
El científico ambicioso. Han hecho de él el nuevo andaluz del Gobierno sin serlo. “Valenciano de origen pero ciudadano de Andalucía”, decían en Canal Sur. Bernat Soria, científico que vende muy bien sus neveras vacías, llevará la sanidad con bata blanca. Es muy antigua la controversia de si en un ministerio es mejor un político o un técnico, lo que pasa es que en este caso da la sensación de que es un científico irradiado de política o un político que se aprendió muy bien aquellos tochos de Lehninger. Recordando cómo Bernat Soria alababa en los programas de La Nuestra el nuevo Estatuto andaluz, que en él sonaba a desinfectante, a cataplasma y a vacuna para todo, uno diría que quizá se estaba ya postulando para el cargo. No duda uno de su cualificación científica, pero no me gusta su docilidad con los políticos, la rapidez con la que entró en el circo del autobombo una vez que lo compraron con dinero público. Los mismos investigadores reconocen que ese paritorio de células madre de Andalucía, icono de la Segunda-Tercera Modernización, tiene más propaganda que financiación, y piensa uno si con él la sanidad española a partir de ahora va a vivir de fachadas y de enseñarnos la espuma futura de la ciencia eternamente incubada, que es en lo que parece especialista Soria. Se lo vaticinó un premio Nobel, cuenta, eso de que llegaría a ministro. Y para ello parece haber trabajado, haciendo como de hombre mutante de la Junta, asombrándonos con maravillas que sólo tienen el cartel puesto, presumiendo de los microscopios aún en sus cajas. En la televisión salió como desmadejándose de macromoléculas, delante de los logos de la Junta que parecen en verdad el aparato de Golgi. En la Junta lo ven como un triunfo de su política científica. Yo lo veo como el premio que se ha buscado un investigador ambicioso, listo y prestidigitador.
El escalón más bajo. Es insufrible, vergonzoso. Tengo que reiterarlo. Ecografías en directo, María de la O en versión taichí, chillidos verduleros, borriquitos y vacas de cartón para acentuar el ambiente rústico de una Rosario Mohedano (sorbida de la fama de sus muertos) que hipnotizaba a una gallina... Y María del Monte como arrastrando percheronamente el programa a base de relinchos. Parecía imposible que Canal Sur colocara a la audiencia en un escalón aún más bajo, pero lo han hecho. La tarde supura.
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