
Esa “comunidad virtual de Andalucía” es el mejor nombre para la Andalucía juntera, hecha de chiribitas. El PSOE y su Junta cayeron hace mucho en una especie de solipsismo metafísico extremo, negando la realidad de un mundo físico exterior a su mente y reduciendo todo lo que existe a simples emanaciones de su yo. Pero si en filosofía el solipsismo no nos dejaba más que la certeza del aburrimiento o del sentido del humor del filósofo que concebía esa ingeniosa trampa, en política sólo nos habla de la necesidad que tiene el poder de construirse su propia realidad para escapar del fracaso. Lo real y lo virtual son pues para la Junta lo mismo, por esa necesidad ontológica podríamos decir, si seguimos filosóficos, o por la necesidad de salvar el culo, dirían otros poniéndose menos etéreos. Así, sostener ante el pueblo ese avatar de Andalucía que aparece en los discursos o en la televisión pública, ese edén de progreso, prosperidad, sostenibilidad y caramelo, se convierte en su único objetivo, con lo que se abandona el gobierno de las cosas y de las gentes. Vean esas páginas web de la Junta en las que nos amamantan la luz y las estatuas, en las que nos curan los microscopios, en las que nos llevan las olas como una cometa, en las que los consejeros nos dan la mano como una monjita; vean Canal Sur donde la Junta patrocina la misma vida y Andalucía parece el paraíso de los testigos de Jehová; atiendan a los discursos del PSOE andaluz en los que hemos ganado y alcanzado todo y sólo nos queda regocijarnos en nuestra gloria. Y luego, miren a su alrededor, a la Andalucía de verdad, la del paro, la pobreza, la incultura y la desesperanza. La Andalucía virtual les cabe en una cajita y la real les trae sin cuidado. Cuentan que a Berkeley, filósofo solipsista, le rebatieron toda su teoría dando un puntapié a una piedra. Alguien tendrá que darle un puntapié a la realidad aquí, antes de que la Andalucía virtual nos deje ciegos y sin un mundo que tocar después.
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