El PSOE empezó culpando a la meteorología del dinero o a sus hacedores de tormentas y ha terminado buscando chacales en la derecha. De cualquier forma, el monstruo siempre tenía que estar al otro lado de la tapia. Ahora, cuando dicen las encuestas que aquella gaviota que espantó Aznar hasta más allá de las Azores va a volver a posarse sobre nuestro mapa, sólo saben arrojarle huesos. El PP traería soluciones o fracasaría igual, pero negarle el derecho a querer reconducir la situación con el argumento de que llega con la sonrisa de las calaveras, eso es una idiotez. Aquí han llegado a decir que Arenas se alegraba del paro y de Rajoy piensan que se desayuna cada día el hígado chorreante de España. Los acusan de buscar el poder entre las cenizas del Apocalipsis. Supongo que no buscan el poder más que los otros, pero lo que sí es verdad es que las cenizas no las han traído ellos. Sí creo, sin embargo, que el PP ha perdido la oportunidad de demostrarle al PSOE que piensa más en el país que en el cuello de cervatillo de Zapatero. Me hubiera gustado ver a Rajoy apoyando las medidas de austeridad del presidente, diciéndole que llega muy tarde y que, aún así, eso no es suficiente. Pero es lo que tiene esta política hecha a bocados, que termina contagiando el hambre de enemigo, esas ganas de rematar al otro antes que de salvarnos a todos.
Los muertos somos nosotros, es todo el país, es esta Andalucía golpeada ya en el suelo. Aunque se preste a esas metáforas, en realidad la gaviota carroñera puede tener la misma silueta que un espíritu resucitado, es cuestión de ver adónde dirige su vuelo. Yo no le echaría las culpas al pobre animalillo, ni al partido que se abandera con él, por haber amanecido en esta playa de ahogados. Como todos, esa gaviota vaga entre cadáveres porque no hay otra cosa, porque no han dejado otra cosa.
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