3 de junio de 2007

Somos Zapping 03/06/2007

Los caras de Bélmez. Los espíritus en camisón, los fantasmas con insomnio, el más allá que forma sus campamentos y buhardillas con lo oscuro. Hay que tomarlos en serio, sí, pues son nada menos que la superstición fundamental que arrastra aún el ser humano. Michel Onfray, que anda ahora escribiendo la contrahistoria de la filosofía, diría que es culpa de Platón y de toda la corriente idealista del pensamiento que venció gracias al cristianismo. La mentira de la dualidad materia / espíritu, el gran error que posibilitó el imperio de las religiones, que condenó al hombre a vivir aterrado por lo inexistente y que todavía da para un mercadillo donde investigadores de sucesos para anormales, estafadores, magufos y pardillos se mezclan en un ponzoñoso caldero. Las caras de Bélmez, humedades y dedos que atacaron por igual las paredes y la inteligencia, vuelven a la actualidad con el libro que han escrito Javier Cavanilles y Francisco Máñez (Los caras de Bélmez) y que destapa ese fraude entre albañil y escolar. Ya conocíamos las investigaciones y los informes, que no dejan lugar para la duda al menos para una mente sana (en quiénes son los responsables del fraude, en eso ya no entro). Pero por si acaso, el programa En antena nos regaló la demostración de la fuerza, el rigor, el nivel de las pruebas y argumentaciones que manejan la tribu de pseudobrujos o infracientíficos del repelús que aún defienden el timo de las teleplastias. Con sensores, cazamariposas y sirenas para los fantasmas de la casa, sus pruebas eran apagar la luz y que una señora afirmara haber visto el espectro de su suegra materializado en una zapatilla, más el inexplicable misterio de que un programa de Windows petara de repente (!). Sobrecogidos quedaron los “investigadores” por la “evidencia” y sobrecogido quedé yo al comprobar una vez más que la estupidez humana no tiene límites. Cómo no, el cada vez más ameno, puñetero y saludable Sé lo que hicisteis no pudo evitar armar un sonoro cachondeo a costa de este espiritismo ridículo. Quizá se pregunten ustedes qué es preferible, reconocerse idiotas o estafadores. Pues sepan que el pleno del Ayuntamiento de Bélmez ha acordado por unanimidad demandar a los autores del libro.

Más información:
www.loscarasdebelmez.com
Artículo sobre las caras de Bélmez en ARP

Estrellas malayas. El caso Malaya no va a devolvernos la inocencia, ni a limpiar nuestro dinero ni nuestra política. Pero sí va a conseguir lanzar al estrellato a sus delincuentes, presuntos, testaferros, cónyuges y aguantapalanganas. Ser malayo ya es una profesión muy cotizada gracias a la impudicia de la televisión basura. Entre el encamamiento con maromo o con pilingui y el blanqueo de dinero, la segunda opción cada vez es un camino más directo y menos sucio para brillar en los platós y cobrar. Ya vimos que a Isabel Pantoja el paso por el calabozo la ha convertido en una virgen apuñalada con más sangre en los claveles, más lágrimas en el mantón, más caché y más agenda, pero ella ya era artista a su doloroso modo bastante antes. Mayte Zaldívar, sin embargo, ha encontrado ahora algo así como la fama de los estranguladores pero con remuneración. Todo un teatro de la ópera le montó Antena 3 a la ex de Julián Muñoz para su ego y su bolsillo, en una entrevista en la que parecía Sara Montiel desfajada. María Patiño, esa mujer que está siempre como peleada con su insignificancia y con sus peines, se diría que más que ponerla en un aprieto la acompañaba hasta un trono de relevancia y autosatisfacción. Delincuentes coronados. Los mangantes y la tele del asco tienen un nuevo filón.

Muertos. La pinacoteca de los muertos, la alcoba de las calaveras, todo lo que da para comer un cadáver como una gran pescado. A Rocío Jurado le hacían un homenaje en Canal Sur por el aniversario de su muerte, un homenaje como con las galletas del velatorio, aprovechado, repetido, no sé, deprimente. La audiencia que tienen los muertos, lo que duran como su olor a cenicero... No, no era como lo de Jorge Javier Vázquez, que hablaba de las reglas y masturbaciones de La Más Grande en Hormigas blancas. Pero aun así, ese velo de muerto otra vez, ese duelo como exhibición, casi obsceno, como un canibalismo ante los focos. Homenaje sentido, hagiográfico, santificador, sí, pero yo no lo soportaba. Cuánta gente viviendo de los muertos...

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