Entre el creer y el descreer, me quedo con lo último. Descreer aunque sea un poco, lo justo para que pueda haber sentido crítico, ese mínimo grado de escepticismo sin el que es imposible buscar la verdad. El que cree ha renunciado a buscar, pues ya lo encontró todo. El que cree ya no se pregunta, sólo afirma. Dudar es el antídoto contra cualquier fanatismo. Y no hablo sólo de religión. Habría que descreer de la política, lo primero. De la progresía que es un teatrillo y del liberalismo que es una timba, de los partidos hechos castas y de los líderes campeones de la demagogia. Ahora que llegan las elecciones europeas como en un domingo sin autobuses, habría que descreer también de esta Europa mausoleo, poco más que una biblioteca de políticos sin pueblo. Aunque condenen a Barroso por faltón, habría que descreer igualmente de la Monarquía estatuada, intocable y paternal. Habría que descreer de los brotes verdes, de los nuevos modelos sostenibles sostenidos en las nubes, de la España plural tan llena de ideologías homogeneizantes, de la Historia que justifica venganzas, privilegios o cadenas, de los eslóganes para bobos, de los que nos rescatan por los pelos y de aquello de nosotros contra ellos. Descreer de tantos papas, santones, banderas y crucifijos; de tanta verdad por la cara y tanto fango por la boca; descreer de los buenos tan buenos y los malos tan malos, de los golpes en el pecho y de las manos en el fuego, de los salvadores de la Patria y de las sonrisas de los mimos. Hasta Zapatero y Griñán deberían descreer de Chaves, y nosotros de todos ellos. Descreer de los unos y de los otros, de sus herencias y metempsicosis. Descreer y quizá al final abandonar el monasterio o por el contrario quedarse, pero no ciego como un lama ciego o niño como un pequeño Buda cagón, sino consciente, alerta, crítico y libre. Descreer aunque sea un poco, o entre los dioses, los políticos y los antepasados nos harán necios y esclavos, que es lo que siempre quisieron.
14 de junio de 2009
Los días persiguiéndose: Descreer (4/06/2009)
Es una religión sin dios, una religión sólo de hombres que escuchan sus adentros como campanas, o quizá ni siquiera es religión. Siempre he sentido simpatía por el budismo, sistema que parece contradecir sin más que enseñar una alpargata todo el feudalismo dogmático, toda la zoología, el negocio, el intervencionismo y la crueldad antropomórfica de los dioses de las religiones occidentales, que son generales con barba, padres odiosos, esclavistas con rayo en el dedo, usufructuarios de la culpa y redentores por el sufrimiento y la ignorancia. Los budistas llevan el Universo en un cuenco, mientras otros llevan sus dioses a caballo; los budistas buscan de dentro hacia fuera, mientras otros no dejan de esperar lo que baja de las escaleras del cielo, desde donde el mundo es un parchís. Donde otros ponen venganza, sometimiento, castración y cilicio, ellos ponen una moral de paz, equilibrio, serenidad y desapego. Ningún budista inició nunca ninguna guerra contra otra religión ni preparó hogueras para infieles. Aun así, yo no podría ser budista porque de vez en cuando hablan de espíritus que van de flor en flor o de vida en vida, o creen que la calva de un lama muerto asoma en un niño al que hacen monje de manera carcelera. A Osel lo encontraron con 14 meses en Bubión, donde el cielo es de piedra, y dijeron que era la reencarnación del lama Yeshe. Se lo llevaron a la India y lo trasplantaron a un trono como una escupiderita. A los 18 años, el pequeño saltamontes dejó el monasterio y ahora, más hippie que budista, ha reconocido en este periódico su infancia de sufrimiento. Hasta el budismo hace descreídos, y eso que no tienen apenas nada que creer.
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1 comentario:
"Ese mínimo grado de escepticismo sin el que es imposible buscar la verdad". "Descreer aunque sea un poco, o entre los dioses, los políticos y los antepasados nos harán necios y esclavos, que es lo que siempre quisieron".
Aún así, ¿en qué me diferencias la necesidad de dudar, que no te discuto, con la esperanza en la especie humana, que yo aún creo tener?
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