
El forastero. Alguna vez tendré que cronometrar cuánto tiempo al día se lleva Canal Sur dando palmas. La copla se entremete con las tostadas desde por la mañana, la tarde de los viejitos tampoco se puede quedar sin fandanguear y la noche de los niños es una escuela de bufones andaluces en sus especialidades de chistes y guitarritas (cada vez que veo Menuda noche, pienso que es como si corrompieran a inocentes monaguillos). Luego, de vez en cuando, nos cae algún especial sobre alguna folclórica muerta o medio muerta (la cosa está en que rezume ya un poco), con los chavales de Se llama copla como visitando un museo de cera. Hace poco tuvimos un nuevo velatorio de Rocío Jurado y el sábado nos colocaron un homenaje a Miguel Molina, como antes les había tocado a otros (creo que van siguiendo la filmografía de Cifesa y ahí hay un filón). Eso cuando no hay una feria o una romería... Y ahora, encima, lo de María del Monte. Cualquier forastero que vea Canal Sur dirá que aquí no hacemos otra cosa que cantar y bailar todo el día. Y puede que el forastero insistiera en ridiculizarnos, en crucificarnos sin piedad en los tópicos, en remarcar nuestra ranciedumbre y en pintarnos en la indolencia, el jolgorio y la ignorancia satisfecha. Pero al forastero le tendríamos que decir que todo eso ya lo hace, y mucho mejor, la propia televisión pública andaluza.
Ingenuidad. Tuvo que ser una niña, con su ingenuidad, la que desnudara en Menuda noche toda la vergüenza, la perversión, el abuso que representa convertir a inocentes chiquillos en monitos de circo para los mayores. Aun así, el comentario sólo provocó tierna risa y comprensiva complicidad. La niña simplemente explicó lo que le decían sus padres antes de exhibirla en la televisión para satisfacer sus propias ambiciones o vanidades: “Te imaginas que estás en tu casa, cantas, y te dan dinero”. Luego, enfocaron a los padres, sonrientes, orgullosos. Todos aplaudían. Juan y Medio babeaba. Qué rica la niña. Qué buenos los padres. Qué buenos todos. Y qué bonito el programa.
Tabú. Oído en la retransmisión de Canal Sur del Rocío, de boca de una (supongo) responsable del asunto rociero: “En Almonte no somos violentos (...) pero la Virgen es tabú”. O sea, que en caso de tocar ese tabú, se sienten con el derecho a ser violentos. Y eso les parece evidente en sí mismo. Pavoroso. Ya ven, es fácil: escojan un tabú (una estatua, Mahoma, una mujer no convenientemente tapada, un equipo de fútbol...) y podrán desatar su violencia sin culpa, con razón y hasta orgullo. Es decir: En Almonte no son violentos, salvo en lo que los hace fanáticos.
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