25 de enero de 2011

Somos Zapping: Collejas y cataplasmas (10/01/2011)

Vieja y nueva guardia. Vinieron desde Madrid Rubalcaba y Chaves, con aleteo membranoso y sin traje de bonito, sino de faena, para que no se salpicaran las corbatas. Cumbre, gabinete de crisis, emergencia en las santas vacaciones, el día 5, el de las cabalgatas de los niños, el de las calles resbaladizas, el de la última borrachera. Cuando ni el secreto ni la discreción fueron posibles, intentaron que aquello pareciera una reunión institucional de rutina y eso aún fue más ridículo y patético. “Gobierno, Junta de Andalucía y Partido Socialista han celebrado hoy una reunión en Sevilla para coordinar actuaciones en Andalucía”, decían en las noticias de Canal Sur. Dejémoslo en el PSOE solamente, aunque ya sabemos que ellos no distinguen entre las instituciones y el Partido. Los ministros no van con jerseicillo para tratar asuntos de Estado, sino cosas de casa, que era a lo que venían. Rubalcaba, Chaves, Griñán, Moreno, Pizarro, Jiménez, Díaz, reunión de los grandes jefes y ancianos con los mayorales, capataces y gobernantas para poner orden en este cortijo que se les viene abajo. Mucho hablaban los medios de la vieja y nueva guardia, pero ésa es una diferencia que yo no veo. No hay una nueva generación en el PSOE andaluz, sólo hay viejos leones que permanecen y jóvenes cachorros de lo mismo que los imitan, con idéntica concepción del partido, idénticos modos e idéntica política, pero más inexperiencia y torpeza. “Hay una gran sensibilidad del conjunto del Gobierno hacia lo que tienen que ser las necesidades de los andaluces y las andaluzas”, manifestaba Susana Díaz. ¿Cómo que “lo que tienen que ser las necesidades de los andaluces”? ¿Es que nuestras necesidades vienen impuestas, diseñadas o seleccionadas por el Gobierno? Yo creía que la necesidades simplemente las teníamos y el Gobierno debía intentar satisfacerlas... En fin, otra tontería de estos ninis, de tantas que les salen al querer alargar y retorcer las frases, que es lo que ocurre cuando ni se sabe hablar ni qué decir. “Sin caer en triunfalismos, pero las cosas se están haciendo bien”, remató en su línea habitual la ínclita Susana Díaz. ¿El mefistofélico Rubalcaba o el desahuciado Chaves van a cambiar en una reunión esta forma marrada e idiota de hacer política, este partido quemado, atrofiado y tan endiosado como fracasado? No, desde luego que no. Hace falta mucho más. No es una colleja de Rubalcaba lo que necesita esta tropa, sino la gran y definitiva colleja de la ciudadanía.


Desapego. Si no pueden darnos trabajo ni traer crecimiento económico, ¿con qué nos podrían aliviar? Pues con consuelos ascéticos, budistas o taoístas, como el del desapego, el desprecio por las cosas materiales, demonio viejo como la carne. Es lo que intentaron en Los reporteros, machacándonos con eso de que las empresas y los bancos nos empujan al consumismo y nos esclavizan. Todo nos iría mucho mejor si corrigiéramos nuestros “hábitos de consumo perversos”, aseguraban. Entre esos hábitos perversos o lujos superfluos citaban comer naranjas en agosto, comprar teles, móviles y cacharritos electrónicos, e incluso tomar demasiadas pastillas cuando sabemos que “las grandes empresas farmacéuticas inducen al consumo de medicamentos y crean enfermedades falsas”. Por cierto, esto último lo dijo Juan Torres, un catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla que hablaba como Sánchez Gordillo. Ni frutas fuera de temporada, ni teles, ni ordenadores, ni tampoco médico (“acudimos a costosos especialistas y a complicados tratamientos sin poner el foco en la prevención y en una vida saludable”, insistían). Pues nada, verdura del tiempo, parchís y quinqué en el salón, tam-tam para comunicarnos, cataplasmas de la abuela cuando estemos malitos y a volver a la Edad Media, que así la crisis dolerá menos. Seguro que entonces no necesitaríamos tantas zarandajas de dinero, sueldos o empleo, que es que nos quejamos por vicio. Así haríamos “políticas del buen vivir” en vez de ““políticas para el buen hacer de los mercados y de los banqueros”, según nos volvía a explicar el economista revolucionario o hippie, que también nos recordaba que “el 65% de la población mundial no ha hecho nunca una llamada telefónica”. Cómo envidio a esa feliz mayoría, que seguro que también tiene la suerte de carecer de electricidad y de agua potable y de comida que llevarse a la boca. Ellos sí han alcanzado la sabiduría. Menos mal que llega la bendita y purificadora crisis, nos recuerda todas estas verdades y nos invita a deshacernos del lujo en el que nos revolcamos obscenamente. Dejen todo lo que tienen, cojan sólo una túnica y unas sandalias, y sigan a esta gente hacia su cueva de la felicidad. Sólo padecerán la crisis los que quieran seguir comprando, comiendo, trabajando y viviendo. Perversos locos...

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