobre alguien ya muerto y con Nobel. Cuánto halago para su poesía, su prosa, sus artículos, su valiente compromiso social, con él allí presente, complacido. Hasta mandaron a unos chiquillos de instituto a pegar heroicos carteles como del oeste que ponían “poeta, se busca, LGM”. Se pasaron un poco para ser alguien que aún es capaz de escribir “motores rugientes” (Sonata triste para la luna de Granada). No es que sea mal poeta, pero tampoco es para tanto. Claro que tiene otros méritos. Sobre todo, su docilidad aquí con el poder. Yo hubiera puesto otro cartel: “Se busca poeta o intelectual no orgánico, no mantenido, no subvencionado, independiente y crítico. Imprescindible no haber participado en propaganda institucional alguna. Se valorará que no haya escrito jamás 'motores rugientes', 'café destartalado', 'calor abrasador' ni 'marco incomparable'”.
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