18 de enero de 2013

Hoy viernes: Andalucía tocando a Chopin (18/01/2013)


Valderas, vicepresidente tangente de la Junta, se ha ido a Palestina, entre ese empedrado de religiones, sectas y cráteres que es Oriente Medio. Es un sitio raro para que peregrinen los comunistas, tan ateazos y laicos, allí donde todo está definido, gobernado y rodeado por las religiones. Yo creo que se ha ido no como político, comerciante ni filántropo, sino como un romántico, y por eso ha visitado la tumba de Arafat como si fuera la de Chopin. Esta izquierda que se llama verdadera es esencialmente romántica, melancólica y fetichista, y guarda en su ideología rizos de amores muertos y violines o metralletas que tocaban sus teólogos de la política y sus novias guerrilleras barbudas. Uno de los fetiches de esta izquierda es Palestina. En aquellos lugares hay demasiado horror repartido para echar las cuentas, pero a la izquierda romántica le basta con compartir líricamente enemigos legendarios: Israel y Estados Unidos, en los que ve el capitalismo con todos sus tigres y muelas de oro. Por lo demás, no sé si las ideas de un jihadista de Hamas sobre la igualdad de la mujer, por ejemplo, podrían considerarse muy de izquierdas. Pero Valderas no va a ponerse a discutir por esto. Estropearía ese romanticismo que hay siempre en la guerra y el odio en compañía, que hacen como una sonata a cuatro manos.

Valderas se va a Palestina, igual que se iba Zarrías para regresar envuelto en pañoletas como un tratante de camellos. Ha ido para inaugurar allí una Casa de Andalucía, sucursal de sus nostalgias y nuestras lozas. Sin embargo, lo más grave de esta izquierda no es que se vaya de caro viaje a ver a sus novietas, sino que ya no es capaz de gobernar o actuar más que en un degradado plano simbólico, sobre el fetiche o el mero perfume de lejanas ideas o alegorías. Entre el romanticismo neurótico de IU y la desgana o incapacidad del PSOE-A, la Junta se puede pasar la legislatura llevando ramos de flores a sus héroes aviadores y versificando glosas a la Autonomía. Pacto por Andalucía, propuestas federalistas, invocaciones igualitarias, guiños a lejanos pueblos hermanos castigados… Griñán no quiere un Pacto por Andalucía, sólo que pase el tiempo. Ni arreglar España liderando ningún federalismo simétrico, asimétrico u ojituerto. Tampoco Valderas pretende solucionar el problema palestino, menos él con su verbo desgreñado. Simplemente, hacen lo único que pueden o saben hacer: abrillantar arpas, besar tumbas, abrazar campanas, poner visillos en los sueños, gritar en la niebla, volar cometas por el mundo. Fetiches, iconos y pantomimas, todos vacíos como un dedal. Los unos porque no tienen más que mitos, los otros porque no hacer nada es lo que mejor les ha funcionado. Valderas peregrina a otro continente para abrazar sus melancolías. Griñán salta de barco fantasma en barco fantasma. Y mientras estos románticos tejen las nubes, Andalucía se muere así como tocando a Chopin…

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