2 de julio de 2007

Somos Zapping 01/07/2007

La tarde con María. Se ha limitado a conservar una fama que le vino una vez como una urticaria al arremangarse entre los pinos, porque la verdad es que esta mujer no ha hecho nada más aparte de crecer en culo, en moño y en dientes. Pero así es como nacen los andaluces profesionales y luego les basta con ir macerándose en el aceite de su propia vulgaridad, manteniéndose como a base de mucha bollería de folclore, virgencitas, atinajamientos, miarmas, balconadas y vino por el pelo o por las tetas. María del Monte, jamón cantante de la tierra, guasa con el marchamo de gracia, infección de andaluceo llenándole los cachetes, carretón aborricado de trapos, palmitas y garbanzadas patrias, ha evolucionado desde el marismeñismo a una gloria de mesa camilla apucherada y chacha. Ha presentado todas las ferias, ha despachado todos los lunares, ha rezado todas las salves, ha volcado todas las palanganas del topicazo y ahora la han puesto a presentar el programa de la tarde en Canal Sur, cadena para la que parece que representa algo así como la musa de sus matanzas. Al programa, La tarde con María, le falta aún el patrocinio de una ferretería para llegar al nivel de bodrio de emisora de pueblo. El modelo ya es malo, pero sumando la nula originalidad y el mal gusto y la torpeza de boquita y de neurotransmisión de María del Monte, lo que queda es algo así como un magazine que hiciera Ana Rosa Quintana lobotomizada. María del Monte se pone gafas y se sienta al frente de una mesa de actualidad, pero los colaboradores (veo a un guapito, a un enterado y a un payaso) parece que estén esperando a que ella les reparta rebanadas de pan con manteca, que es lo que pegaría. Concursos idiotas para gente aún más idiota, más viejitos buscando calorcito pellejudo, risotadas orujeras... Lo podría grabar en la puerta de su casa hablando con el ditero y la portera y quedaría igual. Imposible algo más cutre y más bajo, y aun así la sensación es que tan pésimo programa (o “pograma”) le viene grande como una braga, igual que si se pusiera a presentar los Oscar. Por favor, que alguien le pague para que vuelva a cantar o a guisar menudo.

Macarena contra Mahler. Para pasar de María del Monte a Los del Río sólo hay que saltar de lebrillo. Nada menos que un homenaje les montaron en Canal Sur a este par de ranos de lo andaluz, campeones en aquella encuesta que hicimos para elegir a los paisanos que más nos avergüenzan en televisión. ¿Pero qué concepto del arte, de la notoriedad tenemos aquí para que merezcan tal cosa estos dos matarifes del cante pachanguero, estos dioscuros de lo rancio y de la Andalucía de cortijo? Quedaría algún favor político que pagar... Ay, tengo que reconocerlo, han conseguido ponerme agrio entre Los del Río y María del Monte, lo habrán notado. Pero ha sido culpa de un brutal contraste, de una caída desde lo sublime hasta lo zafio que me ha sublevado. Justo esta semana había conseguido yo recuperar algo de aquella joya que emitió una vez la CBS, parte de los conciertos para jóvenes que Leonard Bernstein y la Filarmónica de Nueva York ofrecieron en el Carnegie Hall entre los cincuenta y los sesenta. Bernstein desvelando a Mahler tan transparente y exactamente ante unos escolares (¡apenas dos conceptos y toda su obra quedaba entendida!) que emocionaba. La lección magistral de Bernstein y momentos de la Cuarta Sinfonía o de La canción de la Tierra... Tanta belleza acristalando el mundo, que cuando volví a la televisión y me encontré a María del Monte y más tarde a Los del Río, el insulto me hizo enfurecer. Sí, de Mahler a Los del Río, con su amigo Rappel contándonos que el Papa bailó la Macarena, que su éxito se debe a “que han sido desde siempre personas”, que “son los mejores embajadores que puede tener Andalucía”. Y luego ellos mismos, revolcándose en su puerca idiosincrasia: “Somos andaluces, totalmente andaluces, que es lo más importante que se puede ser”. Qué tremenda idiotez y qué vanidad a la vez, la de los que no pueden ser más que eso, andaluces sin más adjetivo ni mérito. Pero no, eso no es ser andaluz. Eso es ser cateto, chovinista, vulgar, cacerolo. ¿Y artistas? Bueno, Los del Río están más cerca de la jamonera que de cualquier sucedáneo decente del arte, concepto que ellos nunca conocerán. Y yo sentía una pena y un asco indescriptibles, otra vez Andalucía definida a partir de sus corrales, con alegría, con avilantez, con orgullo. Puse de nuevo a Bernstein, pero ya la amargura me había vencido para toda la semana.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Este artículo se merecería un premio. Lo lei ayer en el periódico y me pareció acertadísismo. No sólo por lo que plantea sino por cómo está escrito. Me encantó y tenía que decirlo. Me estuve riendo un rato con todas tus ironías, se te veía el colmillo afilado. Lo que es de llorar es lo de estos tíos de canal sur, que no tienen arreglo. Un saludo

Más claro, agua dijo...

Los chinos han regalado al Zoo de Madrid dos osos panda. ¿Por qué no regalamos nosotros a María del Monte para que se hagan todos compañía?