14 de junio de 2009

Los días persiguiéndose: Europeas (12/06/2009)

Vean lo que les importa Europa, hecha en Bruselas un casino, una piedad de museo, una escalinata de burócratas. En Valencia sirve para absoluciones, en Andalucía para legitimar a los interinos o para acechar al régimen, en Génova para unas primarias y en Ferraz para notar el primer temblor en sus cristalerías. Los ciudadanos votan o no votan por costumbre, por fidelidad, por convicción, por venganza, por asco y hasta por odio, pero luego los políticos meten todo en su saca creyendo que el pueblo le ha dado la razón al diablillo que les habla sobre el hombro. Los domingos de elecciones, piscineros y confiteros, con pereza y campanas, dan para más hermenéutica y profecías que la Biblia. Han visto al enemigo ahorcado o a Barrabás salvado por la plebe; han visto eclipses con la luna sangrando o el carro de Elías. Están entre los sueños de Jung y las monedas en los ojos de las pitonisas, pero nadie sabe lo que ha dicho el pueblo de verdad, salvo, quizá, que Europa está lejos y Zapatero herido en un ala.

Ha sido una campaña sucia, hecha por alcaldones para su barrio, por meritorios para su guapura, por cazadores para su hambre, mientras Europa era una excusa, el palacio con eco para los pedos domésticos. Esta Eurovisión de frikis, cabezas rapadas, partidos de celadores y orgullos magiares está tan lejos de los Estados Unidos de Europa como nuestra política lo está de la caballerosidad. Europa fracasó con el frenazo de aquella Constitución a medias, apenas una sopa de estrellas para una realidad de países bunkerizados, y ya sólo nos sirve de alto coliseo para los españolísimos mamporros entre partidos vecindones. Entre Bruselas y Estrasburgo harán la tarta de las banderas, la ruleta de las nacioncillas, con tirones de manga de oeste a este. La gran Europa se vuelve a fragmentar en reinos godos e imperios de un castillo, y aquí ayudamos subdividiendo los resultados de estas elecciones provincialmente, con cada señor y cada clan de partido contando sus votos y sus dientes conservados o perdidos. Lo mismo Montilla que Griñán, lo mismo Camps que Esperanza Aguirre, lo mismo Zapatero que Rajoy... Hasta a González Cabañas vi el otro día bordándose los resultados de Cádiz en el pecho. Las extrapolaciones a las generales o a las autonómicas que huelen a guisoteo, los saltitos en los balcones que anticipan advenimientos, las abstenciones que tienen dueño, Aquiles que dice que va alcanzando ya a la tortuga... Mucha adivinación me parece a partir de los que fueron el domingo a una misa negra o a sacar el perro, con Europa dormida en lejanas nieves.

No seré yo quien diga qué significan o qué han traído o cambiado estas elecciones. Que pierdan la cabeza los astrólogos de la corte, que son los que se la juegan con sus reyes. Diré mejor lo que no significan, lo que no han traído y lo que no han cambiado. No significan el indulto de Camps ni de Chaves, que los pecados y los delitos se puedan lavar con votos, que la corrupción se legitime en las urnas. No han traído la verdad ni el futuro, pues el pueblo un día despierta con hambre o rabia y degüella a partidos enteros y le da la vuelta a todas las vanidades y certezas. No han traído tampoco otra Europa a nuestros pies, una Europa en la que casi nadie pensaba, por la que casi nadie se levantaba de la cama. No han cambiado la política infecta, el olor de sus matanzas, su tierra quemada, sus instrumentos de destripar y engañar, sus cuadros de bandoleros. No han cambiado mi escepticismo. Ni mi esperanza.

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