Bienvenido, Mr. Cruise. No eran Tom Cruise ni Cameron Díaz, no. Era, de nuevo, Mr. Marshall. El Ayuntamiento de Sevilla enjaezado, las fuerzas vivas de la ciudad reuniendo comités de halagos, los políticos haciendo listas de ganancias y regalos, y hasta la Duquesa de Alba poniendo bata de cola y pedigrí de reina indígena para los guiris. “Esta película va a ser una promoción tremenda para Andalucía, para Sevilla y Cádiz, ya que se espera que la vean unos 300 millones de espectadores”, decía una reportera en las noticias de Canal Sur. Sin duda, si yo fuera de Arkansas, por ejemplo, y aficionado a las películas idiotas como ésa, y viera en ella a Tom Cruise derrapando en moto o siendo perseguido por toros (pensaría que en México), no podría resistirme a buscar Sevilla y Cádiz en un mapa e irme corriendo allí a gastar dinero. Hay que ser ingenuos y catetos...
Mi primer olé. Tiemblen, porque Canal Sur ha encontrado el híbrido perfecto entre Se llama copla y Menuda noche. Mezclando la racialidad incontinente del folclore con el ternurismo de la chiquillería, pronto llegará Mi primer olé, especie de parvulito de nuestro casticismo. Canal Sur piensa que a los niños andaluces no se les educa suficientemente en esa pureza de ser palmero o bailón, así que ha previsto montar una academia para reconducirlos a sus raíces. Es lo que nos hace falta, niños que agarren pronto la guitarra y el fandango, no vaya a ser que luego nos salgan médicos o ingenieros o poetas, y se acabe con la raza. Fomentemos el flamenco entre los chiquillos, que ahora que quieren ponerle la chapa de la Unesco serán como embajadores. Es más, creo que un programa de televisión es poco. Creo que deberían crearse verdaderas reservas, como las de los apaches, donde los chiquillos pudieran crecer descalzos en ese arte, sin conocer nada más. No voy a entrar ahora en si el flamenco es más o menos arte o cultura que la jota o las danzas watusis. Lo importante es que por ahí no ambicionan que los niños se hagan joteros o hechiceros como cumbre de la educación y la cultura. En Andalucía, sí.
La querida. Ni el siglo XXI ni Bibiana Aído han podido con la querida andaluza. No digo amante, rollo ni ligue, sino querida, como en los 50, esa manera de poner los cuernos con estatus, ese orgullo de la hembra mantenida por el macho poderoso y por supuesto casado. Imaginen incluso más: dos mujeres que han compartido a ese próvido macho charlando amigablemente de su relación con él, como compañeras de harén, aceptando las dos su lugar: una que tuvo su oportunidad y otra que ahora puede presumir de su triunfo. Lo vi en uno de estos programas del bragueteo, en una conversación grabada con cámara oculta entre, por lo visto, un antiguo lío de Jesulín y su (supuesta) actual querida, pues ya digo que no puede llamarse de otra forma. “A mí me ha puesto un piso”, remarcaba. Yo no creía que semejante mentalidad fuera posible ya. Hemos de concluir, otra vez, que en Andalucía, sí.
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